La fragmentación del bosque es nefasta
La inundación permanente producida por una presa pone de manifiesto lo nefasta que es la fragmentación del bosque para la biodiversidad.
La ciencia es el único sistema de adquisición de conocimiento objetivo que tiene el ser humano. Pese a la presión del principio de autoridad, de las opiniones, de la fe o de las presiones de grupos religiosos o políticos, al final la ciencia proporciona la mejor explicación temporal para los hechos con los que tenemos relación material.
La ciencia avanza gracias a que generalmente se puede contrastar una hipótesis con la realidad a través de un experimento o la observación de los experimentos que la Naturaleza ha realizado ya por nosotros. Cuando no se puede hacer esto el avance de la ciencia simplemente se detiene.
Esta limitación experimental a veces es absoluta. Nunca sabremos qué hubiera pasado si no se hubieran extinguido los dinosaurios, por ejemplo. La evolución es un hecho histórico con sólo una secuencia a estudiar. Tampoco sabremos cómo serán los descendientes de las ratas actuales dentro de un millón de años porque no hay científico tan optimista y con tanta paciencia como para esperar ese lapso de tiempo.
Otras veces los límites son éticos. No puedes experimentar con pacientes humanos a todas y a locas sin que te comparen con los “médicos” de los campos de exterminio nazis. Un científico tampoco puede destruir un ecosistema a propósito para saber cómo se va recuperando e ir publicando artículos mientras tanto.
Pero, al igual que la Naturaleza a veces realiza experimentos que los científicos no se atreverían a realizar, los políticos deciden emprender determinado tipo de acciones que tienen consecuencias sobre el entorno.
El gobierno de Tailandia decidió en 1987 construir la presa Chiew Larn en el río Khlong Saeng y esta decisión inundó una región de unos 150 kilómetros cuadrados. El valle se fue inundando, pero las colinas de la región se transformaron en islas de diversos tamaños, aislando a las comunidades vegetales y animales que vivían en ellas. Es así como el gobierno tailandés realizó sin querer un experimento gran escala sobre ecología.
Entre los ecólogos siempre ha habido preocupación por lo que se ha llamado fragmentación del medio. Si un bosque es pequeño es imposible que albergue la biodiversidad que alberga un gran bosque primario. Si trazamos carreteras y destruimos partes de un bosque primario de tal modo que regiones de él queden aisladas de los demás, entonces será complicado mantener la misma biodiversidad. Simplemente muchas especies se extinguirán. Hay un tamaño mínimo para que el ecosistema sea saludable, el problema es saber cuál es.
Las especies aisladas de este modo experimentan estrés y además no se benefician del conjunto de genes de una gran población. Debido a esto pueden aparecer problemas de esterilidad y endogamia. Los bordes de esas regiones no tienen además ya las características ideales y encima los animales son más sensibles a cualquier plaga o problema debido a su reducido número. En estos sitios al final se crea una deuda de extinción que tarde o temprano se termina cobrando.
Es como tener unos peces en un acuario. Sobreviven porque es un sistema abierto al que se le aportan nutrientes y oxígeno. Si deseáramos tener los mismos peces en un sistema cerrado automantenido posiblemente ni una piscina olímpica nos bastaría. Simplemente se necesita un tamaño que es cada vez más grande cuanto más grandes y complejos son los animales que hay dentro. Las ecoesferas desarrolladas por la NASA y ahora comercializadas pueden ser cerradas porque sólo hay bacterias, algas fotosintéticas y unos camarones muy pequeños que no se reproducen.
El caso es que Chiew Larn ha ofrecido a los expertos del campo una oportunidad para estudiar estos detalles. Ahora hay más de 100 islas en el embalse cuyos animales terrestres han estado en completo aislamiento durante años.
A principios de los noventa David Woodruff, de la Universidad de California en San Diego, y su equipo colocaron una serie de trampas para contabilizar la variedad y cantidad de mamíferos en 12 de esas islas. Los tamaños de esas islas oscilaban entre las 0,3 y las 56,3 hectáreas. Comprobó que al cabo de 5 o 7 años de aislamiento las islas grandes todavía albergaban 12 especies de ratas, ratones, ardillas, etc. Esta biodiversidad era similar a la del resto del bosque cercano que no había sido afectado por el embalse. Sin embargo, las islas pequeñas ya sólo tenían 3 de esas especies, lo que indicaba que la biodiversidad había declinado en esos lugares.
En 2012 y 2013 Luke Gibson, de la Universidad Nacional de Singapur, y sus colaboradores revisitaron estas islas e hicieron el mismo tipo de estudio.
El resultado es deprimente. De las 12 especies que todavía quedaban en las islas grandes 6 ya han desaparecido completamente y 5 han declinado fuertemente. Gibson asegura que han documentado la práctica extinción de un grupo animal completo. En la mayoría de las islas casi todas las especies nativas de este género han desaparecido. Sólo en unas pocas islas quedan algunos ejemplares. Todas las islas han sufrido una extinción masiva en sólo 20 años. “Nadie esperaba algo así”, comenta Gibson al New York Times.
Pero la población de rata de campo malaya (Rattus tiomanicus) ha experimentado una explosión demográfica en estas islas, especie que es difícil de encontrar en el entorno del bosque inalterado por el embalse.
Los investigadores culpan de la debacle ecológica a la fragmentación del hábitat, que ha permitido la proliferación de una especie invasora a costa de todas las demás.
Obviamente el resultado no es del todo extrapolable a la fragmentación de bosques debido a la deforestación porque en ese caso algunos individuos pueden emigrar desde la periferia y recolonizar las zonas aisladas, pero el estudio es importante y confirma las consecuencias nefastas que dicha fragmentación tiene sobre la biodiversidad.
Además es una advertencia de lo que puede pasar en otros lugares. Así por ejemplo, el 80% de los fragmentos del bosque atlántico brasileño tienen un tamaño de unas 50 hectáreas o menos y están rodeados por agricultura intensiva que fomenta las especies invasoras, por lo que se verá afectado de una manera similar al caso de Chiew Larn.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4214
Fuentes y referencias:
Noticia en Science.
Artículo original.
Fotos: Anthony Lynam, Luke Gibson (inserto).
3 Comentarios
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sábado 28 septiembre, 2013 @ 9:01 pm
No son casos muy diferentes de muchos otros desastres ecológicos, a mayores, gratuitos. Cuando Lesseps hizo el canal de Suez, sabían ya para aquellas épocas que conectar ambos mares (Rojo y Mediterráneo) no iba a traer nada bueno, y se pudo haber diseñado un canal que bloquease el paso de especies de uno a otro, no hubiera encarecido ni entorpecido el proyecto en absoluto (había incluso muchas posibilidades, la más simple aprovechar canales próximos que traían agua del Nilo para hacer un tramo central de muy baja salinidad que actuase como barrera). La razón por la cual se despacharon lo que se despacharon la sabrán ellos, porque otro campo donde la ciencia es enormemente limitada es el análisis de la estupidez humana.
viernes 11 octubre, 2013 @ 8:17 pm
Vaya prueba de eficacia biológica (fitness) y adaptación por la que habrán de pasar las especies sobrevivientes en cada isla; suponiendo que todas las islas sean semjantes en recursos, tal vez las más grandes conserven reductos de poblaciones que puedan amortiguar en algo el impacto de este abrupto cambio, de todos maneras un día que no veremos ese muro solo será un antiguo esbozo de lo que fue al derruirse por el incesante intemperismo de siglos, para entonces ya no estará el homo sapiens aquí haciendo de las suyas.
Cuanta más irrupción irracional en el medio natural provoquemos, más abreviaremos nuestro fin.
Dr Thriller, Bravo! por eso del análisis de la estupidez humana.
Saludos a todos
viernes 11 octubre, 2013 @ 9:09 pm
Solo por si acaso, muro= la cortina de la presa