El arte de los exoplanetas
Reportaje en donde se expone el quehacer diario de artistas espaciales y su importancia.
Todo tipo de conocimiento es útil. Podríamos pensar que la ciencia es más que suficiente, pero no siempre es así e incluso el arte puede ayudar mucho.
Los artículos científicos son, posiblemente, los escritos más áridos y difíciles para el público en general. Al científico le basta con eso, pero al resto de la sociedad, que es la que financia la investigación que hace, no tanto.
Un resultado científico llega más y mejor al público cuando es mejor divulgado y si está acompañado de fotos o imágenes su repercusión es mayor. Un fósil puede ser algo difícil de interpretar y una foto del mismo quizás no diga gran cosa, pero la recreación artística de un dinosaurio o de los paisajes del Carbonífero puede hacer mucho para que un foráneo al campo imagine esos tiempos pretéritos.
Gran parte del éxito de la NASA se basa en su política de comunicación. Que el Hubble fuera reparado tantas veces y se llevara mucho presupuesto se debe en gran parte a la propia sociedad cuyo imaginario colectivo ha soñado con galaxias lejanas y otros tipos de objetos astronómicos. Pero esos sueños están basados en, precisamente, las magníficas fotos que este instrumento puede tomar.
Ahora la NASA incluso obliga a montar una cámara en todas las misiones, aunque, en principio, no sea necesaria desde el punto de vista científico. Un caso es el de Juno, que en origen era un misión abstracta que investigaría en interior de Júpiter basándose en la interacción gravitatoria. Pero la adición posterior de una pequeña cámara nos permite ahora visualizar los polos de este planeta, lo que está revelando una actividad que no se sospechaba. Estas imágenes son magníficas, pese a no ser de alta resolución, y al final proporcionarán una información científica que no se buscaba.
Lamentablemente, la política de comunicación de la ESA no es tan buena como cabría esperar, sobre todo si la comparamos con la de la NASA. A veces incluso es un tanto patética, como cuando la sonda Schiaparelli se estrelló en sobre Marte y se pretendió vender el evento como un éxito.
Sin embargo, no todos los resultados astrofísicos tienen forma de bonita imagen directa. El caso más común en este sentido es el de los exoplanetas. La única información de la que se parte es una curva de intensidad de luz o una curva de velocidad radial. Estas son bastante insulsas, sobre todo para el ojo no instruido, pero de ahí se infieren los parámetros orbitales del planeta, así como cotas al tamaño y masa del mismo (respectivamente). No hay imágenes directas de estos mundos, ni siquiera un triste punto en la inmensa mayoría de los casos. Tampoco hay, de momento, espectros que puedan guiarnos sobre sus composiciones atmosféricas.
Para ayudar en la difusión de estos resultados, que ahora son bastante abundantes, se recurre a artistas que pintan el aspecto que podrían tener estos mundos, tanto desde el punto de vista espacial, como a nivel de suelo. Estos dibujos tienen siempre algo de imaginación, pues se carece de mucha información sobre estos planetas, pero son siempre una suposición basada en la ciencia y en los datos que se tengan sobre el planeta en particular en ese momento. Una ilustración de este tipo sobre un planeta en concreto puede evolucionar en el tiempo según se descubren nuevos aspectos científicos del mismo.
La tradición en este asunto proviene ya de antiguo, como cuando en los cincuenta y sesenta Chesley Bonestell pintaba cómo sería estar sobre la luna Io de Júpiter y como se vería este gigante gaseoso desde allí. Para ello tenía que calcular el ángulo aparente del disco joviano desde su superficie.
Este tipo de artistas realizan visualizaciones basándose en datos de misiones científicas espaciales y de telescopios en tierra firme que son un mezcla de experiencia tanto en arte como en ciencia. No es algo que se inventen sin ningún criterio, aunque a la gente en general así se lo parezca.
A partir de unos números recrean mundos de extraños colores, mundos a medio congelar o cubiertos de lava ardiente. Nos transportan a la superficie de planetas a los que nunca podremos viajar en la realidad, pero en los que se ve un sol naranja suspendido por siempre en el mismo punto del cielo y acompañado de otros planetas del mismo sistema.
Similares visualizaciones se realizan sobre asteroides, estrellas de neutrones, enanas marrones u ondas gravitacionales.
Uno de estos artistas actuales es Robert Hurt (IPAC center, Caltech), que consiguió excitar nuestra imaginación con los planetas de TRAPPIST-1 que pintó hace poco. TRAPPIST-1 es un sistema planetario situado a 40 años luz de nosotros que cuenta con al menos 7 planetas rocosos similares a la Tierra (tres o cuatro de ellos con posibilidad de ser habitables) que orbitan una enana roja ultrafría. Los planetas de este sistema están muy cerca unos de otros. Parte de este sistema planetario se descubrió gracias al telescopio Spitzer de la NASA. Al poco de ser descubiertos los últimos de estos planetas, a Hurt se le encargó que los ilustrara.
Después de este encargo, Hurt salía de su casa un día cuando vio la Luna, entonces se paró y se quedó mirándola fijamente. Estaba imaginando que podría no ser nuestra Luna, sino el planeta más próximo en el sistema TRAPPIST-1 y que se podrían apreciar rasgos continentales de ese planeta cercano. Así que inspirado por esta visión empezó a realizar imágenes de este sistema junto a su colaborador Tim Pyle.
Hurt, que tiene un doctorado en Astrofísica, empezó a trabajar en el IPAC en 1996 cuando era posdoc. En ese tiempo el arte astronómico no era más que una afición. Al cabo de un tiempo crearon el puesto de trabajo de artista para él. Pyle se le unió en 2004, después de haber trabajado para el mundo de Hollywood en efectos especiales. Hurt confía en la inspiración artística de Pyle y este en la base científica de Hurt. Sus mesas de trabajo están juntas y constantemente se retroalimentan entre ellos.
El encargo de visualizar el sistema TRAPPIST-1 era único y complicado, pues nunca antes se había descubierto un sistema con 7 planetas rocosos que orbitaran tan cerca unos de otros. Tenían además que tener el trabajo terminado para la conferencia de prensa que la NASA tenía planeado dar coincidiendo con la publicación en Nature del artículo correspondiente (el código ético de los científicos les impide emitir anuncio de todo tipo antes de publicar el artículo con los resultados). Tenían los datos orbitales, tamaños y masas aproximadas de estos mundos.
Para TRAPPIST-1b Pyle se inspiró en la luna Io de Júpiter, para TRAPPIST-1h en Europa y Ganimedes. Hurt imaginó TRAPPIST-1c como un planeta rocoso y seco. Supusieron que estos planetas enfrentan una misma cara a su sol, así que dibujaron casquetes de hielo en los lados oscuros opuestos.
Para TRAPPIST-1d, que está en la zona de habitabilidad imaginaron masas de agua en forma de lo que se llama un “mundo ojo”, planetas que tendrían que tener una zona seca en el centro de la cara iluminada y el resto estaría cubierto por hielo, con una mar en la zona intermedia. Pero esta versión fue rechazada porque había agua en la parte iluminada, pues los científicos creían que esta debía estar sólo en la cara oscura en su mayor parte. Al final llegaron a una solución de compromiso.
Además, en este caso tuvieron que investigar cómo sería iluminar estos planetas con la luz roja de su estrella. ¿Se apreciarían los tonos azules de las masas agua bajo esa luz? Así que estudiaron el espectro de esta enana roja y la curva de respuesta del ojo humano a las distintas longitudes de onda. La estrella tenía la mayor parte de su emisión en el infrarrojo, pero el ojo humano no puede captar este tipo de luz, así que se podían quedar sólo con el resto. Al final descubrieron que la luz recibida sobre estos planetas procedente de su estrella sería similar a la de una bombilla bajo vataje y tendría un aspecto más bien anaranjado en lugar de roja.
Dice Hurt que la meta de la ilustración científica es excitar la imaginación del público, hacerlos partícipes de la ciencia y proporcionar una imagen del conocimiento científico. “Si echas un vistazo a la historia del arte espacial que se remonte muchas décadas atrás, encontrarás un registro visual. El arte es un registro histórico del cambio sobre nuestra comprensión del Universo. Termina siendo parte del relato y parte de la investigación, creo”, añade.
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Fuentes y referencias:
Nota de la NASA.
Web de IPAC.
Ilustraciones: Robert Hurt , Tim Pyle , NASA/JPL-Caltech.
2 Comentarios
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domingo 11 junio, 2017 @ 10:32 pm
Pedagogía y marketing, todo en uno (y separado, no mezclado). Más pedagógico y sociológico, como sugiere Neo, son los dibujos antiguos, dado que los nuevos efectivamente es complicado que lleguen a verificarse en un futuro más o menos próximo. Sin embargo ver cómo imaginaban las cosas (a veces, con un cuadro muy completo de las condiciones a representar) es también fascinante, que diría el dr. Spock.
En realidad, si no tuviésemos las fotos de las Veneras, no tendríamos ni pajolera idea siquiera de cómo podría ser la vista paisajística venusiana.
lunes 12 junio, 2017 @ 10:05 am
Siempre recordaré la ilustración, irreal y humorística, de la bala-nave espacial, descomunal en relación con el satélite, incrustada en el ojo izquierdo -creo recordar- de la Luna en la novela de Julio Verne sobre el tema, tan conocida que no es preciso escribir su título. Bueno sí, por si los jóvenes, que tan poco leen, no lo conocen: «De la Tierra a la Luna».