Ontogenia y filogenia del lenguaje
Niños de 2 años ya saben las reglas básicas de la gramática, mientras que los chimpancés no las aprenden nunca aunque sepan usar una lengua de signos.
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Cuando se estudian con cuidado los animales, sobre todos los más cercanos al hombre desde el punto evolutivo, nos damos cuenta de que muchas características que en principio juzgamos sólo humanas ya están en ellos. Así, se puede comprobar que tienen el concepto de justicia, de cooperación o el sentimiento de empatía. Incluso tienen atisbos de lo que parece ser cultura. Están en un grado inferior al humano, pero ya están ahí. Parece que es sólo una cuestión de cantidad en lugar de calidad. ¿Es así en todo?
Chomsky propuso hace tiempo que el ser humano nace ya con una gramática universal precargada que se adapta al contexto cultural del niño, esto es, a la lengua en la que crece. Desde entonces parece que esta hipótesis se viene confirmando. ¿Tienen los animales algo parecido? Al fin y al cabo, a algunos primates se les ha logrado enseñar un rudimentario lenguaje de signos.
Un estudio realizado por Charles Yang de University of Pennsylvania indica que los niños de 2 años de edad ya saben manejar las reglas básicas de una gramática cuando empiezan a hablar y no simplemente imitan a los adultos. Sin embargo, este no es el caso de los chimpancés.
En el proyecto Nim (años setenta) se enseño un lenguaje de signos a un chimpancé a lo largo de muchos años, pero nunca consiguió adquirir las reglas gramaticales básicas que sí tiene un niño de 2 años de edad. Este proyecto proporcionó el único conjunto de datos públicamente disponibles hasta el momento sobre la adquisición de un lenguaje por parte de un animal.
Desde hace tiempo los lingüistas han debatido sobre si los niños realmente saben las reglas gramaticales o simplemente las memorizan por imitación de los adultos. El problema suele ser que los niños de esas edades tienen un vocabulario demasiado escaso como para proporcionar suficientes ejemplos de uso de la gramática.
Según Yang, aunque los niños no digan mucho, eso no significa que no sepan nada acerca del lenguaje. Añade que, pese a la superficial falta de diversidad en los patrones hablados, si se estudia con cuidado se ve que los niños saben bastante sobre el lenguaje.
Para estudiar este asunto Young se fijó en conceptos gramaticales sencillos, como el uso del artículo definido e indefinido o el uso de la conjunción “o”. El reto fue demostrar que los niños entendían las reglas gramaticales que usaban. Los niños no suelen cometer errores en el uso de los artículos, pero eso no significa que sepan las reglas gramaticales correspondientes. Puede que simplemente las hayan memorizado mediante la imitación de adultos.
Para solventar este problema Yang se aprovechó del hecho de que muchos nombres pueden ser emparejados con un artículo definido o indefinido para producir una frase correcta, pero las frases resultantes pueden tener diferentes usos o significados. Esto hace que las combinaciones varíen en frecuencia.
Así por ejemplo “el cuarto de baño” es más común que “un cuarto de baño”, mientras “un baño” es más común que “el baño”. Estas diferencias no tienen nada que ver con la gramática, sino con la frecuencia en la que las frases que contienen esas combinaciones son usadas. Simplemente hay más oportunidades de usar frases como “necesito ir al cuarto de baño” o “el perro necesita un baño” que frases como “hay un cuarto de baño en el segundo piso” o “el baño está demasiado frío”.
Esto significa que la probabilidad de usar un artículo en particular con un nombre dado no es del 50%, sino que está escorado hacia “el” o “un”. Estas tendencias pueden ser caracterizadas mediante las leyes estadísticas generales de la lengua, que Yang usó para desarrollar un modelo matemático.
Este modelo fue capaz de diferenciar entre la diversidad esperada en el lenguaje si un niño usaba realmente una gramática y la que usaría por simple imitación de adultos. Debido a estas diferencias en las frecuencias, un adulto podría decir “el cuarto de baño” a un niño, pero nunca “un cuarto de baño”, sin embargo el niño sería capaz de decir “un cuarto de baño” si comprendiera la gramática subyacente.
“Cuando comparas lo que el niño podría decir si siguiera las reglas gramaticales frente a lo que dice encuentras que es casi indistinguible”, dice Yang. Añade que si se simula la diversidad esperada cuando un niño está sólo repitiendo lo que los adultos dicen se produce una diversidad muy por debajo de lo dicho por el niño en la realidad.
Como comparación Yang aplicó el mismo modelo predictivo a lo que el chimpancé Nim Chimpsky conseguía expresar. Encontró que el chimpancé no seguía las reglas gramaticales tal y como lo hacen los humanos, por lo que en este caso sí aprendería por imitación de los humanos, simplemente memorizaba sin entender.
Esto sugiere que el verdadero aprendizaje de la lengua es único en la especie humana y está presente en estadios muy tempranos del desarrollo.
“La idea de que los niños solamente imitan el lenguaje de lo adultos es muy intuitiva y ha tenido un resurgimiento en los últimos pocos años, pero hay pruebas estadísticas fuertes en favor de la idea de que los niños realmente conocen mucho acerca de la gramática abstracta a muy temprana edad”, dice Yang.
Así que parece que ya hemos encontrado algo que sí nos diferencia cualitativamente del resto de los animales.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4083
Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original.
23 Comentarios
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lunes 15 abril, 2013 @ 12:04 pm
Este tema es ciertamente interesante y de plena actualidad. En los últimos años han surgido teorías de lingüistas que tratan de llamar la atención para tumbar las teorías de Chomsky y, una vez tras otra, van cayendo por su oportunismo. El reciente caso de los nativos amazónicos ‘pirahás’, que trataba de demostrar que existía un pueblo sin la gramática genética (como oposición a la gramática ‘cultural’), ha tenido mucha repercusión en todo el mundo y mucho apoyo por cierto esnobismo cultural que da titulares a los grandes medios. Sin embargo, de ha vuelto a demostrar que era un fraude y que Noam Chomsky tenía toda la razón en sus teoría. Tiene su gracia que un intelectual transgresor, avanzado y visionario como Chomsky sea acusado de conservador por estos rivales.
Un saludo y gracias por mantener esta web tan interesante.
lunes 15 abril, 2013 @ 3:10 pm
Es verdad que hay ciertas fuerzas de reacción en el mundo de las «ciencias humanas». Se trata de reducirlo todo a «cultura» sin tener en cuenta el factor biológico. De nuevo la «tabula rasa».
Cuenta Frans de Waal que cuando descría un experimento sobre el sentido de justicia entre monos un filósofo le dijo que eso era imposible porque eso fue inventado durante la revolución francesa por los humanos.
lunes 15 abril, 2013 @ 5:13 pm
Neo, te pediría el favor que me expliques un poco tu concepto de tabula rasa aplicada a la sociedad, o según tu punto de vista, dado que recientemente llegué a una conclusión similar pero desde diferentes perspectivas como pueden serlo, el determinismo, las leyes escritas y no escritas de los mercados, las industrias y el progreso entendido como un vector (en lugar de progreso como una suma masomenos calculada de factores). La idea no es pues generar una teoría sino tener un poco mas claro la influencia política de las ciencias así sea una idea un poco difusa.
lunes 15 abril, 2013 @ 6:35 pm
Esto de la tabula rasa viene a decir que los humanes carecen al nacer de naturaleza definida, que somos recipientes que la cultura rellena. Parece que el primero en mantener una tesis de ese estilo fue el humanista Pico della Mirándola. Desde Pico hasta algunos conductistas, existencialistas y constructivistas sociales posmodernos, pasando por los idealistas y marxistas, muchos han pensado que la especie humana carece de naturaleza, que somos pura libertad e indeterminación. Según ellos venimos al mundo como una hoja en blanco (tamquam tabula rasa).
Hay una buena introducción histórica sobre este asunto en el primer capítulo de «La naturaleza humana» de Jesús Mosterín.
lunes 15 abril, 2013 @ 7:58 pm
Pues parece ser que venimos dotados de fabrica con unos cuantos e imprescindibles accesorios que nos confieren notables diferencias, tanto cuantitativa como cualitatívamente, con nuestros mas próximos parientes vivos homínidos. Y esto gracias a un proceso evolutivo carente de objetivos predeterminados.
Interesantísimo, en todas sus facetas, este proceso por el que hemos llegado a ser «Homo tecnotribalgramáticus».
La «tabula rasa», aunque sea mucho lo que se pueda escribir en ella, no parece estar tan «rasa»
Saludos a todos.
lunes 15 abril, 2013 @ 10:40 pm
Si aceptamos del hecho que los chimpances no tienen gramatica y aceptamos que tenemos una gramatica basica precargada en los genes, seria muy interesante que alguien investigue como pudo algo tan complejo y abstracto como la gramatica evolucionar en tan pocos millones de años
lunes 15 abril, 2013 @ 10:42 pm
Sobre la tabula rasa, solo hay que tener dos (o mas) hijos para darse cuenta que por mas que lo intentes, siempre serán distintos, y siempre tendran rasgos distintivos desde muy pequeños, que dificilmente provienen de la educacion
martes 16 abril, 2013 @ 2:05 am
Me encanta el tema que habéis puesto sobre el tapete, en el comentario 30 de la noticia «Abejas estimuladas por cafeína» había hecho referencia al mismo y la verdad es que estaba deseando charlar con vosotros.
El concepto del indeterminismo de la condición humana se puso muy de moda en la primera mitad del siglo XX quizás aburridos por los aproximadamente 100 años de determinismo laplaciano precedentes.
Es interesante lo que comenta Gerardo: una extensa corriente existencialista encabezada por Sartre consideraba que la naturaleza no condiciona los actos humanos, sino que son los actos humanos los que determinan al hombre.
Se consideraba que la educación era determinante y que dos niños de orígenes muy diferentes acabarían comportándose de modo similar si viven en las mismas condiciones y reciben la misma educación.
En el siglo XIX, bajo la influencia de Laplace se pensaba justo lo contrario: un ejemplo muy bueno es Oliver Twist, un niño que vive en los suburbios, de muy buen corazón y gran belleza física que contrasta con la de su amigo que es feo, malicioso y desconsiderado…al final del libro se desvela que Oliver es en realidad hijo de una familia «noble» como explicación a su belleza y su bonhomía.
En la actualidad el papel de la Genética a cobrado mucha fuerza. He oído decir que el ser humano es 50% genética y 50% influencia del ambiente, otros científicos consideran que el papel de los genes es preponderante.
martes 16 abril, 2013 @ 8:33 am
Una cosa es la diversidad genética de los individuos y otra la homogeneidad que nos confiere la especie, las dos desenrasan la tabula, pero a dos niveles distintos.
La tribalidad, la dependencia de la tecnología, (por simple que sea) y la aptitud gramática, son marcas en la tabula a nivel de especie.
Saludos.
miércoles 17 abril, 2013 @ 1:48 am
Los niños pequeños tienen un «periodo ventana» durante el cual son capaces de aprender varias lenguas (aunque sean muy diferentes) sin aparente dificultad. Cuando el niño se hace mayor la ventana se cierra y si quiere aprender una nueva lengua le resultará más complicado.
Creo que todo esto está en relación con el establecimiento de rutinas que adopta el cerebro (algo sobre lo que hablábamos hablabamos hace unos días): una vez que aprende algo tiende a repetirlo y a dar siempre una respuesta estereotipada y es el mismo motivo por el que nos hacemos testarudos y nos cuesta cambiar de opinión. La causa es que la creatividad se halla inhibida, pero esto es diferente en los niños pequeños, tienen una imaginación y una creatividad desatada, les resulta difícil distiguir lo animado de lo inerte, todo lo que perciben puede tener vida y no tienen problemas para admitir explicaciones «mágicas» a lo que ocurre.
miércoles 17 abril, 2013 @ 10:04 am
Estimado Miguel Ángel
Esto que apuntas puede estar relacionado con la tribalidad.
Hasta cierta edad asimilamos perfectamente los memes de nuestra tribu, sean cuales sean, sin cuestionar nada, ya que estos no se trasmiten genéticamente. Una vez asentados en nuestra mente, de adultos es bastante mas difícil cambiarlos. Seria muy desestabilizador para cualquier tribu que los adultos cuestionaran sus memes: su organización, sus técnicas, sus mitos, ritos, tabúes, creencias etc. En definitiva los «genes» de su tribu.
La presión selectiva sobre los animales eusociales se ejerce sobre el grupo como si de un solo organismo se tratara y a nivel individual sobre los reproductores, pero íntimamente ligada a la eficiencia grupal (colmenas hormigueros ,etc.). En nuestro caso se produjo sobre las tribus, pero con la complejidad que produce el que todos los individuos sean potencialmente reproductores y la facilidad de transmisión horizontal que tienen los memes.
Saludos.
jueves 18 abril, 2013 @ 12:15 am
Querido amigo Pocosé:
Me parece muy acertada tu reflexión. Haces referencia a la facilidad con la que se transmiten los memes: algo que llama la atención sobre los mismos es que, según los describe Dawkins, parece que tengan tal potencial que no sería exagerado decir que se comportan como entes vivos.
Como muy bien señalas, de niños quedamos impregnados por ese bagaje cultural de la sociedad a la que pertenecemos de tal forma que resulta muy difícil y arriesgado ir «contra corriente». Me parece muy plausible que lo que subyazca sea el temor a ser excluídos de la sociedad a la que pertenecemos, el «miedo al abandono» que tiene mucho de atávico: Eduardo Punset ya señala en sus libros que en las sociedades primitivas ese abandono (ser expulsados de la tribu) era algo tremendo porque solía significar la posterior muerte del sujeto expulsado.
En la actualidad el abandono o expulsión, no suele seguirse de una muerte física del sujeto, sin embargo sí que puede conllevar la muerte anímica del sujeto.
En este punto nos puede resultar más fácil comprender por qué las mujeres que viven en sociedades poco tolerantes y muy machistas (como es el caso de las mujeres de la India, muchos paises islámicos, gitanos, mormones…) tienen auténtico temor a enfrentarse a los estereotipos de la cultura (muchas veces subcultura) a la que pertenecen. Son muchas las razones para desistir: ser repudiada no sólo por la sociedad sino por tu propia familia es algo muy duro de asumir. Otro muro adiccional se les presenta al plantearse «¿a dónde me voy?» cuando todas las personas con las que te has relacionado hasta el momento pertenecen a esa cultura que ahora las condena.
Esto último aparece retratado magníficamente en la película «Malena» interpretada por Monica Bellucci: a pesar de haber sido la prostituta de un pueblo pequeño y de haber recibido una monumental paliza por parte de las lugareñas por acostarse con los soldados alemanes, Malena acaba regresando a su pueblo para aferrarse a sus raices, a sus memes, a su identidad.
jueves 18 abril, 2013 @ 9:26 am
La dicotomía genes-memes, antes naturaleza-cultura o herencia-crianza, genética-aprendizaje etc. parece reincidente. Pero es bastante ilógico preguntarse qué % corresponde a cada influencia en el comportamiento o las facultades de un ser. No resulta muy distinto que intentar conocer qué parte corresponde al músico y cuanta al instrumento en una melodía. Simplemente me parece una cuestión absurda porque una cualquiera, sin la otra, no puede darse. Es, simplemente una pregunta que no podemos hacernos, que no tiene respuesta.
En cuanto a la existencia de una especie de circuitos preexistentes en el ser humano para ser humanos, es de obligado cumplimiento. También ha de haber circuitos en los chimpancés para ser chimpancés. Y, posiblemente, nunca podamos aprender algunas de sus reglas de comportamiento.
Un animal que me fascina y que sería digno de ser estudiado bajo este punto de vista es el pulpo, porque dispone de una gran inteligencia y su comportamiento ante los problemas que se le plantean no pueden venir sino de los genes puesto que el padre le es desconocido, la madre muere de inanición y fatiga con la eclosión de su puesta y los diminutos pulpos viven sin contacto de unos con otros en el extenso océano, supongo que, en su diminuta infancia, alimentándose de zooplancton. Es decir, que aquí no hay memes que valgan salvo los que puedan obtenerse en una época, al menos juvenil, siendo además un animal nada social.
Como finaliza el artículo: «… ya hemos encontrado algo que sí nos diferencia cualitativamente del resto de los animales». En cualquier web del mundo de los chimpancés, de los pulpos, delfines, etc. habrían llegado a la misma conclusión sobre sí mismos.
Un fuerte abrazo.
jueves 18 abril, 2013 @ 6:10 pm
Estimado Tomàs
No se si es mas o menos lógico o ilógico preguntarse que tanto por ciento de lo que somos es genético y que otro memético.
Lo que si me parece bastante lógico es, que mientras no vayamos comprendiendo y aceptando, lo que realmente somos y porque, no estaremos en condiciones de decidir, al menos, lo que no queremos llegar a ser, como individuos y como especie.
Más abrazos
jueves 18 abril, 2013 @ 8:20 pm
En mi experiencia personal con niños viví con interés el caso de uno que utilizaba la tercera persona para referirse a sí mismo. Si se le preguntaba dónde estaba la pelota, solía contestar, «el keke ( su apelativo familiar) no sabe «, o en la mesa » el keke no pincha» equivalente a «no tengo tenedor»… el giro acabó cuando el niño descubrió el uso y significado del yo y la primera persona del lenguaje. Del mismo modo que mi nóvil no soporta aplicaciones muy modernas sencillamente porque su circuitería no es la adecuada, creo que la del cerebro humano posee desde el nacimiento la necesaria para aplicaciones como el lenguaje, la consciencia, etc. y que por mucho que entrene a mi viejo móvil, dudo que saque fotos, me muestra páginas web o mi posición por GPS. Digo yo. Saludos.
viernes 19 abril, 2013 @ 9:20 am
Estimado Petrus
Tu viejo móvil seguro que puede servir como detonante a distancia para una potente bomba, claro que el no sería consciente de ello.
Por genética nuestra especie si puede llegar a ser consciente de la destrucción que ha causado, esta causando y puede causar. Pero para variar esta tendencia sería necesaria una gran difusión de ciertos memes y la eliminación de ciertos otros, así como controlar ciertas cargas genéticas como la tribalidad, por ejemplo.
Saludos.
martes 23 abril, 2013 @ 12:27 am
Maese tomás:
No te falta razón, lo del 50% es una estimación aproximada sobre algo incalculable. Pero las hay peores, me viene a la memoria una de mis tiempos de estudiante: había un profesor que decía «del cerebro sólo conocemos un 10%, el 90% es desconocido»…una auténtica «perla» ¿verdad?
Abrazos incalculables.
jueves 25 abril, 2013 @ 9:09 am
Verdad, querido amigo, verdad. Llevaba unos días sin visitaros, porque la misma vida me arrastraba sin medida. Pero echaba de menos este sosegado meditar, vuestras amables palabras, el suave empujar de Neo por los caminos de la ciencia. Desearía que todo esto no me faltase nunca porque hoy, por ejemplo, es como un bálsamo que preciso.
Recibe y recibid todos mi abrazo más cálido y sincero.
viernes 26 abril, 2013 @ 3:48 pm
Pues ya te echaba de menos, querido «tomás», también deseo sinceramente que no hayas quedado hecho un acerico después de ese arrastre que comentas.
Es mi deseo ayudarte, pero ya sabes que debes ser tú mismo el que encuentres el camino hacia el sosiego, yo sólo te puedo ofrecer una pista sumándome a la recomendación que hace Matthieu Ricard para los momentos difíciles (el habla de «cuando los pensamientos se alzan en armas»): la recomendación es no dejar al cerebro que siga dándole vueltas al mismo asunto intentando desesperadamente encontrar motivos y soluciones. Ante los problemas, nuestro cerebro automático tiene tendencia a pifiarla totalmente, se pone a darle vueltas de modo obsesivo y con ello sólo logra empeorar la ansiedad. Eres buen conocedor de dicho aspecto porque te he oído comentar que te gusta autoexplorar tus pensamientos y te has dado cuenta de que afloran de modo espontáneo…bueno, pues eso es una buena noticia porque el primer paso para apaciguarse es darse cuenta de que todo es una ilusión cerebral del cerebro que tiende a neurotizar a las primeras de cambio.
Ricard recomienda obligar al cerebro a concentrase en otra cosa ,por ejemplo, en la respiración, fijando la atención en la sensación sutil que produce la entrada y salida de aire por las fosas nasales, si lo que queremos es relajarnos debemos contar después (y no antes, puesto que si contamos antes despertamos al cerebro) de inspirar y espirar, es decir: inspiro, espiro y cuento (uno), inspiro, espiro y cuento (dos), etc.
También se recomienda el uso de antídotos y autorrefutar lo que nos viene a la mente, por ejemplo: si el pensamiento negativo que aflora es » lo he hecho mal» el antídoto sería pensar inmediatamente «no lo he hecho tan mal» o «he aprendido y la próxima vez lo haré mejor».
Recordarás que hace algún tiempo andaba yo de bajón por una discusión fuerte con mis suegros que había enfadado a mi mujer…bueno, pues si bien es cierto que con estas técnicas no suelo lograr una solución inmediata, en esta última ocasión me dediqué a ellas con especial atención, tanto en la relajación como con los antídotos, y en unos cuantos días noté que, al desculpabilizarme, había mejorado mucho.
Ya sabes también que todo es efímero y por ello también es cierto lo de que «no hay mal que cien años dure». Por desgracia esto también es aplicable a la dicha…¡Ojalá hubiese «seguros de felicidad»!
Siempre viene muy bien que te abracen en medio de la tormenta, así que ¡ahí van un millón de abrazos!
domingo 28 abril, 2013 @ 9:42 am
Mi querido amigo:
Mientras te leía sonreía sintiendo una especie de paz. Eres una persona extraordinaria, siempre dispuesto a ayudar, a dar un buen consejo. Te has molestado hasta en pormenorizarme la técnica, que te aseguro seguiré.
Preciso: Ya lo he practicado; entre uno y otro párrafo y puedo avalarlo aunque la experiencia haya sido tan breve. Quizá también tus palabras han ayudado. Posiblemente ya estaba en camino de recuperación. En fin, que todo cuenta.
Anoche conversaba con mi amada pareja: le decía que no debemos preocuparnos tanto por el futuro, que basta el corto plazo y hasta sólo el ahora porque cualquier suceso inesperado nos puede cambiar la vida, volverla como un calcetín. Así que hay que gozar lo que se tiene en el instante y, si queremos prever el futuro, imaginar lo mejor; en resumen, no hacer ningún caso a Murphy. Con esa técnica, la de imaginar lo mejor probable, en vez de lo peor, al menos ya estás gozando del ahora. No pido imaginar imposibles pero sí que ante dos futuros igualmente posibles, escojamos esperar el mejor.
No sigo por no convertir nuestra querida web -perdona Neo por apropiármela- en un consultorio sentimental. Te devuelvo, aunque me los quede -cosa posible aunque no lo parezca, porque gozan de gemación- ese millón de abrazos y uno más para evitar prescripción.
viernes 3 mayo, 2013 @ 1:28 am
Maese tomás:
Pues no sabes como me ha alegrado leer tu mensaje. Vuelvo a usar el «maese» porque has vuelto a dar en el clavo, amigo: en medio de ese pasado que ya no es y ese futuro que todavía no ha llegado sólo nos queda el efímero presente que se nos escapa entre las manos, sólo nos queda el momento (como muy bien dices).
Hay un libro que se ha convertido en un best seller («El monje que vendió su Ferrari») que no para de hacer hincapié en ese aspecto, en proyectarnos sólo en el presente, lo puedes encontrar en la red de forma gratuita. Sólo hay que salvar el escollo de que lleva adosadas muchas referencias al budismo y al cristianismo, pero lo que cuenta es en esencia muy útil.
Es la única forma de contrarrestar una mala costumbre que tiene el cerebro: se dedica de forma automática a predecir lo que va a ocurrir en el futuro y, como decía un investigador entrevistado por Punset, «lo suele hacer rematadamente mal».
Pero me has dejado totalmente despistado cuando has hecho referencia a tu pareja cuando lo último que sabía es que te habías enamorado…tanto que he tardado unos días en contestarte porque dudo si voy a meter la pata al darte la enhorabuena (espero que no).
Por último, quiero agradecerte los halagos que me dispensas, aunque te puedo asegurar que soy un tipo de lo más normal (y no es falsa modestia).
Un gran abrazo en un gran momento.
viernes 3 mayo, 2013 @ 2:04 am
Un error: el libro al que me refería es «El poder del ahora», de Eckhart Tolle.
viernes 3 mayo, 2013 @ 7:09 pm
No te equivocas, querido amigo: Mi hija me regaló ese libro que citas aunque aún no he podido meterle mano porque la tengo llena de hormigas que se salen del titulado «La conquista social de la Tierra», del admirado E. O. Wilson, tan forma-lito (hormiga-piedra)él y tan sabio.
Un fuerte abrazo desde mi nube particular.