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Otra solución a la paradoja de Fermi: están muertos

Una propuesta sostiene que si no encontramos señales de vida extraterrestre es porque esta desaparece pronto y frecuentemente al poco de formarse debido a la ausencia de sistemas de autorregulación del clima.

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A estas alturas todos conocemos la paradoja de Fermi. De vez en cuando aparece una solución a la misma que es recogida en estas páginas.

La galaxia es un lugar muy grande compuesto por muchas estrellas. Los recientes descubrimientos de la misión Kepler nos hablan de muchísimos planetas que están el la zona habitable de su estrella, así que parece que la vida debe de aparecer en muchos sitios.

Pero ya Fermi se dio cuenta de que si la vida aparece y termina evolucionando hacia una civilización avanzada entonces sería muy fácil tener noticias suyas de una modo u otro.

Puede que el viaje interestelar lo suficientemente rápido sea imposible como para que nos puedan visitar, pero eso no es impedimento para que nos manden un mensaje de radio, algo barato y tecnológicamente sencillo.

Puede que, aunque la vida aparezca, la vida compleja o la vida inteligente sean cosas muchos más raras. Al fin y al cabo, una vez se formó la Tierra se necesitó muy poco tiempo para el primer microbio, pero miles de millones de años para que evolucionaran los seres complejos.

Otra de las soluciones que es que las civilizaciones avanzadas se autodestruyen antes de poder contactar con nadie. Nuestra propia experiencia con las armas nucleares o con la destrucción desbocada del clima y los sistemas ecológicos de la Tierra así lo parecen indicar.

La última propuesta viene de unos astrobiólogos de la Australian National University (ANU) dirigidos por Aditya Chopra. Según ellos puede ser que los alienígenas, incluso los microbianos están todos muertos.

Es muy posible que el Universo esté lleno de planetas habitables, pero estos planetas no pueden mantener las condiciones para la vida durante tiempos lo suficientemente largos como para que la vida evolucione hasta llegar a una civilización avanzada.

El problema es que, quizás, muchos planetas no puedan regular su clima de la manera tan buena como lo hace la Tierra. En nuestro mundo la cantidad de dióxido de carbono y agua forman parte de un termostato geológico que ha funcionado muy bien a lo largo de miles de millones de años. Incluso la propia vida altera con su presencia el clima.

Si nos fijamos en Marte o en Venus vemos que al poco de formarse posiblemente eran también planetas habitables, pero Venus se convirtió en una horno debido a un efecto invernadero desbocado y Marte perdió su atmósfera y se congeló al cabo mil millones de años. Si alguna vez tuvieron vida esta desapareció. Hubiera sido quizás distinto si Venus y Marte hubiera ocupado la órbita del otro, pero esto nunca lo sabremos.

En la Tierra el termostato global está regulado por el tiempo atmosférico y la geología. Una temperatura alta favorece la meteorización de las rocas y el secuestro de dióxido de carbono, que va a parar al mar en donde se deposita combinado con otros compuestos. Este proceso enfría la Tierra. Pero, al enfriarse, el tiempo atmosférico produce menos meteorización y retira menos dióxido de carbono.

Si se acumula mucho hielo este refleja más luz y, por tanto, se que enfría el planeta. Pero la meteorización no llega a afectar a las rocas bajo el hielo y se produce menos secuestro de dióxido de carbono.

Al final el dióxido de carbono es devuelto a la atmósfera para que caliente el clima cuando los volcanes entran en erupción. Algo que incluso sacó a la Tierra de periodos de bola de nieva en los que todo el planeta estaba cubierto por el hielo.

Esto significa que un planeta geológicamente muerto es un planeta congelado, como, por ejemplo Marte.

El caso es que si alguna vez surgió la vida en Marte o Venus, su supervivencia fue corta y no pudo evolucionar debido a su extinción en un ambiente en cambio muy rápido al que tan siquiera no pudo regular mínimamente.

Estos investigadores proponen que algo parecido a lo de Marte o Venus pasa frecuentemente. Esto puede pasar incluso muy al principio, cuando la vida es más frágil, por lo que esta puede extinguirse y no tener la oportunidad de evolucionar hasta algo complejo.

Según Chopra la mayoría de los habientes planetarios son inestables y esto no permite que aparezca y evolucione la vida.

Por tanto, y según estos investigadores, si no encontramos señales de vida extraterrestre no es porque la vida aparezca poco frecuentemente, sino porque esta desaparece pronto y frecuentemente debido a la ausencia de sistemas de autorregulación del clima.

Así que la solución a la paradoja de Fermi sería una extinción universal temprana a la que se denomina cuello de botella de Gaia. Esta hipótesis predice que la mayoría de los fósiles que se pueden encontrar en el Universo corresponderían a microbios extintos, pero no a formas de vida multicelulares o a seres inteligentes, pues estos tardan miles de millones de años en aparecer y la oportunidad casi nunca se da.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
Foto: Wikipedia.