NeoFronteras

Tunguska 100 años después

Área: Espacio — martes, 8 de julio de 2008

Se cumplen 100 años del acontecimiento de Tunguska, fenómeno que se relaciona con un impacto de un objeto astronómico. Algunos detalles de este evento están aún sin aclarar.

Foto
Árboles derribados por la explosión. Foto: Expedición de Leonid Kulik.

Hace un siglo una gigantesca explosión destruyó parte de la taiga y del bosque siberiano, dejando desde aquel entonces a los científicos con un hecho a explicar. El evento de Tunguska (ocurrió cerca del río Podkamennaya Tunguska) se ha explicado tradicionalmente como un impacto de un cometa o asteroide. Es el único evento de este tipo y de gran magnitud que ha ocurrido en tiempos modernos y, por tanto, está relativamente bien documentado.
Don Yeomans es el jefe de la Oficina de Objetos Cercanos a la Tierra en el JPL de la NASA. Esta institución organiza la investigación científica sobre los objetos del sistema solar susceptibles de impactar sobre la Tierra. Este científico relata cómo fue el evento y la investigación subsiguiente.
Aunque el evento ocurrió en 1908 la primera explicación se propuso 19 años después. En 1921 Leonid Kulik, conservador de la colección de meteoritos del museo de San Petersburgo realizó una expedición a Tunguska, pero las duras condiciones siberianas impidieron al equipo de expedicionarios llegar al área central. Sin embargo, en 1927 una nueva expedición liderada de nuevo por Kulik alcanzó la meta.
Al principio la población local era reticente a la hora de contar a Kulik los destalles del acontecimiento, ya que creían que el hecho había ha tenido que ver con la visita de un dios.
Sin embargo las pruebas físicas estaban allí. Dos mil kilómetros cuadrados de bosque habían sido aplastados y ocho millones de árboles estaban tumbados sobre el suelo en una configuración radial.
Los árboles actuaron como marcadores que apuntaban directamente al epicentro de la explosión. Cuando el equipo llegó a la zona central encontraron árboles que estaban de pie, pero sin ramas ni hojas, a modo de postes de teléfono. Esta poda requiere de una onda de choque rápida capaz de cortar las ramas antes de que éstas puedan transmitir la cantidad de movimiento al tronco del árbol. Árboles similares se encontraron 37 años después en la ciudad de Hiroshima a consecuencia de la primera explosión atómica sobre un área urbana.
Después de tres expediciones Kulik consiguió algunos relatos del evento por parte de los habitantes locales. Uno de ellos relató:
«De repente en el cielo del Norte… el cielo se partió en dos, y por encima del bosque la parte norte del cielo apareció cubierta de fuego… En ese momento se escuchó una explosión en el cielo y quizás un estrépito… Al estrépito le siguió un ruido similar al que harían las piedras cayendo desde el cielo. La tierra tembló.» Este individuo relata además cómo fue derribado de la silla en la que estaba en el porche de su casa y el calor que sintió en su cuerpo debido a la explosión.
La explosión produjo una onda de choque que se transmitió por la atmósfera y fue registrada por unos barómetros muy sensibles situados en Inglaterra. También se detectaron ondas sísmicas en los sismógrafos de la época en diversos puntos. Nubes densas se formaron en la región a gran altitud que reflejaron la luz del sol cuando este se encontraba más allá del horizonte. A consecuencia de esto el cielo nocturno brillaba y se informó que mucha gente situada en Asia, pero lejos del lugar, o en Londres podían leer el periódico por la noche con esa luz. Se informó además de la muerte de ganado en el lugar, pero no de la muerte de personas.
Nunca se encontraron fragmentos del supuesto asteroide ni cráter de impacto provocado por el mismo.
Un siglo después todavía se debate la causa de esta explosión y se proponen diferentes escenarios. Entre los posibles culpables podría ser un asteroide o incluso un cometa. Éstos últimos tienen más energía cinética que los primeros y dejaría menos pruebas al estar constituidos en su mayor parte de hielo. Un cometa pequeño podría, por tanto, haber realizar también el mismo trabajo, pero la ausencia de fragmentos hace difícil distinguir entre distintos escenarios o apoyar la hipótesis del asteroide.
Si el objeto fue un asteroide, el evento del 30 de junio de 1908, consistió en que una roca de unos 40 metros de diámetro que entró en la atmósfera terrestre por encima de Siberia y detonó por encima de la superficie terrestre. Se estima que el asteroide entro en la atmósfera viajando a una velocidad de unos 20.000 Km/h. En este viaje las 100.000 toneladas de material rocoso espacial se calentaron a decenas de miles de grados y a las 7:17 de la mañana, a unos 10.000 metros de altura sobre la superficie, la combinación de presión y temperatura por el calor generado provocó que el asteroide se fragmentara y aniquilara, produciéndose una bola de fuego con una energía equivalente a 185 bombas de Hiroshima. Esta sería la razón por la que no hay cráter de impacto, ya que el asteroide sería consumido en la explosión.
Pero hay un debate sobre por qué no hay fragmentos si el objeto original era un asteroide. Los modelos computacionales predicen que debió de producirse al menos un cráter correspondiente a un fragmento de un metro que sobrevivió a la explosión. Hay un grupo de investigadores que planea la búsqueda, con un sistema de sonar, de un trozo de esas características en el lago Cheko. Esperan que se encuentre a 10 metros de profundidad enterrado en el lecho del lago.
Yeomans y otros científicos de su institución se dedican a la dura tarea de catalogar todos los objetos celestes que cruzan la órbita terrestre y que potencialmente pueden ser peligrosos para nuestro planeta. Este investigador estima que, en promedio, un objeto como el de Tunguska cae sobre la Tierra una vez cada 300 años.
Aunque la explicación de impacto espacial no es la única que se puede concebir. Wolfgang Kundt, físico en la Universidad de Bonn (Alemania), sugiere que quizás el evento fue causado por la liberación súbita y masiva de 10 millones de toneladas de metano (gas natural), tipo de evento que se ha documentado con anterioridad en otros lugares.
Imaginar un impacto de asteroide de esta magnitud sobre una ciudad moderna es terrorífico. Esperemos que no nos pase como a los dinosaurios y seamos capaces de detectar y desviar uno de estos objetos antes de que caiga encima de nosotros. Ya se están haciendo preparativos con misiones espaciales que eviten este tipo de impactos, pero queda mucho trabajo por hacer.

Fuentes y referencias:
Nota de prensa de la NASA.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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