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El ser humano extinguió la megafauna australiana

Área: Ecología — lunes, 26 de marzo de 2012

Un estudio reciente apunta que fue el ser humano y no un cambio climático el culpable de la desaparición de la megafauna australiana.

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Diprotodon optatum, un marsupial herbívoro gigante. Fuente: Peter Murray.

Los reyes de la creación son los microorganismos. Son los primeros que aparecieron sobre la faz de la Tierra y probablemente sean los últimos en desaparecer. Durante miles de millones de años sólo hubo bacterias y arqueas, aunque más tarde surgió algún protozoo.
A la Naturaleza le gustan los seres simples. Los seres más complejos van apareciendo en los resquicios de complejidad que la vida simple no ocupa. Tras cada extinción masiva suelen desaparecer los seres más grandes y complejos, pero al cabo de un tiempo son sustituidos por otros similares.
Antes de la extinción del Pérmico-Triásico reinaban los gorgonópsidos y dicinodontos pero tras esa extinción fueron sustituidos por otros reptiles. Pero incluso éstos también desaparecieron en la extinción del Triásico-Jurásico para dar lugar al reinado de los dinosaurios. Pero al final del Cretácico todos los dinosaurios también desaparecieron para dejar paso a los mamíferos y aves.
La evolución dio lugar más tarde a una rica megafauna de mamíferos que se extendió por todo el orbe. Incluso las aves también tuvieron su oportunidad de hacerse grandes.
La evolución está sujeta la contingencia. Si se rebobinara la película de la evolución y se proyectara de nuevo daría lugar a otros animales totalmente distintos. Sabemos esto porque, entre otras razones, ya se hizo algo así en las islas continentes que se separaron del resto. Así, en Madagascar hay lemures y en Nueva Zelanda o Australia una fauna única que no se dio en el resto del planeta. En su “planetita” particular la evolución siguió su propio curso.
Lo que ahora llamamos América del Sur estaba separada del resto de los continentes hasta que el istmo de Panamá la unió al Norteamérica. Esta unión llevó a un intercambio de especies que hizo desaparecer gran parte de la megafauna del momento.
Muchas de la megafauna mundial sobrevivió hasta hace unos pocos miles de años, e incluso parte de ella todavía se puede ver en África.
En América el cambio climático y el ser humano ayudó a la desaparición de esa megafauna, al igual que pasó en Europa. Aunque hay proyectos de clonar un mamut, la posibilidad de que vuelva la megafauna ya son nulas, entre otras cosas porque hemos cambiado demasiado el entorno.
A Nueva Zelanda llegaron polinesios entre el año 1250 y 1300 de nuestra era y en poco tiempo lograron dar cazar hasta la extinción a las aves gigantes que habitaban las islas.
La ley de optimización del forrajeo dice que una comunidad de cazadores-recolectores primero da caza a los animales más grandes porque la relación alimento/esfuerzo es alta. Una vez consigue extinguir las especies grandes va a por la siguiente más grande y así sucesivamente. Al final comen insectos.
En un ejercicio de ficción es interesante fantasear con que los polinesios no hubieran llegado a Nueva Zelanda y que los moas todavía existieran. Llegaron a esas islas hace tan poco tiempo que esto casi parece plausible.
En el caso de Australia el ser humano llegó a la gran isla hace varias decenas de miles de años, así que es más difícil imaginar que tal hecho no hubiera pasado. Cuando esos hombres llegaron hace 40.000 años la isla estaba habitada por una rica megafauna: canguros gigantes, marsupiales del tamaño de un rinoceronte como Diprotodon optatum, gansos dos veces más grandes que un emú, lagartos mayores que el dragón de Komodo, leones marsupiales, tortugas cornudas, etc. Así por ejemplo Sthenurus era un canguro gigante que media tres metros de longitud (el doble que un canguro moderno).

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Sthenurus. Fuente: Peter Murray.

Según un estudio reciente la desaparición de esa megafauna sería culpa también de los seres humanos, poniendo fin a un largo debate al respecto.
La desaparición de esta megafauna fue seguida de un cambio radical en el paisaje australiano. La superficie que antaño estaba cubierta por parches de selva separadas por sabana se transformó en bosques de eucalipto y desierto. El cambio se debió a la disminución del consumo de plantas por parte de grandes herbívoros, que permitió a los eucaliptos propagarse y además facilitó los incendios.
Se había propuesto que el cambio climático y el fuego habían producido una pérdida de hábitats para estas especies y que esto fue la causa de su desaparición, pero el nuevo estudio refuta las causas naturales y apunta al origen humano.
Chris Johnson (University of Tasmania) ha usado un método imaginativo para hacer el seguimiento de estas especies: contar las esporas de los hongos de las deposiciones de estos seres. Estos animales gigantes producían grandes cantidades de estiércol sobre el que crecían hongos. Las esporas de estos hongos se pueden conservar en los sedimentos de lagos durante mucho tiempo y esos sedimentos se van acumulando a lo largo de miles de años, creando un registro histórico sobre la abundancia de herbívoros en el ambiente. A menos animales gigantes, menos estiércol, menos hongos, menos esporas en el ambiente y menos de éstas en los sedimentos. Además, en los mismos sedimentos quedan atrapados restos de carbón vegetal y granos de polen, con lo que se puede también reconstruir la frecuencia de incendios y la flora de la época. El sistema de radiocarbono sirve para datar con precisión todas las muestras. Johnson ha estudiado con este sistema muestras de hasta hace 130.000 años.
Los resultados del estudio muestran que los grandes animales eran abundantes hasta hace justo 40.000 años y entonces, súbitamente, su población decayó. Hubo periodos severos de sequía antes de ese momento sin que eso pareciera afectar a la megafauna y justo en el momento de la extinción el clima era estable. Esto descarta totalmente el cambio climático como causante de la extinción.
La sabana empezó a expandirse justo cuando desaparecieron los grandes animales, algo que se puede apreciar estudiando el polen y las esporas de los sedimentos. Primero desaparecen abruptamente las esporas y luego aparece el polen de las hierbas de sabana. Tras la extinción se produjo un cambio ecológico masivo.
La extinción abrupta se produce precisamente con la llegada de los primeros humanos a Australia, así que la extinción se debería a sus hábitos de caza.
Los expertos del campo están casi todos ellos de acuerdo con los resultados del estudio y apuntan a que en definitiva fue el ser humano el que produjo la extinción de la megafauna australiana. Aunque hay pocas pruebas arqueológicas de asentamientos humanos que indiquen esa caza. Además, parte de la megafauna despareció 100.000 años antes de la llegada de los humanos a la gran isla.

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Fuentes y referencias:
The conversation.
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5 Comentarios

  1. Miguel Angel:

    Recomiendo leer esta noticia entera sopena de perderse el bonito ejemplo con el que ha explicado Neo la contigencia evolutiva.

    Ejemplos de extinción por el «Homo sapiens nonprevisoris»:

    Los moas por los polinesios/maoríes de Nueva Zelanda en muy poco tiempo, como cita Neo.

    El pajaro «Dodo» de Madagascar, aquí tuvimos que ver los españoles, los portugueses y otros europeos. Encima le pusimos el nombre de dodo que significa tonto, claro, es que nosotros somos muy listos

    En la isla de Pascua creo recordar que leí en «Colapso» se cargaron a todas las especies de pájaros de la isla.

    Abrazos para todos

  2. Miguel Angel:

    Hay un error en mi comentario: el Dodo era un ave de Mauricio, no de Madagascar.

  3. Patricio López:

    Isla de Pascua alguna vez fue abundante en bosques. La sobreexplotación de los mismos por parte de los humanos llevó a la erosión actual y que luego de sustentar una civilización, la isal quedara habitada por apenas algunas tribus.

  4. tomás:

    Estimado Miguel Angel:
    Sólo te equivocas en que le asignas otro nombre, pero en Madagascar vivió, hasta hace poco más de 300 años un ave descomunal, la Aepyornis, que creo ha sido la mayor de todas -en tiempos históricos al menos-. Se parecía al avestruz y alcanzaba los 500 kg y 3 m de altura.
    Así que no ibas tan descaminado.
    Un abrazo… azaroso, por supuesto.

  5. NeoFronteras:

    Aunque de tamaños muy distintos existieron tanto el dodo como Aepyornis. En ambos casos tuvo que ver la acción humana en su desaparición.
    En el caso del dodo de Mauricio se debió tanto a su consumo directo como al efecto de especies foráneas que introdujo el hombre moderno. Ninguno sobrevivió al siglo XVII.
    En el caso del descomunal Aepyornis no se sabe muy bien cuándo desapareció, pero se cree que pudo ser hace unos mil años y desde luego no sobrepasó tampoco el XVII. Se especula con la introducción de enfermedades por parte de animales introducidos por los humanos de esa zona del mundo que colonizaron Madagascar, aunque hay pruebas de que consumían sus huevos. Unos pocos huesos del ave muestran signos de su consumo directo.
    Se conservan algunos huevos, pero nadie ha propuesto su clonación. El caso es que es una pena que hayan desaparecido. El mundo es mucho más pobre sin estas criaturas.

    También hay cierta corrección política en todo este tema. Da la impresión de que el «buen salvaje» nunca rompía un plato y que así hay que mantener el mito. Sea en Australia o en otras partes del mundo.

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