NeoFronteras

Arrepentimiento en ratas

Área: Etología,Neurología — domingo, 15 de junio de 2014

Un experimento demuestra que las ratas también pueden arrepentirse, así que no solamente los primates poseen este sentimiento.

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Durantes estos últimos años hemos podido ver en estas páginas cómo algunas características que parecían ser exclusivamente humanas también están presentes, a cierto nivel, en otros animales. De este modo, esas facultades que creemos “superiores” probablemente aparecieron progresivamente en el transcurso de la evolución.
La última característica en esta lista es el arrepentimiento. Nuestra habilidad de experimentar arrepentimiento depende de lo que los neurocientíficos describen como el viaje mental en el tiempo, que permite reconstruir escenarios en el pasado o en el futuro. Se creía que sólo los humanos y otros primates podíamos sentir algo así. Ahora resulta que esta facultad de arrepentimiento también la tienen, al menos, las ratas según un resultado reciente. El grupo de investigadores de la Universidad de Minnesota que ha llegado a esta curiosa conclusión está formado por A. David Redish y Adam Steiner.
El primer problema estaba en definir qué es el arrepentimiento, por lo que empezaron estudiando qué es lo que los psicólogos y economistas entendían por este concepto.
Llegaron a la conclusión de que el arrepentimiento consiste en reconocer que se ha cometido un error y que si hubieras hecho otra cosa diferente el resultado hubiese sido mejor.
La pista sobre si las ratas poseían esta capacidad vino de otros estudios que sostenían que las ratas podían aprender a recorrer un laberinto gracias al viaje mental en el tiempo. Así por ejemplo, una rata puede retroceder antes de dar la vuelta a una esquina del laberinto al reactivarse ciertos patrones de actividad cerebral adquiridos en anteriores exploraciones.
La primera dificultad residía en distinguir este sentimiento de arrepentimiento del de sentirse decepcionado. Este último caso es cuando las cosas no salen tan bien como uno se esperaba. Uno no se arrepiente de las cosas que no obtienes, sino de las cosas que no has hecho. Para poder distinguir entre las dos fue necesario que las ratas tuvieran la posibilidad de elegir, que tomaran una decisión de la que pudieran, o no, arrepentirse.
Para ello desarrollaron una tarea que las ratas tenían que realizar y que consistía en que tenían que estar dispuestas a esperar un tiempo para obtener una recompensa en forma de comida. Se les presentaba una serie de opciones de comida, pero tenían tiempo limitado para obtenerla.
La idea era mostrar que las ratas estaban dispuestas a esperar un mayor tiempo para así obtener determinadas comidas o sabores por ser sus favoritos. Esto les permitía medir las preferencias individuales de las ratas y saber si una oferta era buena o mala para ellas.
El experimento permitía que las ratas se encontrasen con la situación en la que se saltaban una de esas buenas ofertas para encontrar otra peor, por lo que se sentaban las bases para el arrepentimiento.
Básicamente el montaje consistía en un recorrido circular con cuatro dispensadores de comida al que llamaron el pasillo de los restaurantes. Las distintas bolitas de comida tenían el sabor por defecto, a cereza, a chocolate o a plátano. Las preferencias variaban entre los individuos y a cada una se les daba una hora al día para comer. La idea era cómo conseguir la máxima cantidad de comida. Según el tono de sonido aprendía cuánto tiempo tenían que esperar para conseguir una bola de cada dispensador, intervalo de tiempo que se elegía al azar entre 1 segundo y 45 segundos. Cuanto más alto era el tono mayor era la espera. Así que tenían que sopesar si se movían o no para conseguir la bolita de turno. Pero después de un tiempo la oferta expiraba.
Las ratas mostraron señales de arrepentimiento en su comportamiento. Así por ejemplo, en algunos escenarios de arrepentimiento las ratas miraban hacia atrás, hacia el dispensador previo que se habían saltado y que tenía un sabor más apetecible.
En los humanos el córtex orbitofrontal del cerebro se activa durante el arrepentimiento. Así que estos investigadores buscaron esa misma actividad en el cerebro de las ratas. Comprobaron que esto era efectivamente así cuando las ratas se encontraban un resultado peor que el que se acaban de saltar. Esta actividad cerebral representaba lo que las ratas deberían de haber hecho y no hicieron, no era la mera pérdida de una buena oferta.
Si nos fijamos, el experimento imita, hasta cierto, punto lo que los animales se pueden encontrar cuando forrajean en la Naturaleza. Así que parece razonable que este sentimiento pueda haber aparecido por evolución para así optimizar la alimentación.
Estos investigadores sostienen que este experimento permite comprender mejor por qué los humanos hacen las cosas de la forma en las que las hacemos. Así por ejemplo, quizás permita ayudar a saber cómo el arrepentimiento afecta las decisiones que tomamos, o ayudar en el tratamiento del abuso del alcohol o las drogas. Su diseño permitirá además comprobar si esta facultad está también presente en otros animales.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.

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8 Comentarios

  1. David:

    caramba, esto muestra, que no somos seres tan distanciados y diferentes a los otros animales. Solo que estamos un peldaño por encima. Quizás pase algo parecido a la autoconciencia que se ha observado en otros animales, aparte de en humanos y primates, como delfines hocico botella, elefantes asiaticos y la urraca pica pica.

    Esto recuerda también a cuando vi un documental en la televisión sobre las estructuras cerebrales humana. La parte más primitiva y carente de sentimientos era la reptiliana. Pero he leído un pequeño reportaje, que explica que los lagartos, también tienen sentimientos.

    Un saludo.

  2. Miguel Ángel:

    Apreciado David:

    Es que a los humanos se nos da muy bien autocondecorarnos. La idea de que somos una especie diferente y superior a las demás se cree que proviene del Neolítico (pero podría ser más antigua), una creencia que se fue prolongando hasta llegar al siglo XX, pero aún colea.
    Durante el Neolítico aparecieron las primeras figuras de deidades con aspecto humano, compatibles con unos hombres que se habían dado cuenta de que eran capaces de dominar a los otros animales y habían llegado a la conclusión de que eran dioses o similares a éstos.
    Con el paso del tiempo, las religiones también fueron evolucionando y en muchas ocasiones contribuyeron a que esta creencia cristalizase.
    Y es que, como dice Edgar Morin, el hombre vive aferrado a los dioses y a las ideas y nos cuesta horrores desembarazarnos de ellos. Un buen ejemplo lo podemos encontrar en Schwann, que cuando descubrió que los animales también estaban compuestos por células, se llevó un tremendo disgusto al verse forzado a abandonar la creencia que existía hasta entonces, según la cual los tejidos crecían merced a unos hipotéticos cristalitos (que nadie había visto) que explotaban mágicamente como palomitas de maíz.
    Más tarde, hemos ido descubriendo que estamos hechos de las mismas moléculas que los otros animales; que compartimos el 99% de nuestros genes con el chimpancé; que no somos el animal que más genes tiene; que los animales también tienen consciencia y sentimientos….en definitiva, que somos un bicho como cualquier otro y que, si hemos tenido éxito, no se debe a otra razón que haber sido los primeros en rellenar un nicho de complejidad que estaba vacío antes.

    Por cierto que estoy interesado en el reportaje sobre los sentimientos de los lagartos que mencionas. Los reptiles tampoco se escapan de nuestros prejuicios: hasta hace poco también se creía que no eran capaces de jugar, pero recientemente pude ver un documental que mostraba a una iguana dando golpecitos a una pelota con la cabeza de forma reiterada sin que pareciese que hubiese mayor intencionalidad, salvo el entretenimiento. Los investigadores llegaron a la conclusión de que estaba jugando.

  3. tomás:

    Querido amigo Miguel Ángel:
    Mira en https://www.youtube.com/watch?v=73Au26uCoEA. No sé por qué no se pone azul. En todo caso busca como «iguana + juego».
    Yo no creo que esté jugando. Pienso que ve a uno de su especie, pero otros sentidos -quizá el olfato- no completan la imagen en su cerebro. Parece como si buscase detrás del espejo al otro animal, lo cual ya es un enorme progreso.
    Ya seguiré, que este ordenador me trae mártir. Se me ha borrado dos veces el comentario.
    Un fuerte abrazo.

  4. petrus:

    Alguien frente a algo. Me estoy preguntando si podemos afirmar que existen sentimientos al estilo humano cuando no existe conciencia, o sea atribución a un yo centralizador, la autoconciencia que parece definir nuestra exclusividad en la naturaleza…
    La tecnología actual, con unas cuantas funciones lógicas y otros tantos elementos electromecánicos, nos permite ya diseñar entidades capaces de «percibir» fenómenos como luz-oscuridad, calor, vibraciones, cambios de nivel, pendientes , campos electromagnéticos, estado de dispositivos u otros, despues integrarlos en un programa o chip adecuado y emitir una reacción más o menos elaborada o compleja a esos estímulos que asemeja a la que se esperaría en seres con sentimientos. Ahora bien, un pequeño robot así descrito operará como si la luz, por ejemplo, despertara en él el deseo de caminar hacia ella , cuando en realidad es un simple circuito electrónico cuyas líneas de decisión están inscritas en las del programa, si es programable, o en su circuitería misma. El mismo robot, entristecido por la oscuridad, detendrá su marcha y esperará , paciente o impaciente, en silencio o gruñendo, según yo disponga , a que vuelva la luz e incluso podré instalar en él un himno a la alegría cada vez que reanude su camino. Por lo visto,los humanos podemos ya emular algunos comportamientos simples que simulan que el sistema así creado tiene sentimientos y puede incluso rectificar «arrepentirse» en algunas circunstancias.Y eso es tan sencillo como dar marcha atrás , detenerse, marcha adelante, girar a un lado u otro, según se vayan cumpliendo determinadas condiciones definidas por la lógica cableada o programada…
    La pregunta del millón está en preguntarse si ahí dentro hay no algo, que eso sabemos hacerlo solos, sino si hay alguien.
    Y entender las consecuencias. Porque si estamos planteando estas cuestiones, es seguro que al menos hay un alguien en este asunto.O varios.

  5. tomás:

    Amigo «petrus»:
    ¿Y si a tal robot le añadimos un programa de autorreconocimiento ante el espejo? ¿Y si fuésemos capaces de insertarle uno de evolución dependiente del ambiente, por ejemplo?
    ¿Y si, a uno de nosotros se nos seccionasen los tractos que nos permiten reconocernos? Me refiero al resultado de algo parecido a lo que sucede con los que sufren asomatognosia total. ¿Significaría que habríamos dejado de ser alguien para ser sólo algo?
    Creo que estás excesivamente seguro de que hacemos lo que queremos hacer.
    Un fuerte abrazo.

  6. Miguel Ángel:

    Querido amigo «tomás»:

    Tengo la misma impresión que tú. Me hubiese encantado poner el mío, pero no lo he encontrado en Internet.

    A lot of hugs!

  7. Pocosé:

    Estimados amigos
    En cualquier tipo de parámetro biológico que podamos medir, siempre suelen aparecer Campanas de Gauss. La autoconsciencia no es una excepción y seguro que en los niveles bajos nos cruzamos con los niveles altos de unas cuantas y diferentes especies.
    En cuanto a la autoconsciencia no biologica, tengo la impresión de que no es algo imposible. Nosotros no nacemos siendo autoconscientes y el grado de autoconsciencia que llegamos a alcanzar depende, en condiciones normales, más de los memes que recibimos y asimilamos que de los genes que traemos de fabrica.
    Abrazos y o saludos.

  8. tomás:

    Amigo Pocosé:
    Hasta ahora no me he dado cuenta, y lo siento porque este artículo se cerrará hoy mismo a comentarios, pero ¿qué quieres decir con «autoconsciencia no biológica»?
    Si no es aquí puedes contestarme en otro artículo cuyo tema se parezca.
    Un abrazo.

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