Kombucha espacial
Biopelículas de kombucha viajan en el experimento Expose-R2 que la ESA ha instalado en la estación espacial.
La kombucha es una bebida obtenida a través de un complejo sistema de fermentación de té. No se sabe muy bien sus orígenes, pero, al menos, ya era consumida en Rusia en 1900. Es una bebida de color ámbar efervescente, ligera y azucarada obtenida a partir de té verde o negro. El origen etimológico del nombre es un tanto confuso y sólo se remonta a los años noventa del pasado siglo.
Es producida a través de un curioso proceso en el que una “seta” o “madre” formada por una colonia simbiótica de bacterias y levaduras es introducida en el té.
El nombre de “seta” no es correcto, pues esta colonia no está relacionada con las setas que producen los hongos convencionales. Tampoco sería correcto llamarlo “colonia”, pues este término se reserva a un conjunto de seres genéticamente iguales.
Esto nos da una idea de las complejas relaciones a las que puede llegar la vida cuando se auto-organiza. En inglés a la “seta” esta se le suele llamar SCOBY (symbiotic colony of bacteria and yeast).
Las bacterias y levaduras implicadas en la kombucha es variada, pero generalmente incluye Saccharomyces (levadura) y bacterias Gluconacetobacter xylinus que oxidan el alcohol producido por las levaduras para producir ácido acético (vinagre) y otros ácidos. Pero también se ha encontrado Brettanomyces bruxellensis, Candida stellata, Schizosaccharomyces pombe o Zygosaccharomyces bailii.
Gluconacetobacter xylinus, además, produce celulosa microbiana que es la responsable de dotar de estructura a la colonia o madre. Ha sido seleccionada genéticamente por el ser humano a través del tiempo para producir una madre más firme, densa y robusta.
Aunque se ha afirmado que el consumo de kombucha tiene grandes beneficios para la salud (incluido un supuesto reforzamiento del sistema inmunitario), hasta 2014 no se han realizado pruebas en humano que lo demuestren.
El consumo de esta bebida no está exento de riesgos, pues se ha informado de efectos adversos asociados al consumo de esta bebida que incluyen problemas hepáticos, renales y de acidosis metabólica.
Pero, quizás, lo más interesante es que el SCOBY que produce la kombucha puede ser secado para producir una “tela” similar al cuero que puede ser moldeada en distintas formas. Usando diferentes clases de té o café se consiguen cueros celulósicos de distinto color, aunque estos pueden ser teñidos de forma estándar. Con este material se han realizado ropas y zapatos.
Es en este tipo de colonia en la que se ha fijado la ESA para la nueva ronda de experimentos de extremofília espacial a realizar en el exterior de la Estación Espacial Internacional. La idea era colocar esta biopelícula de SCOBY bajo diferentes condiciones de vacío, temperatura y radiación para comprobar así su posible supervivencia.
Este tipo se experimentos ya se han realizado en el pasado y se ha comprobado que, por ejemplo, algunos líquenes o los ositos de agua (tardígrados) pueden sobrevivir a las más duras condiciones espaciales.
Los intensos rayos ultravioletas del Sol, la radiación formada por partículas, el vacío y los cambios bruscos de temperatura dañan las proteínas y el ADN de los organismos terrestres. Sin embargo, algunos de estos seres son capaces de sobrevivir a este tipo de condiciones y reparar los daños a los que han sido sometidos cuando se les coloca en condiciones normales.
Ahora mismo ya hay SCOBY de kombucha orbitando la Tierra en la estación espacial.
En el dispositivo Expose-R2 van 758 muestras distribuidas en 4 experimentos, siendo las muestras de kombucha parte del experimento Biomex.
En otros experimentos en tierra se ha podido comprobar que la mezcla de cultivo de kombucha con polvo lunar simulado produce un material muy robusto. Al parecer, la celulosa absorbe los minerales de este suelo y protege el cultivo de las condiciones extremas del espacio.
Dejando soñar la imaginación se puede pensar en hábitats lunares para personas creados a partir de cultivos de kombucha. Las biopelículas de kombucha también podrían servir de nanomaterial para la industria y el espacio. Esta última posibilidad podría ser testada a raíz de los resultados de Expose-R2.
Este tipo de experimentos pueden servir además para saber si es posible la panspermia mediada por meteoritos que pueden llevar en su seno microorganismos resistentes a la radiación.
Pero habrá que ser paciente, pues las muestras de Expose-R2 no llegarán a tierra firme para su análisis hasta el año que viene. Mientras tanto podemos conformarnos con pedir un kombucha y esperar.
Por cierto, la venta en EEUU de kombucha embotellada generó una facturación de 400 millones de dólares en 2014.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4769
Fuentes y referencias:
Web de la ESA.
Supervivencia de liquen a condiciones espaciales.
Supervivencia de tardígrados a condiciones espaciales.
Sexo, muerte y kefir
Fotos: Wikipedia y ESA.
7 Comentarios
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lunes 28 septiembre, 2015 @ 12:42 am
Creo que la fabricación de estructuras con materiales nativos de los planetas/satélites/asteroides que se visiten es imprescindible si queremos establecernos fuera de la Tierra, ya sea por medios biológicos y/o mecánicos, porque colocar estructuras mínimamente importantes en cualquiera de estos cuerpos resulta prohibitivo si tenemos que enviarlas desde aquí.
Es la única manera que conozco de librarse de la implacable ecuación de Tsiolkovsky que nos tiene amarrados en este planeta, hay que desearle suerte a estos experimentos.
lunes 28 septiembre, 2015 @ 9:53 am
¡Hombre, «apalan(k)ator»! No me seas denigrante ni engañoso, que esa ecuación permitió, ampliada a etapas, llegar a la Luna, y bastante antes que eso el Sputni(k) y Vosto(k). El problema está en que la masa de combustible empleada ha de ser descomunal, pero la ecuación no es culpable, sino la gravedad a vencer.
Aunque no creo en la posibilidad -como he repetido tantas veces-, de un establecimiento masivo -otro hallazgo de América- fuera de la Tierra, si creo en la necesidad futura de proveernos de materiales que aquí son escasos o estén agotados.
Saludos.
lunes 28 septiembre, 2015 @ 10:03 am
Por cierto, allá por los años 50, había algo que se puso de moda como fuente de salud y remedio universal. Le llamaban «el hongo» y me lo recuerda mucho la ilustración. Mi madre, siempre muy escasa de salud, tenía un recipiente que era muy parecido. Diría que era esa Kombucha.
lunes 28 septiembre, 2015 @ 11:02 pm
Estimado Tomás,
Ojalá el problema fuera que la ecuación del amigo Tsiolkovsy quedara desfasada y hubiera otra fórmula que nos permitiera lanzar cargas más pesadas, es la física la que nos ata.
Si queremos extraer cualquier material de la luna, por ejemplo He3, O2 o H2 se necesita un hábitat algo más grande que la ISS, se me ocurre que podrían excavarse unos túneles recubiertos del material que produce esta kombucha si funcionara y voilá, tenemos una estación espacial con un soporte vital para varias personas en un par de lanzamientos de un cohete grande.
Cada generación tiene su producto milagro, a mi me daban de pequeño levadura de cerveza, que tenía un sabor tan fuerte y desagradable que no se disimulaba ni diluyéndolo en zumo de naranja, ahora están los bífidus y el omega 3, es la historia de nunca acabar.
Saludos.
martes 29 septiembre, 2015 @ 12:06 am
Estimado Tomás:
Si lo que tomaba su madre estaba basado en té entonces quizás se tratase de kombucha. Si estaba basado en leche entonces sería kefir.
martes 29 septiembre, 2015 @ 12:12 am
En cuanto a las posibilidades de lanzar cargas de forma barata al espacio la cosa no pinta bien, pues lo difícil es colocarlas en LEO y esto sale muy caro. El sistema puede ser más o menos efectivo, pero la energía necesaria es muy alta y encima se debe hacer muy rápidamente. Estas limitaciones no se las puede saltar ni el ascensor espacial, aunque este tuviera mucho más rendimiento que un cohete.
Es un problema de energía, algo de lo que cada vez estamos más escasos.
El pozo gravitatorio terrestre es profundo. Pero podemos consolarnos pensando que para los habitantes de una supertierra es mucho peor y que Marte, con su pozo gravitatorio somero, no pudo mantener una atmósfera densa ni estando tan frío como está.
martes 29 septiembre, 2015 @ 7:39 am
Pues había de ser kombucha, por que no tenía apariencia lechosa alguna y el color del líquido que había debajo tenía cierto parecido con el te. Ya digo que todo era prácticamente igual a la ilustración del artículo. Recuerdo que, de cuando en cuando, le añadía algo así como agua; no, desde luego, leche.