¿Fósiles vivientes ediacarenses?
Analizan especímenes recolectados en los años ochenta que no parecen pertenecer a ningún filo conocido.
La mayor parte de las especies que ha habido sobre la Tierra están ya extintas. Incluso algunas de ellas no han dejado descendientes similares en la actualidad.
No es fácil reconstruir el árbol filogenético de la vida terrestre, pero gracias a los avances recientes en Genética es más fácil hacerlo. A partir de los genomas de los organismos actuales nos podemos hacer una idea de cómo aparecieron, a partir de qué otros organismos lo hicieron y cómo están relacionados entre sí.
Antes de la aparición de las técnicas de secuenciación las únicas fuentes de información eran los fósiles y lo que nos contaba la Taxonomía, que se basa en las características anatómicas de los organismos. Comparando estos rasgos entre distintas especies se pueden clasificar los organismos según su reino, filo o división, clase, orden, familia, género y especie. Sólo hay tres reinos y la mayoría de los animales caen dentro de los 9 filos principales (en total hay 40). Descubrir nuevas especies es algo que ocurre todo el tiempo, pero descubrir un nuevo filo es algo que sucede muy de tarde en tarde, más si se tiene en cuenta que las investigaciones taxonómicas están mal financiadas.
Pues bien, podría suceder que se hubiera descubierto un nuevo filo gracias a unos especímenes recolectados a entre 400 y 1000 metros de profundidad en la mar de Tasmania en 1986, en la costa sureste de Australia.
Jean Just (Museo de Historia Natural de Dinamarca) y sus colaboradores recolectaron en aquel momento varios ejemplares de distinto de tipo y los conservaron en formol, más tarde en alcohol etílico al 80%. Recientemente 14 de los invertebrados recolectados llamaron la atención del investigador al no poder clasificarlos claramente en ningún filo conocido.
Estos animales pluricelulares tienen forma de seta y parecen vivir anclados al fondo marino, además poseen una densa capa gelatinosa entre la parte celular exterior y la interior que funciona a modo de estómago. Estas criaturas son pequeñas. Una de las especies descritas mide 8 mm de alto y su disco 11 mm, mientras que la otra mide 4,5 mm y 17 mm.
Estos seres se han clasificado como dos especies denominadas Dendrogramma enigmatica y Dendrogramma discoides, dentro de una nueva familia (Dendrogramma). Son seres realmente simples, pues carecen de órganos sexuales, sistema nervioso y de simetría bilateral. Debido a estas características deben situarse en las bases del árbol filogenético animal, pero no se sabe muy bien dónde. Teniendo en cuenta los datos de microscopía, los autores encuentran similitudes anatómicas entre estos seres y los Ctenophora (peines de mar) y Cnidaria (medusas), pero sugieren que pertenecen a un nuevo filo.
Lo más fascinante es que, según ellos, podrían ser descendientes que las formas de vida edicarenses, pues se asemejan a los fósiles de Albumares, Anfesta y Rugoconites de la fauna de Ediácara, pero esto podría ser una simple coincidencia.
Los sres que formaron parte de la fauna de Ediácara aparecieron sobre la Tierra justo antes de la explosión del Cámbrico hace unos 600 millones de años y que se suponía que habían extinguido completamente al poco de aparecer al ser superadas por seres más modernos y exitosos. Si esto es así sería tremendamente excitante, pues Dendrogramma enigmatica y Dendrogramma discoides serían los fósiles vivientes más antiguos conocidos. Además, la secuenciación de sus genomas permitiría saber mucho más sobre las bases del árbol filogenético animal, una parte que no se entiende muy bien en la actualidad y aclararía los momentos iniciales de la historia evolutiva de los animales.
De todos modos, la fauna de Ediácara, que una vez fue calificada como un “experimento fallido”, podría haber dejado descendencia más común en la actualidad. Cada día se encuentran más similitudes entre algunos de esos fósiles y organismos comunes actuales, al menos de algunos de los más pequeños. Al desaparecer las especies más grandes de la época (como Rangeomorph, de 2 metros de longitud), las pequeñas tuvieron la oportunidad de evolucionar y diversificarse en especies más comunes conocidas.
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Lamentablemente no se pueden despejar, de momento, las dudas sobre la clasificación de estas nuevas especies al ser el análisis genético casi imposible debido al sistema de conservación y el tiempo transcurrido. Aunque hay algún investigador que cree que incluso así es posible extraer alguna información genética.
Los autores proponen que se busquen nuevos ejemplares y que se secuencie su genoma parcial o totalmente para así estar seguros sobre su naturaleza y clasificación taxonómica. Pero, incluso cuando se disponga de estos ejemplares, se tardarán años hasta que la comunidad científica esté segura sobre su taxonomía, si son realmente especiales y si se trata de un nuevo filo. Afirmaciones extraordinarias requieren de pruebas extraordinarias.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4494
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ediacara en NeoFronteras.
Imagen: Plos One.
2 Comentarios
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martes 9 septiembre, 2014 @ 9:51 am
Pues sí. Creo que buscar otros ejemplares es algo obligado para la ciencia.
miércoles 10 septiembre, 2014 @ 11:10 am
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