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La geoingeniería sigue sin ser una solución

Los proyectos de geoingeniería no tienen en cuenta que una mayor reflexión de luz solar no restaura el clima original del planeta.

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Los fenómenos como la lluvia intensa podrían ser más frecuentes en un mundo más caliente. Fuente: Annett Junginger, distrtibuida por imaggeo.egu.eu.

Recientemente el IPCC publicó su último informe. Según este informe todavía estamos a tiempo de que el cambio climático no arrase este planeta. Todo depende del uso de la energía, del tipo de energía usada y de cuántos seamos consumiendo.
En el mejor de los escenarios para 2100 habría un mundo con 9000 millones de habitantes, una concentración de 400 ppm de dióxido de carbono que estaría bajando y un consumo de energía de 8× 1020 julios. En un mundo así la humanidad ha sabido pasarse a las energías alternativas y controlar sus emisiones de tal modo que las temperaturas no han subido desde 2050.
En el lado opuesto está el panorama de una población de 12.500 millones de habitantes, una concentración de dióxido de carbono de 950 ppm y un consumo de 1,75× 1021 julios. En este escenario se depende de los combustibles fósiles. Además del petróleo, se explotan los claratos océanicos, las arenas bituminosas, el gas de esquisto y el carbón. La biodiversidad se ha hundido y los ecosistemas no pueden funcionar normalmente, así que no generan los mismos servicios. Los patrones de lluvia han cambiado, hay más inundaciones y sequías, los fenómenos meteorológicos extremos son más frecuentes, el ártico lleva décadas siendo navegable en verano y la acidificación de los océanos es severa. Las selvas tropicales y los arrecifes coralinos, si quedan, son meramente testimoniales.
El problema es que hay muchos intereses en seguir con el mismo estilo de vida, pues eso significa mantener el mismo sistema económico y los mismos privilegios de las élites extractivas. Así que para seguir quemando combustibles fósiles y mantener el mismo clima de la época preindustrial se ha planteado la opción de la geoingeniería. Esta consiste en una modificación del planeta a gran escala que impida el calentamiento en exceso de la Tierra, por ejemplo mediante el uso de una sombrilla espacial, la inyección de aerosol en la estratosfera, la “fertilización” de los océanos, etc.
Este tipo de opciones son atractivas para las élites sociales extractoras, pues permiten crear un negocio a partir de la externalización de costes de la industria tradicional. Recordemos en qué consiste la externalización de coste: la empresa que emite normalmente no paga por los daños que causa al ambiente y se ahorra esos costes porque estos son externalizados hacia el resto de la población. Son los estados (vía impuestos que se sustraen de otros servicios) y/o la salud de la gente los que terminan pagando esos costes.
En el caso de la geoingeniería es de nuevo el estado el que se haría cargo de los costes (a través de los impuestos) de lanzar sistemas espaciales o de inyectar un aerosol en la atmósfera cuyos efectos a largo plazo son, cuanto menos, impredecibles. Este tipo de operaciones serían llevadas a cabo por empresas privadas.
No deja ser paradójico, ilógico, triste y absurdo hasta llegar al esperpento que los mismos que generan el problema vendan la solución al problema que ellos mismos han generado creando por el camino nuevas oportunidades de negocio para ellos mismos. Tampoco es descartable el soborno y corrupción de la clase política a la hora de tomar decisiones en este campo.
En NeoFronteras ya cubrimos en su día diversos estudios que indicaban que las “soluciones” de geoingeniería no funcionarían y que además serían muy costosas. Ahora vamos a ver el último de ellos.
Dos investigadores alemanes han llegado a la conclusión de que la reducción de la cantidad de luz solar que llega a al suelo mediante una de estas “soluciones” no afectaría al cambio climático en el sentido deseado y que este se daría igualmente. Para ello estudiaron cómo responde el ciclo del agua bajo diferentes calentamientos.
Basándose en el balance de energía, han visto que el ciclo del agua responde de diferente manera dependiendo de si el calentamiento viene dado por la luz del sol o si viene dado por el efecto invernadero. Esta diferencia implica que la reflexión de la luz solar para reducir la temperatura puede tener además efectos adversos sobre el régimen de lluvias.
El calentamiento global altera el ciclo del agua terrestre porque se produce una mayor evaporación y esto puede desecar aún más unas regiones y aumentar las lluvias en otras. A un mayor calentamiento se produce una mayor evaporación y mayor es su influencia sobre el ciclo del agua. Pero lo importante de este estudio es que sostiene que el ciclo del agua reacciona de distinta manera según el tipo de calentamiento.
Axel Kleidon y Maik Renner (Instituto Max Planck) han usado un modelo simple que tiene en cuenta el balance de energía para determinar la sensibilidad del ciclo del agua a un aumento de la temperatura superficial debida a un efecto invernadero más intenso o a un aumento de la irradiación solar. Para un aumento energético dado, en el primer caso la evaporación se incrementa en un 2% y en el segundo en un 3%. Este resultado confirma las predicciones de otros modelos más complejos.
Los investigadores tuvieron en cuenta cómo el calor pasa a la atmósfera al producirse la evaporación y separaron las contribuciones del calentamiento superficial por parte de irradiación solar y de un aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Una analogía de este mecanismo sería una olla de cocinar en la que el efecto invernadero es producido por la tapa y la irradiación solar por el fuego que hay debajo.
Según los autores esto tiene consecuencias profundas sobre los proyectos de geoingeniería. En muchos de estos proyectos se intentaría reducir la temperatura global reduciendo la cantidad de luz solar que llega al suelo (reducir el fuego en la olla). Pero cuando estos investigadores aplicaron su modelo a este escenario encontraron que los cambios simultáneos en el ciclo del agua y en la atmósfera no se compensan al mismo tiempo y que, como consecuencia, una mayor reflexión de luz solar no restaura el clima original del planeta.
Siguiendo con la analogía, es como tapar la olla y bajar el fuego al mismo tiempo. Aunque eso reduce la factura del gas de nuestra cocina, en el caso de la Tierra se hace más lento el ciclo del agua con imprevisibles consecuencias.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Artículo original [3]