La toxoplasmosis cambia el comportamiento humano
Los humanos infectados por toxoplasmosis son más propensos a la extroversión y son menos aplicados y serios que las personas no infectadas.
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Según un reciente estudio los infectados por toxoplasmosis son más propensos a la extroversión que las personas no infectadas y esto ocurre tanto en hombres como en mujeres. La toxoplasmosis está causada por el parásito Toxoplasma gondii.
La toxoplasmosis se contrae habitualmente a través de carne contaminada que no ha sido convenientemente cocinada. Así por ejemplo, las infecciones en Francia son superiores a las que se dan en EEUU (se estima que este microorganismo infecta al 22,5% de los norteamericanos mayores de 12 años), lo que se debería a una diferencia en los hábitos culinarios. También se puede adquirir por consumir fruta y vegetales que no han sido lavados bien y que hayan estado en suelos contaminados por el parásito. La toxoplasmosis en adultos no es una enfermedad grave e incluso puede pasar inadvertida.
T. gondii puede causar más daño en el cerebro del feto. La posibilidad de esta infección es la razón por la cual a las embarazadas se les advierte de que no deben limpiar la arena del gato o que deben evitar el consumo de ciertos productos como la carne cruda o poco cocinada.
El hallazgo se realizó gracias a un cuestionario de personalidad en el que participaban tanto personas infectadas como no infectadas. El resultado indicaría que el parásito tiene alguna influencia en la química cerebral.
Según Jaroslav Flegr (Universidad Charles en Praga) Toxoplasma gondii manipula el comportamiento del animal que infecta aumentando las concentraciones de dopamina y cambiando los niveles de ciertas hormonas.
Aunque los humanos pueden acarrear el parásito, en su ciclo de vida sólo suelen entrar en juego los gatos y roedores. Cuando Toxoplasma gondii infecta las ratas y ratones y hace que éstos tengan menos miedo y así puedan ser cazados por los gatos. Esos roedores son entonces comidos por los gatos y éstos se infectan con el parásito. Luego, el parásito se propaga a través de las heces del felino para así completar su ciclo.
T. gondii tiene efectos más sutiles en humanos. Según los estudios realizados, los infectados tienen mayores probabilidades de tener accidentes de tráfico y los esquizofrénicos tienes mayores posibilidades de infectarse. Sin embargo, hasta hace poco se creía que el parásito infectaba a la gente sin que afectara sus vidas.
En el nuevo estudio apareció un patrón: cuanto más tiempo habían sido infectados los humanos menos aplicados o serios eran. Esta correlación apoya la hipótesis de los investigadores de que los cambios de personalidad son el resultado del parásito, en lugar de que la personalidad influya en el riego de ser infectado. En estudios anteriores ya se había encontrado resultados similares. Por tanto, ya se puede decir que hay una relación causa efecto por la cual la infección por este parásito provoca cambios en la personalidad del infectado.
Sin duda esta idea, convenientemente exagerada, podría servir para que David Cronenberg hiciera una película.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=3928
Fuentes y referencias:
Noticia en Scientic American.
10 Comentarios
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lunes 1 octubre, 2012 @ 8:32 pm
Uno se pregunta, si esto es realmente cierto, cuanto de nuestra comportamiente, de nuestra mente por decirlo asi, es debido a enfermedades o infecciones. Si alguna vez alguien dudaba en que el comportamiento depende del medio ambiente, esto podria traer luz al asunto.
martes 2 octubre, 2012 @ 2:11 am
Celebro que se haya publicado esta noticia porque es un asunto muy desconocido para la población general e incluso para los médicos: hace un par de años les comenté a algunos compañeros que había leído un estudio que relacionaba la infección por toxoplasma con una mayor lentitud en los reflejos (lo cual condicionaba más accidentes de tráfico), con una mayor impulsividad, y en el caso de las mujeres mayor promiscuidad (que estaría relacionada con la extroversión que cita la noticia y con el aumento de la dopamina que es una hormona que se eleva en las primeras etapas del enamoramiento). Todos se quedaron sorprendidos ante esta noticia, algunos no se la creyeron y hasta hubo un compañero al que considero muy preparado y actualizado que se apresuró a decirme «pues mi mujer tiene serología positiva al toxoplasma, pero no es para nada promíscua», je, je.
miércoles 3 octubre, 2012 @ 2:53 pm
Miguel Ángel el estudio indica tendencias, no conductas específicas. Si el individuo humano es bien conciente y con mucho autocontrol (por autoreferencia y autoreflexión) podrá notar estas tendencias en sí y saber regularlas. De todas formas, las tendencias están ahí.
jueves 4 octubre, 2012 @ 9:49 am
Amigo Miguel Angel:
Me ha interesado mucho tu comentario 2. He querido encontrar una experiencia de la que no recuerdo los detalles. Por eso he tardado en responder. Sigo sin encontrarlos pero, en líneas generales se refería a unas moscas, creo que del este de USA infectadas por una bacteria que se alojaba en los espermatozoides para entrar en las hembras. Los efectos eran que -creo- las moscas infectadas producían más hembras que machos -y recuerdo que apuntaba que esto iba contra la naturaleza-. Me parece que el hecho llevaba consigo una cierta incompatibilidad con las moscas no infectadas. Es una lástima que no pueda recordar donde lo he leído, porque es un ejemplo interesantísimo.
Un fuerte abrazo.
jueves 4 octubre, 2012 @ 9:56 am
Estimado Alejandro Sanchez:
No sé si te das cuenta de que ese extraordinario autocontrol, esa voluntad, esa sensibilidad para captar esas tendencias extrañas, también estarán afectadas por la infección. No sé si para bien o para mal.
Un fuerte abrazo.
viernes 5 octubre, 2012 @ 4:44 am
Gracias porque esto es completamente nuevo para mí, así que no hubiese podido ni imaginarlo.
Muy interesante tanbién el hecho de que un parásito se aproveche del comportamiento valiente de los roedores infectados para poder completar su ciclo de vida en aquel felino que caze a alguno de estos desafortunados animalillos y es que parece tan ingenioso que es dificil aceptar que no hay intencionalidad alguna por parte de ese pequeñito manipulador.
Saludos.
viernes 5 octubre, 2012 @ 8:26 am
Estimado «r»:
Basta considerar que cuando sufrimos alguna enfermedad cambia nuestro comportamiento. Es de sobra conocido el mal café que suelen acarrear los dolores de estómago. Si por alguna razón, la producción de alguna hormona como la adrenalina, se ve alterada, seguro que afectará al comportamiento en relación con una amenaza por ejemplo.
En cuanto a esos «pequeñitos manipuladores», creo que su actual ciclo se debe a la selección natural. Simplemente, unos influirían en un comportamiento que les reportaría desventajas y fueron eliminados, mientras que aquellos que, casualmente, acertasen a influir de forma positiva para completar ese ciclo, han prosperado.
Un fuerte abrazo.
sábado 6 octubre, 2012 @ 12:37 am
Amigo tomás:
¿Recuerdas si hemos hablado de ese estudio en Neofronteras? Lo digo porque creo que me suena, y de ser como dices es un resultado curioso.
Tal vez hayas notado que ya pongo la tilde en mi nombre: antes no la ponía porque me había fiado de una leyenda que circula por ahí que cide que las mayúsculas no tienen necesariamente que llevar tilde. Hoy he cogido el diccionario y he salido de dudas. Falta administrarme un punitivo por medio de esta muy recomendable fábula de Iriarte:
«Oyendo una tordo hablar a un papagayo,
quiso que él y no el hombre le enseñara;
y con un sólo ensayo
creyó tener pronunciación tan clara,
que en ciertas ocasiones
a una maric,a daba ya lecciones.
Así, salió tan diestra la maric,a,
como aquel que al estudio se dedica
por copias y malas traducciones»
Más abrazos.
sábado 6 octubre, 2012 @ 9:25 am
Querido amigo Miguel Ángel:
Pensaba que el no poner tilde a tu Ángel era por cuestión ajena a la ortografía, como yo lo hago al escribir «tomás» con minúscula por pura modestia. De todas formas, te aseguro que yo lo pronunciaba correctamente: nunca leí «Angél».
Eso de no significar el acento viene de tiempos antiguos, sobre el siglo XV, más o menos, cuando los ordenadores y sus impresoras iban a pedales y, para colocarlo en las mayúsculas había que coger la pluma de ave, mojarla en tinta y hacerlo a mano.
Tu caso me trae a la mente -y tu sabrás perdonarme porque te aseguro que este es el primer rato de humor que he podido disfrutar desde hace más de una semana. ¡Cosas de la vida!-; decía que me recordaba al personaje Jourdain, de Moliere, que llevaba toda su vida hablando en prosa sin saberlo.
Respecto a esas moscas, si tengo tiempo repasaré alguno de esos envíos que nuestro estimado y tan trabajador Juan Manuel nos proporciona.
Recibe un fuerte abrazo
lunes 8 octubre, 2012 @ 7:33 pm
Ja,ja,ja. Gracias por tu buen humor, amigo tomás.