Tenemos un impulso igualitario innato
Un experimento en psicología económica encuentra que tenemos tendencias igualitarias.
Al parecer las personas son capaces de usar su propio capital para conseguir que los más afortunados sean un poco menos afortunados desde el punto de vista económico y que los pobres consigan algo más de dinero.
En estudios previos se habría demostrado que la gente está dispuesta a perder dinero si con ello castigaba o recompensaba a otros, especialmente en experimentos en los cuales la contribución en un bote común beneficiaba a todos. Pero en esos casos es difícil determinar si las acciones son motivadas por unas preferencias hacia el igualitarismo o si obedecen a un deseo de reforzar las normas que animan a la cooperación del grupo.
James Fowler de University of California en San Diego y sus colaboradores diseñaron un juego para ver qué es lo que realmente nos mueve en este tipo de situaciones.
Según sus resultados el igualitarismo es algo más que una idea mantenida por filósofos, teóricos de la política o defensores de las utopías. Al parecer aunque eliminemos el interés propio y los factores de cooperación del grupo, los humanos tendemos a dar a los pobres y a quitar a los ricos incluso si nos cuesta dinero propio.
Según Howler el experimento muestra que las tendencias igualitarias emanan de la evolución de la cooperación y reciprocidad en los humanos y que una de las razones por las que cooperamos puede ser precisamente porque nos gusta la igualdad.
Un análogo de esta tendencia en el mundo real lo tendríamos en el sistema progresivo de impuestos que gravan más a los más ricos.
Si la gente tuviera menos sentido de la igualdad el mundo probablemente sería mucho más desigual de lo que ya es.
En el experimento participaron 120 voluntarios y se realizó en seis sesiones distintas, cada jugador jugó el juego un total de cinco veces y en grupos de cuatro. Además la composición del grupo cambiaba cada vez y a los participantes se les negaba el acceso al historial de juego de los demás. De esta manera se eliminaba en el experimento las tendencias de revancha mediante por el enmascaramiento de los otros participantes que les hacía imposible desarrollar una reputación (buena o mala).
A los participantes se les asignaba una cantidad aleatoria unidades monetarias de entre cuatro que eran canjeables por dinero real. En cada jugada la computadora asignaba 12, 16, 24 o 36 de estas unidades cada jugador. Cada unidad monetaria se canjeaba posteriormente con 5 centavos de dólar (quizás demasiado poco).
A cada jugador se le mostraba lo que conseguían los demás pero no quien se llevaba cada suma. Entonces se les daba la oportunidad de mantener el reparto tal y como estaba o reducir su propio capital en una unidad para poder reducir o aumentar el capital de los demás. Después se mostraban las ganancias de cada partida.
La alteración del reparto era muy frecuente y cerca de tres cuartos de los participantes pagaron al menos una vez para que otros redujeran o aumentaran sus ganancias. Un tercio efectuó esas operaciones cinco veces o más. El impulso igualitario era más fuerte de lo que previamente estos investigadores habían pensado.
Los sujetos que recibían de entrada más capital eran penalizados por los demás más frecuentemente y más duramente con una media de tres cuartos de unidad por cada unidad que tuvieran por encima del promedio. Por el contrario, aquellos que empezaron con menos que los demás recibieron capital en una media de ocho décimos de unidad por cada unidad que estuvieran por debajo del promedio.
El patrón de comportamiento tenía como efecto igualar los ingresos de todos. Además el comportamiento de los jugadores no cambiaba conforme adquirían más experiencia con el juego, siendo por tanto muy claro para ellos que no había nada que ganar con su comportamiento altruista.
El comportamiento tampoco dependía de si habían sido obsequiados o castigados en las partidas anteriores.
Todo ello indica que se movían por ciertos principios más que por una táctica razonada.
A los jugadores se les entregó un cuestionario diseñado para estudiar sus emociones que revelaron altos niveles de enfado, enojo y molestia ante una hipotética situación en la que uno de los jugadores obtenía mucho más capital que los demás. Los que mostraban más de estos sentimientos fueron los que tenían más tendencia hacia una distribución más igualitaria durante el juego.
Según los investigadores es la ira y el enojo hacia las personas que ganan más lo que mueve a los participantes hacia esta política.
Fowler ha podido determinar además que el comportamiento en este juego se correlaciona con la participación política de los individuos. Los más igualitarios en el juego suelen votar y participan más activamente en la vida social y política de su entorno.
Según Fowler el impulso «Robin Hood» mostrado en el laboratorio parece trasladarse a ser un buen ciudadano en el mundo real.
El impulso igualitario sería una de las razones por las que mostramos más cooperación que otras especies y somos más propensos a castigar a los que no cooperan, incluso cuando el castigo va en contra de nuestros intereses.
Según Robert Frank de Cornell University en Ithaca (New York), y no participante en el estudio, la desigualdad es peligrosa y alienta fricciones y disputas. Afirma además que nuestra habilidad para evitar parcialmente ese conflicto a través de ese mecanismo puede habernos dotado de una ventaja competitiva desde el punto de vista evolutivo.
Ernst Fehr de la Universidad de Zurich (Suiza) dice que este estudio muestra que una combinación de altruismo e igualitarismo nos motiva para castigar a los caraduras, y está en consonancia con lo que nos cuenta la antropología sobre las sociedades pequeñas en todo el mundo. En ellas se comparten alimentos, y en algunas de ellas incluso se ha desarrollado un «estado del bienestar» a pequeña escala que distribuye las ganancias a través de una distribución de alimentos independientemente del éxito que se tenga cazando.
¿Hay un pequeño comunista anidando en nuestros corazones?
Fuentes y referencias:
Nota de prensa de UCSD.
Sobre cooperación.
Sobre el sentimiento de justicia.
Resumen del artículo en Nature.
7 Comentarios
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miércoles 18 abril, 2007 @ 7:59 am
Si en los grupos sociales pequeños se da el altruismo, lo que según mi experiencia me parece muy cierto, habría que establecer algún tipo de corrección a esta globalización de todo orden, porque parece que aumenta la diferencia del bienestar entre el primer mundo y el resto.
jueves 19 abril, 2007 @ 4:02 pm
Me temo que ese es otro tema. Es fácil ayudar a las personas que conoces si éstas han tenido mala suerte, no es tan fácil si son desconocidos, y nadie ayuda a los que no se quieren ayudar a sí mismos aunque sean conocidos.
Y es dificil ayudar a regímenes y sociedades absolutamente corruptas poblados por indivíduos anónimos.
Cuando se solicita ayuda para el tercer mundo normalmnete se pide que sean «los demás» (los estados, los ricos, las instituciones, etc) los que hagan algo, pero la cuestión es saber qué estamos dispuestos a hacer cada uno de nosotros a título individual.
¿Qué hace usted?
jueves 5 julio, 2007 @ 1:16 am
El comunismo puede funcionar pero solo si afecta al 100% de la comunidad, los fracasos de por ejemplo Cuba, se deben a que todos son «iguales» menos el jefe y sus cercanos.
Yo estoy seguro que un modelo de reparto 100% proporcional sería la solución a todos los problemas del mundo… Mas eso es imposible porque los «lideres» no estarían dispuestos a bajar su nivel de superioridad.
viernes 12 octubre, 2007 @ 9:55 am
Sres. de NeoFronteras: Respondo a su pregunta sin enfado, porque cuando leí su respuesta me molestó: Poco. Tengo una cierta excusa y es que soy un jubilado que habrá de trabajar toda su vida. Hago una pequeña aportación mensual a una organización verdaderamente altruista y debo dedicar más de la mitad de mi tiempo a dos familiares que me necesitan. Pero me pregunto si en el caso de que me fuera posible sería más generoso.
Refiriéndome a la opinión de Jon, tiene buena parte de razón, pero los que dominan, los afortunados con fortuna económica, del mundo capitalista están muy interesados en que no prospere la igualdad, aunque fuera relativa a la contribución a lo social.
Creo que la corrupción tiene que ver mucho con la genética y debería estudiarse profundamente por la psicobiología.
viernes 12 octubre, 2007 @ 12:41 pm
Estimado Tomás, por el contrario, parece que usted hace bastante por los demás.
Por otro lado los seres humanos somos muy complejos y hacer ciencia en este campo es muy difícil y complicado. En este tema no sólo entra en juego el igualitarismo, sino el sentimiento de justicia, y los genes y los circuitos neuronales no tienen por qué hilar muy fino y mantener las fronteras nítidas. A veces lo más importante es la igualdad de oportunidades y que cada cual aproveche éstas con trabajo, esfuerzo y ganas para obtener méritos y finalmente recompensas. Los incentivos y correctivos son la base de todo sistema económico exitoso y la corrupción la causa principal de su fracaso. Esto se pude aplicar tanto a un sistema capitalista de «libre mercado» como a un sistema comunistas de «dictadura del proletariado».
viernes 12 octubre, 2007 @ 12:44 pm
De todos modos suena razonable que los seres humanos, por ser seres sociales, hayamos desarrollado sentimientos y mecanismos para la mejor supervivencia del grupo social como muchos experimentos parecen demostrar:
http://neofronteras.com/?p=702
http://neofronteras.com/?p=995
sábado 23 agosto, 2008 @ 4:24 am
Con el nuevo estudio sobre las ventajas evolutivas del altruismo, está claro que el sentido de igualitarismo es una gran ventaja que debemos potenciar culturalmente, así aseguramos una sociedad más justa, con menos exclusión y por tanto con menos violencia interna y más paz social justiciera, la única garante de supervivencia de la humanidad, de cara al aumento exponencial de capacidad tecnológica para producir armas de destrucción masiva al alcance de todos.