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Sobre COVID-19

Los primeros estudios analizan cómo es esta pandemia de COVID-19 que estamos sufriendo.

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Fuente: NIAID-RML.

El virus SARS-CoV-2 es, de momento, bastante desconocido, así como la enfermedad que provoca: COVID-19. La humanidad se enfrenta a algo nuevo.

Eso significa que nuestro sistema inmunitario no sabe cómo defendernos. Los humanos tampoco hemos sido filtrados por la evolución para hacerlo y, tal y como se comporta, matando generalmente a personas por encima de su edad fértil, no parece que lo hagamos pronto.

Pero, además, los científicos saben muy poco de este virus, por lo que las posibles soluciones tardarán en llegar. De todos modos, sin investigación básica no hay posibilidades de avanzar. Aunque, a veces, la Naturaleza es tozuda y no se deja domar, como en el caso del SIDA, para el cual no disponemos todavía de vacuna. Pero la investigación es fundamental para descubrir un tratamiento o una vacuna o vacunas que nos protejan de esta pandemia. Ya se están realizando los primeros pasos.

Los coronavirus que afectan a los humanos normalmente provocan síntomas leves similares a los del resfriado común. Sin embargo, cuando saltan de los animales a humanos son muy peligrosos, como pasa con el SARS o el MERS. El COVID-19 ha saltado de los murciélagos a algún animal intermedio y de ahí a humanos.

De entrada, los primeros resultados al respecto, que se obtuvieron al poco de aparecer el brote original, apuntan a los murciélagos como origen del SARS-CoV-2, pues los coronavirus que afectan a estos mamíferos voladores tienen un genoma muy parecido al del SARS-CoV-2. En algún momento pasó a algún animal que hizo de puente y de ahí al ser humano, mutando por el camino. En un principio que creyó que ese animal intermedio sería el pangolín, pero los últimos estudios parecen decir que no es así. Lo inquietante es que en los coronavirus del pangolín que se han encontrado podrían también originar otra pandemia.

Los murciélagos necesitan un metabolismo muy alto que les proporcione energía para el vuelo. Una alta tasa metabólica normalmente da lugar a daños en los tejidos debido a la acumulación de metabolitos perjudiciales, principalmente radicales libres. Pero los murciélagos han desarrollado un mecanismo fisiológico que les permite eliminar estas sustancias de manera eficaz. Y este es el mismo mecanismo que les permite reducir la inflamación aunque su respuesta inmune sea muy alta [1] [1].

El sistema inmune de los humanos, o de otros mamíferos distintos a los murciélagos, no pueden proteger bien las células de sus cuerpos porque la respuesta inmune necesaria para contener a un virus de este origen no se puede mantener sin causar daños al cuerpo del paciente. Simplemente carecemos de los mecanismos antivirales de los murciélagos. Muchas víctimas del COVID-19 mueren debido a la respuesta exagerada de su propio sistema inmunitario. De ahí el cierto éxito al tratar esta enfermedad con fármacos que modulan esta respuesta inmunitaria.

Como hemos visto, una buena manera de aprender más sobre SARS-CoV-2 es analizar su genoma. Los genes de los que conste y su variación en el tiempo y en el espacio nos indica a qué nos estamos enfrentado.

Un grupo internacional de investigadores ha intentado reconstruir la trayectoria del SARS-CoV-2 analizando 160 genomas distintos de virus de pacientes de COVID-19 y estudiado sus mutaciones [2] [2]. las muestras fueron tomadas desde el 24 de diciembre de 2019 al 4 de marzo de 2020. Han descubierto toda una serie de mutaciones rápidas en su árbol filogenético. Han clasificado el virus en tres cepas o versiones que han denominado A, B y C.

La versión A es la que apareció en Wuham y ha sido encontrada también en pacientes de EEUU y Australia. La versión B es más prevalente en el este de Asia, pero no se ha extendido mucho porque se ha generado resistencia frente a esta cepa. La variante C es la que prevalece en Europa y no está en China, aunque sí en Singapur, Hong Kong y Corea del Sur.

La variante A es la más relacionada con las variantes que afectan a murciélagos y pangolines y está en la base del árbol filogenético. La variante B deriva de la A y está separada por dos mutaciones. Finalmente la C proviene de la B.

El estudio permite saber cómo ha sido la propagación. Así, por ejemplo, una de las introducciones más tempranas del virus en Europa llegó a Italia vía una infección alemana el 27 de enero (documentado) y otra siguió la ruta desde Singapur.

El estudio se está extendiendo en al actualidad al análisis de más de 1000 genomas.

Todavía no sabemos cómo se comportará a largo plazo el virus SARS-CoV-2. Una manera de saberlo es estudiar cómo actúan otros virus similares. Se conocen siete coronavirus que afectan a las personas. Según un estudio reciente de University of Michigan liderado por Arnold Monto [3] [3], cuatro de ellos tienen un ciclo estacional y se transmiten de una manera similar a la gripe.

Monto y su equipo han estudiado más de mil casos de este tipo de infecciones durante 10 años. Obviamente no hay manera de saber si el virus que causa el COVID-19 se comportará de igual manera, pero Arnold Monto espera que así sea. Aunque no haya seguridad alguna al respecto, si al final tiene un ciclo estacional se produciría un alivio en la actual pandemia cuando llegase el verano al hemisferio Norte.

Uno de los datos más polémicos que se han discutido sobre la actual pandemia es la mortalidad de COVID-19, sobre todo en su origen. El menosprecio de la mortalidad de esta enfermedad, que en algunos casos se ha llegado a comparar con la de la gripe, ha llevado a los políticos a tomar decisiones tardías.

Según la OMS la mortalidad de COVID-19 es del 3,4% de los casos confirmados. Pero siempre quedaba la duda de que las limitaciones a la hora de realizar las pruebas de contagio, que desplazaba el porcentaje de muertos hacia una cifra más alta de la real. Simplemente los casos leves o asintomáticos no se tenían en cuenta.

Ahora, un estudio reciente [4] [4] sostiene que la mortalidad de esta enfermedad en Wuham (epicentro de la epidemia) fue de un 1,4%. Para ello los investigadores involucrados han tenido en cuenta los casos leves y asintomáticos que no habían sido contados hasta ahora.

También confirman el factor de la edad, los que tiene por encima de 59 años tienen una probabilidad de morir de más de 5 veces la que tiene los que están entre 30 y 59. Por debajo de 30 se tienen pocas probabilidades de morir.

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