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Legisladores aleatorios y eficacia

Proponen la introducción de legisladores independientes elegidos al azar para así mejorar el funcionamiento de los parlamentos.

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A veces la palabra “ciencia” es el típico comodín que se utiliza para dar legitimidad a una determinada disciplina académica. Lo malo es que si una determinada disciplina no utiliza el método científico entonces no es ciencia, por muchos “apellidos” que se le añadan. De este modo se pueden llegar a cosas como “Ciencias Políticas” y otras similares.
Está claro que determinadas ramas del conocimiento, como la Historia, nunca serán ciencias y tampoco tienen necesidad de ello, ya que de todos modos tienen validez para el conocimiento humano al utilizar otros métodos. Por otro lado, en ciertas ciencias sociales se ha intentado la aplicación del método científico con un resultado desigual y en otras nunca se ha hecho. ¿Es tan complicado aplicar el método científico a la política?
El problema de ciertos sistemas es que los experimentos se pueden hacer una sola vez, o no son reproducibles, o no son aislables, o las condiciones no se pueden repetir, así que por tanto no están sujetos a dicho método. Esto le ocurre a la Macroenomía, pero en microeconomía sí se puede aplicar el método. Lo mismo se podría decir de la Sociología.
No podemos saber qué hubiera sido de España si alguien hubiera asesinado a Fernando VII, por poner un ejemplo lo suficientemente alejado en el tiempo que no levante susceptibilidades, pero quizás sí se puede experimentar con otras cosas.
Uno esperaría de cualquier sistema político que sea eficaz y rápido en la toma de decisiones y que éstas recaigan sobre la sociedad para beneficiar a la población. Lo malo es que incluso en los sistemas democráticos esto muchas veces no es así.
Se supone que el sistema democrático es uno de los triunfos de la civilización occidental y que además asegura que la sociedad funcione en el interés de la mayoría. Pero en este sistema pueden producirse parálisis que detengan la acción de gobierno por falta de apoyos (o que se vendan al mejor postor), o que en posesión de la mayoría absoluta se abuse de ésta y los políticos sólo busquen su propio beneficio dejando de lado a la población o a una buena parte de ella.
Sería interesante poder probar con nuevos sistemas y ver si funcionan, es decir, hacer experimentos y quedarnos con el mejor que encontremos. Además, se podría abortar uno de esos experimentos si al poco de empezar a funcionar se ve que es un desastre. Parece contradictorio que la Ciencia y Tecnología progresen y evolucionen mientras que los sistemas políticos no lo hagan, a no ser que creamos que disfrutamos ya del mejor posible de ellos.
Arthur C. Clark tienen una novela titulada “Cánticos de la lejana Tierra” (The Songs of Distant Earth). En ella se describe una situación en la que al Sol le quedan sólo unos cientos de años de vida antes de transformarse en nova y destruir a la Tierra y a todos sus habitantes. Debido a la limitación de la velocidad de la luz la civilización no pueden enviar personas vivas a otros sistemas solares para salvar la herencia humana, así que en su lugar envían embriones humanos congelados y otros seres vivos (en condiciones similares) que les puedan ser útiles. Al llegar a los planetas propicios, previamente seleccionados, se revive a los embriones y se les hace crecer hasta hacerse niños. La formación de los niños es realizada por robots que tienen acceso a toda la historia y cultura humanas. Pero se decide no introducir religión alguna y dotarlos de un sistema político un tanto especial en el que ciertos cargos públicos son concedidos por sorteo entre los miembros de la sociedad, cargos a los que no pueden renunciar durante el periodo asignado.
Probablemente este sistema político basado en una ficticia constitución tipo Jefferson versión III es exagerado y muy propio de una novela de ciencia ficción, pero la introducción de cargos por sorteo quizás no sea tan mala idea, siempre que los elegidos tengan la formación suficiente. Al fin y al cabo alguien que quiere ser político a toda costa quizás no le importe tanto la sociedad en la que vive, sino que quiera vivir de ella.
Ahora un grupo italiano (¡cómo no!) de investigadores lanza una idea que emplea este tipo de designación aleatoria. Según su modelo, la selección al azar de unos pocos legisladores hace que el parlamento sea más efectivo en términos de número de leyes aprobadas. Además, según ellos, se obtiene un mayor bienestar promedio en la sociedad. La propuesta ya les ha valido para ganar un Ig Noble.
En el modelo desarrollado por estos investigadores el parlamento está compuesto por dos partidos políticos y se examina cómo la introducción al azar de legisladores independientes cambia la situación del sistema.
Según sus resultados esta introducción de legisladores extra siempre mejora el funcionamiento del parlamento e incluso es posible determinar el número óptimo de estas personas que hay que introducir para funcione lo mejor posible.
La base de este modelo es un análisis introducido por Carlo Cipolla en 1976. Según él las acciones de cada individuo pueden ser medidas en términos de los beneficios individuales y para la sociedad. Puede haber individuos inteligentes cuyas acciones benefician a ambos, ingenuos cuyas acciones les producen pérdidas que benefician a la sociedad, estúpidos cuyo comportamiento perjudica a ellos mismos y a los demás y egoístas que sólo se benefician a sí mismos a costa de la sociedad. Obviamente las fronteras entre un tipo y otro no son muy definidas y hay toda una gradación entre todos ellos que representa todos los comportamientos posibles.
Pluchino y sus colaboradores usan esta clasificación y crean un modelo basado en agentes de un parlamento compuesto por 500 congresistas. Los políticos pueden ser de dos partidos políticos y su comportamiento en este caso está centrado en el promedio de todas esas posibilidades. Sin embargo, los legisladores independientes pueden pertenecer a cualquier combinación de los tipos descritos anteriormente. Cada miembro de este parlamento puede hacer sólo dos cosas: votar a favor o en contra de una propuesta.
Pluchino y sus colaboradores fueron variando la cantidad de parlamentarios independientes y vieron cómo cambiaba el funcionamiento del parlamento tanto en el número de leyes aprobadas como en el beneficio obtenido sobre el bien social general. En todos los casos la introducción de parlamentarios independientes mejoraba esas características. Estos investigadores ya propusieron un modelo similar en 2009 en el que mostraban que ascender de manera aleatoria a los empleados de una institución siempre mejoraba la eficiencia de la misma.
Al parecer, en la antigua democracia ateniense algunos cargos eran designados de un modo similar (sortition), algo que también se hizo en otros lugares de la antigüedad (hay un resumen histórico hacia el final del artículo de ArXiv). Así que no es extraño que Pluchino proponga la introducción de esta idea en las modernas democracias para mejorar las instituciones.
Sería interesante probar a realizar el experimento y ver qué pasa, algo que los políticos actuales seguro que no están dispuestos a permitir, al fin y al cabo tienen el control absoluto de las reglas del juego y en ese aspecto se parecen demasiado a una zorra encargada de cuidar gallinas.

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Fuentes y referencias:
Noticia en Technology review. [2]
Artículo en ArXiv. [3]

Sobre cooperación en NeoFronteras:
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Cooperación, castigo e hipocresía. [6]
Nuevas ideas sobre cooperación. [7]
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Cooperación y evolución. [11]
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¿Sentido de la injusticia en los perros? [13]
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Engañar está en los genes. [16]
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Chimpancés cooperativos y altruistas. [24]