Zanahoría mejor que palos
Los premios son mejores que los castigos a la hora de incentivar la cooperación humana.
Al parecer, según un estudio de las Universidades de Harvard y de Estocolmo publicado en Science, la recompensa funciona mejor que el castigo para la aparición de la cooperación entre humanos. Estudios previos, algunos de los cuales hemos cubierto en NeoFronteras, se centraban más en el castigo como promotor de la cooperación, mientras que en este estudio se dice que la recompensa es más efectiva.
El nuevo estudio podría ayudar en el desarrollo de soluciones al problemas que requieren que un gran número de personas cooperaren para poder alcanzar el beneficio y el éxito.
Para realizarlo se usó un juego de ordenador clásico que permitía medir las acciones colectivas en un montaje de laboratorio. Los resultados contradicen estudios previos en los que estudiaba el efecto del castigo como el único mecanismo efectivo que incentivaba la cooperación.
Según el autor principal del artículo, David G. Rand de la Universidad de Harvard, las implicaciones de este estudio van más allá de un simple juego de ordenador.
Según él todos nosotros estamos implicados en juegos de bien público, tanto a pequeña como o gran escala. El cambio climático es un juego de este tipo de gran tamaño: si cada persona hace lo que debe y reduce sus emisiones de dióxido de carbono se beneficiará todo el planeta. Pero los juegos de beneficio público incluye participar en las APA de las escuelas, ayudar a mantener limpios los lugares públicos de la comunidad en la que se vive, o realizar y compartir las tareas en el lugar de trabajo.
“En este tipo de dominios, donde la gente interactúa repetidamente con los demás para resolver algún dilema social del grupo, es para los que nuestro trabajo sugiere que la recompensa proporciona mejores resultados que el castigo”, afirma Rand. “La recompensa puede cambiar el comportamiento individual y animar a la cooperación sin las consecuencias destructivas que tiene el castigo.”
Rand y sus colaboradores examinaron el comportamiento de 192 participantes en un juego de bien público, comprobando la tensión entre el interés individual y el de grupo.
Sobre unos 50 ciclos de interacción cada participante de los cuatro que componían cada grupo tenía que decidir con cuánto contribuía al bote común que beneficiaba a los cuatro por igual. Cada participante era capaz entonces, y con un costo para él mismo, de o bien castigar o recompensar a los otros tres sujetos participantes por su contribución o falta de ella.
Como en la vida real a los sujetos del estudio les molestaba los participantes que iban por libre y que no contribuían al beneficio del grupo. Pero a pesar del enfado y antipatía hacia estos individuos la recompensa por el buen comportamiento era tan efectiva como el castigo contra el mal comportamiento a la hora de mantener la cooperación pública que lleva a mejores beneficios para el grupo. Cuando ambas opciones estaban disponibles la recompensa tendía a aumentar las contribuciones al bote común, mientras que el castigo no lo hacía y más bien disminuía los beneficios del grupo.
En estudios previos se sugería que el castigo podía empujar la cooperación en juegos anónimos de dos interacciones, donde los individuos no necesitan preocuparse por la reputación. Éste es un escenario que estos investigadores encuentran que no es realista, porque en las interacciones de la vida real la reputación siempre está presente.
Algunas veces se discute que es más fácil castigar a la gente que recompensarla, pero los autores piensan que la vida está repleta de situaciones en las que podemos ayudarnos los unos a los otros. “Esta interacciones productivas son los bloques con los que se construye nuestra sociedad y no deberían despreciarse”.
Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Sobre la aparición de la cooperación.
Cooperación y evolución.
Colonias extensas de mohos mucilaginosos.
¿Sentido de la injusticia en los perros?
Altruismo bacteriano.
Modelo matemático sobre el altruismo.
Cooperación, reputación, rumores y hechos.
Sobre las bases fisiológicas de las normas sociales.
El sentido de la justicia viene en parte determinado genéticamente.
Cooperación y castigo en modelo teórico.
Tenemos un impulso igualitario innato.
Confirman la región cerebral relacionada con el sentido de la justicia.
La amenaza de castigo crea la cooperación.
Chimpancés cooperativos y altruistas.
8 Comentarios
RSS feed for comments on this post.
Lo sentimos, esta noticia está ya cerrada a comentarios.
martes 8 septiembre, 2009 @ 12:40 am
Finalmente, mi crítica al titular publicado en http://neofronteras.com/?p=527 se corrobora con este estudio. El castigo no crea la cooperación, solo sirve para fomentarla en determinadas circunstancias. Lo que crea la cooperación es la espectativa de un gran premio.
martes 8 septiembre, 2009 @ 11:56 am
El castigo no crea una coperación… y si la crea, no es una coperación que merezca la pena :)
Saludos!
martes 8 septiembre, 2009 @ 8:56 pm
El problema con este tipo de cuestiones es que siempre las vemos a través de las gafas ideológicas que nos imponemos. Siempre es más fácil ser de izquierda o derecha, o de la religión tal o cual que así nos dictamine cómo pensar, que realizar un pensamiento crítico o investigar objetivamente el asunto. Estos estudios al menos lo intentan.
El sentido común nos dice que es difícil que cooperemos bien si nos obligan con castigo, es más fácil si nosotros mismos nos apuntamos a ello si vemos que hay expectativas de beneficio. Toda teoría económica seria sostiene que los incentivos son fundamentales para que la economía funcione (y «economía» puede ser casi todo). Pero también sabemos que sin castigo no se podrían evitar ciertas conductas, por eso existen las multas, la cárcel y otros correctivos. El que crea que el ser humano es bueno por naturaleza es un tonto.
Lo malo es que vivir con miedo no es la mejor receta para la felicidad.
Existe una ciencia de la persuasión que estudia cómo conseguir cooperación de manera sutil. En el parque del Bosque Petrificado en EEUU había una cartel que decía que no robaran piedras (fósiles de madera) porque eso estaba destruyendo el parque. El sistema no funcionaba. Lo que si funcionó según los científicos de la persuasión fue:
«La inmensa mayoría de la gente respeta el parque y no roba piedras. No sea usted uno de los pocos que lo hace.»
jueves 10 septiembre, 2009 @ 11:25 am
Citando a Neo:
«el que crea que el ser humano es bueno por naturaleza, es tonto».
Ciertamente, me gustaría que reflexionases sobre esta afirmación. Si quitas el «por naturaleza» estoy de acuerdo al 100% contigo.
Pero si añades «por naturaleza», no es una afirmación que pueda ser demostrada o aceptada (la filosofía lleva siglos con esa acepción… y nada :)
Creo entender tu postura: hay mucho ca**ón suelto, ¿no? Sí, sin duda. Pero creo que como impulso moral (o ético) deberíamos pensar más en que el ca**ón se hace, no nace. ¿No te parece? Tengo esperanza (lo cual es sólo eso: esperanza) en que si mejoras las condiciones, mejoras el ser humano…
Pero tal y como se está poniendo el futuro: el que piense que el ser humano es bueno en la naturaleza que va a venir… es un iluso :)
Saludos!
jueves 10 septiembre, 2009 @ 12:11 pm
El ser humano nace con unos condicionamientos biológicos reales sobre los que luego se asienta la cultura y la sociedad.
Como el resto de los animales nacemos egoístas porque es la mejor receta para sobrevivir en la sabana africana. También con cierto respeto a nuestros semejantes para que la especie no se autodestruya, pero esto no impide que, por ejemplo, los chimpancés organicen cacerías (guerras) y maten a otros chimpancés.
Si no somos buenos por naturaleza (no nacemos buenos) tampoco somos malos por naturaleza, la bondad o maldad son conceptos culturales. Aunque también hay un 1% de psicópatas que probablemente nacen así.
Sea por cultura o biología, y admitiendo un margen de maniobra para cambiar las cosas (el cuánto creamos que se puede cambiar depende fundamentalmente de nuestra ideología), no todos somos perfectos. El caso es que si se parte de una premisa falsa («todos somos buenos» o «todos somos malos») se llega a conclusiones erróneas.
Incluso dentro de cada individuo hay toda una gama de grises. Hasta Hitler tuvo una amante, algo positivo vería en él.
viernes 18 septiembre, 2009 @ 9:39 am
Yo no creo que la bondad o la maldad sean sólo conceptos culturales. Tengo entendido que fue Darwin el que dijo que un individuo «bueno» es el que contribuye a la supervivencia de su especie. Me parece una buena definición de algo muy real, una caracterización del comportamiento que tiene resultados medibles desde el punto de vista biológico. Otra cosa es que se considere que ir por el poblado en «topless» sea algo bueno o malo, eso sí es cultural. Quizá se produce una confusión al utilizar la palabra en dos sentidos diferentes.
Como dice Neo, abunda la gente que adquiere en un momento de su vida como lema el «todos buenos» o el «todos malos». Este lema les guía, les dice a quién votar y cómo enfrentarse a las situaciones cotidianas. El caso es que para llegar a semejante conclusión hay que desechar siempre como irrelevantes un montón de contraejemplos. Se hace una simplificación de la vida en aras de una búsqueda de guía para la misma. Y, a partir de ello, se cometen muchos errores, incluso a nivel legislativo.
domingo 18 octubre, 2009 @ 6:15 pm
La cuestión pasa por el paradigma y la cosmovisión. Los seres humanos nacen condicionados genética, biológica y socialmente, pero no están determinados. Hay que hacer historia de los paradigmas, como lo hizo Thomas Khun. El paradigma mecanicista- reduccionista tiene su propio origen ideológico y su propio contexto histórico que le diera nacimiento (el maquinismo industrial capitalista) Ahora se está generando otro paradigma y cosmovisión, resultante de la grave crisis ambiental que sufre el planeta. Viéndolo sistémicamente y considerando la emergencia de los sistemas abiertos (como los biológicos) está claro que los seres biológicos más complejos tienden a más cooperación y cuanto más logran cooperación, más complejas y amplias pueden ser las sociedades que conforman. La propia historia humana da cuenta de ello y es esta historia la que indica que la cooperación no se logra con un sistema preponderantemente castigador y represor, sino con un sistema que incentive la participación y el compromiso para el bien común, que es el bien individual de todos al mismo tiempo. Somos tan egoístas como solidarios, depende del contexto social y de los recursos naturales disponibles. Teniendo en cuenta la historia y los desafíos ecológicos actuales, está claro qué enfoque se debe desarrollar para lograr la adaptación humana a los nuevos desafíos planetarios.
lunes 19 octubre, 2009 @ 2:11 am
Por cierto, a partir del Premio Nobel de Economía para Elinor Ostrom está visto que el ser humano puede superar su egoísmo y saber administrar los bienes comunes. Más en http://nobelprize.org/nobel_prizes/economics/laureates/2009/ecoadv09.pdf , http://goliath.ecnext.com/coms2/gi_0199-1831344/Elinor-Ostrom-2000-El-gobierno.html