La última cena de un ammonites
Un grupo de científicos ha descubierto pruebas de la dieta de un grupo de ammonites, unos seres ya extintos, pero relacionados con los calamares, sepias y pulpos actuales. Este hallazgo aporta nuevas pistas sobre la extinción de estos seres durante el Cretácico.
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Los ammonites están entre los fósiles más abundantes y mejor conocidos, pero hasta ahora no había pruebas sobre el tipo de dieta que tenía.
Un equipo franco-americano liderado por Isabelle Kruta ha estudiado tres fósiles de estos animales con luz sincrotrón y ha desvelado detalles de sus órganos bucales y restos de lo que pudieron ser restos de la comida de uno de ellos. Al parecer, esa última cena pudo consistir simplemente en plancton.
Se cree que el plancton fue uno de los primeros sistemas vivos en sucumbir tras el impacto del meteorito que marcó el final del Cretácico. Una vez desaparecida su comida los ammonites y otros grupos marinos no pudieron sobrevivir al cataclismo, sobre todo si consideramos la destrucción de la cadena trófica que supuso tal fenómeno. Recordemos que esta extinción masiva eliminó a los dinosaurios, pero también a muchos otros grupos y especies que normalmente son ignorados en los medios tradicionales.
Los ammonites están emparentados con invertebrados como los calamares, sepias o pulpos y, aunque en apariencia se parecen mucho a los nautilos actuales, están menos emparentadso con ellos. Tenían caparazones en una gran variedad de formas y podían llegar a tener gran tamaño.
Los ammonites aparecieron hace 400 millones de años durante del Devónico y experimentaron una explosión de población durante el Jurásico. Se extinguieron hace 65,5 millones de años, así que estuvieron más de 330 millones de años sobre la Tierra. Los ammonites son tan abundantes en el registro fósil que son usados por los paleontólogos como fósiles índices que marcan determinadas épocas geológicas en el Mesozoico.
En este estudio se ha usado luz sincrotrón para explorar fósiles de estos seres. Recordemos que cuando se aceleran partículas cargadas se produce radiación electromagnética. Aprovechando esta cualidad se pueden diseñar aceleradores de electrones (sincrotrones) que estén optimizados para producir rayos X de alta calidad. Con estos rayos X no solo se puede explorar el interior de los objetos, sino hacerlo con una resolución muy alta gracias a la longitud de onda (bastante corta) que tienen los rayos X.
Gracias a esta técnica han podido reconstruir tridimensionalmente y con alta calidad los “dientes” y “mandíbulas” de estos seres. En uno de los casos han encontrado en su boca lo que parece ser comida y que consiste en pequeños crustáceos y caracolillos procedentes del plancton marino. Como están sólo en la boca asumen que se trata de comida y no de animales que se alimentan de carroña. Probablemente el animal pereció al poco de haber ingerido esta última cena.
Esta comida está excepcionalmente bien preservada y muestra detalles de alta calidad de la que se puede obtener una valiosa información.
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Según Neil Landman, del AMNH, el modo en el que comían estos seres debía de ser muy distinto del que usan los nautilos modernos. Tenían unas mandíbulas grandes y finos dientes con unas bocas grandes que facilitaban la obtención de presas pequeñas.
Las mandíbulas de los ammonites se ubican en el interior del cuerpo. Los investigadores estudiaron en concreto la especie Baculites, una especie de ammonites cuyo caparazón es recto en lugar de estar curvado como el de un caracol y que vivió hace unos 76 millones de años. Pudieron confirmar que estos seres tenían múltiples cúspides en los dientes de su rádula. La rádula se puede estudiar en este caso con exquisito detalle, así por ejemplo, se sabe ahora que la cúspide más alta tiene 2mm o que el aspecto de los dientes varía desde una forma de sable a una en forma de peine. La mandíbula es típica de este grupo de ammonites (aptychophorans) con una mandíbula inferior más grande que la superior y consistentes en dos mitades separadas a lo largo de la línea media.
Hasta ahora se desconocía el papel de los ammonites en la cadena trófica marina, aunque algunas pistas se tenían desde que en 1992 Landman y sus colaboradores reconstruyeron algunas estructuras a partir de fósiles cortados en láminas.
Landman cree que la radiación de los ammonites del grupo aptychophorans puede estar asociada con la radiación del plancton en el Jurásico temprano. Añade que, como el plancton fue muy afectado durante la extinción del Cretácico, la extinción de los ammonites estaría también relacionada con la pérdida de su fuente de alimentos. Isabelle Rouget, del UPMC, está de acuerdo con eso y añade que es ahora cuando se dan cuenta de que los ammonites ocuparon un nicho diferente del que se creía en la cadena alimenticia.
Pero Peter Ward, de la Universidad de Washington, no está convencido de este resultado. Según él estos hallazgos no tienen por qué ser extrapolados a otras especies de ammonites. La especie estudiada en concreto no es representativa de todas las poblaciones de estos animales. Además, según él, gran parte del plancton marino sobrevivió a la extinción.
Quizás esta noticia es una buena excusa para buscar ammonites en las losetas de suelos y paredes. Pueden aparecer numerosamente en ellas. Al final los ammonites están en nuestras casas y oficinas.
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Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original.
Viñeta.
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