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Sobre el efecto de la cafeína en las abejas

Las plantas que añaden cafeína su néctar explotan a las abejas en su beneficio para ser polinizadas mejor a costa de la productividad de las abejas de la colmena.

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Dicen por ahí que un matemático es un señor que transforma café en teoremas. Aunque esto no es más que una broma graciosa.
Desde que el ser humano descubrió las bayas del café y las cualidades estimulantes del brebaje que se pueden obtener a partir de ellas una vez tostadas sus semillas, no ha parado de consumir esta infusión.
Las cualidades estimulantes del café provienen de la cafeína. Hay diversos estudios sobre los efectos de la cafeína en humanos, pero hasta ahora no los había sobre los efectos esclavizantes de esta sustancia en las abejas.
La cafeína tiene ciertas propiedades adictivas que funcionan tanto en humanos como en abejas. Quizás las motivaciones de las abejas para visitar ciertas flores sean las mismas que tenemos los humanos a la hora de entrar en una cafetería.
Ciertas especies de plantas añaden al néctar que segregan sus flores un poco de cafeína. La abeja termina polinizando estas flores más que otras. Es algo muy sabido. Pero lo que se desconocía era que hacen esto pese a la escasa cantidad de néctar que consiguen. Al parecer, a la planta le merece la pena hacer esto y ahorra en producción de néctar consiguiendo la misma meta.
En estudios previos se había comprobado que la cafeína mejora la memoria de las abejas y las ayuda a aprender más rápido qué fragancia florar está asociada a la presencia de cafeína. La cafeína, o al menos eso se creía, hace que las abejas sean polinizadores más eficaces en estos casos y parecía que la relación entre la planta y la abeja era más o menos justa.
En un estudio reciente de Margaret Couvillon (University of Sussex) se muestra que la cafeína realmente efectúa cambios en el comportamiento de las abejas que sirven más a las necesidades de la planta que a las de las abeja y hace a la colmena menos productiva. Básicamente, estas plantas explotan a las abejas en su beneficio para ser polinizadas, engañándolas para que forrajeen de tal modo que beneficien a la planta.
Couvillon y sus colaboradores diseñaron un experimento en el que crearon una disolución azucarada con cafeína en una concentración similar a la que se encuentra en las flores silvestres y lo colocaron en flores artificiales. Además había otras flores artificiales de control con la misma disolución azucarada, pero sin cafeína.
A las abejas que visitaban estas flores artificiales las pegaban una etiqueta con un número para así hacer un seguimiento de las mismas. La idea era comprobar la frecuencia de visita de las abejas.
Comprobaron que a las 3 horas las flores cafeinadas agotaron sus reservas de néctar artificial. Aún así, las abejas volvían incluso 5 días después al mismo lugar. Según Couvillon “estaban una tanto desesperadas”. Pero la consecuencia era que las abejas gastaban un tiempo y una energía por culpa de ese ‘chute’ de cafeína que “necesitaban” y no conseguían.
Pero la cafeína les afectaba en más aspectos. También hacía a las abejas más sensibles al azúcar y proclives a realizar la danza habitual en la colmena para indicar a sus compañeras dónde hay una buena fuente de néctar. Quizás el efecto estimulante de la cafeína les animaba más a danzar.
Este equipo de investigadores calcula que la cafeína cuadruplica el número de abejas danzarinas y que aquellas convencidas por la danza vuelven a la fuente de cafeína más frecuentemente, lo que refuerza aún más el efecto.
Gracias al modelo matemático que estos investigadores han creado, se puede demostrar que todo esto tiene como consecuencia una menor producción de miel para la colmena, pues las plantas que producen cafeína producen menos néctar. Básicamente, las plantas engañan a las abejas para que las polinicen a cambio de menos néctar.
Puede parecer un tanto injusto, pero forma parte de una carrera evolutiva de armamentos entre abejas y plantas que se realiza desde hace millones de años.
Las abejas pueden no ser tan inocentes, pues también usan trucos para engañar a las plantas y estas se tienen que defender. Así por ejemplo, algunas abejas agujerean la base de algunas flores para acceder al néctar y con ello no polinizan la flor, pues sus lenguas son demasiado cortas para acceder al néctar en estos casos.
Nos podemos replantear a partir de este estudio el papel de la cafeína en la cadena trófica, que incluye a los humanos.
La cafeína no es una sustancia al azar que simplemente amplía farmacopea que fabrican las plantas y que por casualidad tiene efectos estimulantes sobre el sistema nervioso, sino que ha aparecido por evolución y ha venido siendo seleccionada y mejorada para desempeñar precisamente ese papel y estimular el cerebro de las abejas.
Cerebro este de la abejas que, básicamente, funciona a nivel bioquímico igual que el nuestro. Por esta razón la cafeína también nos estimula a nosotros.
Se podría interpretar que tal vez somos esclavos del arbusto del cafeto, que hace que lo plantemos por las zonas tropicales montañosas de casi todo el mundo en grandes extensiones por culpa de nuestra adicción a la cafeína. Un éxito reproductor que difícilmente podría conseguir esta planta sin ayuda humana.
En cuanto a los teoremas, quizás estos salgan mejor de nuestro cerebro si este no está pendiente de ir a la cafetería de la universidad para conseguir el siguiente chute de cafeína. Aunque la ventaja sea que al ir allá haya otros colegas con los que intercambiar opiniones.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
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