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Secuencian el genoma de un moa

Logran la secuenciación de gran parte del genoma de una especie de moa a partir de un hueso conservado en un museo.

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Hay experiencias que los humanos tuvieron en ciertos momentos del pasado que no se volverán a repetir. Los primeros humanos que cruzaron Beringia para llegar a América se toparon con un continente totalmente nuevo que no estaba alterado por el hombre.

Algo similar les tuvo que pasar a los indonesios que llegaron a Madagascar o a los polinesios que llegaron por primera vez a Nueva Zelanda. Un mundo nuevo, prístino, poblado de sus particulares animales y su flora extraña y misteriosa, se abría antes sus ojos.

Aunque el viaje interestelar fuera posible, algo que no es, nunca podríamos tener una experiencia así en ningún otro planeta de la galaxia, pues su biología sería incompatible con la nuestra, por no hablar de otros factores físicos. No podríamos colonizarlo, ni disfrutarlo. Más bien sería un infierno para nosotros.

Quizás sea lo mejor, pues la huella que los humanos dejamos en Madagascar o en Nueva Zelanda, por ejemplo, fue muy negativa. Esos polinesios llegados allende los mares se dedicaron a talar árboles kauri y a cazar moas, que eran aves gigantes, de las que posiblemente también se comían sus huevos. El destino de los moas fue la extinción.

Pero la única ventaja que los moas tienen respecto a otros animales extintos, como los dinosaurios o incluso los mamuts, es que lo fueron hace muy poco tiempo en la escala geológica. Sólo llevan extintos desde el siglo XIII o XIV.

Como, además, se conservan huesos y restos de estas aves, se planteó la idea si era posible secuenciar el genoma de alguna de estas especies. Esto es precisamente lo que acaba de hacer un equipo de investigadores de la Universidad de Harvard. Debido a este logro, puede uno ya plantearse la resurrección de esta especie usando huevos de especies vivas actuales, por ejemplo de emu.

Como todos sabemos, la idea de Jurasic Park no es posible, porque el ADN es una molécula frágil que, desde luego, no se conserva durante 65 millones de años o más. Sin embargo, para especies de extinción más reciente, como los mamuts sí se ha planteado seriamente.

En este caso se ha tomado un hueso de un dedo de pata de moa conservado en un museo. El ejemplar correspondía a una de las nueve especies conocidas de moa, una de las pequeñas. Con el ADN que contenía ha sido posible reconstruir casi todo su genoma. Ya es la séptima vez que se consigue secuenciar (total o parcialmente) el genoma de una especie extinta. Ya se ha hecho esto para el mamut, la paloma pasajera (Ectopistes migratorius), el quagga, el tigre de Tasmania y los humanos neandertales y denisovanos. Además, se está a punto de terminar la secuenciación del genoma del dodo de Mauricio, que fue extinguido por los europeos en el siglo XVII. También parece que se está cerca de conseguir lo mismo con el alca gigante.

Este tipo de logro es posible gracias a la moderna bioinformática, que permite reconstruir las secuencias originales de ADN, aunque este esté muy fragmentado, algo inevitable tras la muerte de cualquier animal. Esta tarea es extraordinariamente difícil, pues no se parte de genes, sino de fragmentos de ellos que están desordenados. Para poder ordenar estas secuencias se pueden usar diversos trucos.

En este caso se ha logrado reconstruir más información al comparar las secuencias que se iban obteniendo con las secuencias del genoma del emu, que es un ave emparentada con los moas. Los genomas de todas las aves poseen rasgos que tienden a ser similares en el mismo cromosoma y el arreglo relativo entre los genes es similar, así que también se valieron de este hecho.

En total se ha logrado secuenciar el 85% del genoma de esta especie de moa. El resto, un 15%, ha sido difícil de organizar a partir de la comparación con el emu.

Para el caso del mamut se usó el genoma del elefante actual. En este caso incluso van a intentar modificar genéticamente al mamut que quizás se obtenga para que sea inmune al virus del herpes, pues se cree que este virus contribuyó a su extinción (otro factor fue la caza realizada por humanos).

¿Serán las nuevas especies des-extinguidas exactas a las del pasado? No parece que así sea. A la falta de algunos genes o a su distinta disposición en el genoma habría que añadir factores «culturales», la información transmitida de padres a hijos o por miembros del grupo. Esto es particularmente importante en el caso del mamut. Nunca sabremos de ciertos comportamientos que tenían entonces y que son imposibles de resucitar.

Pero la tarea de resucitar aves extintas no es fácil incluso teniendo el genoma al 100%. La técnica de clonación que funcionó con la oveja Dolly no funciona en aves. Aunque, recientemente, se está ensayando una variante de clonación en pollos que parece prometedora.

De todos modos, hay cierta polémica en este asunto de la des-extinción. Algunos expertos dicen que no habría que hacerlo, pues para cualquier caso ya está extinta y su resurrección como especie no logrará devolverla a un medio ambiente que ya no existe. También es preocupante que la población y sus gobernantes no defiendan lo suficiente la defensa de la Naturaleza si creen que es posible recuperar especies tras su extinción. Cuando eso es imposible si no se conservan los ecosistemas al completo que las contienen.

Por otro lado, desde el punto de vista bio-geológico algunas de las extinciones son muy recientes y pueden volver a la vida y ser reintroducidas todavía en su medio. Al fin y al cabo, quizás sea nuestra responsabilidad moral, pues fuimos nosotros los que contribuimos a su extinción en el pasado reciente.

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Fuentes y referencias:
Artículo original. [2]
Ilustración: British Library.