Huellas de 565 millones de años
Encuentran huellas fósiles que sugieren la presencia de locomoción animal antes de la explosión del Cámbrico.
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Peter J. Bentley, autor de “El científico camuflado”, dice en uno de los capítulos de su libro que la Edad de Piedra debería llamarse la Edad de los Tejidos, pues por es época el ser humano empezó a confeccionar tejidos para vestirse, pero que al ser más perecederos que las piedras nos han quedado pocos restos de tejidos y muchas más piedras.
Con el registro fósil pasa algo parecido, la concepción que tenemos de la historia biológica de este planeta depende en gran medida de los restos fósiles dejados por animales con partes duras: huesos, dientes, caparazones, conchas… Los animales de cuerpo blando rara vez fosilizan. Seguro que habrá habido toda una serie de animales fantásticos sobre este planeta que, una vez extinguidos, no han dejado ningún registro de su existencia y, desafortunadamente, nunca los conoceremos.
A veces los animales (por desgracia no las plantas) dejan algo tras de sí, incluso aunque ninguna parte de su cuerpo se haya fosilizado: sus huellas. El surco dejado por un gusano o las pisadas de un dinosaurio impresas en el barro de la orilla de algún lago cretácico también se consideran fósiles.
Cuanto más nos remontamos hacia los orígenes de la vida compleja multicelular más importantes son este tipo de fósiles, porque al principio, cuando no había casi depredadores, no había una carrera de armamentos que creara dientes, caparazones o pinzas con los que atacar o defenderse.
Recientemente se han descubierto surcos dejados por algún animal hace 565 millones de años, casi en la noche de los tiempos de la vida compleja. Este registro de locomoción animal fue encontrado en Terranova (Canadá) y ha sido analizado por un equipo internacional de científicos. Las marcas fueron descubiertas en Mistaken Point, un lugar que ha sido frecuentado por paleontólogos innumerables veces, pero habían pasado desapercibidas hasta ahora. Han identificado un total de 70 surcos que indican que algunas criaturas ya se arrastraban por el fondo de los océanos ediacararenses de manera similar a como lo hacen las anémonas. Los surcos miden unos 13 mm de anchos y entre 5 y 17 cm de largos.
Según Alex Liu, de Oxford University, las marcas que han encontrado indican que el animal o animales en cuestión tenían algún tipo de control muscular durante su locomoción. Esto es excitante, según él, porque sería la primera prueba de que las criaturas de esa época ya contaban con músculos que les permitían moverse en busca de comida o huir de sus enemigos.
Los investigadores compararon estas marcas con las dejadas por la anémona marina moderna Urticina, encontrando muchas similitudes. Esto sugeriría que animales similares a las anémonas, quizás en forma de disco, ya usaban musculatura para moverse al igual que las anémonas modernas.
Ya se habían encontrado pruebas de la existencia de movimiento animal en el periodo Cámbrico (hace entre 542 y 488 millones de años), aunque son muy escasas. Esto hizo creer a los paleontólogos que los primeros organismos complejos eran estacionarios y no se movían. Se asemejarían, según esta visión, a los hongos (recordemos que los hongos no son plantas aunque su estudio se encuadre dentro de la Botánica). Los pocos restos fósiles del Ediacarense (hace 630-542 Ma) con los que se contaba representaban animales pasivos, con forma de hoja de helecho, anclados al fondo.
El descubrimiento ahora de animales móviles en el Ediacarense, unos 30 millones de años antes del Cámbrico, es especialmente significativo y arroja luz sobre el mundo antes de que se diera la explosión del Cámbrico, en la que una gran variedad de animales aparece súbitamente en el registro fósil.
Liu sostiene que, aunque no son capaces de decir qué animales ediacarenses crearon esas marcas, hay pruebas de que tenían músculos y tejidos con colágeno que daban a sus cuerpos cierta rigidez. Además, sugiere que la ecología del ambiente marino de esa época era más compleja de lo que se creía.
Según este descubrimiento, por lo tanto, los primeros “pasos” dados por la vida compleja en este planeta se dieron hace 565 millones de años como mínimo.
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Fuentes y referencias:
Nota de prensa de la Universidad de Oxford.
First evidence for locomotion in the Ediacara biota from the 565 Ma Mistaken Point Formation, Newfoundland (resumen).
4 Comentarios
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lunes 8 febrero, 2010 @ 8:11 am
La ocurrencia de Bentley me parece muy acertada pues ¿cómo habríamos podido salir del lugar cálido de nuestros orígenes, con nuestro poco pelo, y aventurarnos en climas extremos sin ropa? Ahora bien ¿no serían antes las pieles de los animales? Para hacernos con ellas precisaríamos palos aguzados, puntas de cuernos y cosas así: la cultura osteo-donto-querática de la que habló Raimon Dart, generalmente olvidada y a la que tengo en gran aprecio. Yo le añadiría la calcita de las conchas de bivalvos como instrumento natural de corte.
Un cordial saludo.
viernes 12 febrero, 2010 @ 7:00 pm
Creo que una interesante conclusión a extraer es que parece que según se vayan descubierto nuevos fósiles precámbricos se irá desmitificando la explosión del Cámbrico. Nuevas criaturas -o sus rastros- pueden acabar haciéndonos suponer que la aparición súbita del Cámbrico tal vez no fue tan súbita (¿quizá un artefacto del registro fósil?). Todo ello, argumentos contrarios a los saltos evolutivos.
Saludos
viernes 12 febrero, 2010 @ 7:41 pm
Estimado Ricardo:
En el caso de la Cosmología y Paleontología siempre queda la duda epistemológica de si podemos conocer ciertos aspectos de la realidad del pasado. Al final hay que ser consciente de que conoceremos esa realidad tan bien como las pruebas disponibles nos lo permitan. En este caso el registro fósil siempre estará incompleto y nunca conoceremos completamente la historia biológica del la Tierra. Asintóticamente, en un futuro lejano e indefinido, tendremos todos los datos posibles y a partir de entonces empezarán a surgir diversas teorías incompatibles entre sí que no puedan ser falsables.
sábado 13 febrero, 2010 @ 7:13 pm
La culpa de que la frase «explosión de vida del cámbrico» la limitemos a -550 a -490 m. a. ¡antes de Cristo! la tiene el pretender afinar tanto con las fechas y otorgar nombre a un periodo que acotamos. Quizá si prestásemos atención a otros eventos, como la situación de las placas tectónicas, cambiaríamos la fechología. ¡Jo, qué palabro!
Hay que considerar que tal desarrollo de la vida comenzó antes, evidentemente. Pero es que tampoco tenemos otra forma de clasificar. En algún lugar hay que poner los comienzos y los finales.