NeoFronteras

Nueva interpretación del experimento de Milgram

Área: Cooperación,Psicología — sábado, 6 de septiembre de 2014

La obediencia a la autoridad para hacer daño a los demás no se debería a un deseo de hacer el mal, sino al deseo de alcanzar un buen fin que puede ser interpretado como noble.

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A esta alturas todos estamos ya familiarizados con el experimento que el profesor Stanley Milgram realizó en 1961 en la Universidad Yale.
En este experimento se pedía a unos participantes (estudiantes) que aplicaran corrientes eléctricas progresivamente más altas cuando unos supuestos sujetos que se habían prestado voluntarios a un experimento se equivocaban en las pruebas que realizaban. En realidad los estudiados eran los participantes y los otros eran actores que simulaban el dolor producido por las corrientes eléctricas. Dos tercios de los participantes en el estudio llegaron a aplicar hasta un máximo de unos supuestos 450 voltios a los supuestos voluntarios entre los gritos de dolor de los segundos.
El experimento ha generado mucha polémica desde entonces, no solamente por la interpretación del mismo, sino además por el estrés causado a los que formaron parte de él. Ha sido usado para sugerir que los humanos somos capaces de hacer daño a los demás si nos lo ordenan, como si los humanos estuviéramos programados para recibir órdenes aunque éstas sean injustas para terceros. Pero ahora un estudio reciente sostiene que la interpretación tradicional del experimento es errónea.
Alex Haslam (University of Queensland), Stephen Reicher (University of St Andrews), Kathryn Millard (Macquarie University) y Rachel McDonald (University of Kansas) se han hecho con las declaraciones posteriores originales de 659 de los 800 que formaron parte del experimento. Al parecer, lejos de que la experiencia les pareciera negativa, la mayoría de los participantes se mostraban contentos de haber participado. La razón para esta posición se debería que estas personas no sentían que hubieran hecho ningún mal y esto se debería a la habilidad de Milgram para convencerlos de que lo que hacían formaba parte de una importante contribución a la ciencia.
Según los autores del nuevo estudio, este nuevo análisis proporciona nuevas perspectivas en la psicología de la opresión y se une a otras pruebas que apuntan a que los perpetradores no están motivados generalmente por el deseo de hacer el mal, sino que creen que los que hacen es bueno, noble y merece la pena hacerlo.
El nuevo análisis sugiere que posiblemente no se hayan comprendido bien la lección ética y la base teórica del experimento de Milgram. La clave estaría es que se puede conseguir que los participantes en este tipo de experimentos maltraten a terceros si cuando se les solicita hacerlo se justifica el acto por una buena causa.
Sería una nueva versión de que el fin justifica los medios, incluso cuando estos tienen consecuencias negativas para el bienestar de otras personas. De este modo, basta que un gobierno justifique con una buena causa el inicio de una guerra para que la gente incluso se apunte a la misma.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ilustración: Wikipedia.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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10 Comentarios

  1. Pocosé:

    ¡Hola a todos!
    Insisto, venimos programados de fábrica para adquirir una identidad cultural (tribal) y serle fiel con gran e incluso máximo altruismo.
    Abrazos y o saludos para todos.

  2. tomás:

    Seguramente Pocosé está en lo cierto. Ya mucho antes de haber declarado una guerra, a todo humano se le convence de que pertenece a una patria, a una religión, a una bandera y a algún himno que las ensalza. Suele justificarse con una historia en la que lo mismo vale si has coleccionado victorias o eres el resultado de derrotas continuas; o sea que tanto vale el triunfalismo como el victimismo. O una mezcla de ambas cosas que es lo más natural -unas veces se pierde y otras se gana-. Y claro, en esa patria está la familia, la tierra, la lengua, la cultura que bien hay que defender sea o no atacada o hay que extender, aunque el «enemigo» no quiera o le tenga sin cuidado.
    Una vez preparada la base de la pizza, basta defender la democracia o «dios, patria y rey», o lo que sea, con especial hincapié en la familia: vendrán los malos -que siempre son los otros- y matarán a tus hijos y a tus padres, violarán a tu mujer, etc. Con esta educación básica, ¿quién no acaba creyendo en que la suya es «una buena causa»?
    Así, buenos generales, con la aquiescencia de los gobiernos, que muchas veces son una misma cosa, pueden llevar a bienintencionados jóvenes a ejercitar su patriotismo con inimaginables torturas de seres inocentes sin la menor piedad.

  3. Miguel Ángel:

    Al hilo de lo que comenta «tomás», no recuerdo el nombre de un monologuista del «Club de la comedia» que ironizaba diciendo:

    «Me niego a ir a la guerra. ¿Qué motivo tengo para ir a matar a un moro que no conozco y que a mí no me ha hecho nada?…si es por motivos, ¡a la que tendría que cargarme es a mi suegra!»

    Por otra parte, los crímenes de guerra más horribles han sido cometidos históricamente por personas que previamente llevaban vidas «normales». Finalizada la guerra, vuelven a sus casas y reanudan su existencia normal. Es un botón de muestra de la tremenda capacidad de metamorfosis de nuestra especie.

    En cuanto a las dos interpretaciones del experimento propuestas, diría que el autoengaño funcionará más fácilmente si creemos que hay una buena causa. Pero, aún en ausencia de ésta última, sospecho que la obediencia a la autoridad puede bastar.

  4. Pocosé:

    Ya somos la causa de una de las grandes extinciones planetarias, amen de la de unas miriadas de culturas, etnias, …(tribus) de nuestra propia especie.
    Aun estamos a tiempo de evitar ser la causa de la mas devastadora de todas y de la nuestra propia. Pero me temo que para ello habrá antes que comprender y aceptar lo que en realidad somos:»Homo tecnotribalis», tan solo uno más de los innumerables productos evolutivos de un fenómeno muy escaso en el Universo llamado Vida.
    Por evolución genética no nos dará tiempo. Ojalá la memética nos haga evolucionar lo antes posible para que si podamos hacer honor al «sapiens» que tan inmerecidamente ostentamos.

    Es un verdadero placer navegar por este enriquecedor remanso de paz. Muchísimas gracias a todos los que lo hacéis posible.

  5. NeoFronteras:

    Se ha arreglado el enlace al artículo original, que estaba sin nombre.

  6. NeoFronteras:

    En cuanto al asunto de la autoridad o de creer que se hace bien, se podría decir que ambas pueden operar a la vez. Si se cree que se hace bien pero no se reciben órdenes quizás no se haga. Y si se reciben órdenes pero se cree que se obra mal quizás entonces no se realiza.
    Otro asunto es cuando se trata de un sistema autoritario y no hay margen para negarse, salvo que uno se exponga. Al cuestión es por qué unos se exponen nada, otros algo y unos pocos mucho. Eso tiene que ver más con la ética de cada cual y la capacidad de ver la verdad, independientemente del rebaño y la presión.
    Hemos evolucionado para sintonizar con los demás, para estar en la misma onda. Eso nos ayudaba a formar grupos unidos que afrontaran las adversidades. Pero esa misma cualidad positiva se torna negativa cuando nos aprestamos a atacar a los extraños, al otro, al diferente.

    Este comentario ha sido editado para añadir la palabra «quizás».

  7. NeoFronteras:

    Estimado Pocosé:
    Gracias por lo que me compete en lo de «remanso de paz».

    A ver si empieza a haber noticias interesante. De momento no parece haber muchas.

  8. tomás:

    Pues claro que la parte que te compete es esencial, inestimable Neo. Tú eres el director de la orquesta.
    Un fuerte abrazo de reconocimiento.

  9. Gabriel:

    Yo creo, más bien, que el ser humano, como animal que ha competido por la supremacía, ha tenido siempre una capacidad natural de ejercer la violencia contra sus enemigos.Se trata de una tendencia natural.
    Si bien vivir en sociedad nos impone la no violencia, cualquier gesto que nos desinhiba de esta prohibición de manera efectiva, puede hacer aflorar la violencia sin restricción moral.

    Más que una incitación u orden, creo que se trata de una desinhibición al convencer de que se trata de un bien para la ciencia, lo que permite a los participantes electrocutar a sus semejantes. Que no es lo mismo.

  10. tomás:

    Querido Neo:
    Dices en tu 6: «Y si se reciben órdenes pero se cree que se obra mal, entonces no se realiza».
    En la frase anterior has puesto un «quizás» que la salva, pero no lo has hecho en ésta. Imagino que es un lapsus porque, aunque supongo que todos los de este foro que hayamos vivido siempre en España sólo conocemos la Segunda Guerra Mundial por lo bien documentada que está gracias al cine, sabemos de innumerables ejemplos de torturadores entusiastas, más que celosos de cumplir de sobra las órdenes e incluso sin ellas para hacer méritos o conseguir un buen currículum.
    Y creo que estoy muy en lo cierto.
    Veo cómo en Alemania desaparecieron los nazis por ensalmo. Ahora en Cataluña, si no millones, seguro que cientos de miles llenan las calles cuando se les ordena y organiza. Pero eso mismo hicieron cuando el ejército de Franco entró en Barcelona. Yo no lo vi, pero sí el NODO que están reponiendo ahora en TV-2. Y he visto personalmente en las calles de Madrid y Zaragoza entusiasmos multitudinarios en los días de la patria y el ejército.
    Sí que, como dice Pocosé, somos «tecnotribales». Y, como tú afirmas al final de tu 6, «… esa misma cualidad se torna negativa cuando nos aprestamos a atacar a los extraños, al otro, al diferente». Y me permito añadir que, si la diferencia no existe, aquellos que están interesados en sacar provecho de ello, Mas los -muchas veces fácilmente engañados o convencidos o enseñados o lo que se quiera-, la inventarán, o destacarán: por ejemplo podría bastar el color del pelo. Mejor no dar ideas.

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