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Sobre la duración e intensidad de los conflictos

La evolución de un conflicto entre los monos depende de cuántos se sumen al mismo y de la primera pelea.

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Los conflictos se han extendido y se extienden por la sociedad humana. Puede ser en el lugar de trabajo, en la comunidad de vecinos o en el propio país.

Estudiar cómo los conflictos surgen, cómo se extienden y cuánto duran es importante, sobre todo si queremos evitarlos o remediarlos. El estudio del comportamiento de otros primates en este sentido nos pueden ayudar en esta tarea.

Esto es precisamente lo que han hecho sobre un grupo de monos Edward Lee (Cornell), Bryan Daniels (ASU-SFI Center for Biosocial Complex Systems), David Krakauer (Santa Fe Institute) y Jessica Flack (Santa Fe Institute). Han encontrado pruebas de la complejidad de la estructura que hay detrás de los conflictos y publican un artículo en Journal of the Royal Society Interfacesus con su hallazgos.

En los sistemas biológicos la prolongación de un conflicto puede ser costosa, mientras que su contención permite estrategias de innovación y refinamiento. Pero la variación en el tamaño y duración de los conflictos no se comprende muy bien.

Uno podría pensar que los conflictos se extienden por la sociedad de un modo similar a como lo hace una enfermedad infecciosa. De este modo, los individuos agresivos, a los que podríamos llamar “infecciosos”, contagian su estado de ánimo a los demás y los empujan a pelear.

Aunque este modelo infeccioso puede ser lo suficientemente preciso para saber quién se unirá al conflicto, no es suficiente para predecir cuánto durará. Si el modelo de contagio fuera adecuado en un 100%, entonces sería de esperar que el tiempo necesario para que un nuevo conflicto desaparezca aumentará con cada nuevo individuo infectado. Es decir, cada nuevo “infectado” aumenta la duración del conflicto en una unidad.

Pero lo que estos investigadores han descubierto, al menos en la sociedad de monos, es que la duración del conflicto aumenta en mucho más con cada individuo infectado y que esto se debe a las relaciones dos a dos entre todos ellos.

La metáfora que podemos usar es la de una fiesta privada y cuánto durará esta si esto depende de cuánto tiempo necesitarán los invitados para finalmente sentir que puedan marcharse.

Se podría pensar que la adición de un nuevo invitado añade una determinada longitud de tiempo a la fiesta. Así, si suponemos que este tiempo es de una hora y los invitados están ocupados esa semana, entonces irán llegando a la fiesta, permanecerán una hora allí y luego se marcharán. Básicamente, la duración de la fiesta será proporcional al número de invitados, es decir, será una relación lineal.

Pero, en realidad, esto no es así. Si los invitados se conocen entre sí o quieren conocerse, entonces cada uno de ellos querrá hablar un rato con varios de los otros invitados antes de irse. Pero esto no sucederá antes de que cada individuo tenga la oportunidad de tener unas cuantas conversaciones con los demás. De este modo, la duración de la fiesta no está en relación lineal con el número de invitados.

Según los autores del estudio, es precisamente así la dependencia de la duración de un conflicto. Añadir más individuos al conflicto significa que hay más posibilidad de que haya parejas de individuos peleándose entre sí y cada una de estas peleas deberá resolverse por separado. Según Daniels, esto sugiere que un conflicto que crece lo suficiente, al final estará fuera de control y, según él, hay indicios que indican que un patrón similar se da en los conflictos humanos.

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Pero hay todavía más. Un análisis estadístico sobre las peleas entre monos permitió a los investigadores encontrar pruebas de que la duración de un conflicto está fuertemente influida por la primera interacción, que es la que sienta el tono. Si la primera pelea es breve, entonces los siguientes episodios violentos son igualmente breves. Pero, por el contrario, si el primer episodio es fuerte, entonces los demás que le siguen también lo serán.

Según los autores del estudio, hay una especie de memoria colectiva que condiciona la duración de un conflicto. Está no está determinada por los individuos decidiendo de modo independiente sobre si continúan con la pelea o si cesan las hostilidades, sino por la memoria conjunta del pasado y las consiguiente toma de decisiones colectiva.

La administración de los conflictos debe guardar un equilibrio entre el uso eficiente de unos recursos limitados y la aplicación de estrategias de intervención que mantienen a los conflictos bajo control.

Lee señala que la intervención de terceros no involucrados puede detener conflictos que se han descontrolado si se hace adecuadamente. Para ello es necesario ver de cerca cómo empieza un conflicto y entonces tomar la decisión de intervenir basándose en las características de esa primera interacción. Sin embargo, una cuestión abierta es cuánto conflicto se puede permitir.

Pequeños fuegos relativamente frecuentes en el bosque pueden limpiarlo de maleza e impedir que se produzca un único gran fuego descontrolado que arrase todo el bosque. Al parecer, los pequeños conflictos podría jugar el mismo papel que esos pequeños fuegos. Sabiendo cómo evolucionan las peleas, unos vigilantes externos pueden promocionar pequeños conflictos inofensivos y, de este modo, evitar grandes conflictos.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
Foto: A.J. Haverkamp.
Gráfica: Edward D. Lee y colaboradores.