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Bases neurológicas del conflicto entre fe y razón

Para poder creer en un dios sobrenatural la gente tiene que suprimir el funcionamiento de la red cerebral dedicada al pensamiento analítico y activar la red empática del mismo.

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El conflicto entre ciencia y religión podría tener su origen en la estructura de nuestros cerebros, según investigadores de Case Western Reserve University y Babson College.

El conflicto entre razón y fe se remonta a hace siglos y todavía se puede ver en algunos aspectos de la sociedad actual, como la batalla entre evolución y creacionismo que se da en algunos países.

Aparentemente, y según este grupo de investigadores, para poder creer en un dios sobrenatural o en un espíritu universal la gente tiene que suprimir el funcionamiento de la red cerebral dedicada al pensamiento analítico y activar la red empática del mismo.

Sin embargo, cuando se piensa analíticamente acerca del mundo físico la gente parece que realiza lo opuesto.

“Cuando hay una cuestión de fe, desde el punto de vista analítico puede parecer absurdo”, dice Tony Jack, líder del estudio. Añade que, visto desde lo que sabemos acerca del cerebro, el salto de fe necesario para creer en lo sobrenatural tiene que empujar bastante para dejar a un lado el modo de pensamiento crítico y analítico para así tener una mayor perspectiva social y emocional.

“Una corriente en la investigación sobre Psicología cognitiva afirma que la gente que tiene fe religiosa no es tan lista como los demás. Realmente podría afirmar que son menos inteligentes”, dice Richard Boyatzis. “Nuestros estudios confirman esta relación estadística, pero al mismo tiempo mostraron que la gente con fe es más prosocial y empática”, añade.

Estos investigadores realizaron ocho experimentos sobre el asunto y encontraron que la personas con mayor empatía eran más propensas a ser religiosas.

Este hallazgo ofrece una explicación a estudios anteriores que mostraban que las mujeres tienden a ser más religiosas o espirituales que los hombres. Esta diferencia puede deberse a que las mujeres tienen una tendencia más fuerte hacia la empatía que los varones.

Los investigadores encontraron que los ateos estaban más cerca de las psicopatías (no violentas), pero esto se debería a que generalmente estos psicópatas son clasificados como tales precisamente por su falta de empatía hacia los demás.

El estudio está basado en la hipótesis de que el cerebro humano tiene dos dominios opuestos en tensión constante. En investigaciones anteriores se usó un sistema de resonancia magnética nuclear funcional para mostrar que el cerebro tiene una red neuronal analítica que nos permite pensar críticamente y una red social que nos permite empatizar con los demás. Cuando se presenta un problema físico o un dilema ético, un cerebro sano pone a trabajar a la red apropiada para el caso y suprime la otra.

Jack afirma que, debido a esta tensión entre las dos redes, al dejar a un lado la visión naturalista del mundo, es posible profundizar en la parte emocional y social y esto sería la clave de por qué nuestras creencias en lo sobrenatural se ha dado a lo largo de la historia de las distintas culturas. Apelaría a un modo esencial no materialista de comprender el mundo y nuestro lugar en él.

Según Friedman, el tener empatía no significa que necesariamente se tengan creencias anticientíficas. En lugar de eso, sugiere que si solamente enfatizamos el razonamiento analítico entonces arriesgamos nuestra habilidad de cultivar un modo de pensamiento diferente, una perspectiva social o moral.

“Estos hallazgos son consistentes con la visión filosófica expuesta por Kant, según la cual hay dos tipos de verdad: la empírica y la moral”, añade Friedman.

Los investigadores examinaron la relación entre la creencia en Dios o en un espíritu universal con las medidas del pensamiento analítico y la moral en ocho experimentos distintos en los que participaron de 159 a 527 adultos. En los ocho experimentos se vio una correlación según la cual las personas más religiosas mostraron una mayor conciencia moral, pero no lograron establecer una causa-efecto.

Encontraron que tanto las creencias en lo espiritual como la empatía estaban asociados con una mayor frecuencia en el rezo, la meditación u otras prácticas espirituales y religiosas, pero ninguna estaba relacionada con cenas de iglesia u otros tipos de contactos sociales asociados a la afiliación religiosa.

Aunque otros investigadores teorizan sobre la interpretación del comportamiento humano en términos de estados de intencionalidad mental (como necesidades, deseos o propósitos) tienen una asociación con las creencias, estos investigadores no han encontrado ninguna de esas asociaciones.

Como en otros estudios, estos experimentos mostraron que el pensamiento analítico desmotiva la aceptación de creencias espirituales o religiosas. Pero el análisis estadístico de los datos de los ocho experimentos indica que la empatía es más importante para las creencias religiosas que el pensamiento analítico lo es para el escepticismo.

Así que, ¿por qué el conflicto entre ciencia y religión ha terminado siendo tan fuerte? Según Boyatzis es porque la red neuronal implicada suprime a la otra y se crean dos extremismos. Añade que si reconocemos que esta es la manera en la que le cerebro opera, puede que podamos crear más razón y equilibrar así las conversaciones entre ciencia y religión.

Estos investigadores dicen que los humanos están hechos para hacer funcionar y explorar ambas redes neuronales.

Según Jack, lejos de entrar en conflicto siempre con la ciencia, las creencias religiosas pueden promocionar positivamente la creatividad científica bajo las circunstancias adecuadas, pues, según él, muchos científicos famosos fueron personas religiosas o espirituales.

Sostiene que esos individuos fueron lo suficientemente sofisticados bajo el punto de vista intelectual como para ver que no vieran la necesidad de que la ciencia y la religión entraran en conflicto. En los primeros 100 años de premios Nobel, el 90% de los premiados pertenecía a una de 28 religiones, mientras que el resto eran ateos, agnósticos o librepensadores. Por tanto, se puede ser religioso y un buen científico.

Sus estudios y el de otros muestran que los las creencias religiosas están asociadas con una mayor compasión, una mayor inclusión social y una mayor motivación a la hora de tomar acciones prosociales.

Según Jack el conflicto puede ser evitado con una regla muy simple: “la religión no tiene capacidad de decirnos nada acerca de la estructura física del mundo, que es el asunto de la ciencia. La ciencia debería informar nuestro razonamiento ético, pero no puede determinar qué es ético o decirnos cómo debemos construir sentido y propósito en nuestras vidas.”

Para analizar más profundamente las creencias, estos investigadores están planeando estudios para aprender si los individuos que aumentan su empatía incrementan las creencias espirituales o religiosas.

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