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Fonética y emociones

Consiguen encontrar una relación entre el sonido de determinadas vocales, los músculos implicados y las emociones que evocan las palabras que las contienen.

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Una palabra como “dolor” contiene dos oes y tiene un significado emocional negativo. Por otro lado, la palabra filipichín hace gracia por sí sola y parece forzarnos a considerar un estampado en un tejido de lana que sea muy alegre. Esta distribución estadística de vocales según el valor emocional de las palabras parece darse en la mayoría de los idiomas, pero, ¿por qué?
Un equipo de investigadores dirigido por Ralf Rummer y Martine Grice ha conseguido realizar unos experimentos que descubren las relaciones que hay entre el lenguaje y las emociones. Estos investigadores fueron capaces de demostrar que la pronunciación sistemática de vocales influye sobre nuestros sentimientos y viceversa.
La idea era investigar si el significado de las palabras está ligado a los sonidos que producen o no. Se centraron en dos casos en concreto: el sonido de las vocales largas i y o. Querían saber si estas vocales tendían a estar más presentes en las palabras según estas tuvieran connotaciones emocionales negativas o positivas. Para ello realizaron dos experimentos.
En el primero de dichos experimentos los investigadores expusieron a los sujetos voluntarios a una serie de vídeos diseñados para ponerlos en un determinado estado emocional. Entonces les pedían inventar diez palabras artificiales y pronunciarlas en voz alta.
Los investigadores encontraron que las palabras inventadas contenían significativamente más ies que oes cuando los sujetos estaban bajo un estado emocional optimista. Pero la situación cambiaba a lo opuesto cuando el estado emocional era el contrario.
En el segundo experimento se quería medir si la diferencia emocional de ambas vocales se podía retrotraer a los movimientos de los músculos faciales asociados. Para ello se basaron en una idea de los años ochenta de Fritz Strack que obligaba a los sujetos a sujetar un bolígrafo con la boca mientras veían unos dibujos animados. Esta sujeción o bien hacía que el músculo implicado en la risa y sonrisa (músculo cigomático), o bien su antagonista, estuviera contraído.
En el primer caso a los sujetos se les solicitó que mantuvieran el bolígrafo entre sus dientes y en el segundo entre sus labios. Cuando el músculo cigomático estaba contraído los sujetos encontraban los dibujos animados más graciosos que cuando lo estaba su antagonista.
En el experimento de Rummer y Grice en lugar de pedir a los sujetos que usaran un boli se les pidió que pronunciaran o bien un sonido i (lo que forzaba al músculo de la risa o cigomático) o bien un sonido o (lo que forzaba a su antagonista). Resultó que los sujetos que pronunciaban la i encontraron los dibujos animados más graciosos que los que pronunciaban la o.
A la vista de este resultado los investigadores concluyen que los hablantes aprenden de alguna manera que la pronunciación del sonido i está asociada con emociones positivas y a hacer la correspondencia de las palabras que las contienen con significados positivos. Lo opuesto se aplicaría a la vocal o y su pronunciación.
Esto explicaría el fenómeno estadístico según el cual la vocal i aparece en las palabras con significado positivo, mientras que la o lo hace al contrario y está asociada a significados negativos, algo que sucede en muchos idiomas diferentes. Esto estaría además ligado a los músculos faciales implicados en la expresión de las distintas emociones.
Quizás sea verdad lo que dicen y que baste sonreír más para estar de mejor humor.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Foto: Universidad de Colonia.