Los bosques sufren ahora por talas del pasado
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A comienzos del siglo 20 se eliminó el 90% del bosque que cubría la parte norte de los Grandes Lagos de Norteamérica. Este legado de destrucción continúa teniendo un importante impacto sobre el medio ambiente en el presente y en la capacidad de almacenamiento de carbono.
Según un estudio, después de los más de 70 años transcurridos desde esa destrucción medioambiental el bosque no ha vuelto a su condición original y no almacena tanto dióxido de carbono como lo hizo antes del impacto. Este punto es muy importante para poder controlar el desmedido aporte de ese gas realizado por el ser humano y contrarrestar de este modo el efecto invernadero. Los investigadores no están seguros de cuanto tiempo tiene que transcurrir hasta que el bosque se recupere completamente. Lo que está claro es que hay una reducción muy grande de la productividad de este bosque.
Los bosques de Norteamérica almacenan el 10 o 12% del dióxido de carbono del total del emitido por la industria de EEUU y Canadá.
Además, a pesar de que muchas de estas zonas han vuelto a crecer la mala gestión del bosque durante el pasado siglo ha reducido en un 50% la capacidad de almacenamiento de CO2.
Estos resultados se han presentado el 8 de diciembre en el congreso de la Unión Geofísica Americana en San Francisco (Session B41A-0164, MCC Level 1) por Christopher Gough y Peter Curtis (Ohio State University).
Por tanto no es sólo un efecto de “inercia” sino que además es una consecuencia de las malas prácticas en la gestión posterior de sus recursos. Este legado continuará reduciendo la capacidad de fijar dióxido de carbono en el futuro.
Los investigadores midieron el carbono almacenado en diversos puntos del bosque que fue liberado a la atmósfera en el pasado siglo una vez que su madera fue quemada.
Se han venido haciendo talas experimentales durante 65 años, clareando ciertas zonas del bosque para después dejarlas crecer. Esto ha representado otro efecto añadido al efecto de las talas masivas de hace un siglo. Pero zonas adyacentes que finalmente no se talaron han servido como regiones de control para medir el carbono almacenado.
Según estas medidas la máxima cantidad de carbono almacenado en las áreas taladas y posteriormente recuperadas representa sólo un 50% de la cantidad almacenada en las zonas de control.
En esa región hace un siglo se clareaban un área entera de bosque escogiendo sólo determinados troncos dejando una abundante cantidad de árboles jóvenes, junto con ramas y hojas. El desperdicio se solía secar dejando un material susceptible de iniciar y propagar fuegos devastadores. Su quema además eliminaba la posibilidad del reciclado de sus componentes como nutrientes para las otras plantas. Esto mismo sucede en la actualidad en muchos países del tercer mundo.
El carbono forma parte del tronco, ramas, hojas y raíces. Además es almacenado también en el propio suelo, tanto por desperdicios vegetales de su superficie como por los microorganismos que viven en el interior. Cuando un bosque es talado y quemado todo ese carbono en forma de CO2 es devuelto a la atmósfera.
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