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Nueva interpretación del experimento de Milgram

La obediencia a la autoridad para hacer daño a los demás no se debería a un deseo de hacer el mal, sino al deseo de alcanzar un buen fin que puede ser interpretado como noble.

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A esta alturas todos estamos ya familiarizados con el experimento que el profesor Stanley Milgram realizó en 1961 en la Universidad Yale.
En este experimento se pedía a unos participantes (estudiantes) que aplicaran corrientes eléctricas progresivamente más altas cuando unos supuestos sujetos que se habían prestado voluntarios a un experimento se equivocaban en las pruebas que realizaban. En realidad los estudiados eran los participantes y los otros eran actores que simulaban el dolor producido por las corrientes eléctricas. Dos tercios de los participantes en el estudio llegaron a aplicar hasta un máximo de unos supuestos 450 voltios a los supuestos voluntarios entre los gritos de dolor de los segundos.
El experimento ha generado mucha polémica desde entonces, no solamente por la interpretación del mismo, sino además por el estrés causado a los que formaron parte de él. Ha sido usado para sugerir que los humanos somos capaces de hacer daño a los demás si nos lo ordenan, como si los humanos estuviéramos programados para recibir órdenes aunque éstas sean injustas para terceros. Pero ahora un estudio reciente sostiene que la interpretación tradicional del experimento es errónea.
Alex Haslam (University of Queensland), Stephen Reicher (University of St Andrews), Kathryn Millard (Macquarie University) y Rachel McDonald (University of Kansas) se han hecho con las declaraciones posteriores originales de 659 de los 800 que formaron parte del experimento. Al parecer, lejos de que la experiencia les pareciera negativa, la mayoría de los participantes se mostraban contentos de haber participado. La razón para esta posición se debería que estas personas no sentían que hubieran hecho ningún mal y esto se debería a la habilidad de Milgram para convencerlos de que lo que hacían formaba parte de una importante contribución a la ciencia.
Según los autores del nuevo estudio, este nuevo análisis proporciona nuevas perspectivas en la psicología de la opresión y se une a otras pruebas que apuntan a que los perpetradores no están motivados generalmente por el deseo de hacer el mal, sino que creen que los que hacen es bueno, noble y merece la pena hacerlo.
El nuevo análisis sugiere que posiblemente no se hayan comprendido bien la lección ética y la base teórica del experimento de Milgram. La clave estaría es que se puede conseguir que los participantes en este tipo de experimentos maltraten a terceros si cuando se les solicita hacerlo se justifica el acto por una buena causa.
Sería una nueva versión de que el fin justifica los medios, incluso cuando estos tienen consecuencias negativas para el bienestar de otras personas. De este modo, basta que un gobierno justifique con una buena causa el inicio de una guerra para que la gente incluso se apunte a la misma.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Ilustración: Wikipedia.