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¿Hay que ampliar hasta la sexta categoría la escala Saffir-Simpson?

Se está planteando aumentar hasta la sexta categoría la escala que mide la potencia de los huracanes.

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Cuando todavía no nos habíamos recuperado del huracán Harvey, el Irma ha arrasado gran parte del Caribe y ahora azota Florida. El huracán José espera su turno en la fila y todavía está por ver si esta temporada de huracanes proporciona todavía más eventos de este tipo.

Los daños causados por estos huracanes se suman a los causados por ciclones y monzones en las otras regiones tropicales del mundo.

Siempre ha habido huracanes y fenómenos meteorológicos extremos. Pero los huracanes tienden a ser más potentes y los segundos se dan con cada vez más frecuencia. Detrás de este fenómeno está el cambio climático, aunque algunos no lo quieran ver. Entre los científicos no hay duda al respecto.

Una mayor temperatura implica un mayor calentamiento del agua marina, lo que introduce mayor energía en los huracanes. Básicamente, esa energía se tiene que disipar de algún modo, porque la energía se conserva. Es una cuestión de Física elemental.

Conforme los huracanes ganan más energía y, por tanto, mayor poder destructor, la escala que mide su intensidad se empieza a quedar corta.

La escala Saffir-Simpson termina ahora en la categoría 5, que significa que el huracán (o ciclón) mantiene vientos de más de 250 km/h durante al menos un minuto. Cuando se desarrolló esta escala se pensaba que esa velocidad era muy rara de alcanzar e implicaba tal potencial destructor que iba a dar igual añadir una categoría más.

La realidad reciente ya nos dice que la supuesta rareza de huracanes de categoría 5 no es tal. Entre ellos está Emily, que en 2005 alcanzó los 257 km/h durante 6 horas, ese mismo año Katrina con 280 km/h durante 19 horas, el Allen que en los ochenta alcanzó los 305 km/h durante 72 horas y así sucesivamente.

Por esta razón, algunos especialistas del campo señalan que lo mejor es que se añada la categoría 6 a la escala. Pero no hay un consenso al respecto. Esto contrasta con el consenso existente sobre que este empeoramiento se debe al cambio climático producido por el ser humano. Aunque el número total promedio de huracanes no parece aumentar, sí lo hace su virulencia.

Otros dicen que la categoría 5 es tan destructiva que una categoría 6 no implica mucha diferencia y sería superflua. También es verdad que antes se pensaba que no podía haber huracanes más potentes o que estos, si los hubiera, serían muy escasos.

El problema es que los huracanes serán cada vez peores y puede que la clasificación actual se quede corta.

“Los huracanes severos puede que terminen siendo peores. Puede que tengamos que inventar la categoría 6”, dice David Enfield (University of Miami y NOAA).

Los datos de satélite de los últimos 40 años indican que el potencial de destrucción neta de los huracanes ha aumentado, especialmente en el Atlántico. Esta tendencia se correlaciona con un mar cada vez más cálido debido al cambio climático.

La diferencia promedio entre las distintas categorías de es unos 30 km/h, al fin y al cabo, aunque recordemos que la escala Saffir–Simpson está basada en velocidades máximas de viento, no en medias. La categoría 6 se aplicaría a huracanes con vientos por encima de los 280 km/h. Pero la capacidad de destrucción de un huracán de esta categoría es especulativa, entre otras cosas porque la capacidad de devastación depende de varios factores. Además, el mal que puede causar un huracán a veces no está correlacionado con su categoría y esta muchas veces no describe fielmente el impacto sobre la población.

Según Bill Read (NOAA) lo ideal sería librarse de la categorías, pues es algo de los 60 y 70, cuando no se tenía manera de evaluar los daños según las variables implicadas. “No mediamos cuidadosamente, no teníamos las herramientas”, añade.

En la actualidad muchos de los instrumentos dedicados a este menester son destruidos por los propios huracanes. Así que se extrapola a partir de fotos de satélite y otros datos. Recientemente, se ha deducido que la velocidad máxima del viento del ciclón Olivia de 1996 medida por una anenómetro fue de 407 km/h.

Se prevé que la temporada de huracanes del Atlántico, que va de junio a noviembre, produzca cada vez más huracanes potentes de una manera similar a la este año. La temporada actual es particularmente mala debido a la oscilación multidecadal del Atlántico, que dura varias décadas. Se esperan que haya todavía de 10 a 15 años de este máximo.

Así que lo singular será la norma en el futuro, peor también ocurrirá que la parte baja actividad de la oscilación multidecadal del Atlántico disimule los efectos del cambio climático una vez superado el ciclo alto actual. Ello puede provocar que se baje la guardia.

Para mejorar las predicciones habría que mejorar los modelos actuales, lo que podría permitir remediar con anticipación las pérdidas humanas y materiales. Agencias como la NOAA y la NASA deberían ser claves en ello. Lástima que el actual presidente de EEUU pretenda recortar en 4000 millones el presupuesto de NOAA e impedir que la NASA lance satélites de observación climática (quiere que lo haga NOAA, al parecer sin dinero para ello).

Pero el clima y los huracanes no conocen esos condicionamientos y, por desgracia, no impartirán una justicia poética. Cuba o las islas del Caribe no son grandes emisores de dióxido de carbono, pero les toca y tocará ser igualmente arrasadas por huracanes.

Tampoco parece que los fanáticos que en Florida se han dedicado a rezar juntos para parar el huracán hayan tenido mucho éxito. Otros 50.000 se han unido por Facebook para empujar con sus ventiladores caseros y soplahojas a Irma para desviarlo. Quizás haya que usar aproximaciones más científicas.

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Fuentes y referencias:
Nota en Scientific American. [2]
NOAA. [3]
Foto: NASA.