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Kepler-186f, paradoja de Fermi, SETI y el Gran Filtro

Disquisiciones sobre el significado de posibles mundo habitados en la longevidad de la raza humana.

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En 1950, mientras que trabajaba en Los Alamos National Laboratory, el físico Enrico Fermi tuvo una conversación intrascendente con Emil Konopinski, Edward Teller y Herbert York mientras que caminaban para almorzar. Hablaban sobre una viñeta de Alan Dunn que se hacía eco sobre la supuesta desaparición de contenedores de basura municipales provocada por supuestos extraterrestres. Esa nota de humor les dio pie a emprender un análisis más serio sobre las posibilidades que tenía el ser humano de observar un objeto material viajar tan rápido como la luz en los 10 años siguientes. Teller calculó una probabilidad de uno entre un millón, pero Fermi dijo que una sobre diez.
La conversación derivó hacia otros temas en la cantina del centro de investigación durante el almuerzo hasta que Fermi súbitamente exclamó: “¿Dónde están?”, refiriéndose a los extraterrestres. Según uno de los participantes Fermi realizó una serie de cálculos rápidos y estimaciones a partir de unos pocos datos (algo por lo que tenía buena fama). Entonces concluyó que la Tierra debía de haber sido visitada por extraterrestres hace tiempo y muchas veces después.
Obviamente no hemos visto a ningún extraterrestre ni hay constancia histórica del hecho, la paradoja es la contradicción evidente entre la predicción y los hechos. Si hay civilizaciones extraterrestres y el viaje interestelar es posible, ¿por qué diablos no hemos vistos todavía artefactos extraterrestres? Y si están avanzados tecnológicamente, aunque sea poco, entonces tienen radiotelescopios, ¿por que no hemos recibido transmisiones de radio de ellos?
La idea ha sido posteriormente desarrollada por otros científicos, y sobre todo por Michael H. Hart en 1975.
En los últimos tiempos se ha ampliado nuestra visión del Cosmos de un modo sin precedentes. En la época de Fermi no se tenía ni una sola prueba de la existencia de planetas fuera del Sistema Solar. Ni siquiera había modelos computacionales decentes sobre formación planetaria o sobre climatología.
Ahora sabemos de la existencia de miles de exoplanetas y cada estudio teórico allana más el camino para la existencia de vida algunos de los miles de millones de planetas de la Vía Láctea.
Ahora incluso resulta que la vida tal y como la conocemos es posible en planetas en donde no creíamos que fuera posible. Se proponen supertierras en donde las condiciones serían más propicias para la vida que en nuestro planeta, se proponen mundos ojo o mundos langosta en gran parte congelados, se proponen lunas habitadas que orbitan gigantes gaseosos, se proponen mundos con estaciones extrañas y otros con días muy largos… Mientras tanto la lista de mundos adecuados para la vida no hace más que aumentar, como con el reciente Kepler-186f.
Pero seguimos sin contactar con otras civilizaciones, así que o bien la vida no suele aparecer aunque se den las condiciones adecuadas, o la vida compleja no evoluciona o la vida inteligente no se da o se autodestruye al poco de aparecer.
Para el primer caso de los tres tendremos una respuesta en las próximas décadas. La siguiente generación de telescopios podrá deducir la presencia de océanos de agua en otros planetas y tomará espectros en busca de bioindicadores. Si la empresa es positiva sabremos que la vida es ubicua en la galaxia (o no).
Pero, según se ha polemizado recientemente, todo esto va en contra de la idea de la permanencia de civilizaciones avanzadas, incluida la nuestra. Si no contactamos con otras civilizaciones eso significa que, pese a que la vida aparece, incluso la vida compleja, la aparición de vida inteligente es rara, bien porque no aparece o porque la duración de las civilizaciones avanzadas es escasa y esto se aplicaría también a nosotros mismos. A este cuello de botella se le ha denominado el Gran Filtro.
No es que no quieran o no puedan comunicarse con nosotros, es que las civilizaciones se autodestruyen. El hallazgo de Kepler-186f y otros resultados similares significa que la humanidad, como civilización tecnológicamente avanzada, se autodestruirá posiblemente pronto.
La humanidad como especie ha sobrevivido a todo tipo de desastres naturales antes de llegar a la tecnología avanzada, pero ahora es distinto. Esa misma tecnología que nos permite comunicarnos con unos supuestos alienígenas nos puede devolver a la edad de piedra a base de bombas nucleares en un mundo en el que los recursos escasean cada vez más y con una población humana en crecimiento exponencial.
Ya tomados 1,5 veces lo que la Tierra produce, contaminamos los mares, esquilmamos las reservas pesqueras, polucionamos el aire e incluso estamos cambiando el clima con nuestras emisiones. Ya queda menos de la mitad de las selvas tropicales que una vez fueron el pulmón del mundo. Mientras acidificamos el mar, los arrecifes coralinos mueren hasta que pronto terminarán diezmados. Los glaciares del mundo se funden y con ellos se van las reservas de agua dulce que muchos pueblos necesitan para beber o para su agricultura. Los informes del IPCC sirven de papel higiénico incluso en las redacciones de los medios de comunicación. Y, en definitiva, nos aceramos a gran velocidad hacia el colapso total de los ecosistemas terrestres. Si no vemos el Gran Filtro es porque estamos ciegos.
La búsqueda de vida fuera de la Tierra no sólo es una empresa noble y excitante, sino que nos habla también de nosotros mismos y de nuestras posibilidades de perpetuarnos como civilización. Nos habla de la condición humana, del deseo de saber y saciar nuestra curiosidad, pero también de la irracional pulsión por tener. La respuesta que aporte, sea afirmativa o no, siempre será importante. Puede que la vida sea común o muy escasa. En ambos casos la situación es pavorosa y nuestra responsabilidad enorme.

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Fuentes y referencias:
Sobre el Gran Filtro. [2]
Foto: NASA.