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Tu pez interior

Área: Biología — noviembre 5, 2009

En un viaje reciente adquirí un libro muy interesante que ahora paso a evaluar. Se trata de “Your inner fish” (Tu pez interior) de Neil Shubin.

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Si con alguna palabra podemos resumir lo que es la ciencia o lo que debe ser la ciencia es con la palabra “aventura”. Da lo mismo si se trata de la búsqueda del bosón de Higgs o de encontrar fósiles que nos indiquen cómo ha sido la evolución biológica. En este caso se trata de esto último.
Shubin nos sumerge en una aventura, no ya de 380 millones de años, sino incluso mucho más larga. Nos hace recorrer los senderos tortuosos de sus sentimientos al disecciona una mano humana cuando estudiaba medicina o nos hace sentir el frío polar del Ártico cuando, rodeado por osos, busca con sus compañeros fósiles de animales a medio camino entre pez y anfibio.
La búsqueda de estos vertebrados que empezaron a conquistar tierra firma no es una búsqueda zoológica, es la búsqueda de nosotros, de lo que somos y de dónde venimos.
El libro no es largo y es sobre todo ameno, dirigido a un público general interesado por la Paleontología, la Biología o simplemente interesado en la ciencia en general o en el ser humano.
El autor empieza su libro en la isla Ellesmer, en el Ártico canadiense, y a partir de ahí nos va introduciendo poco a poco en los secretos de Tiktaalik y de otros seres que ya no están entre nosotros, pero que podemos considerar nuestros antepasados. Nos hace ver, ante todo, que ese pez aún habita, parcialmente modificado, dentro de nosotros o dentro de todo vertebrado terrestre, sea éste un murciélago a un dinosaurio extinto.
Entre otros seres similares tenemos a Acantothostega que tenía 8 dedos en sus manos (representado en el dibujo de abajo). Si descendiéramos directamente de él nuestros teclados de ordenador sería probablemente distintos, interpretaríamos composiciones maravillosas al piano y tendríamos un sistema hexadecimal u octal de numeración en Matemáticas como el más generalizado.
Si entre los ejercicios físicos que usted realiza está el de hacer flexiones en plancha en el suelo recuerde que puede hacerlo gracias a que Tiktaalik utilizaba el mismo juego de huesos y articulaciones para sacar la cabeza por encima de la superficie de las aguas someras del Devónico.

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Shubin nos dice cómo se controla la formación de una mano, una aleta o un ala a partir de unos pocos genes. O nos cuenta cómo se puede saber el funcionamiento de estos genes gracias a hermosos experimentos realizados en peces raya.
Pero no se trata sólo de manos y brazos, la aventura biológica que nos ha creado determina muchas más cosas de nuestros cuerpos, viene de mucho antes y se prolongó mucho después. La gesta que nos trajo hasta el presente empezó cuando se consiguió por primera vez seres multicelulares, siguió con la invención de los planes corporales, luego con la creación del cráneo, más tarde con el desarrollo de las patas, los tres huesecillos del oído y finalmente grandes cerebros y la posición erecta.
Los peces tienen la cabeza completamente fija al cuerpo, no la articulan. Para que Tiktaalik pudiera erguir la cabeza fuera del agua tuvo que desarrollar un cuello y para poder oír en el aire se tuvieron que improvisar nuevos mecanismos a partir de los elementos que ya había, y que se reconvirtieron para realizar nuevas funciones. Un hueso de mandíbula superior de los peces se transformó en el estribo, mientras que otros dos de la mandíbula inferior de los reptiles pasaron a ser el martillo y el yunque de nuestros oídos. Pero las células que sienten el sonido siguen siendo las mismas que utilizan y utilizaban los peces cartilaginosos como el tiburón.
Pero no es sólo el sentido del oído. El sentido del olfato es también interesante en las palabras de Shubin. Un 3% de nuestros genomas corresponden a genes destinados a detectar distintos olores. Muchos de ellos son ahora no funcionales, pues han mutado a formas en las que no realizan su tarea. No han sido reparados por la evolución porque, a diferencia de otros mamíferos, nosotros dependemos más del sentido de la vista que del olfato. No obstante, es difícil no dejarse llevar por la imaginación y suponer la existencia de un humano transgénico con todos sus genes del olor funcionales.
Pero si ahora somos animales visuales no se debe a inventos evolutivos recientes. Puede que nuestra rica visión en color se desarrollase hace sólo 55 millones de años, pero en realidad los pigmentos que nos permiten ver son muy antiguos, de antes de que existieran seres pluricelulares. También hay genes que dicen «haz unos ojos», y esos genes son versiones del mismo gen en todas las especies, estando presentes tanto en la mosca de la fruta como en el ser humano. El mismo gen que creaba los ojos de un trilobites hace 500 millones de años crea los nuestros. Las distintas versiones de genes Hox al que pertenece este gen son los genes que controlan el desarrollo embrionario de todos los seres pluricelulares desde hace más de 500 millones de años. A veces, si intercambiamos versiones del mismo tipo de gen entre distintas especies se tiene finalmente un individuo sano y normal, porque su desarrollo embrionario se ha producido adecuadamente, incluso con un gen Hox de otra especie.
En este libro podemos ver cómo es el desarrollo embrionario de distintas especies y lo que nos une a ellas. Todos estamos hechos a partir de los mismos elementos, de los distintos arcos branquiales. La distancia entre usted y un renacuajo es más corta de la que se imagina.
La Anatomía puede ser también evolutiva y podemos comprobar, por ejemplo, cómo la intrincada y poco eficiente disposición de nuestros nervios craneales se pueden explicar a la luz de nuestra historia evolutiva. O ver cómo el pelo, las plumas, los dientes y las glándulas mamarias tienen el mismo origen.
Incluso nuestras debilidades físicas dependen a veces de nuestra historia evolutiva. Shubin nos recuerda el ejemplo de las hernias, provocadas por un debilitamiento del vientre en la parte por donde bajan los testículos. Problema que no tiene el tiburón, pues sus gónadas están todavía dentro de su cuerpo, al igual que sus antepasados y los nuestros de hace más de 400 millones de años.
Por último, sólo recordar que este libro ha sido un éxito de ventas en EEUU. Curioso que un libro de ciencia sea un best seller, pero también nos da un punto de comparación entre esa sociedad y otras que se creen avanzadas sin serlo.
Desconozco si hay planes de editar este libro en español, pero parece que de momento no ha sido editado. Es de suponer que nuestros editores tienen libros más importantes que imprimir.
Alguien dijo que una editorial recolecta muchos fideos, luego los lanza contra la pared y simplemente comprueba cuáles de ellos se quedan pegados.

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