Confirman la hipótesis Pollyanna
En las lenguas humanas hay una tendencia universal hacia el uso de palabras positivas u optimistas frente a las negativas. Esto vendría a decir que los humanos somos socialmente optimistas.
En 1969 dos psicólogos de la Universidad de Illinois, Margaret Matlin y David Stang, propusieron lo que llamaron hipótesis Pollyanna. El nombre procede de la novela de 1913 “Pollyanna” de Eleanor H. Porter, que describe una niña que juega juegos alegres. La novela ha sido adaptada al cine en un par de ocasiones.
Según esta hipótesis habría una tendencia humana universal hacia el uso de palabras positivas u optimistas frente a las negativas. Esto vendría a decir que los humanos somos optimistas y que tendemos a ver el vaso medio lleno en lugar de medio vacío. Esta propuesta fue una especulación que ha provocado cierto debate desde entonces, pero que nadie se había molestado en poner a prueba hasta ahora.
Un equipo de la universidad de Vermont y de The MITRE Corporation liderado por Peter Dodds ha usado un sistema de minería de datos sobre miles de millones de palabras usadas en contextos de comunicación real para poner a prueba la hipótesis. Ha resultado que, efectivamente, los humanos tenemos ese sesgo hacia el optimismo.
Las fuentes y lenguas que usaron para el estudio fueron muy variadas: subtítulos de películas en árabe, sitios web chinos, twitters coreanos, literatura rusa, letras de canciones, el New York Times… En total analizaron 10 lenguas distintas pertenecientes a distintas culturas y 20 fuentes distintas. Así por ejemplo, recolectaron 100.000 millones de palabras procedentes de tweets. En todos los casos había una tendencia o sesgo hacia el uso de palabras positivas.
Según los investigadores este resultado indica que el lenguaje por sí mismo tiene una tendencia positiva y parece que esta interacción social positiva está construida dentro de su estructura fundamental.
De los miles de millones de palabras recabadas, los investigadores identificaron las 10.000 de mayor uso en cada lengua (inglés, español, francés, alemán, portugués brasileño, coreano, chino, ruso, indonesio y árabe). Después pagaron a nativos de cada lengua para que puntuaran en una escala de nueve puntos el optimismo de esas palabras. Así por ejemplo, en inglés la palabra “risa” (laughter) se llevó 8,5 puntos frente a los 1,30 de “terrorista” (terrorist).
La máxima puntuación se la llevó la base de datos recolectada por Google de los sitios web en español y la más baja los libros en chino, pero todas las 20 fuentes de palabras de todos los idiomas puntuaron por encima del valor neutral de 5 hacia la parte alegre. En todos los idiomas las palabras neutras como los artículos puntuaban justo en ese valor central neutro.
Cuando los investigadores tradujeron las palabras entre los distintos idiomas encontraron que el contenido emocional de las palabras era consistente entre las distintas lenguas.
En todos los casos encontraron un sesgo hacia lo positivo. Por tanto, si nos fijamos en las palabras que usamos los humanos más frecuentemente la humanidad usa más palabras alegres que tristes en promedio.
A partir de los datos obtenidos, este grupo de investigadores ha puesto en marcha un hedonímetro que mide la alegría contenida tanto en texto escrito.
Con esta herramienta pueden seguir las señales de optimismo del inglés que aparece en los post de Twitter en tiempo real y mostrar cómo cambia en poco tiempo. Así por ejemplo, se produjo un bajón cuando se dio el ataque terrorista a Charlie Hebdo en París, pero la señal rebotó a los tres días.
El hedonímetro puede distinguir incluso entre las distintas ciudades y estados de EEUU. La señal más optimista suele estar en Vermont y la más triste en Louisiana si nos fijamos en los estados, mientras que por ciudades la más alegre parece ser Boulder (CO) y la menos Racine (WI).
Pero el hedonímetro puede usarse sobre otras fuentes, como, por ejemplo, novelas y libros a lo largo de sus distintas páginas. Así por ejemplo, Moby Dick tiene cinco valles en donde la puntuación es baja y el hednímetro cae al final de la novela. Mientras que la puntuación que da el hedonímetro sube mucho al final de El Conde de Monte Cristo. Obviamente este comportamiento es parejo a cómo es la historia que se cuenta y la puntuación va en consonancia a lo que se cuenta en ella.
Además de señalar que el lenguaje natural está sesgado hacia lo positivo, este estudio vendría a decir que nuestra naturaleza social parece estar codificada en los bloques constituyentes del lenguaje.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4614
Fuentes y referencias:
Artículo original
Foto: sima dimitric, vía Flickr.
Diagrama: Peter Sheridan Dodds y colaboradores.
7 Comentarios
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martes 17 febrero, 2015 @ 2:25 am
Querido Neo:
Un pequeño detalle sin mayor importancia: no he encontrado el término «hedómetro» (que parece hacer referencia a una escala o aparato para medir malos olores), pero sí «hedonímetro». En el artículo original hablan de «hedonometer».
Abrazos.
martes 17 febrero, 2015 @ 9:28 am
Pues sí. Me parece más propia «hedonímetro» al poder derivarlo de hedonismo, aunque no se trate exactamente el placer en el artículo. Sin embargo, «hedómetro» tampoco huele mal si nos tapamos la nariz. Ocupado el término por lo positivo o negativo del lenguaje o extendido a la medida del optimismo o de la felicidad, no se me ocurre qué término podría emplearse para medir lo agradable o desagradable de los olores. Sólo puedo proponer que, en vez de «hedómetro» o de «hedonómetro» -españolización del original «hedonometer»-, se sustituyan estos términos por «pollyametro» en virtud del nombre de la hipótesis.
Abrazos mil.
martes 17 febrero, 2015 @ 10:00 am
Sí, hedonímetro es mejor. Ya está corregido.
miércoles 18 febrero, 2015 @ 8:26 pm
Amigo Miguel Ángel:
Aunque Neo ha acogido tu sugerencia, yo creo que le ha movido con fuerza el peligro de mi ocurrencia. Y he de reconocer que ha actuado acertadamente. Mi idea podía inducir a confusión.
jueves 19 febrero, 2015 @ 4:46 pm
Y no sólo confusión, a la vista de los resultados del estudio más de uno diría que se le queda corto el «pollyametro».
Abrazos electrofanfarrónicos.
viernes 20 febrero, 2015 @ 10:57 am
Si te refieres al penúltimo párrafo, donde se habla de literatura, Pietro Aretino, tendría mucho que medir. El muy hijo de cortesana -creo que se ufanaba de serlo, lo cual es muy de admirar-, dicen algunos que murió de risa.
Pues a medir, que son dos días.
lunes 23 febrero, 2015 @ 8:46 pm
Sería interesante separar estos datos por siglo para comprobar si todo tiempo pasado fue mejor o si el progreso trajo mas felicidad (aunque sea solo al lenguaje)