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Más exoplanetas en los datos de Kepler

Nuestro Sistema Solar ya no es el único sistema planetario conocido con ocho planetas.

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La NASA convocó una rueda de prensa el pasado jueves. Como siempre en estos casos, previamente corrieron numerosos rumores. A raíz de las ruedas de prensa de LIGO ya se espera la comunicación de grandes descubrimientos, pero en este caso no fue así. Aunque sí se comunicó el descubrimiento de nuevos exoplanetas enterrados en los datos de la misión Kepler.

Gracias a la aplicación de técnicas de inteligencia artificial desarrolladas por Google, Andrew Vanderburg (University of Texas) y Christopher Shallue (Google) han podido descubrir nuevos exoplanetas en sistemas ya conocidos.

La inteligencia artificial (IA) fue entrenada con datos de exoplanetas conocidos en las curvas de luminosidad frente al tiempo, que es el tipo de dato producido por el método de tránsito. Este sistema de IA está constituido por redes neuronales simuladas en computadores convencionales. La idea de las redes neuronales, ahora tan de moda, se propusieron en los años ochenta del pasado siglo con el actual diseño. Sistemas de IA similares ya ganan al go a grandes maestros del juego y también se han empleado recientemente en ajedrez con gran éxito.

En este caso astronómico, una vez que la red neuronal consiguió la suficiente experiencia, le pasaron otros casos hasta que encontró nuevos exoplanetas. En concreto, pasaron por esta red los datos de 670 sistemas ya conocidos para ver si la IA descubría más casos en ellos. El sistema de IA dio falsos positivos, pero además proporcionó casos reales.

Desde 2013 se sabe que el sistema Kepler-90 contaba con siete planetas. Al descubrirse un octavo planeta en el sistema Kepler-90 gracias a esta IA, se ha podido comprobar que nuestro Sistema Solar no es el único con tal número de planetas y que, por tanto, deja de ser el único sistema conocido con el máximo número de planetas.

Kepler-90i, con una tamaño un 30% mayor que el la Tierra, orbita su estrella cada 14,4 días terrestres, por lo que este planeta rocoso debe estar caliente, dada la cercanía a su sol: la estrella Kepler-90, que está a 2545 años luz de nosotros hacia la constelación de Draco y que es similar a nuestro Sol.

Sin embargo, las posibilidad de que haya vida en el sistema Kepler-90 son más bien escasas. El planeta interior Kepler-90i debe de alcanzar temperaturas superficiales de 425°C y el más externo, Kepler-90h, es un gigante gaseoso como Júpiter, pero que tarda 331,6 días en completar una órbita. Es decir, este sistema es mucho más compacto que el nuestro. Es una versión “mini” con todos los planetas dentro de lo que sería la órbita de la Tierra. De haber vida tal y como la conocemos, quizás se pudiera dar en alguna luna rocosa grande alrededor de estos planetas gigantes. Pero todavía no se han encontrado tales lunas. [1]

De hecho, si fuera exactamente como el nuestro Sistema Solar, muchos de sus planetas no podrían haber sido descubiertos en los datos de Kepler, con o sin IA. Y es que el método de tránsito tiene sesgos observacionales que priman órbitas rápidas y planetas grandes. Para observar un planeta como Júpiter a la misma distancia a su estrella de la que está nuestro Júpiter del Sol, harían falta 11 años de observaciones para sólo un tránsito, como se necesitan varios tránsitos la empresa se antoja más bien larga. Para Neptuno se necesitarían 164 años para lo mismo. Es decir, no tenemos tecnología aún para descubrir un análogo completo de nuestro Sistema Solar.

Otro problema es la fe que se tenga en el método de la IA para descubrir exoplanetas. Al fin y al cabo, incluso para los casos corrientes hay casos de falsos positivos y siempre se trata de confirmar la existencia de tales planetas con métodos independientes o usando otros telescopios. En estos caso hay que hacer lo mismo.

Además de Kepler-90, un caso interesante ha sido el del sistema Kepler-80, a 1100 años luz de nosotros, que cuenta ya con seis planetas, incluido Kepler-80g, el nuevo en ser descubierto por IA y que tiene un tamaño similar al terrestre. Cuatro de sus planetas vecinos están en una cadena de resonancia en donde la gravedad mutua ha sincronizado sus periodos orbitales en múltiplos enteros o semienteros, tal y como les sucede a los planetas de TRAPPIST-1. Esta configuración proporciona una gran estabilidad.

Debe haber más casos de sistemas con órbitas sincronizadas. De haber vida inteligente en alguno de esos planetas, sus habitantes deben pensar que esta sincronización debe ser un prerrequisito de estabilidad para que se dé la vida. Lo que no hace recapacitar sobre lo que pensamos nosotros sobre la vida ahí afuera y nuestros posibles sesgos.

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Fuentes y referencias:
Artículo en ArXiv. [3]
Nuevos exoplanetas en datos antiguos. [4]