Los últimos reductos salvajes podrían desaparecer
Los últimos reductos salvajes del planeta están a punto de desaparecer si no se estable una política de protección dura al respecto.
Somos hijos de la Tierra, de la Naturaleza que hay en ella. Desde el punto de vista científico no se puede concebir la vida humana sin el resto de los seres vivos con los que compartimos este planeta.
Puede que a los seguidores de Star Wars les parezca posible un planeta como Coruscant, que está totalmente cubierto por una ciudad, una ecumenópolis planetaria. Eso, además de ser imposible, sería un infierno atroz. Nuestra vida, nuestra comida, nuestro aire o nuestro agua dependen de los servicios ecológicos que proporcionan los ecosistemas.
No sólo hay que conservar a los demás seres porque tienen derecho a existir, porque son bellos y porque nos proporcionan conocimiento. Hay que conservarlo por puro egoísmo nuestro. Sin, por ejemplo, los polinizadores, nuestra producción de comida se reduciría drásticamente. No conservar el mundo natural sale muy caro. Lo malo es que, por culpa de la externalización de costes, la factura no la suelen pagar los culpables del estropicio.
Las áreas salvajes intactas actúan como tampón frente a los efectos del cambio climático y de otros impactos de origen humano. Entre otras cosas hacen de sumidero del dióxido de carbono y almacenan gran cantidad de carbono que al ser destruidas serían liberadas. Además, proporcionan refugio para numerosas especies que están desapareciendo de las regiones dominadas por los seres humanos. En los mares, están las últimas regiones que todavía contienen poblaciones viables de predadores como el atún, peces vela o los tiburones.
Además, estas áreas son el hogar de millones de indígenas que dependen de ellas para sobrevivir y con las que han mantenido un larga conexión biocultural. Su destrucción destruiría la cultura de esos pueblos.
Por todo esto, es muy importante contabilizar cuánto nos queda aún de Naturaleza salvaje. Dos informes recientes liderados por investigadores de la Universidad de Queensland alertan sobre que los últimos reductos salvajes disminuyen rápidamente y que se necesitan acciones internacionales urgentes de conservación.
Sus autores han levantado una mapa mundial, tanto de tierra firme como de los mares, en el que delimitan los ecosistemas que todavía quedan intactos en este planeta.
James Watson (University of Queensland) dice que los dos estudios proporcionan la primera visión completa de lo pequeñas que son las áreas salvajes que quedan y dice estar alarmado.
«Estos resultados no son más que la una historia de horror para los últimos lugares salvajes del planeta. La perdida de las áreas salvajes debe ser tratada de la misma manera con la que tratamos la extinción. No hay vuelta atrás una vez se empieza a explotar y la decisión es para siempre», añade.
Hace sólo 100 años el ser humano usaba el 15% de la superficie terrestre para el cultivo y el ganado. Ahora el 77% de la tierra firme y el 87% de los océanos han sido modificados por la actividad humana. Sólo entre 1993 y 2009 un área salvaje de 3,3 millones de kilómetros cuadrados (mayor que la superficie de India) se ha perdido por culpa de los asentamientos, la agricultura, ganadería, minería y otras acciones del ser humano.
«Y en los océanos, las únicas regiones que están libres de la pesca industrial, la contaminación y los barcos mercantes están confinadas a las regiones polares», dice Watson.
Hace unos días, una propuesta que pretendía mantener libre de la explotación el océano Antártico ha sido rechazada.
James R. Allan dice que estas áreas que quedan sólo pueden ser protegidas si su importancia es reconocida internacionalmente. «Algunas regiones están protegidas por la legislación nacional, pero en la mayoría de la naciones, estas áreas no están formalmente definidas y protegidas», añade. Según él no hay nada que haga que las naciones adopten planes de conservación a largo plazo. Añade que se necesitamos establecer inmediatamente objetivos de conservación de estos espacios, especialmente para poder conservar la biodiversidad. De este modo, se podrán paliar daños climáticos peligrosos y alcanzar cierta sostenibilidad.
Sólo 20 naciones poseen el 94% de estas áreas salvajes. Rusia, Canada, Australia, EEUU y Brasil poseen el 70%. Sólo si estas naciones realizan un papel importante de conservación se podrá evitar el desastre final.
Los investigadores insisten en que la políticas globales tienen que cambiar para que se trasladen hacia acciones locales. Además, dicen señalan que hay que parar el desarrollo industrial para proteger el modo de vida indígena, crear mecanismos que permitan al sector privado proteger las áreas salvajes y ampliar la administración del sector pesquero industrial para que este no se expanda más.
«Hemos perdido ya mucho, así que debemos agarrar esta oportunidad para asegurar las regiones salvaje que quedan antes de que desaparezcan para siempre», dice Watson.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Mapa: James Watson y colaboradores.
16 Comentarios
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lunes 5 noviembre, 2018 @ 10:48 pm
La información está, solo falta voluntad y conciencia de las autoridades, las que en su gran mayoría están involucradas con estas grandes transnacionales que causan estos estragos.
Excelente blog!
martes 6 noviembre, 2018 @ 9:51 am
En efecto. Varias empresas transnacionales son más poderosas que muchos estados y suelen tener su sede en alguno de los países mencionados, aunque también en otros muy importantes como RU, Alemania o Japón. (No sé por qué no se mencionan en el artículo a países como China, Mongolia y algún otro con áreas vírgenes). Por otra parte el desarrollo insostenible al que califican eufemísticamente de sostenible, es el discurso que gana elecciones. Lo tenemos duro.
miércoles 7 noviembre, 2018 @ 9:15 am
Pues me he cargado mi comentario, denso como siempre.
Decía que otra variable la supondrá la despoblación que se da en muchas áreas (países enteros) del núcleo de Occidente, más bien en Europa. No es un problema demográfico, pues afecta a paīses con crecimiento vegetativo. Basta echar un vistazo a la población de los países ex-comunistas de Europa para ver que en bastantes casos han perdido casi un tercio de población respecto a 1991. También basta echar un vistazo al INE para ver que en España, Asturias p.ej. llegó a tener 1,3 millones de habitantes y va camino de 0,8. La mano de obra es otra mercancía, siempre lo ha sido, y las contribuciones de emigrantes suelen suponer una parte significativa del PIB en estos casos.
En Noruega un argumento recurrente para ganar el no en los referendums para unirse a la CEE/UE fue este, y es real, como lo está demostrando su vecina Suecia que ve una despoblación brutal de 2/3 del país (todo el centro-norte, sólo el sur crece, Estocolmo tuvo unos incrementos en su conurbación inéditos históricamente).
Esto hace más complejo todo. Por un lado, en general, la vida rural tiene un impacto en el medio ambiente abismalmente menor que en las grandes aglomeraciones, además la despoblación permite una recuperación irregular y desigual de los ecosistemas. Pero esta misma despoblación fomenta el «ojos que no ven», donde no hay nadie incluso los seres de la luz suecos se pasan por el forro la legislación ambiental de piscifactorías, explotaciones mineras y forestales y demás.
Hay que tomar en consideración en suma que no es sólo crear normas para evitar la catástrofe, sino tener un mínimo (auto)control de las sociedades humanas.
sábado 10 noviembre, 2018 @ 8:00 am
No sé como concebir ese (auto)control del que hablas. Por una parte cualquier persona debería poder ser libre de elegir el lugar donde desea vivir, la sea en China, USA, o Moldavia, por poner unos ejemplos. Pero sabemos que eso ni es una realidad, ni sería posible porque las poblaciones se concentrarían en los más ideales lugares. Por otra parte vemos la concentración de las gentes en las insoportables grandes ciudades -cada vez más grandes, cada vez más insoportables-. Entonces no queda otra que una organización en núcleos urbanos de unos cincuenta mil habitantes, que pueden tener todos los servicios -de salud, por ejemplo- que pueden recorrerse andando y que no precisan grandes obras como túneles, metro, etc., bastándoles con un servicio de transporte urbano y público modesto. La cuestión estriba en cómo promover el deseo de habitar esas modestas y cómodas concentraciones. Una buena pega, que yo sufro porque habito en una de esas pequeñas ciudades que considero, es la dificultad para asistir a espectáculos tales como cine, teatro, musicales, etc. por la baja rentabilidad dado el escaso público, pero eso podría arreglarse con un servicio interurbano eficaz. Yo no tengo más remedio que desplazarme a Barcelona o a Madrid, que es donde hay suficiente público para que esas representaciones sean rentable. También incluso el cine se ha concentrado ahora en zonas no urbanas. Aquí solo hay uno que malvive haciendo equilibrios económicos, así que si quieres una oferta has de coger el coche, lo que no estoy dispuesto a hacer más que ocasionalmente -quizá una vez a año por complacer a mi hija-. Posiblemente lo ideal sería combinar la vida cotidiana con alguna gran empresa que proporcionase trabajo y alguna delegación de universidad para que exista una educación superior accesible y, como digo, un buen servicio interurbano. También el despoblamiento del campo sería menor. En resumen, un mundo ideal, una utopía.
domingo 11 noviembre, 2018 @ 7:27 pm
Un *mínimo* autocontrol. La naturaleza tiene sus buffers, pero la sociedad humana «civilizada» los rompe todos. Lo que quería resaltar es que malamente podemos dominarnos (o sujetarnos, como prefieras) cuando la civilización que ¿creamos?, totalmente cultural, tiene vida propia y nos «controla» ella a nosotros.
martes 13 noviembre, 2018 @ 1:04 am
¿Es la democracia compatible con la conservación del medio?
¿Es el capitalismo compatible con la conservación del medio?
¿Son la cultura y la naturaleza humanas compatibles con la conservación del medio?
Supongamos que no emitimos más gases de efecto invernadero y que dejamos de crecer en población. ¿Durante cuanto tiempo se puede mantener el sistema social sin que el ecológico se desestabilice?, ¿1000 años, 100 000?, ¿qué son esas cifras comparadas con los millones de años en los que los dinosaurios reinaron?
¿Es la tecnología compatible con el medio natural a largo plazo?
Sólo son preguntas.
martes 13 noviembre, 2018 @ 9:14 am
No lo sabemos, aunque creo que es lugar común que nuestra cultura y nuestros actos están, en una enorme medida, más fundamentados en la ignorancia (casi ciega) que en el bagaje científico que tenemos, que ya no es cosa menor ni anecdótica. Nunca lo fue. Tema aparte además es si las cosas pudieron haber sido de otra manera. Lo cierto es que la también inmensa mayoría de los problemas creados eran predecibles, precisamente por lo que ya sabemos, algo que sociedades más «primitivas» sí que difícilmente podrían prever.
En mi opinión la mente humana «civilizada» sigue dejando un enorme margen a la ideología cultural fruto de que las sociedades son inestables y no en menor medida porque se sostienen en abierta declaración de guerra contra muchos de nuestros instintos biológicos. Esto además influye en la forma que evolucionamos, y seguramente de una forma que se nos pasa por alto porque la desconocemos. Casi se podría decir que va a ser verdad que sólo usamos el 10% de la mente, pero porque el otro 90% está lleno de tonterías (en bucle).
De un modo u otro, la respuesta a todo esto curiosamente se relaciona con la paradoja del italiano gran estimador, si fracasamos, no dejaremos huella, pero si sobrevivimos, parece claro que debemos hacerlo de tal manera que nuestro impacto sobre el entorno ha de ser cuasi nulo, es decir, indistinguible en magnitud de las fuerzas naturales que operan. Ya sé que esto ahora mismo suena a imposible total, pero yo es que no veo que se viole ninguna ley de la TD ni siquiera de la MC. Es cultural el hecho de que nos hagamos notar, y lo hacemos para nosotros mismos porque dudo que una jirafa pueda apreciar mucho de una pirámide del Nilo, y ni siquiera me parece que sea un lugar común de la condición humana porque hay numerosas culturas que lo contradicen, otra cosa es que sea respuesta a una determinada manera de (mal) organizarse.
Y bueno, es Chomsky el que dice (y tiene razón) que somos asombrosos para deducir correctamente cosas a partir de muy pocos datos, y que también somos increíblemente torpes en el sentido de ver los árboles y no el bosque. Puede que sea constitucional, puede que sea cultural. Pueden ser ambos.
martes 13 noviembre, 2018 @ 10:04 am
«¿Es la democracia compatible con la conservación del medio?»
Tal como la practicamos, no. Solo una sociedad con suficiente cultura y que sepa mirar a largo plazo podría serlo. Pero eso implica también justicia social y más cosas, como pueden ser conocer los límites de los derechos y el cumplimiento de las obligaciones.
«Es el capitalismo compatible con la conservación del medio?» Definitivamente no. Se justifica con la libertad del individuo, pero eso es una falacia.
«Son la cultura y la naturaleza humanas compatibles con la conservación del medio?»
Diría que ninguna de las dos lo son. En realidad la cultura es hija de la naturaleza y, me temo que no podemos fiarnos mucho de nuestro egoísmo y ambición.
«¿Durante cuanto tiempo…?»
Me pareces muy optimista incluso con los 1000 años.
«¿Es la tecnología compatible con el medio natural a largo plazo?»
Es el uso que se hace de la tecnología el que nos va a destruir, no la tecnología. Esta puede incluso retrasar el final. Si ciencia y tecnología se usan por una sociedad concienciada y culta en ética -en el más amplio sentido- la tecnología ha de ser buena, pues resulta de la práctica del conocimiento. Pero si -por ejemplo-la usamos para talar bosques más rápidamente y más barato o para matar mejor y con más precisión en una guerra, pues va a ser que no, que no es compatible.
Magníficas preguntas, querido magister Neo.
martes 13 noviembre, 2018 @ 11:03 pm
Respondiendo a una de las preguntas de Neo, y por muy mal que se me pinte, me acojo a la respuesta de Martin Luther King:
«Aunque supiese que mañana se acaba el mundo, yo, todavía hoy, plantaría un árbol»
Y disculpas por repetirme, pero es que es un cita que me encanta.
Todo empieza por contar la historia. Después se pueden ir sumando voluntades:
https://es.greenpeace.org/es/que-puedes-hacer-tu/peticiones/salvemos-bosques-indonesia-orangutan/?utm_medium=email&utm_source=newsletter-socios&utm_campaign=Bosques&utm_content=video%20rang%20tan%20socios%20firma&utm_term=NOTICIA_PRINCIPAL
Desde la misma página de Greenpeace, se congratulan del buen ramillete de multinacionales de alimentación, entre las que está Nestlé, que se han comprometido en ese aspecto.
miércoles 14 noviembre, 2018 @ 10:28 am
Esperemos entonces que disminuya el consumo de aceite de palma.
miércoles 14 noviembre, 2018 @ 10:03 pm
Pues he visto en una hoja parroquial (folleto de publicidad) de una conocida cadena de distribución minorista aparente cooperativa (que explota de mala manera a sus empleados, cooperativistas o no), que un conocido engrudo de nombre y cualidades plagiados a la nutella (da igual, hace décadas que lo vendieron a Unilever), que ahora se fabrica *sin* aceite de palma, supongo que era la referencia que debía de traer en el epígrafe ingredientes como «aceite vegetal eh profusamente hidrogenado, y tal», supongo, dado que como no soy consumidor nunca había estudiado ningún frasco sino como parte del paisaje de referencias de un establecimiento.
Se puede concluir que 1.los fabricantes empiezan a ser sensibles con el rechazo, tanto dietético como productivo del tal producto y 2.tal y como anda la economía del sistema, en turbulencia total, hay otras porquerías mucho más baratas y de momento sin costes de imagen, es decir, de ventas. Además, la palma no es rentable a la PAC.
miércoles 14 noviembre, 2018 @ 11:03 pm
Cuando algo cae en desgracia…creo que no pecamos de optimistas si pronosticamos que, al menos en los países más ricos, se acabará retirando a muy corto plazo de la práctica totalidad de alimentos para consumo humano.
Pero de poco servirá si gana mercado para su uso industrial o para alimentar animales.
jueves 15 noviembre, 2018 @ 8:21 am
También lo creo así, Miguel Ángel. Supongo que con el consumo animal te referirás a alimentación de perros y gatos y, quizá, a algún pienso para animales de granja, que no entiendo del tema.
Abrazos mil.
viernes 16 noviembre, 2018 @ 1:18 am
Tanto en los piensos para mascotas, como en los de los animales de granja: acabo de leer una artículo en el que se denuncia que, en muchos casos, la cantidad de aceite de palma que llevan es casi lo máximo que pueden tolerar.
Desconozco si en las piscifactorias también, pero lo supongo.
viernes 16 noviembre, 2018 @ 1:19 am
Perdón, quería decir: «la máxima que pueden tolerar».
viernes 16 noviembre, 2018 @ 10:19 am
En mi opinión correctas las dos expresiones. En «…lo máximo…» se elidiría algo así como «límite», que es masculino. Es una opinión.
Abrazos menos escrupulosos.