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Nuevas ideas sobre cooperación

Proponen nuevos modelos e ideas que respectivamente permiten predecir cómo organizar la explotación de un bien común y cómo mantener la cooperación en una sociedad mediante el castigo.

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Fotograma del videojuego. Las estrellas verdes son recursos, los círculos son participantes, en amarillo el propio jugador y en azul los demás. Fuente: Arizona State University.

Hay gente que ensucia las calles, gente que se cuela en el metro, gente que no recicla la basura, vecinos que llenan la piscina en temporadas de sequía, conductores que ponen en peligro a los demás, gente que defrauda a Hacienda o gente que alimenta una burbuja inmobiliaria desquiciada hasta hacer reventar la economía de su país. También hay sobreexplotación de los recursos pesqueros, destrucción irreversible de la selva, derrames de petróleo y una emisión tal de dióxido de carbono que acabará ya sin remedio con el mundo tal y como lo conocemos.
A una escala u otra, todos esos casos son ejemplos de no cooperación entre los seres humanos en sus distintas variantes. Un caso típico es el de la tragedia de los bienes comunales, ya expuesto en época por Garrett Hardin. Así por ejemplo, en el caso de las reservas pesqueras, todos pescan lo que pueden antes de que lo hagan los demás, mirando sólo por sus intereses particulares, hasta que entre todos agotan un recurso que, en teoría, era renovable.
Algunos de estos casos responden a dilemas que se han planteado en teoría de juegos. Muchos de esos dilemas (como el dilema del prisionero) no tienen solución satisfactoria si son jugados a una sola jugada. Lo más lógico es tomar la postura egoísta y no cooperar (desertar), pues es lo que beneficia al individuo, aunque perjudique a todos. Pero en la vida normalmente se tiene más de una oportunidad de jugar, así que se pueden desarrollar estrategias sociales que fomenten la cooperación. No sólo hay que crearla, sino que además hay que manerla. ¿Qué estrategia seguiría usted para conseguirlo?
Es aquí en donde las personas se dividen en dos de acuerdo a su ideología: los que creen que la mejor estrategia es el incentivo hacia el que coopera (un medalla al héroe, un sobresueldo al que trabaja mejor, etc.) y los que creen que lo mejor es castigar al que no coopera (por ejemplo, metiendo en la cárcel a los delincuentes o multando al que no sigue las normas). Los primeros creen que el hombre es bueno por naturaleza y los segundos creen que es malvado de nacimiento. Naturalmente las cosas son más complicadas que esa simple dicotomía.
Además de las simulaciones matemáticas, se han realizado experimentos de laboratorio con gente de verdad que juega dinero de verdad. Algunos antropólogos también han estudiado la cooperación en otras sociedades para ver cómo se fomenta la cooperación en su seno. En ambos casos se pone de manifiesto la naturaleza humana en sus aspectos más sociales, aunque a veces es difícil distinguir lo que es cultural de lo que está condicionado biológicamente. Despues de todo, algo habremos cooperado desde la noche de los tiempos para poder haber llegado hasta aquí sin habernos aniquilado mutuamente (bueno, sólo un poquito).

Recientemente se han publicado dos resultados al respecto del tema de la cooperación. El primer estudio, de las universidades de Arizona e Indiana, está basado en un minimundo computerizado. Sus autores sostiene que un bien común como las reservas pesqueras o los bosques podrían ser explotados de una manera adecuada por un grupo auto-organizado bajo ciertas condiciones.
Los investigadores se basaron en diferentes experimentos que usaban juegos de simulación por ordenador, espacialmente diseñados para la ocasión, que incluían un costo para la aplicación de un castigo, la existencia de comunicación y una combinación de periodos en los que se permitía o no esa comunicación y castigo. Estos experimentos permitieron a los investigadores identificar qué variables aumentan el nivel de cooperación.
Los experimentos requerían la participación simultánea en el juego de unos voluntarios, que en este caso eran estudiantes universitarios, en total unos 400 entre ambas universidades. Los participantes se sentaban dentro de un cubículo y se les hacía corresponder unos “avatares”. Tenían que recolectar un recurso colectivo (puntos coloreados en la pantalla) junto a otros jugadores. Si lo hacían muy rápido el recurso se agotaba y terminaba el juego. Si lo administraban de una manera sostenible los puntos rojos se regeneraban, permitiéndoles recolectar más y ganar más puntos. Cuantos más puntos recolectaban más dinero recibían en dólares reales al final, creándose así un incentivo para que se tomaran el juego en serio.
Para jugar bien al juego los participantes no sólo tenían que tener en cuenta su propio comportamiento, sino además el comportamiento de los demás. En algunos casos los jugadores tenían una ventana de oportunidad de comunicarse a través de un chat con los demás para así crear estrategias y tomar decisiones sobre cuándo y cómo recolectar el recurso y obtener puntos. Además podían determinar si imponían o no costosas multas a los que abusaban de los recursos y cuándo aplicar este correctivo a algún participante.
Según Marco Janssen, líder del proyecto, la dinámica espacial y temporal de los recursos se incluyó en el experimento para capturar estas dos variables críticas. Añadir componentes de complejidad temporal y espacial ilustra que un control fuerte de un bien común no siempre tiene como resultado la mejor explotación del mismo. Este hallazgo es contrario a la visión clásica de cómo administrar un bien común.
Según los resultados, cuando los participantes toman una decisión sin que haya comunicación sobreexplotan el recurso. Pero cuando tienen la oportunidad de comunicarse, los particpantes mejoran su cooperación y el efecto dura incluso cuando la comunicación ya no es posible. El uso de multas costosas aplicadas sobre los demás no mejoraba la explotación sostenible del recurso.
Según Elinor Ostrom, premio Nobel en Economía en 2009 y participante en esta investigación, este estudio presenta unos resultados procedentes de un montaje experimental que es más complejo que el usado en estudios previos sobre explotación de un bien común. Los investigadores querían llevar a cabo un experimento que fuera más realista y que reflejara cómo los individuos se las tienen que ver tanto con el abuso como con la tentación de la sobreexplotación.
Allen Lee, otro investigador participante, dice que con la posibilidad de comunicarse, los estudiantes cooperaban invariablemente con los demás y mejoraban las ganancias con sus propias reglas de recolección del recurso. La única vez, según él, que se rompió esta cooperación fue cuando un miembro o dos del grupo no estaban de acuerdo con las reglas a las que se habían llegado.
El próximo paso será sofisticar aún más la simulación del juego usado en los experimentos y convertirlo en un videojuego educacional para la juventud. La esperanza de Lee es que la siguiente generación piense más profundamente acerca de los problemas ecológicos y sociales que tenemos que encarar y qué se necesita para administrar los recursos de un modo sostenible. En lugar de ser sólo fuera un entretenimiento, sería fantástico que la experiencia obtenida de los videojuegos hiciera que finalmente tomaran cartas en el asunto.

El segundo estudio que vamos a ver ha sido realizado por Robert Boyd, de UCLA, y sus colaboradores del Instituto Santa Fe. El estudio sugiere que un castigo coordinado aumenta la cooperación en grupos grandes. Según los investigadores esto explicaría cómo se obtiene y mantiene la cooperación en las sociedades humanas. El nuevo hallazgo desafía el modelo tradicional en el que se asume que el castigo no esté coordinado y es incondicional.
Para entender este estudio sería interesante pensar primero en un grupo de amigos. En grupos pequeños los individuos frecuentemente tienen relaciones personales con otros miembros del grupo y la cooperación se mantiene mediante el sistema de reciprocidad de “si tú me ayudas yo te ayudaré”. Los miembros del grupo cooperan porque no desean dañar a los amigos no participando en los esfuerzos del grupo y además porque ellos pueden necesitar ayuda en el futuro.
En los grupos grandes, estos mecanismos de mantener la cooperación se pierden. Todos los miembros del grupo experimentan los beneficios de grupos grandes, incluso cuando aquellos que han dejado de cooperar y se han convertido en aprovechados u oportunistas. Estas personas se benefician del grupo obteniendo, por ejemplo, comida o protección frente a los enemigos, pero no contribuyen a la recolección de comida o a la guerra. Frecuentemente, en estos casos las relaciones personales con los miembros del grupo han desaparecido.
Sin embargo, resulta que en los grupos grandes también hay cooperación. ¿Por qué? Boyd y sus colaboradores sugieren que la cooperación es mantenida mediante el castigo, que reduce los beneficios del comportamiento egoísta. Así por ejemplo, hay tribus en las que se castiga a los hombres que no participan en las luchas o guerras impidiendo que tomen esposa. De este modo, hay una amenaza de pérdida de los beneficios sociales si un miembro no coopera, lo que lleva a un aumento de la cooperación en el grupo.
El los modelos previos se asumía que el castigo a los que no cooperaban era descoordinado e incondicional. Un problema que tenía este modelo era que el costo asociado al castigo era frecuentemente más alto que las ganancias obtenidas de la cooperación. De este modo, el costo del castigo sobre un miembro oportunista del grupo sería sustancial, y no compensaría las ganancias obtenidas a través del aumento de la cooperación. Aquí se define “costo” como la pérdida de amistad o de relación personal cercana con otros miembros del grupo. Para solventar esto Boyd y sus colaboradores cambiaron la premisa asumida en los modelos previos.
Primero permitieron que el castigo estuviera coordinado entre los distintos miembros del grupo. En su modelo, los miembros del grupo pueden comunicar sus intenciones de castigo sobre un aprovechado, pero el castigo sólo ocurre si está coordinado. Esto significa que el costo del castigo se distribuye sobre todos los miembros del grupo y no será mayor que las ganancias obtenidas por el aumento de la cooperación.
En segundo lugar, los investigadores permitieron que el costo del castigo sobre los aprovechados declinara según el número de castigadores aumentaba. Según Boyd la idea es de sentido común, porque estas dos premisas realmente existen.
Su modelo tiene tres fases en los que los grandes grupos de individuos no relacionados interaccionan reiteradamente. La primera es la fase en la que los miembros del grupo envían señales a los demás sobre sus intenciones de castigar a alguien. En la segunda fase los miembros del grupo deciden cooperar o no en el castigo. La última fase es la fase de castigo, en la que los miembros del grupo castigan a uno de sus miembros.
Los resultados del modelo se parecen mucho a las sociedades humanas, donde los individuos se encuentran y deciden si se castiga y cómo a un miembro del grupo que no coopera. Este castigo coordinado, en el que los miembros del grupo se comunican su intenciones de castigo y sólo se castiga cuando se ha superado un umbral, permite que se comparta el costo del castigo.
Boyd dice que incluso en las sociedades sin instituciones formales para el establecimiento de reglas y métodos de castigo, el castigo proveniente del grupo parece ser efectivo para mantener la cooperación.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa. [2]
Artículo original (resumen). [3]
Nota de prensa. [4]
Artículo original (resumen). [5]
Cooperación y fuerzas históricas. [6]
Zanahoría mejor que palos. [7]
Sobre la aparición de la cooperación. [8]
Cooperación y evolución. [9]
Colonias extensas de mohos mucilaginosos. [10]
¿Sentido de la injusticia en los perros? [11]
Altruismo bacteriano. [12]
Modelo matemático sobre el altruismo. [13]
Cooperación, reputación, rumores y hechos. [14]
Sobre las bases fisiológicas de las normas sociales. [15]
El sentido de la justicia viene en parte determinado genéticamente. [16]
Cooperación y castigo en modelo teórico. [17]
Tenemos un impulso igualitario innato. [18]
Confirman la región cerebral relacionada con el sentido de la justicia. [19]
La amenaza de castigo crea la cooperación. [20]
Chimpancés cooperativos y altruistas. [21]