La geoingeniería sigue sin ser una solución
Los proyectos de geoingeniería no tienen en cuenta que una mayor reflexión de luz solar no restaura el clima original del planeta.
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Recientemente el IPCC publicó su último informe. Según este informe todavía estamos a tiempo de que el cambio climático no arrase este planeta. Todo depende del uso de la energía, del tipo de energía usada y de cuántos seamos consumiendo.
En el mejor de los escenarios para 2100 habría un mundo con 9000 millones de habitantes, una concentración de 400 ppm de dióxido de carbono que estaría bajando y un consumo de energía de 8× 1020 julios. En un mundo así la humanidad ha sabido pasarse a las energías alternativas y controlar sus emisiones de tal modo que las temperaturas no han subido desde 2050.
En el lado opuesto está el panorama de una población de 12.500 millones de habitantes, una concentración de dióxido de carbono de 950 ppm y un consumo de 1,75× 1021 julios. En este escenario se depende de los combustibles fósiles. Además del petróleo, se explotan los claratos océanicos, las arenas bituminosas, el gas de esquisto y el carbón. La biodiversidad se ha hundido y los ecosistemas no pueden funcionar normalmente, así que no generan los mismos servicios. Los patrones de lluvia han cambiado, hay más inundaciones y sequías, los fenómenos meteorológicos extremos son más frecuentes, el ártico lleva décadas siendo navegable en verano y la acidificación de los océanos es severa. Las selvas tropicales y los arrecifes coralinos, si quedan, son meramente testimoniales.
El problema es que hay muchos intereses en seguir con el mismo estilo de vida, pues eso significa mantener el mismo sistema económico y los mismos privilegios de las élites extractivas. Así que para seguir quemando combustibles fósiles y mantener el mismo clima de la época preindustrial se ha planteado la opción de la geoingeniería. Esta consiste en una modificación del planeta a gran escala que impida el calentamiento en exceso de la Tierra, por ejemplo mediante el uso de una sombrilla espacial, la inyección de aerosol en la estratosfera, la “fertilización” de los océanos, etc.
Este tipo de opciones son atractivas para las élites sociales extractoras, pues permiten crear un negocio a partir de la externalización de costes de la industria tradicional. Recordemos en qué consiste la externalización de coste: la empresa que emite normalmente no paga por los daños que causa al ambiente y se ahorra esos costes porque estos son externalizados hacia el resto de la población. Son los estados (vía impuestos que se sustraen de otros servicios) y/o la salud de la gente los que terminan pagando esos costes.
En el caso de la geoingeniería es de nuevo el estado el que se haría cargo de los costes (a través de los impuestos) de lanzar sistemas espaciales o de inyectar un aerosol en la atmósfera cuyos efectos a largo plazo son, cuanto menos, impredecibles. Este tipo de operaciones serían llevadas a cabo por empresas privadas.
No deja ser paradójico, ilógico, triste y absurdo hasta llegar al esperpento que los mismos que generan el problema vendan la solución al problema que ellos mismos han generado creando por el camino nuevas oportunidades de negocio para ellos mismos. Tampoco es descartable el soborno y corrupción de la clase política a la hora de tomar decisiones en este campo.
En NeoFronteras ya cubrimos en su día diversos estudios que indicaban que las “soluciones” de geoingeniería no funcionarían y que además serían muy costosas. Ahora vamos a ver el último de ellos.
Dos investigadores alemanes han llegado a la conclusión de que la reducción de la cantidad de luz solar que llega a al suelo mediante una de estas “soluciones” no afectaría al cambio climático en el sentido deseado y que este se daría igualmente. Para ello estudiaron cómo responde el ciclo del agua bajo diferentes calentamientos.
Basándose en el balance de energía, han visto que el ciclo del agua responde de diferente manera dependiendo de si el calentamiento viene dado por la luz del sol o si viene dado por el efecto invernadero. Esta diferencia implica que la reflexión de la luz solar para reducir la temperatura puede tener además efectos adversos sobre el régimen de lluvias.
El calentamiento global altera el ciclo del agua terrestre porque se produce una mayor evaporación y esto puede desecar aún más unas regiones y aumentar las lluvias en otras. A un mayor calentamiento se produce una mayor evaporación y mayor es su influencia sobre el ciclo del agua. Pero lo importante de este estudio es que sostiene que el ciclo del agua reacciona de distinta manera según el tipo de calentamiento.
Axel Kleidon y Maik Renner (Instituto Max Planck) han usado un modelo simple que tiene en cuenta el balance de energía para determinar la sensibilidad del ciclo del agua a un aumento de la temperatura superficial debida a un efecto invernadero más intenso o a un aumento de la irradiación solar. Para un aumento energético dado, en el primer caso la evaporación se incrementa en un 2% y en el segundo en un 3%. Este resultado confirma las predicciones de otros modelos más complejos.
Los investigadores tuvieron en cuenta cómo el calor pasa a la atmósfera al producirse la evaporación y separaron las contribuciones del calentamiento superficial por parte de irradiación solar y de un aumento de los gases de efecto invernadero en la atmósfera.
Una analogía de este mecanismo sería una olla de cocinar en la que el efecto invernadero es producido por la tapa y la irradiación solar por el fuego que hay debajo.
Según los autores esto tiene consecuencias profundas sobre los proyectos de geoingeniería. En muchos de estos proyectos se intentaría reducir la temperatura global reduciendo la cantidad de luz solar que llega al suelo (reducir el fuego en la olla). Pero cuando estos investigadores aplicaron su modelo a este escenario encontraron que los cambios simultáneos en el ciclo del agua y en la atmósfera no se compensan al mismo tiempo y que, como consecuencia, una mayor reflexión de luz solar no restaura el clima original del planeta.
Siguiendo con la analogía, es como tapar la olla y bajar el fuego al mismo tiempo. Aunque eso reduce la factura del gas de nuestra cocina, en el caso de la Tierra se hace más lento el ciclo del agua con imprevisibles consecuencias.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4282
Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original
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domingo 8 diciembre, 2013 @ 9:21 pm
Tengo buenas noticias: dudo profundamente que la población mundial supere los 9 millardos. Es más, es posible que para 2100 la población mundial haya caído por debajo de 1.000 millones. Si nos atenemos a los patrones de los colapsos civilizatorios, en realidad no es necesario invocar epidemias nuevas, enfermedades desconocidas, guerras espantosas -que raramente por sí mismas suelen causar mortandad superior al 25%- o peligros de la ciencia ficción: simplemente el aflojar la presión sobre la sanidad o la higiene, sumado a la caída abrupta de los estándares en la calidad de vida, dispararán la tasa de mortalidad de nuevo, y con ella la de mortandad infantil. Es lo que tiene volver al pasado. Con la ventaja añadida de que se baja más rápido de lo que se sube.
Cada día estoy más convencido de que o arreglamos nuestros propios problemas, o la naturaleza los va a «arreglar» por nosotros. Como siempre ha hecho, por cierto.
A cuento del artículo, obviamente lo que hay que hacer es retirar las toneladas de mierda varia que hemos lanzado a la atmósfera y por supuesto todo el exceso de CO2. Para empezar.
lunes 9 diciembre, 2013 @ 9:56 am
Posiblemente sea al revés. En los países en los que la sanidad pública funciona mal y no hay derechos sociales la gente tiene más hijos. Es la forma de intentar tener una vejez digna.
Lo malo es que es la peor forma de administrar recursos porque algunos niños mueren y lo invertido en ellos desaparece.
lunes 9 diciembre, 2013 @ 12:01 pm
En todos los países existe sanidad, es decir, la situación no es comparable en absoluto al siglo XIX. Una es más precaria y de acceso más difícil y otra es universal y garantista. De hecho, es cierto que la natalidad baja más en el segundo caso y sube más en el primero, exactamente por lo que apuntas. Pero en un escenario sin sanidad en absoluto, da igual los hijos que se tenga porque la mortalidad en general depende de cuánta gente sea sostenible, y las cifras actuales no lo son. Sobre todo si la alimentación no puede garantizarse, algo que también está encima de la mesa. En general las mortandades de las guerras vienen por el cortocircuito de los suministros de alimentos y material sanitario, más que por la propia destrucción directa. A esto es a lo que me refiero.
Pensemos por ejemplo en las megaciudades del tercer mundo, con millones de habitantes hacinados, que además muestran claramente el agotamiento del modelo socioeconómico porque por primera vez en la historia, y esto es claro en ciudades africanas, fenómenos de hiperurbanización sin creación de empleo ni retornos de capital, al contrario de lo que sucedió históricamente en Occidente (no tenemos datos fiables de China). Esto convierte a las ciudades en barriles de pólvora, que además son donde se acumula, ya, la mayoría de la humanidad. Son, literalmente, trampas biológicas. O socioeconómicas, como se quiera. De hecho, el colapso del imperio romano fue urbano, y ni siquiera sabemos las consecuencias demográficas que tuvo más allá de una caída considerable de la población (agravada por el deterioro previo de las infraestructuras urbanas, es decir, de la sanidad, salubridad, alimentación, etc.)
martes 10 diciembre, 2013 @ 3:52 am
Si no hay control de la natalidad todas las soluciones que se puedan proponer son meros parches que posponen el problema. Contaminación, conflictos por el territorio, falta de agua potable, falta de alimentos…
Y gran parte del mundo no está dispuesto a tener menos hijos.
martes 10 diciembre, 2013 @ 9:51 pm
Al hilo de todas estas promoniciones, se me ocurre pensar que hay tantos factores involucrados en el problema que mientras no aparezcan los ordenadores cuánticos, esos que pueden resolver un sistema de casi infinitas ecuaciones lineales en un nanosegundo, por dar un tiempo, o factorizar un número inmenso en otro nanotiempo…. la cosa quedará en cábalas. Y creo que el problema de fondo es la propia naturaleza humana que nos arrastrará al consumo hasta el agotamiento del sistema. Y que la solución estribará en controlarla, mediante la educación y el respeto a valores que hoy no son reconocidos suficientemente y tal vez nunca lleguen a serlo, vista la historia humana.
Respecto a la olla y el fuego, hay tanta gente involucrada simultáneamente en el manejo de la tapa y el mando del fuego que, sin otras consideraciones, me declararía pesimista. Pero como tampoco creo que la humanidad esté dejada a su sino, compensemos ese pesimismo y esperemos un futuro mejor.
miércoles 18 diciembre, 2013 @ 10:08 am
Nuestro buen amigo «petrus» cree en la providencia. Yo no voy a quitarle esa ilusión, pero cualquier pronóstico del futuro hay que apoyarlo en un razonamiento.
Llegados al extremo -que posiblemente se diera en la Isla de Pascua- yo no descartaría una violencia colectiva y una represalia que fracasaría. Yo no sé si tal escenario lo contemplan los que dirigen la sociedad a base de saquearla y exprimirla sin medida. ¡Puf!, esto me recuerda esos tebeos -prefiero llamarles así aunque sea algo impropio- y esas películas tipo Mad Max, que cuando comenzaron me parecieron exageradas e increíbles. Dudo mucho que salgamos de esta porque ya vemos que algunos líderes son envenenados con polonio, gentes que pregonan cierta libertad o defensa de los débiles son encarcelados, en África se despoja de sus tierras a las gentes porque no tienen «papeles» que avalen su propiedad -y si los tuvieran se hace un democrático decreto votado en un parlamento que se dice representante del pueblo y se anulan por ley, que para eso están las leyes-.
Ya sé que es obvia la distinción, pero mucha gente confunde ley y justicia. La ley puede ser tremendamente injusta y sin embargo el estado tiene medios de fuerza que dicen habérselos dado el pueblo para meter en vereda a quien discrepe.
Yo espero un fin de esta civilización y luego ya veremos. No es posible arruinar todo un planeta sin que las consecuencias sean globales.
Y es que no veo signos positivos. Lo siento por «petrus». Y no soy pesimista. Soy francamente optimista, porque ya no estaré en este ni en ningún otro mundo. Sólo ahora me duelo por mis nietos y no sé que parte les tocará a mis hijos.
Un abrazo, amigo «petrus» y enhorabuena por tu esperanza pero, créeme, el desastre es prácticamente inevitable.
La geoingeniería mejorará, sin duda, teniendo en cuenta muchísimas más variables, pero es obvio que nunca las tendrá todas, porque si es que si no son infinitas por retroalimentación, combinación y recombinación -como las frases de un idioma-, como mínimo son innumerables. Y no tratan la cuestión fundamental: la condición humana que es la clave.
miércoles 18 diciembre, 2013 @ 10:22 am
Estimada «amparo»: En efecto uno de los graves problemas es la superpoblación, pero no el único. Posiblemente otros se acerquen a su magnitud.
Para disminuir la población de la manera menos traumática posible es preciso un estudio tremendamente complejo, porque ha de hacerse país por país y sin embargo destinado a obtener resultados globales. Y bastará que una nación se niegue, para que el castillo de naipes se derrumbe. Ahora bien, la creación de una conciencia colectiva, quizá lleve a algún resultado, pero no lo sé.
Mi bienvenida a esta web donde -yo al menos- echo de menos opiniones femeninas.