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Datación de restos de Homo naledi

La datación de restos de Homo naledi sugiere la casi coexistencia de este homínido con el hombre moderno.

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Hace unos cuatro años unos paleoantropólogos dirigidos por Lee Berger (Universidad de Witwatersrand en Johanesburgo) descubrieron 1500 trozos de restos humanos, generalmente huesos y dientes, en la cámara Dinaledi del sistema de cuevas sudafricana Rising Star. Después han descubrierto 130 restos adicionales en otra cámara del mismo sistema de cuevas. Estos restos se han atribuido a Homo naledi, homínido del que ya hablamos en el pasado en NeoFronteras. [1]

Ahora se publican lo resultados de la datación de algunos de estos restos, algo fundamental a la hora de establecer la genealogía del ser humano.

Imaginemos que una rama de un árbol es troceada y muchos trozos se pierden. Luego, a partir de los trozos restantes nos piden reconstruir esa rama. Dependiendo de cuántos trozos nos den podremos hacer una reconstrucción compatible con la rama original. Puede que incluso lleguemos a varias reconstrucciones con los restos que tenemos, sean o no compatibles con la rama original que nadie conoce. Pues bien, esto es precisamente lo que se trata de hacer en Paleoantropología a partir de los restos humanos: reconstruir el árbol filogenético humano.

Homo naledi nos ayudará a entender mejor la evolución del ser humano en un campo en el que los restos fósiles tampoco es que sean muy abundantes. O, al menos, a comprender una de las ramificaciones. Este caso en particular es interesante porque ha proporcionado bastantes restos, cuando en general no es así.

Lo importante en el caso de Homo naledi es que se trata de un homínido distinto a cualquier otro que se haya encontrado, al menos para el tiempo en el que estaba vivo, por las características tan especiales que poseía. Así, por ejemplo, tenía estatura pequeña, pero manos y pies modernos. Tenían también un cerebro pequeño y una pelvis y unos hombros similares a los de los australopitecus de hace 2 millones de años.

Los últimos restos encontrados, corresponden a tres ejemplares distintos, la mayor parte de los cuales son de un individuo al que han apodado Neo (que significa “regalo” en la lengua local de Lesoto), que es uno de los esqueletos de homínido más completo encontrado hasta la fecha. También se incluyen restos de un niño. Estos restos proporcionan una mejor idea de cómo era H. naledi y su importancia al proveer de información.

Según William Jungers (Stony Brook University), Neo medía unos 1,4 metros de altura y pesaba unos 40 kilos, por lo que sería más pequeño de lo que en un principio se creía. Tenía una capacidad craneana de 610 cc, muy por debajo del promedio de 1400 cc del ser humano actual.

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Pero lo más fascinante de todo ello es que H. naledi vivió hace no tanto tiempo. Este asunto de la datación ha sido difícil de determinar porque los restos encontrados en la cámara Dinaledi estaban sueltos entre los sedimentos en ausencia rocas de referencia ni huesos de animales que pudieran ayudar en dicha datación. Encima, trozos de roca han caído desde la paredes de la cueva y el techo, mezclándose con el suelo, a lo que hay que añadir el efecto del agua subterránea. Además, la datación directa de los huesos implica la destrucción de parte de los mismos.

Ahora, unos análisis realizados por varios laboratorios independientes (en los que cada uno desconocía los resultados de los demás) indican que, según las pruebas de luminiscencia por estimulación óptica, los restos tienen una edad de 235.000 años. Por otro lado, según los análisis de tres dientes por resonancia electrónica de spin de isótopos de uranio realizados por estos laboratorios, restos tienen una edad de 335.000 años. Es importante señalar que los restos corresponden a una época en la que hay una gran escasez de fósiles humanos.

Como los dientes pueden haber absorbido isótopos de las aguas subterráneas, la edad de los restos podría ser distinta. Por otro lado, se estima que la edad más antigua se podría remontar a un millón de años.

Todo esto sitúa a Homo naledi no mucho antes de que apareciera Homo Sapiens. Además, significa que, sorprendentemente, algunas características primitivas, incluida la del cerebro pequeño, sobrevivieron hasta tiempos recientes.

No descendemos de H. naledi, pero no deja de ser paradójico que un homínido con características tan primitivas casi coexistiera con nosotros, siendo incluso más distinto a nosotros que los neandertales.

Hasta el momento se ha propuesto que el este de África fue el núcleo principal de irradiación de homínidos, pero puede que ahora se conceda al sur de África un papel principal en la historia evolutiva humana.

Se empieza a tener la idea de que diversas especies de homínidos coexistieron en África hace más de dos millones de años y que otras coexistieron en Eurasia en los últimos 100.000 años.

Lo que es complicado es cómo colocar a H. naledi en el árbol filogenético humano. Parece que, de momento, hay dos posibilidades.

Según Bernard Wood (George Washington University, Washington DC) el análisis evolutivo completo probablemente revele que las manos y pies modernos de H. naledi indiquen que esta especie se escindió evolutivamente a partir de otros humanos relativamente modernos. Así que H. naledi se habría originado recientemente y entonces habrían evolucionado hasta adquirir otros rasgos por estar sus poblaciones aisladas, mientras conservaba otros. El aislamiento habría reducir la competencia con otras especies de homínidos, lo que habría relajado la presión de selección hacia cerebros más grandes. Un cerebro pequeño significa un cráneo pequeño y una menor necesitad de una estructura osea que lo soporte, como en el caso de los hombros o la pelvis.

La segunda posibilidad es que H. naledi fuera algo así como uno de los primeros verdaderos homínidos que surgieron hace 2 millones de años y que hubiera permanecido casi sin cambios durante cientos de miles de años. Sería como una versión del celacanto, un pez actual que se conserva tal y como eran sus antepasados de hace 400 millones de años.

Especialistas del campo como Chris Stringer (Natural History Museum, Londres) creen que H. naledi serí de esta opinión. Según él, provendría de la base del género homo y de ahí vendrían sus rasgos primitivos. “Podría ser el Homo más antiguo que hayamos nunca descubierto. Podría tener sus orígenes en hace más de 2 millones de años”, dice. Si es así, entonces quizás Sudáfrica fue la verdadera generadora de especies humanas, ya que las regiones subecuatoriales son motores de biodiversidad.

Si Stringer está en lo cierto, entonces habría grandes implicaciones sobre el modelo de evolución humana que tenemos ahora, pues los rasgos mixtos de H. naledi apuntarían a que la aparición de la anatomía humana moderna fue más complicada de lo que se creía. Además, el que H. naledi hubiera sobrevivido con tan pocos cambios durante 2 millones de años, nos alejaría de la idea que sostiene que la competición entre homínidos fue la que dirigió la evolución hacia cerebros cada vez más grandes.

Incluso el registro arqueológico de instrumentos de piedra puede que deba ser interpretado de nuevo. Las manos de H. naledi parecen muy capaces de una manipulación de precisión, por lo que herramientas atribuidas a Homo erectus o incluso a H. sapiens podrían haber sido en realidad manufacturadas por H. naledi.

Sin embargo, no se han hallado restos de fuego, herramientas de piedra u otros artefactos culturales en la cueva Rising Star. Aunque esto podría deberse a que los naledi de la cueva quizás no vivían en la cueva, sino que cayeron en ella y murieron allí (la cueva es muy complicada de acceder y los paleoantropólogos implicados se juegan la vida para rescatar estos restos). Encontrar este tipo de pruebas es ahora un prioridad para el equipo de Berger. Si H. naledi tenía o no capacidad de pensamiento simbólico es una cuestión fundamental. Berger especula que quizás alguna de estas cámaras fueran usadas por los naledi como lugares de enterramiento.

Otro caso similar es el de Homo floresiensis o “hobbit”, otra especie humana de pequeño tamaño que vivió hace pocos cientos de miles de años. Los especialistas han estado discutiendo desde hace 10 años en dónde colocarlo sobre el árbol filogenético humano. Un artículo reciente resucita la idea de situarlo cerca de la raíz, junto a H. habilis. La idea es que una población de H. habilis abandonó África hace 2 millones de años y fue moviéndose gradualmente hacia el este a lo largo de Asia hasta llegar a Indonesia. Allí, aislado en Flores, habría conservado sus rasgos primitivos hasta tiempos recientes.

Es decir, la evolución de especies humanas habría permitido, en algunas circunstancias, el mantenimiento de rasgos primitivos durante cientos de miles de años.

No se sabe seguro lo que le pasó a H. naledi al final. Pero si se mantiene que vivieron hasta hace menos de 300.000 años, entonces un escenario es que nuestra especie (H. sapiens), que apareció hace unos 200.000 años, pudo haber alcanzado el sur de África y allí pudo haber contribuido a la extinción de H. naledi. El caso sería similar a la desaparición de los neandertales con la llegada de H. sapiens a Eurasia, algo que coincide en el tiempo según el registro arqueológico.

La información más reciente sostiene que el hombre de Flores se extinguió hace sólo 50.000 años, que, también, es el momento en el que H. sapiens llegó a esa parte del mundo por primera vez, así que el destino en este caso puede que fuera similar.

Tanto Homo naledi como Homo floresiensis podrían representar caminos evolutivos sin salida, una estasis evolutiva que fue eliminada cuando unos competidores más capaces, los Homo sapiens, aparecieron en escena.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [3]
Fotos: Wits University/John Hawks.