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Riesgos de los cultivos genéticamente modificados

Un estudio reciente alerta de los problemas ambientales que está produciendo la adopción de cultivos genéticamente modificados en EEUU.

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Países con legislación permitiendo o prohibiendo la elaboración y comercialización de organismos genéticamente modificados. Fuente: Wikipedia.

Ahora que Bayer compra Monsanto, con lo que se generará un gran monstruo de los agroquímicos, no está mal recordar el riesgo que supone la adopción de los cultivos genéticamente modificados, como los que Monsanto comercializa desde hace años.

Dejar en manos organizaciones con ánimo de lucro la alimentación humana y la ecología del planeta supone un importante tema político. Pero dejando de lado estos aspectos hay otros, como el ecológico y el económico, que nos deben preocupar, como lo que refleja un estudio publicado recientemente por científicos de varias universidades de EEUU.

Según Federico Ciliberto (University of Virginia) y sus colaboradores, la amplia adopción de los cultivos genéticamente modificados ha disminuido temporalmente el uso de insecticidas, lo que podría ser interpretado como algo positivo. Pero esto no se ve recompensado debido a que las malas hierbas se han hecho resistentes a los herbicidas y ahora se usan más estos pesticidas.

Ciliberto ha liderado un extenso estudio sobre pesticidas y cultivos genéticamente modificados (CGM) junto a Edward D. Perry (Kansas State University), David A. Hennessy (Michigan State University) y GianCarlo Moschini (Iowa State University). Estos economistas estudiaron los datos anuales procedentes de 10.000 agricultores que han estado cultivando soja o maíz (5000 para cada tipo de cultivo) desde 1998 a 2011 en localizaciones a lo largo de todo EEUU, tanto normales como CGM.

Desde 2008 los cultivos con plantas modificadas genéticamente representan el 80% del total de cultivos de maíz y soja en EEUU.

El maíz es modificado normalmente con dos genes. Uno de ellos provoca que el insecto que coma las semillas se muera intoxicado. Es decir, el tóxico ya está en la semilla de maíz y, en teoría, no habría necesidad de que el agricultor aplicase más insecticida desde el “exterior”.

El otro es un gen que, introducido en el maíz, permite que la planta tolere el glifosato, que es un herbicida empleado comúnmente en productos como el Roundup. Es decir, en este caso el maíz no tiene de origen el herbicida, sino que este es aplicado por el agricultor. La soja es modificada solamente de esta misma última manera para que resista también el glifosato.

La consecuencia más obvia es que los agricultores consumen menos insecticidas una vez adoptan el cultivo de maíz modificado. En concreto un 11,2% menos respecto a los que usan maíz normal. Además, usaron un 1,3% menos herbicida sobre un periodo de 13 años.

Por otro lado, en el caso de la soja, los investigadores apreciaron entre los agricultores que adoptaron soja modificada un incremento en el uso de los herbicidas de un 28% respecto a los que no adoptaron estos cultivos.

Los autores del estudio atribuyen este mayor uso de glifosato a que las malas hierbas desarrollan resistencia a este pesticida. En un principio se observa una reducción en el uso de este herbicida, pero en el transcurso del tiempo los agricultores van usando mayor cantidad según las hierbas evolucionan para adaptarse a la presencia de este producto químico en su ambiente.

Esto no ocurre todavía para el caso del maíz debido este tipo de CGM se adoptó más tarde, pero también se observa un aumento del uso de glifosato en el maíz en los 5 últimos años del estudio. Esto indicaría que el problema de la resistencia a este herbicida está aumentando en ambos casos.

Entre 2006 y 2011 el porcentaje de hectáreas tratados solamente con glifosato disminuyó de un 40% a un 19% en maíz y de un 70% a un 41% en soja. Esto es una consecuencia de que los agricultores están usando otros productos además o en lugar del glifosato al ser las hierbas resistentes a este herbicida más comunes.

La resistencia a los insectos no se está desarrollando tan rápido porque las leyes federales de EEUU obligan a los agricultores a tener una parcela en sus campos que esté libre de CGM. Los insectos pueden ir a estos lugares a modo de “santuarios” y no necesitan desarrollar resistencia a los insecticidas procedentes de los CGM. Como interaccionan con otros miembros de su especie en otras partes del campo de cultivo, sus genes, al dispersarse por la población, reducen la propagación de posibles genes mutantes resistentes al insecticida.

Según los autores del estudio, pese a la disminución temporal en el uso de insecticidas, el uso cada vez mayor de herbicidas constituye un problema ambiental significativo porque las dosis cada vez mayores de estos químicos dañan la biodiversidad y contaminan el aire y el agua.

Estos investigadores han medido el impacto medioambiental de la adopción de los CGM usando la cuota de impacto ambiental (EIQ en inglés), que mide el impacto de los productos químicos usados por los agricultores. Han calculado la EIQ tanto para agricultores que tienen CGM como los que plantan cultivos convencionales, encontrado poca diferencia. Sin embargo, en el caso de la soja modificada han podido medir una correlación entre un uso de una cantidad mayor de herbicida e impactos negativos sobre el medio, pues se produce una mayor contaminación de los ecosistemas.

Ciliberto dice que se sorprendió por el gran aumento en el uso de este herbicida y se muestra preocupado por el impacto que esto pueda tener sobre el medio ambiente. “No esperaba ver un patrón tan fuerte”, añade.

No está de más recordar este estudio y otros similares a los que hace poco clamaban por la inocuidad “avalada por la ciencia” de los CGM.
Sus voceros en “medios de comunicación” tradicionales
deberían ir rectificando.

“Life finds a way”, Jeff Goldblum (Dr. Ian Malcolm en Jurassic Park) [1].

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [3]