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Más resultados sobre abejas y neonicotinoides

Área: Medio ambiente — domingo, 3 de mayo de 2015

Un estudio analiza a nivel neurológico los efectos de los neonicotinoides sobre las abejas.

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Como muy bien dice uno de los comentaristas de este sitio web, la mejor arma que tenemos para luchar contra las compañías de agroquímicos en defensa de las abejas es la ciencia.
Así que nada mejor que hacerse eco de las últimas noticias sobre el asunto. Sobre todo cuando los medios de información tradicionales tienen la voluntad comprada y sólo hablan de cosas “importantes”.
Uno de los últimos estudios sobre este asunto analiza el efecto de los insecticidas neonicotinoides sobre el sistema nervioso de estas pequeñas criaturas que nos dan miel y polinizan nuestros campos. Estos insecticidas han sido culpados de contribuir al declive de las colmenas y de la reducción de abejas silvestres y abejorros.
El nuevo estudio ha descubierto que estos pesticidas matan las neuronas del cerebro de estos insectos lo que les impide aprender, recolectar comida y reproducirse.
El informe sugiere, además, que el efecto de estos pesticidas sobre las colmenas puede ser reversible si se elimina o se reduce el uso de estos neonicotinionides sobre las plantas que son polinizadas por las abejas y abejorros. También puede ayudar a la causa la promoción de plantas amigables para estos insectos haciendo que estas estén más disponibles.
Christopher N. Connolly (University of Dundee) y sus colaboradores dieron a unas abejas una disolución azucarada que contenía 2,5 parte por mil millones de neonicotinoides, una concentración que normalmente se encuentra en las plantas tratadas con estos pesticidas. Con esto intentaban hacer un seguimiento de la toxina hasta el cerebro de los insectos.
Encontraron que el nivel de estos pesticidas alcanzado en el cerebro de las abejas era suficiente como para causar daños en las neuronas implicadas en el aprendizaje al dejarlas sin energía.
Además, descubrieron que estas células eran igualmente vulnerables a este efecto cuando los niveles de pesticida eran diez veces inferiores.
Si la capacidad de aprendizaje de las abejas se reduce entonces son incapaces de realizar tareas básicas para su supervivencia, como orientación, comunicación o reconocer la presencia de néctar y polen a partir del olor que emiten las flores.
En su estudio también proporcionaron esos mismos niveles de neonicotinoides a abejorros que viven en sitios remotos de Escocia en donde difícilmente habían sido expuestos a cualquier pesticida con anterioridad. Encontraron que sólo unas pocas de las colmenas expuestas prosperaron. En general, encontraron que las colmenas eran más pequeñas de lo normal y sus zonas de cría estaban en condiciones pobres y atacadas por los hongos. Esto sugiere que los abejorros expuestos a este tipo de pesticidas aprenden mal, terminan siendo ineficientes a la hora de conseguir comida y son incapaces de alimentar adecuadamente a la siguiente generación.
Según Gerald Weissmann, editor jefe de la revista FASEB, es irónico que los neonicotinoides, que fueron diseñados para conservar la salud de las plantas, al final infrinjan un daño tremendo a las mismas porque estos productos químicos destruyen las comunidades de insectos que la planta necesita para su propia reproducción.
“Nuestro estudio muestra que los pesticidas neonicotinoides son un riesgo para nuestras abejas y deberíamos parar de usarlos en plantas que son visitadas por las abejas”, dice Connolly. Añade que “los neonicotinoides son sólo unos pocos ejemplos de los cientos de pesticidas que usamos en nuestros cultivos y en nuestros jardines. Deje de usar todos los pesticidas en tu jardín y verá el daño causado por los insectos como un éxito. Está alimentando a la vida salvaje nativa. Las desagradables orugas crecen hasta convertirse en bellas mariposas.”
Las palabras de Connoly pueden parecer un tanto bobas o ñoñas, pero nada más lejos de realidad.
Ahora que llega la primavera al hemisferio boreal, podemos encontrar una tremenda felicidad al observar con detenimiento cómo las abejas y abejorros visitan las flores. Es, simplemente, un milagro inapreciado. La realidad está ahí fuera y es bella.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Artículo original
Foto: Richard Gill.

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2 Comentarios

  1. lluís:

    La investigación sobre estos neonicotinoides es muy interesante, puesto que ahora sabemos, por fín, las causas y la capacidad de «atontar» a las abejas que tales químicos poseen. Si la abeja no aprende todo va por mal camino.
    De todos modos creo que las palabras de Connoly, aunque hasta cierto punto son ciertas, implican, si se toman literalmente, una especie de vuelta al estado de naturaleza.En cualquier caso creo que debería buscarse un equilibrio entre el uso de determinados pesticidas ( y si hay que eliminar algunos de muy perniciosos pues se eliminan) y el cuidado de jardines, parques, bosques, flores; plantas y hierbas en general, puesto que las plagas existen, son cada vez más resistentes y atacan con mayor virulencia, incluso a productos hortícolas o frutales que antes no eran pasto de su voracidad.
    – Por cierto, seguro que las orugas crecen hasta convertirse en bellas mariposas; pero en muchas áreas de montaña las bellas orugas de la procesionaria se están comiendo bosques enteros.

  2. tomás:

    Parece increíble: «… igualmente vulnerables… cuando los niveles de pesticidas eran diez veces inferiores». Es decir, 2,5 partes por cada diez mi millones. Si lo escribimos matemáticamente y un poco a lo burdo, serían 2,5/10 000 000 000. Es algo asombroso lo que ciertas sustancias, en cantidades tan mínimas, pueden hacer sobre los organismos; también sobre los nuestros.
    Pero creo que hay otros métodos que no emplean medios químicos, como feromonas o coger sus bolsas manualmente, y también favorecer que nidifiquen algunas aves, como las picarazas. Y no me parece que esto haya de ser más caro -o mucho más caro-. Tenemos ejemplos terribles de lo que pueden hacer, incluso directamente a los humanos ciertos productos químicos, especialmente los insecticidas. Recordemos el DDT que se usaba dentro de nuestras propias casas. Yo ayudaba a mi madre a usarlo y lo respiraba, con ella -y con la mayor ignorancia tan común en aquellos ya lejanos tiempos sobre estos «adelantos»; tanto desconcimiento que cerrábamos puertas y ventanas mientras asperjábamos, para que su efecto fuese más eficaz (mientras nos envenenábamos también)-.

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