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Grave declive de la biomasa de insectos

La masa total de biomasa correspondiente a los insectos ha caído un 75% en los últimos 27 años en Alemania.

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Todo está relacionado, si encima nos centramos en los ecosistemas entonces estamos hablando de algo muy intrincado, una trama delicada de especies que dependen unas de otras. No podemos esperar que al quitar una especie las demás no sientan las consecuencias.

Quizás amamos a los osos pandas, los lemures de Madagascar o el lince ibérico. Queremos y deseamos protegerlos, con mayor o menor éxito. Pero estos mamíferos nos parecen simpáticos, entre otras cosas porque los vemos como cercanos a nosotros. También es verdad que son especies paraguas que nos permiten proteger los ecosistemas en los que viven y, por tanto, a las demás especies, menos simpáticas, con las que comparten hábitat.

Posiblemente los animales que menos nos gustan son los insectos. Sin embargo, nuestras vidas dependen de ellos más que del rinoceronte africano, que, por desgracia, cae víctima de la superchería y supersticiones asiáticas.

Los insectos juegan un papel esencial en la polinización, pues esta se realiza en un 80% de la veces en las plantas silvestres gracias a ellos. Además, proporcionan alimento a las aves y otros vertebrados.

Desde hace un tiempo diversos informen vienen señalando que las poblaciones de insectos están siguiendo un patrón en el que la diversidad de estos animales y su abundancia se reduce a un ritmo alarmante. Pero estos estudios generalmente se fijan en especies en concreto (abejas y abejorros generalmente) o en grupos taxonómicos, en lugar de vigilar todo la biomasa de insectos de todo tipo.

Para tener una mejor comprensión de la extensión de este problema y de las causas que lo provocan Caspar Hallmann (Universidad Radboud, Holanda) y sus colaboradores han dispuesto trampas de tipo Malaise a lo largo de 27 años en 63 áreas protegidas de Alemania. Este tipo de trampa se basa en un diseño de los años treinta del pasado siglo del etomólogo sueco René Malaise.

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Han descubierto que, en esas localizaciones, la biomasa total correspondiente a los insectos ha caído un 76% en promedio durante estos años, porcentaje que sube a un 82% a mitad de verano.

El resultado es coherente con otros estudios recientes que hablan de un declive en las especies más vulnerables, como mariposas, abejas y polillas. En estos estudios se señala que hay un declive del 50% en las poblaciones europeas de este tipo de insectos en las últimas décadas.

El resultado, sin embargo, es coherente, con lo que se comentaba desde la Sociedad Entomológica de Krefeld. Ahora, con la publicación del artículo en Plos, se tienen datos públicos sobre los que trabajar.

Además, el estudio sugiere una pérdida severa de la biomasa área total, por lo que la comunidad de insectos voladores habría sido diezmada en las últimas pocas décadas.

“El hecho de que los insectos voladores estén disminuyendo a una tasa tan alta en un área tan grande es incluso un descubrimiento más alarmante”, dice Hans de Kroon (Universidad Radboud, Holanda).

Al parecer, este declive tan dramático es independiente del tipo de hábitat, de los cambios meteorológicos o del uso de la tierra, según el estudio. Las características propias de cada hábitat no explican la tendencia. Los investigadores sugieren que debe de haber otros factores a gran escala que estén involucrados en esta colapso. Para poder determinarlo se necesitaría más investigaciones, sobre todo de las amplias gamas de variables agrícolas y climáticas que potencialmente puedan tener un impacto sobre la biomasa de estas criaturas.

Los autores del estudio hacen un llamamiento urgente para investigar las causas de este decible, su extensión geográfica y su impacto sobre los ecosistemas.

De todos modos, se sospecha que el uso de pesticidas podría ser un gran contribuidor a esta tendencia. La sospecha viene de que muchas de estas localizaciones están rodeadas por campos de cultivo. Los autores especulan que quizás se deba en gran parte al uso de neonicotinoides.

Lo grave del caso es que se trata de reservas naturales, no de terreno cultivado o de terreno silvestre sin proteger. “Necesitamos hacer menos de las cosas que sabemos que tienen un impacto negativo, como el uso de insecticidas”, dice Kroon. Añade, además, que tenemos que trabajar duro para extender nuestras reservas naturales y disminuir las áreas agrícolas que circundan las mismas.

“Se había sospechado este decrecimiento desde hace tiempo, pero ha resultado ser más severo de los que previamente se pensaba”, dice Hallmann.

Las consecuencias pueden ser más graves de lo imaginado. No sólo está en riesgo la polinización, sino la supervivencia de plantas, que podrían caer víctimas de los insectos y orugas comedoras de hojas, que sin depredadores (tanto insectos como no) se convertirían en una plaga.

Este declive tiene que tener necesariamente un efecto de amplio espectro sobre plantas y otros animales, como las aves. Vigilar estos efectos es crucial según los investigadores implicados. Tres cuartas partes de la biomasa que antes alimentaba a pájaros insectívoros, como golondrinas o vencejos, han desaparecido de estas áreas. Esto es una catástrofe a tal escala que, necesariamente, tiene que reconfigurar los ecosistemas al completo.

Puede que agradezcamos que menos insectos se estrellen contra el parabrisas de nuestro automóvil o nuestro casco o que podamos cultivar más fácilmente plantas en nuestros jardines, pero la noticia no es para ser celebrada.

El ser humano no sólo es supremacista frente a otras razas de humanos, frente a las gentes de otros países o regiones, sino que, además, los somos mucho frente a las demás especies con las que compartimos la Tierra. Exigimos el abuso de ser más y de comer más al precio que sea. Parece que las demás especies deban ser eliminadas, aniquiladas, borradas para siempre de la faz de la Tierra, supeditadas a nosotros para ser así unos pocos más humanos, para poder comer aún carne todos los días.

No tenemos derecho moral a exterminarlas, pero si sólo nos fijáramos en nuestro propio interés, tampoco nos conviene eliminarlas. Esta en juego nuestra supervivencia como especie. Nunca antes el egoísmo de cada individuo de una especie hizo tanto mal al conjunto de la misma especie y a las demás.

A este paso quizás ya nunca podamos volver a apreciar en Europa el grácil vuelo de las libélulas, tal y como lo veían haciendo desde el Carbonífero, y que tampoco podamos volver a ver luz intermitente de las luciérnagas al caer la noche.

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Fuentes y referencias:
Artículo original [2]
Sobre el declive de los insectos. [3]
Foto de cabecera: Wikimedia commons.
Foto de la trampa: Hallmann y colaboradores.