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NeoFronteras cumple 10 años

El 23 de junio de 2005 nació este sitio web dedicado a la difusión de la ciencia.

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Fuente: Oregon State University.

Tal día como hoy, pero de hace diez años, NeoFronteras echó a volar con una entrada sobre colibríes [1]. Sólo hay una oportunidad para celebrar los primeros diez años y quizás no haya otras celebraciones de este calibre más adelante. Es difícil saber qué escribir en este momento y, a la vez, sentir que el resultado siempre será una frustración, porque al final sólo le puedo dedicar un par de ratos.
Mucho ha pasado en estos diez años. Incluso la humanidad está a punto de completar la exploración de los principales mundos de nuestro Sistema Solar con la llegada, después de 3000 días de viaje, de la sonda New Horizon a Plutón, una epopeya de exploración planetaria espacial que la humanidad comenzó hace ya 53 años.
Pero también, durante esta década, se han descubierto muchas cosas, como el bosón de Higgs, la multitud de exoplanetas que hay por ahí fuera, nuevas especies de criaturas terrestres actuales y pasadas… Se han desvelado todo tipo de secretos sobre la vida, el ser humano, su mente y el Universo.
Parece que ya podemos ver la luz de las primeras estrellas que se formaron tras el Big Bang y tenemos unos mapas de fondo cósmico de microondas que nos permiten ahora vivir la época dorada de la Cosmología Observacional.
También ha habido falsas alarmas en este tiempo, como la de los modos B cosmológicos que nos hicieron inferir el multiverso o la de las bacterias hechas de arsénico con las que vislumbramos cómo podría ser la vida alienígena. Porque los neutrinos superlumínicos nunca tuvieron ninguna verosimilitud.
Pero seguimos sin tener fusión nuclear controlada, sin saber en qué consiste la materia oscura o si realmente existe la energía oscura o en qué pueda consistir. Tampoco tenemos una teoría que explique bien los superconductores de alta temperatura o una teoría cuántica de la gravedad. Y seguimos sin poder elegir con seguridad una de las posibles interpretaciones de la Mecánica Cuántica y descartar el resto. Parece que nos define más lo que ignoramos que lo que sabemos.
Algunos somos de una generación que sufrió hambre de conocimiento, la que vivió una juventud en la que los medios de información casi no informaban sobre ciencia, medios que, además, eran caros y malos. Todavía recuerdo algunos artículos en el diario El País que me dejaron ojoplático y en los que se decían cosas como que “la fibra óptica es mejor porque los fotones son más rápidos que los lentos neutrones que circulan por los cables de cobre” o que “las estrellas de nuestro Sistema Solar…” Esas barbaridades eran muy frecuentes. Había mucha ignorancia sobre estos temas y los libros interesantes de divulgación científica publicados en el año se podían contar con los dedos de una mano.
En esos tiempos no había Internet, ni wifi, ni blogs, ni redes sociales, ni smarphones, ni muchas otras cosas. Ahora ya no quedan aviones comerciales supersónicos, no hemos vuelto a la Luna y no parece que vayamos a Marte, pero tenemos Internet.
Algunos vimos nacer Internet tal y como la conocemos ahora. Al principio en las pantallas no gráficas de los ordenadores que había en las universidades. En esos tiempos había cosas como telnet, talk, gopher o finger que ya no se usan, o gestores de correos electrónicos muy sencillos con los que era una odisea enviar cualquier cosa.
Un día, a principios de los noventa, fui a visitar a mi amigo Nico a su departamento universitario y su director de tesis estaba jugando con algo nuevo. Se trataba del navegador Mosaic, que permitía visualizar páginas html en modo gráfico. Había nacido la www. En ese momento vi el futuro y supe que todo iba a cambiar.
Estos adelantos permitieron colgar las publicaciones científicas on-line y que las universidades escribieran notas de prensa sobre ellas en su propia página web. El hambre de conocimiento ya podía ser saciada. Al menos para los que la padecían y tenían acceso a la red.
Luego Internet empezó a democratizarse y casi todo el mundo tenía acceso a la red mediante un módem (¿recuerda, amigo lector, esos ruidillos al conectar?). Por aquel entonces la información iba de arriba a abajo y poca información iba de abajo a arriba o de lado a lado. La aparición de los blogs y las redes sociales cambió el panorama.
Un día estaba hablando con mi amigo David por teléfono sobre cómo divulgar ciencia en Internet cuando este me dio la idea de usar una herramienta tipo blog. Algo, esto de los blogs, que, cuando esto sucedía, casi nadie sabía lo que era.
Decidí crear la página web que me hubiera gustado que existiera y que entonces no había. Busqué un nombre que no tuviera dominio y que no produjera casi entradas en el los buscadores: NeoFronteras.
En esa época tenía más tiempo que ahora y me puse manos a la obra. Diseñé la CCS con un aspecto que más tarde cambiaría por otro más elegante y de tonos azules, el mismo que todavía usa esta página web. Pero se necesitó mucho trabajo con la parte técnica en esos comienzos.
NeoFronteras empezó a nacer en un día indeterminado de junio de 2005 y a veces me daban las 4 de la madrugada (trabajaba de tarde), absorto con los detalles informáticos del blog.
Pronto descubrí que el asunto del hosting era/es una pesadilla y que, además, hay mala gente que ataca sitios tan inocuos como NeoFronteras. Incluso algunos ponían en los comentarios insultos gratuitos.
En aquella época casi no había blogs y menos de ciencia. Al principio esta web tenía un tráfico brutal y tenía cientos de miles de visitas mensuales. Sí, web, porque siempre pensé que NeoFronteras no era un blog y que sólo la parte de opinión (tan abandonada) se podía calificar como tal.
Ahora la competencia es muy alta y no sólo por los blogs de ciencia, sino por toda la oferta de información que hay. Parece que ya nadie sigue la famosa regla esa de callarse si no tienes nada interesante que decir. Ahora el problema no es la falta de información, sino encontrar la información interesante entre tanta oferta.
En estos días la información se consume mal, a trompicones, sin reflexión, a 140 caracteres y no más, no sea que tengas que pensar un poco. Todo está a golpe de dedo índice o de ratón, pero la necesidad de sobreestimulación nos tienta a no terminar de leer nada, ha hacer clic una y otra vez e ir a la deriva, a perder tiempo, “sustancia” ésta de la que está hecha la vida.
Vivimos en un mundo de espejismos, virtual y de consumo. Sometidos a unos deseos inducidos que nunca nos satisfacen ni son satisfechos. Vivimos sin vivir en nosotros. Si usted, amigo lector tiene la opción entre leer esta web o vivir, realmente vivir, no lo dude y viva.
¿Por qué escribir en una web de ciencia? Pues porque no hay mejor manera de aprender algo que tratar de explicárselo a los demás (los que somos profes lo sabemos). Pero, sobre todo, por ese inmenso placer que se siente al conocer un nuevo descubrimiento o hallazgo científico. Es ese orgasmo intelectual, esa sensación que te obliga a contárselo a alguien para saber si siente lo mismo. Es algo que necesitas compartir con otros. Es una manera de reconocerse en los demás: “mira esto, ¿no es precioso?, ¿verdad que es maravilloso?” Esa fascinación es una de las satisfacciones más grandes de la vida. Porque el ser humano es un ser curioso y necesita algo más que comer y perpetuar la especie.
La ciencia no es más que la búsqueda racional y objetiva de nuestro origen, de nuestra esencia y destino. ¿Qué somos?, ¿de dónde venimos?, ¿qué me hace humano?, ¿cómo funciona la vida?, ¿cómo se originó todo?, ¿qué es el espacio?, ¿de cuánto tiempo dispongo?…
Pero la ciencia contesta mejor a los “cómo” que a los “porqués”. Las preguntas últimas y definitivas siempre se nos escapan como arena entre los dedos: ¿por qué hay algo en lugar de nada?, ¿se da la nada?, ¿qué es “existencia”?
Plantear todas estas cosas en un país en el que se ha dinamitado a propósito la educación y se desprecia el conocimiento es casi una ardua tarea. Ya sólo queda que a los profesores se les escupa en la cara.
No “señores”, no. El conocimiento está por encima de los mercados. No se trata de (mal) “formar” de modo barato lo (mínimo) “suficiente” al (mal) “ingeniero” que (quiere) “necesita” el (inmundo) mercado, sino generar el caldo de cultivo en el que aparezcan los genios que consigan cambiar el mundo, los que nos acerquen a las estrellas.
En estos diez años uno cree haber mejorado su escritura en un lapso de tiempo en el que incluso han cambiado las reglas ortográficas (aunque me resisto a escribir “solo” en lugar de “sólo” o “guion” en lugar de “guión”); pero, mal o bien escritas, en este tiempo NeoFronteras ya ha superado las 3000 entradas. Es difícil saber elegir una de ellas, pero siempre habrá algunas más fascinantes que otras.
Pido perdón por los errores cometidos, que no han sido solamente gramaticales. A veces es difícil escribir y llevar esto esto si no se dispone de mucho tiempo.
Es fácil saciar ahora al hambriento de conocimiento, pero es imposible enseñar algo al que, siendo un indigente intelectual, no quiere aprender. Ya no se trata solamente de los creacionistas, magufos, ufólogos, antivacunas y conspiranoicos; seres a los que no merece la pena intentar convencer de nada. En estos diez años hemos visto cómo se acumulan las pruebas sobre los cambios que el ser humano está provocando en el clima terrestre y, sin embargo, hay fanáticos que lo niegan. Esto se ha convertido ya en toda una ideología, incluso apoyada por ciertos partidos políticos rehenes de las corporaciones.
Estos negacionistas leen algo sobre el cambio climático en cualquier sitio y les sube la presión sanguínea, entonces se llenan de ira, se les pone la cara roja y desean linchar al que no comparte sus mismas creencias irracionales. Lo mejor es no hacerles caso y publicar otro resultado sobre el tema. El negacionismo climático se parece a una religión. La fe, en muchos casos, es uno de los peores inventos de la humanidad.
La miseria moral está alcanzando altos grados infamia en el mundo actual, mundo en el que los intereses económicos de unos pocos están por encima de la salud del planeta, nuestro único hogar posible en el Cosmos.
Estamos en un momento singular, un punto de inflexión crítico como nunca se había dado en este mundo. Todo confluye aquí y ahora. Todo el pasado, todos nuestros conocimiento, todo lo que somos y no somos. Todo lo bueno y todo lo malo. Podemos alcanzar el cielo o el infierno definitivo. Todo depende de lo que hagamos ahora mismo.
Así por ejemplo, estamos a punto de saber si hay otros planetas habitables o incluso habitados alrededor de otras estrellas, cada día averiguamos de nuevas curas para enfermedades o de terapias para retrasar el envejecimiento y la muerte, ahora comprendemos mejor nuestro comportamiento y nuestro cerebro, vemos los átomos y los manipulamos individualmente a nuestro antojo, creamos materiales con propiedades increíbles, comprendemos el pasado de la Tierra, de la vida y del propio Universo como nunca antes lo habíamos hecho…
Pero seguimos gastando cantidades inmensas de dinero y recursos en máquinas de guerra y en las propias guerras. ¿Qué sabríamos a estas alturas si, por ejemplo, el 50% de los gastos militares mundiales de estos últimos diez años se hubieran invertido en ciencia?, ¿la cura del cáncer o de la demencia senil?, ¿una vacuna para la malaria?, ¿la batería perfecta?, ¿la autosuficiencia energética?… Los gastos militares son sólo una inversión en muerte diferida. ¿Por qué no lo vemos? Ya hasta incluso se están volviendo a fabricar y desplegar nuevas armas nucleares.
En estos diez años hemos aprendido que ya consumimos 1,5 veces lo que el planeta produce si hablamos de recursos renovables. Los bosques y selvas se talan, los desiertos crecen, los glaciares se funden, la erosión elimina el suelo fértil, el coral muere y desaparece, el mar se acidifica y se llena de plásticos, envenenamos el aire y el agua con nuestros tóxicos, agotamos los acuíferos, matamos a las abejas con nuestros insecticidas… Todo esto es culpa nuestra.
Pese a las inquietudes que siempre tuve sobre estos temas, no era plenamente consciente de todo esto, del gravísimo estado ecológico y climático del planeta, hasta que empecé a escribir entradas sobre ello en NeoFronteras. ¡Hay tantas noticias todos los días sobre este problema! ¿Por que no abren los periódicos y telediarios con ellas?
En cuanto a los recursos fungibles podemos afirmar que se están agotando. Ya sabemos que hay petróleo, metales o uranio para unas pocas décadas, no más. Porque no hay suministro ilimitado en un planeta finito como la Tierra. Porque la Tierra es finita. Parece increíble que haya que recordar una obviedad como esta.
Encima, ¡hay tanta desigualdad!, ya incluso de oportunidades. Todo se ha sacrificado en el altar del becerro de oro.
Una civilización que no aprende a administrar sus recursos desaparece. Es una verdad histórica.
Ya vemos los primeros síntomas de decadencia con los fanatismos creciendo por todas partes. Fanatismos que abrazan los desesperados en su ignorancia, egoísmo o estulticia. Porque los fanatismos crecen muy bien en el prado de la ignorancia.
Fanatismos que llevan a la guerra y a la destrucción de los países, de sus habitantes, de su cultura y de su patrimonio.
Recientemente las autoridades oficiales de Malasia metieron en la cárcel durante unos días a una montañera y la multaron fuertemente por ponerse en top less en una cumbre para celebrar el haber subido al pico más alto de Borneo. La acusaron, junto a otros compañeros, de haber ofendido a los dioses de la montaña sagrada y haber provocado con ello un terremoto que produjo unos muertos en el país. A veces, simplemente no parece que estemos ya en el siglo XXI. Pero a nadie le parece preocupar la brutal deforestación de la selva más antigua del mundo enclavada en esa misma isla.
Quizás pronto alguien consiga crear por fin un virus mortal en su garaje de Oriente Medio o de Texas y que la población mundial quede diezmada o desaparezca de la faz de la Tierra. Si así ocurre posiblemente lo merezcamos. Una civilización en la que una gran parte de la población es víctima propiciatoria y se le niegan recursos y conocimientos para beneficio y poder de unos pocos no merece ser llamada civilización ni humana.
El caso es que todo esto confluye justo ahora. Vivimos tiempos interesantes, para bien y para mal. Todo el futuro depende de lo que pase en estas pocas décadas que están por venir. Es el momento de tomar decisiones, incluso para la mala opción del pecado de omisión. No podemos abandonar el juego y este avanza apostemos o no en él. Ahora parece que nos define más lo que no hacemos que nuestras acciones.
De lo que hagamos ahora dependerá nuestro destino como especie, quizás la única especie inteligente de la galaxia.
De lo que finalmente pase, de lo hermoso, de lo fascinante, de lo triste, de lo que se descubra, de lo que hagamos, de lo que avancemos, de lo que retrocedamos, de lo que logremos en la frontera del conocimiento intentaré dar cuenta, aunque sea sólo en parte, en esta humilde web.
No me gustaría despedir esta entrada sin mencionar a todos aquellos que contribuyen o contribuyeron en el pasado con sus comentarios y artículos. Algunos son ya casi amigos. Sin ellos, sin su enriquecimiento, esta web no sería la misma. ¡Gracias a todos, por leer, por comentar, por mejorar esto, por difundir lo que aprendido y por estar ahí!

Un fuerte abrazo.