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Los bosques de licopodios arborescentes del Devónico

Descubren un bosque fósil de licopodios arborescentes en las islas de Svalbard.

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Más allá del Círculo Polar Ártico quedan pocas islas emergidas. Unas de son las islas Svalbard, por las que merodea el oso polar. Por encima de ellas sólo quedan la Tierra de Francisco José, un trozo de la Tierra del Norte, un poco de Groenlandia y un poco de la isla Ellesmere. Son lugares que están cubiertos por la nieve y el hielo la mayor parte del año y soportan frío incluso en verano cuando el Sol no se pone nunca. Incluso así, las Svalbard es el lugar permanentemente habitado más al norte, con una población de 2500 habitantes.
Pero la deriva continental es caprichosa y las Svalbard no siempre estuvieron a esa latitud.
Un grupo de paleontólogos del Reino Unido ha encontrado un bosque fósil de licopodios arborescentes en las Svalbard de hace 380 millones de años. Una época, el Devónico, en la que el clima en esas tierras era cálido y húmedo porque estaban situadas en el ecuador.
Lo bonito de este bosque fósil es que los tocones se han conservado en el mismo lugar (in situ) de cuando estaban vivos, por lo que se puede extraer más información.

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Los bosques de aquel entonces fueron los responsables de cambios climáticos, cuando los niveles de dióxido de carbono en la atmósfera (que entonces eran 15 veces superiores a los actuales) se redujeron hasta llegar a niveles similares a los actuales.
Las teorías actuales sugieren que durante el Devónico (hace 420-360 millones de años) hubo una gran caída de los niveles de dióxido de carbono de la atmósfera al darse un gran cambio en la vegetación de tierra firme, que pasó a estar compuesta por pequeñas plantas “musgosas” a estar dominada por grandes plantas vasculares que formaban bosques. Así que este hallazgo puede ayudar a comprender mejor el evento.
Los dos grupos principales de plantas que hasta ahora se han encontrado en estos bosques transionales que estaban conquistando tierra firme por aquel entonces estaban constituidos por las pseudosporochnaleans, que eran árboles pequeños y medios morfológicamente similares a los helechos arborescentes y a las palmas, y las archaeopteridaleans, que eran árboles con tronco de madera y ramas con hojas que posiblemente estuvieran emparentados con las coníferas.
Este nuevo descubrimiento apoya la idea de que existía otro tipo de bosque transicional formado por licopodios arborescentes.
Los “árboles” de esos bosques que cubrían gran parte de los trópicos del planeta tomaron dióxido de carbono de la atmósfera gracias a la fotosíntesis y lo fijaron en sus tejidos. Además formaron suelos. Por todo ello la temperatura bajó debido al menor efecto invernadero que ejercía este gas al estar menos concentrado en la atmósfera.
Es muy posible que los bosques tropicales de aquel entonces contribuyeran en mayor medida a este proceso debido a las altas temperaturas y las lluvias. Las islas Svalbard estaban situadas precisamente en el ecuador por entonces, antes de que la deriva continental las moviera 80 grados hasta su actual posición en un viaje de 380 millones de años.
Hace 380 millones de años ya estaban presentes los primeros árboles, que en este bosque fósil están representados por licopodios arborescentes. Este tipo de árboles proliferó más tarde durante el Carbonífero y fue el responsable de parte de las reservas de carbón que alimentó la revolución Industrial.
Los fósiles de Protolepidodendropsis pulchra encontrados en Svalbard revelan que estos árboles llegaban a medir 4 metros de alto y que en aquella época los bosques ecuatoriales eran muy densos, con una separación de sólo 20 cm entre tronco y tronco. Esta densidad se ha podido conocer gracias a que los tocones se conservan sobre el mismo sitio en el que estaban cuando todavía vivían, como hemos mencionado.
El bosque fósil Gilboa, que está en el estado de Nueva York, fue descrito en su día por uno de los participantes (Chris Berry de Cardiff University) en este nuevo estudio. El bosque Gilboa estaba a 30 grados al sur de ecuador en ese tiempo y los tocones pertenecen a varias especies de plantas.
Al ser de la misma época, esto demostraría que ya existía una diversidad geográfica de los distintos tipos de plantas que poblaban los bosques y una ecología que apareció en el momento que surgieron evolutivamente los árboles que los formaban.
Habría sido precisamente la evolución de esta vegetación de tamaño árbol la que habría causado esta caída en los niveles de dióxido de carbono y provocado el cambio climático.
Justo en las Svalbard se sitúa en la actualidad un almacén estratégico de semillas excavado en una montaña. En esas instalaciones especiales los países de todo el mundo envían semillas de sus plantas para que sean conservadas allí y con ello preservar las especies y la diversidad genética, sobre todo de plantas importantes para la alimentación humana. Con esto se pretende paliar la pérdida de diversidad. Las condiciones frías del lugar hacen que sea fácil su conservación e incluso estas semillas podrían sobrevivir a una hecatombe humana.
“Es sorprendente que hayamos descubierto los primeros bosques en el mismo lugar que se está usando para preservar la diversidad de plantas de la Tierra”, dice Berry.
Todavía hoy en día quedan lycopodiáceas vivas en el mundo, descendientes de aquellas que una vez habitaron la Svalbard tropical. Así que se puede decir que estas plantas son fósiles vivientes. Son, en general, muy pequeñas y ya no forman bosques de ningún tipo, pero sí que forman parte de los bosques actuales. También quedan selaginellas, una de las primeras plantas vasculares (sin semillas) que también un día tuvo antepasados remotos que se podían calificar de “árboles”.
No sería difícil montar un jardín paleozoico con musgos, hepáticas, helechos, equisetos, licopodios y selaginellas, aunque nadie haga una película de éxito sobre ello (¿Parque Devónico?).

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
El bosque más antiguo conocido. [3]
El árbol de los primeros bosques. [4]
Fotos: Christopher M. Berry / John E.A. Marshall / Cardiff University.