Vida después de la bola de nieve
La vida proliferó en el periodo de tiempo que hubo entre dos eventos de bola de nieve.
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Cada evento de bola de nieve, cada extinción masiva, cada dificultad o éxito por el que pasaron todas y cada una de las especies que poblaron alguna vez la Tierra; en suma, cada hecho contingente ocurrido durante todos estos eones en la historia evolutiva ha hecho que usted, amigo lector, exista en este momento y pueda leer estas líneas. Usted es la consecuencia de esa contingencia, un ser irrepetible por siempre y para siempre, fruto de una sucesión inconmensurable de linajes que se remontan hasta la primera célula aparecida hace miles de millones de años. Si usted está aquí es porque hay una línea ininterrumpida que se retrotrae hasta esa primera célula. Es pariente, aunque sea muy lejano, de todos los seres que existen, de todas los seres que han existido, de todos los seres que existirán sobre este planeta.
Usted es un superviviente y si los hechos hubieran sido de otra manera no estaría aquí. Cuanto más en el pasado se hubiera dado una diferencia respecto a la historia que conocemos más difícil que usted o la especie a la que pertenece (o género, familia, orden o clase) estuviera ahora mismo sobre la Tierra. Si contáramos con una máquina del tiempo y viajáramos al pasado remoto para efectuar un cambio, por pequeño que éste fuera, reescribiríamos todo lo que pasó después y ahora quizás fueran otros seres los que se plantearían estas cuestiones o quizás no habría ni siquiera vida inteligente. Nunca lo sabremos, porque la evidente paradoja impide dicho viaje, así que contamos con sólo una única historia evolutiva. Nunca sabremos qué hubiera pasado si las cosas se hubieran dado de otro modo.
Entender la historia biológica es entendernos un poco más a nosotros mismos y responde, aunque sólo sea parcialmente, a alguna de esas famosas preguntas: ¿qué somos?, ¿de dónde venimos?…
Hubo momentos en los que la vida compleja casi fue barrida por completo de la Tierra y otros en los que estuvo en tremendos aprietos. Pero incluso hubo un momento en el que a punto estuvo de no aparecer.
Antes de que apareciera la vida compleja, cuando sólo había microorganismos, hubo eventos de bola de nieve, hiperglaciaciones, que casi cubrieron el planeta por completo. El alcance de esas glaciaciones todavía es motivo de discusión entre los expertos, pero hay que admitir que un planeta cubierto por hielo no parece un sitio muy acogedor para que surjan formas sofisticadas de vida.
Encontrar cualquier resto de los organismos que poblaban el mundo antes durante y después de esos momentos es importante para saber qué pasó, para saber la resistencia de la vida o si, precisamente, esas dificultades hicieron que la evolución diera lugar a lo que dio.
Ahora han descubierto fósiles de criaturas microscópicas muy simples, pero que fueron las primeras en aparecer después de que terminara una de esas glaciaciones. Vivieron hace 710 millones de años y se cubrían con una concha mineral para así sobrevivir a las condiciones heladas de su entorno. Han esperado todo ese tiempo para ser descubiertas ahora. Estas especies parecen ser similares a algún tipo de ameba que tomaba trozos de minerales de su entorno para formar una especie de protección.
El descubrimiento constituye una prueba de las primeras formas de construcción de caparazón por aglutinación del registro fósil. La diversidad de fósiles encontrados sugiere que la vida se recuperó rápidamente del evento de bola de nieve.
Los geólogos han descubierto depósitos que sugieren la formación de glaciares en zonas ecuatoriales hace 710 y 635 millones de años, lo que sugiere dos fenómenos glaciares globales. Estos dos eventos de bola de nieve pusieron en dificultades a la vida del momento. Antes del primero sólo había microorganismos y tras el último se dio una explosión en la vida multicelular compleja. Sin embargo, se conocía muy poco de lo que pasó entre medias, en un periodo de nada menos que 75 millones de años. Este hallazgo materializa una vida presente en ese periodo que para los expertos era inesperada.
Tanja Bosak, del MIT, Francis Macdonald, de la Universidad de Harvard, y Sara Pruss, del Smith College, viajaron al norte de Namibia y a Mongolia (hay ciertas áreas científicas que tienen un componente de aventura) en busca de rocas carbonatadas, en busca de las primeras capas de sedimento que se depositaron justo después de la primera bola de nieve antes mencionada.
Volvieron con sus muestras al laboratorio en Cambridge (EEUU) y las disolvieron en ácido. El residuo obtenido lo depositaron sobre el portamuestras de un microscopio para buscar señales de vida antigua. Y ahí aparecieron, bajo su mirada atenta, entre nubes de otros materiales minerales, cientos de microfósiles.
No fue fácil distinguirlos del entorno y reconocer sus formas, ya que tenían que ser consistentes con la existencia de una vida remota. Pero allí había unos óvalos oscuros con una muesca aislada en sus bordes. Un microscopio electrónico ayudó a revelar más sobre las criaturas que una vez crearon esos óvalos. Las imágenes tridimensionales obtenidas dicen que esas conchas miden 10 micras de grosor, siendo más redondeados en el caso de las muestras recolectadas en Namibia que las de Mongolia, que eran más tubulares. La mayoría de los fósiles tenían un cuello al final a través del cual salía el pseudópodo o pie del microorganismo.
El análisis de rayos X reveló la composición química de esas conchas y descubrieron que estaban hechas de partículas de compuestos de silicio, aluminio y magnesio. Parece ser que estas criaturas recolectaban partículas de su entorno y las unían unas a otras sobre su superficie para formar esa protección mineral.
Los autores especulan que estos microorganismos habrían adquirido esta capacidad de construir conchas para protegerse de las extremas condiciones de los océanos de esa época, así como sistema de protección frente a otras especies depredadoras.
Según Bosak ahora se puede realmente decir que hubo organismos robustos inmediatamente después de esa hiperglaciación. “Manteniendo abierta esta clase de ventana, estamos encontrando toda clase de organismos relacionados con los modernos organismos”, añade.
Los parientes modernos más cercanos a estos microorganismos son algunas especies de amebas que se pueden encontrar en bosques, lagos y turberas. Se sabe que estas criaturas recolectan partículas de silicatos, arcilla, esporas o de polen y los cementan para producir un escudo protector. Se cree que las amebas eran abundantes antes de ese periodo de bola de nieve, aunque no hay pruebas sólidas de que los protistas evolucionaran hasta ser constructores de conchas hasta el final de ese evento.
Bosak especula que el ambiente post-glacial creo condiciones fecundas para nuevos rasgos que aparecieron recientemente por evolución.
Este grupo de investigadores planea volver a Mongolia a tomar más muestras de rocas del mismo periodo y esperan que otros investigadores comiencen a trabajar sobre los cambios en los ritmos evolutivos en rocas similares.
Es increíble que una criaturas tan pequeñas nos hayan podido hablar desde hace más de 700 millones de años en el pasado, cuando la Tierra era muy distinta a como la conocemos ahora. Prosperaron durante 70 millones de años hasta que otro periodo frío sumió al planeta en otro sueño gélido. Algunas de ellas sobrevivieron y luego vieron cómo el planeta se poblaba de seres complejos e increíbles y se conquistaba la tierra firme y los cielos.
Todavía quedan algunas de sus descendientes en turberas y bosques, unos nichos muy distintos a aquellos de hace 700 millones de años, pero sobre los que ahora podemos caminar y pensar sobre estas cosas.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=3533
Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
9 Comentarios
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lunes 20 junio, 2011 @ 9:04 pm
Parece que Neo habla de una película maravillosa, una película que bien podría haber comenzado con esa rima de Becquer que dice «Yo se un himno gigante y extraño que anuncia en la noche del alma una aurora…».
Dejando volar mi imaginación, trato de imaginar como sería la espectacular visión desde la Luna de esa «bola de nieve»… y ahora que vuelve a estar de moda el «Claro de Luna» de Debussy podríamos componer el «Claro de hielo desde la Luna» o «Claro de nieve» que suena mas poético.
También me ha evocado la canción venezolana «Alma llanera», esa que dice «yo nací en una ribera del Arauca vibrador, soy hermano de la espuma, de las garzas, de las rosas y del sol»
Enhorabuena por el artículo.
martes 21 junio, 2011 @ 8:52 pm
Aún venimos de más atrás de la célula.Antes de llegar a la célula, hubo moléculas replicantes, un mundo de ARN.La formación de la célula ya tuvo su miga.
Desde luego esas criaturas no viajaban en el Arca de Noé.
Sí.Es una maravilla que esas «crituras», no demasiado jóvenes por cierto,nos hablen de un pasado que no es otro que el nuestro mismo.
Saludos, y en especial al pedazo de poeta que nos ha salido el amigo Miguel Angel.
viernes 1 julio, 2011 @ 5:37 pm
Estimado lluis:
Muchas gracias por tu saludo «especial» y el inmerecido título de poeta.
Algunos comentarios tuyos creo que también tienen mucho de poético, como ese en que decías: «los fotones no ven pasar el tiempo, en cambio nosostros si, cuando los vemos pasar a ellos» . Es curioso que algunos consideren la Ciencia como algo alejado del concepto de estética ¿verdad?
Sobre lo que comentas del periodo de moléculas replicantes y ARN, se plantea el problema de estudiar este periodo sin registros fósiles…ý es aquí donde entramos en materia opinable, oscura.
Saludos/abrazos
viernes 1 julio, 2011 @ 6:10 pm
La ciencia casi nunca está alejada de la estética.
viernes 8 julio, 2011 @ 8:05 am
Queridos amigos Miguel Angel, lluís y Neo:
Hace algún tiempo que no puedo seguir con la frecuencia y regularidad que quisiera esta, tan extraordinaria, web. Hoy, al leer este artículo y los comentarios, uno y otros tan amenos en la descripción de la aventura científica, tan sensibles en su interpretación, me habéis proporcionado un impagable momento de dicha.
El conjunto, incluidos comentarios, tiene la belleza del mejor poema. Y, además, permite aprender. ¡Qué maravilla!
Un gran abrazo agradecido.
viernes 8 julio, 2011 @ 9:12 am
Imposible resistirse a releer. Ya más sosegado el entusiasmo, me atrevo a meditar y compartir lo pensado. Dices, estimado Neo, «Pero incluso hubo un momento en el que a punto estuvo de no aparecer». Creo al respecto que la vida compleja habría aparecido a la menor oportunidad. Sólo hay que recordar el artículo «Nematodo extremófilo» donde describes al asombroso Halicephalobus mephisro, habitante de un ambiente que parece insoportable.
Antes escribes «…o quizás no habría ni siquiera vida inteligente». Totalmente de acuerdo, pero también me parece que es un camino casi inevitable, sobre todo si no limitamos el concepto de inteligencia a la que, más mal que bien, nos adjudicamos. Me asombra la del pulpo porque carece de cultura. El padre no se relaciona con su descendencia porque limita su función a la fecundación y la madre muere de agotamiento tras pasar, desde la puesta, sin alimentarse, consumiendo su energía
en mover el agua para oxigenar los huevos y protegerlos de algún comensal. Así, los pequeños han de aprenderlo todo por sí mismos. ¿Cuanto de ello estará en sus genes? No creo que mucho ya que no hay memes que puedan ser incorporados a la herencia. Quizá sólo una extraordinaria capacidad para aprender más rápidamente y con menos ayuda que cualquier otro ser.
Nos haría falta un super-Turing capaz de pensar una forma de comunicación con otros intelectos. Abrigo la esperanza de que algún día seamos capaces de superar el aislamiento entre unas y otras formas de inteligencia, asunto mucho más cercano e importante que buscarlas fuera de la Tierra, porque las tenemos aquí, en nuestro entorno… y nos las comemos. ¡Qué cosas!
Bueno, son pensamientos y derivas a los que induce el fabuloso artículo.
Un fuerte abrazo.
viernes 8 julio, 2011 @ 8:42 pm
Estimado Tomás:
Se echa de menos cuando no participa, ya que sus comentarios son siempre interesantes y están bien escritos. No tengo por menos, además, que agradecer lo que dice en estos últimos.
Sobre lo de que la vida compleja estuvo a punto de no aparecer… Hay que recordar que la vida unicelular fue la única vida durante 3000 millones de años, así que oportunidades hubo para que se hiciera compleja. La bola de nieve casi cubrió por completo el planeta, si hubiese sido más intensa quizás hubiera hecho desaparecer la vida. No lo sabemos.
La historia de la vida es como la Historia. Sólo tenemos un relato y es imposible saber qué hubiera pasado si alguien hubiera matado a Hitler. ¿Era el nazismo inevitable?, ¿Y si no hubieran matado a Kenedy?… No lo sabemos. Podemos especular, pero nada más.
Muchas cosas acerca de la vida o la evolución no la podemos saber porque sólo tenemos un ejemplo. No sabemos lo que es común o es especial. Como dice Lluís, necesitamos de mala manera una biología comparativa.
Fijémonos en Australia, separado del resto por la fuerza tectónicas y cuyos mamíferos evolucionaron por su cuenta e independientemente del resto. O las aves no voladoras de Nueva Zelanda. En esos casos la vida siguió caminos muy distintos en los organismos, pero no en sus funciones ecológicas.
El continente antártico, sin embargo, aunque poblado de vida, fue hacia esa ruta suicida que le hizo perder toda la riqueza animal y vegetal que tenía hasta ser el continente helado que es hoy, sólo poblado por algunos inmigrantes que ocupan una estrechísima franja costera.
sábado 9 julio, 2011 @ 7:32 pm
Bienvenido a casa, tomás.
sábado 9 julio, 2011 @ 8:28 pm
Gracias, queridos amigos; yo también os hecho de menos cuando no puedo dedicaros un rato diario.
Un abrazo.