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¿Fueron al final los volcanes?

Área: Geología — sábado, 23 de febrero de 2019

Un par de estudios señalan a la actividad geológica como responsable de la extinción de los dinosaurios.

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La mayor extinción masiva de todos los tiempos fue la extinción de Pérmico-Triásico, hace 250 millones de años. En la gran mortandad desaparecieron aproximadamente el 95 % de las especies marinas y el 70 % de las especies de vertebrados terrestres. Adiós a los gorgonópsidos para siempre.

Se han propuestos varias explicaciones a esta extinción masiva, pero la favorita es la liberación de ingentes cantidades de dióxido de carbono por parte de los volcanes de las escaleras siberianas. El área cubierta por basalto se estima que fue de unos 7 millones de km cuadrados. La temperatura de la Tierra subió 5 grados centígrados y, encima, esta actividad volcánica produjo una gran contaminación por mercurio de los océanos. La subida de temperatura haría que se liberase metano (potente gas de efecto invernadero) a partir del hidrato de metano que hay en el fondo oceánico cerca de las costas. Esto elevó las temperaturas de la Tierra otros 5 grados.

Otra teoría sostiene que se produjo una liberación de sulfuro de hidrógeno en los océanos por parte de bacterias anaerobias. Y, ¡cómo no!, también se ha propuesto el impacto de un meteorito como causa de esta extinción. Incluso se ha llegado a sugerir que se produjo todo ello a la vez.

Pero la gran extinción del Pérmico no es la más famosa. La que conoce el público en general es la extinción del Cretácico, que es la que se llevó por delante a los dinosaurios hace 65 millones de años.

En este caso, la teoría favorita es la del impacto del meteorito que impactaría en lo que hoy es Yucatán y alrededores.

Pero, desde hace ya mucho tiempo, hay una disputa intelectual sobre las causas de esta extinción. La teoría alternativa sostiene que la causa de esta extinción fue una gran actividad volcánica que produjo lo que hoy denominamos escaleras del Decán, en India. En la actualidad los depósitos de basalto solidificado generados abarcan una zona de 500 000 km cuadrados y 2000 m de espesor.

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El problema es que el registro fósil y geológico no tienen una gran resolución temporal, por lo que es muy complicado atribuir a una causa u otra la extinción de Cretácico. Conforme pasa el tiempo, los hallazgos favorecen a una u otra teoría como la favorita. A veces incluso se combinan los dos factores y el segundo es la «puntilla» que acaba con los dinosaurios.

Ahora, dos grupos de investigadores publica sendos estudios que favorecen la hipótesis de la actividad volcánica al averiguar con mayor precisión la cronología de los fenómenos implicados.

Según esta idea, la actividad volcánica se dio justo antes de la extinción y el efecto invernadero habría elevado la temperatura lo suficiente como para producir la extinción masiva. El impacto debería ser previo a la actividad volcánica y no posterior, pues ello habría producido un enfriamiento de ese efecto invernadero.

Se cree que el asteroide o cometa habría impactado sobre lo que hoy es Yucatán hace 66 millones de años y que este impacto habría reiniciado la actividad volcánica del Decán al otro lado del mundo. Pero, hasta ahora, no se sabía qué contribución a la extinción tuvieron esos eventos que fueron casi simultáneos desde el punto de vista geológico.

El primer grupo de investigadores, en parte de la Universidad de California en Berkeley, analizó cómo estas erupciones masivas periódicas que se dieron a lo largo de la historia de nuestro planeta afectaron a la atmósfera y la vida de nuestro mundo. En este caso las erupciones volcánicas, se estimó que estuvieron arrojando lava y gases durante el millón de años posterior al impacto. Pero no se sabía con precisión cuándo comenzaron.

Los investigadores dataron los flujos de lava del Decán en varias y diferentes localizaciones para ver que la transición parece ser la misma en todas partes y han logrado precisar más este aspecto. Para ello usaron el método isotópico de datación de argón-argón. Según ellos, las erupciones empezaron en un momento entre los 30 000 a 50 000 años posteriores al impacto, por lo que casi fueron simultáneos, lo que validaría la hipótesis del impacto como factor iniciador de las erupciones.

En 2018 consiguieron datar con precisión el momento del impacto, que se daría hace 66 052 000 años, con 8000 años arriba o abajo. Según los análisis que realizaron en 2015 sobre muestras del Decán, el pico de esta actividad volcánica se dio como máximo unos 50 000 años tras el impacto, lo que en términos geológicos es simultaneo. Ahora, con más muestras analizadas del Decán, las erupciones volcánicas parecen aún más cercanas al impacto, pero posteriores.

El estudio confirma el millón de años de actividad volcánica, pero señala que tres cuartas partes de la lava expulsada por esta actividad lo fue justo al principio y tras el impacto, pero no que un 80% de la lava fue arrojada antes del impacto, tal y como se se mantuvo en el pasado.

Hasta ahora se creía que si los gases expulsados por esta actividad volcánica se dieron antes del impacto, entonces habrían causado un efecto efecto invernadero que duraría 400 000 años durante el cual la temperatura media se elevó 8 grados centígrados. Las especies que habían evolucionado en condiciones más frías no habrían logrado adaptarse a las nuevas condiciones y se habrían extinguido, con el efecto dominó que esto tiene sobre los ecosistemas.

Pero si la emisión de gases se dio después del impacto, tal y como parecería sugerir en principio este estudio, la perspectiva que se tiene sobre el asunto cambia. Así que los investigadores sugieren que es muy probable que grandes cantidades de gases de origen volcánico precedieron a las erupciones en sí. Sugieren que 400 000 antes del impacto se liberó el 75% de estos gases y que el fenómeno continuó por otros 600 000 años. Algo que, al parecer, es plausible, pues en los volcanes actuales se da algo así.

Lo que no está claro es la composición de esos gases. Unos enfrían la atmósfera (dióxido de azufre) y otros la calientan (dióxido de carbono, metano), pero su permanencia en la misma también es muy distinta. Además, está el asunto del polvo introducido, que bloquea la luz del Sol. Tanto el impacto como las erupciones tienen algunos efectos medioambientales similares, por lo que la cronología es fundamental.

También queda por determinar los mecanismos tectónicos que indujeron la actividad volcánica al otro lado del planeta de donde se produjo el impacto.

Para liar más la cosa, en el segundo estudio se muestran los resultados del análisis de isótopos uranio-plomo de zircones encontrados en muestras del Decán de 140 localizaciones distintas.

Estos resultados apuntan a que las erupciones no fueron continuas, sino que se dieron en cuatro pulsos intensos y uno ocurrió justo antes del impacto del asteroide, lo que sugeriría que el impacto no disparó las erupciones y que esa erupción jugaría un papel importante en la extinción masiva.

Pese a todo, ambos estudios coinciden sobre la cronología, grosso modo, de las erupciones del Decán. Así que no son excluyentes.

Obviamente, el debate sobre este asunto no ha terminado, pero el asunto nos debería hacer reflexionar sobre el efecto que tienen nuestras emisiones de gases de efecto invernadero en la actualidad.

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Fuentes y referencias:
Artículo original I.
Artículo original II.
Foto y mapa: Courtney Sprain.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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3 Comentarios

  1. tomás:

    Nuestras emisiones de gases -y otras acciones suicidas- tendrán, como ya apunta el artículo, un efecto dominó.

  2. Miguel Ángel:

    Y nosotros somos una de las fichas de ese dominó que ya se está derrumbando. Más concretamente, y siguiendo el símil, las primeras fichas ya han caído y serían las especies que se han extinguido. Pero en el siguiente grupo de fichas ya vamos nosotros, porque el tren de cola está reservado para los unicelulares que nunca desaparecen por completo.
    Pero no me quiero poner la etiqueta de pesimista: son las leyes de la Biosfera.

  3. tomás:

    Naturalmente que no somos pesimistas. Sólo interpretamos lo que estamos viviendo y no nos desesperamos por ello, aunque, como es natural nos duela por lo que les espera a los que nos sigan.

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