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Recuperación tras el Cretácico en Patagonia

Un estudio sobre hojas fósiles comidas por insectos revela que la recuperación tras el impacto del meteorito fue más rápida en el hemisferio Sur.

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El impacto sobre lo que hoy es Chicxulub (México) de un asteroide hace 66 millones de años presumiblemente provocó una gran extinción masiva, evento que marcó el final del Cretácico y dio paso al Paleogeno.

No sólo supuso la extinción de los dinosaurios, sino de muchas otras especies animales, como los ammonites, que llevaban sobre este planeta mucho más tiempo que aquellos. También sucumbieron muchas especies de artrópodos, incluidas las de insectos. Las especies vegetales pudieron resistir un poco mejor porque algunas de sus semillas sobrevivieron al acontecimiento.

Los vertebrados poseen huesos que pueden fosilizar más fácilmente que las partes blandas de otros animales, lo mismo pasa con las conchas de muchas criaturas marinas. Pero que fosilice un insecto es bastante más complicado. A veces nos tenemos que conformar con los que se han preservado en ámbar.

Sin embargo, los paleontólogos pueden usar métodos indirectos para ver cómo eran las poblaciones de insectos del pasado y evaluar, por ejemplo, cómo se recuperaron estas poblaciones después de la extinción de Cretácico.

Los árboles y otras plantas producen hojas que pueden ser encontradas apetitosas por muchos insectos. Los insectos, al comérselas, dejan señales distintivas sobre dichas hojas que dependen de la especie. Aunque sólo fosilice una pequeña proporción de esa gran producción de hojas, nos pueden proporcionar información sobre las poblaciones de insectos del pasado.

Los insectos y las plantas son los organismos pluricelulares más diversos del mundo y se sabe que responden a los cambios ambientales. Por tanto, son una buena fuente de información sobre las condiciones que reinaban en ese pasado.

Michael Donovan (Penn State) y sus colaboradores analizaron 3646 fósiles de hojas procedentes de Patagonia de la época justo después de la extinción del Cretácico en busca de señales dejadas por insectos comehojas (y sus larvas). Esto les ha permitido estudiar la actividad de estos insectos a lo largo del tiempo y, por tanto, evaluar cómo fue la recuperación de insectos de la región tras el evento de extinción.

La mayoría de los estudios realizados sobre la recuperación tras este evento de extinción están basados en fósiles recuperados del interior de los actuales EEUU. Según estos estudios, se necesitaron unos 9 millones de años para retornar a las condiciones previas a la extinción, en cuanto a las poblaciones de insectos se refiere.

Sin embargo, este nuevo estudio muestra que en el hemisferio Sur, al menos en Patagonia, la cosa fue diferente y que en sólo 4 millones de años se recuperaron las poblaciones de insectos.

Este resultado arroja una nueva luz sobre la recuperación tras la extinción del Cretácico.

Los investigadores implicados sugieren que la Patagonia, al estar más lejos del impacto (en lo que hoy es México), sufrió menos devastación, lo que dejó una mayor biodiversidad que permitió una recuperación más pronta.

“La riqueza en las asociaciones entre plantas e insectos que observamos durante la recuperación podría ser un factor que contribuyera a la biodiversidad de los insectos en la moderna Sudamérica. Podemos mirar lejos en el pasado y ver estos patrones que influyen sobre la vida en la Tierra tal y como es ahora”, dice Donovan.

Este tipo de estudios puede ayudar a los científicos a responder preguntas sobre la moderna biodiversidad a nivel global.

Peter Wilf (Penn State) lo explica bellamente cuando dice que nuestro mundo actual es el legado de diversos desastres que dejaron tras de sí un reguero de especies extintas. Al tratar de comprender mejor cómo evolucionó la biodiversidad actual y por qué millones de especies terrestres viven en donde lo hacen, el impacto global de estas grandes catástrofes es como un gran elefante dormido en una habitación oscura: no podemos ver mucho y no sabemos los suficiente sobre ello. Según encendemos las luces vemos más del elefante comprendemos mejor nuestro mundo. Este artículo es un paso bienvenido en esa dirección.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
Foto: Michael Donovan/Penn State.