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Contaminación luminosa e insectos

Área: Medio ambiente — jueves, 17 de junio de 2021

Nuestra iluminación nocturna está matando a los insectos y esto altera los ecosistemas.

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En momentos de sequía de resultados científicos relevantes puede merecer la pena echar un vistazo a noticias de hace algunas semanas, como una que apareció en Science el mes pasado.

El asunto de la contaminación luminosa es un caso más que ejemplifica el grado de estulticia que está alcanzado el ser humano. La sobreiluminación de las calles de nuestras ciudades, sobre todo las españolas, es tal que la Vía Láctea ya no se puede ver y muchas de las estrellas ha desparecido para siempre de nuestros cielos. Está ya cerca el día en el que sólo se puedan ver un puñado de estrellas o incluso ninguna. El asunto ha empeorado desde que la iluminación de las calles se hace con lámparas LED, que emiten gran parte de su luz en el azul, color que se difunde más que los demás.

Esta componente azul daña, además, nuestro ciclo circadiano, lo que altera el sueño e incluso puede producir enfermedades graves, sobre todo porque también en nuestras casas estamos sometidos a este tipo de luz por la noche.

La fauna silvestre se ve muy afectada por nuestra iluminación nocturna. Un caso particular es la iluminación de los puentes de las ciudades cuando llega el verano y se produce una auténtica masacres de efímeras.

El clima cálido provoca la transformación de las larvas acuáticas de estos insectos, que en cuestión de horas se transforman en adultos voladores de corta vida que emergen de arroyos, ríos y lagos, ansiosos por aparearse y poner huevos por millones.

Pero los puentes iluminados con luz artificial pueden despistar a los adultos recién emergidos del agua y llevarlos a una muerte inútil antes de reproducirse. Otros, engañados por el brillo del suelo reflectante, dejan caer sus huevos en la carretera del puente en lugar de en el agua.

Según dice Ádám Egri (Centro de Investigación Ecológica de Budapest), debido a que las efímeras controlan el crecimiento de las algas y son alimento para los peces, el destino de estos humildes insectos repercute en los ecosistemas. Este investigador trabaja para salvar a las efímeras, que ya están en peligro de extinción en Hungría.

Las efímeras no son las únicas víctima de nuestra iluminación artificial. Numerosos estudios están encontrando impactos preocupantes en el apareamiento y abundancia de insectos por todo el mundo. En el último año, los investigadores publicaron los primeros estudios experimentales y regionales del problema y en marzo Insect Conservation and Diversity dedicó un número especial al tema.

Recientemente se ha publicado estudios en donde se muestra una clara reducción de las poblaciones de insectos. Según Stephen Ferguson (College of Wooster), algunos investigadores piensan que la contaminación luminosa puede ser un factor más en esta disminución de insectos documentada recientemente.

Con las poblaciones de insectos cayendo en un 80% en algunos lugares y el 40% de las especies de insectos en camino de la extinción según estimaciones, algunos investigadores han comenzado a alertar sobre la «apocalipsis de los insectos». Según Ferguson es casi seguro que la contaminación luminosa es uno de los factores de esta apocalipsis.

El problema podría ser fácilmente solucionable si se investiga lo suficiente y se toman medidas. Los científicos apuntan a soluciones simples. Egri, por ejemplo, ha descubierto que la instalación de luces brillantes a baja altura a los lados de los puentes mantiene a las efímeras cerca del agua. Pero las investigaciones sobre cómo diseñar la iluminación para evitar este problema de la contaminación nocturna y su efecto en la fauna silvestre están todavía en pañales.

Muchos insectos y otros animales se ven atraídos por la luz artificial porque dependen de la Luna o el Sol para orientarse. La iluminación nocturna está aumentando en un promedio de un 2% a un 6% y hasta en un 40% al año en lugares remotos, según el investigador Franz Hölker (Instituto Leibniz de Ecología de Agua Dulce y Pesca Interior), quien calculó esta estimación utilizando datos de satélite y de uso de energía entre otros. Además, las ciudades están utilizando más luz LED, en lugar de las tradicionales farolas con bombillas de vapor de sodio cuya luz era amarilla.

Incluso las áreas oscuras ya no son muy oscuras. «Las áreas protegidas no pueden amortiguar estas intensidades de luz como pensamos», dice Stéphanie Vaz (Campus principal de la Universidad Federal de Río de Janeiro). En las noches sin luna, el resplandor del cielo artificial ahora excede la luz combinada de las estrellas y otras fuentes naturales en el 22% de la superficie total del mundo, con puntos importantes de biodiversidad afectados desproporcionadamente, según Brett Seymoure (Universidad de Washington en St. Louis) y colaboradores.

Dados los muchos otros factores que también dañan a los insectos, como la degradación del hábitat y el cambio climático, vincular la luz con la disminución de las especies es complicado y es un campo muy poco estudiado. Pero los estudios existentes sugieren que el impacto puede ser importante. Hölker y otros han calculado que los 9 millones de farolas de Alemania atraen alrededor de mil millones de insectos por noche, muchos de los cuales mueren o son muertos por murciélagos y otros depredadores. Los investigadores han estimado que al menos un tercio de los insectos que pululan alrededor de las luces artificiales mueren de agotamiento o son devorados por depredadores.

Un estudio reciente subraya la magnitud del efecto. En la noche del 27 de julio de 2019, el brillo de las luces de Las Vegas atrajo a un gran número de saltamontes migratorios sobre la ciudad, según un artículo del 31 de marzo en Biology Letters. Las nubes de saltamontes eran visibles en el radar meteorológico. Al estimar el número de insectos vistos en el radar antes, durante y después del enjambre, Elske Tielens (Universidad de Oklahoma) y sus colegas calcularon que en su punto máximo, el enjambre pesaba 30,2 toneladas y contenía 48 millones de saltamontes.

Había «más saltamontes en el aire en esa única noche de julio que visitantes humanos en Las Vegas en todo un año», dice Tielens. «Esto probablemente esté sucediendo a escalas más pequeñas en muchos lugares y con muchos más insectos», agrega Ferguson.

En los Países Bajos, un consorcio de universidades, organizaciones sin fines de lucro, la industria y el gobierno está explorando los efectos de la luz en los ecosistemas locales a través del proyecto Light on Nature. Estableció experimentos a largo plazo en siete conjuntos de parcelas en áreas oscuras. Los investigadores iluminaron algunas parcelas con luces de diferentes colores y vigilaron las comunidades de insectos y murciélagos. Entre 2012 y 2016, el número de polillas se mantuvo estable en las parcelas oscuras, pero disminuyó un 14% en las áreas iluminadas, informaron Roy van Grunsven (Dutch Butterfly Conservation) y colaboradores en junio de 2020 en Current Biology.

Según Douglas Boyes (Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido en Wallingford), este estudio representa la única prueba experimental publicada hasta la fecha sobre los efectos a largo plazo de la iluminación nocturna en insectos. «La conclusión es que las polillas están siendo bombardeadas con condiciones nocturnas antinaturales para las que sus sistemas sensoriales no están adaptados», agrega Seymoure.

La mayor parte de la investigación sobre la luz artificial hasta ahora se ha llevado a cabo en climas templados. Pero los estudios basados en los modelos de Vaz apuntan a que la contaminación lumínica es una posible causa de la disminución de diversidad de luciérnagas en el Bosque Atlántico de Brasil.

Jessica Deichmann (Instituto Smithsonian de Biología de la Conservación) documentó lo que sucede cuando se encienden las luces eléctricas por primera vez en un bosque tropical remoto en Perú. «He sido testigo de primera mano de las tremendas nubes, verdaderamente masivas, de insectos atraídos por las luces cuando se instalan por primera vez y esta visión es difícil de olvidar», dice. La mayoría de los insectos, en particular las hormigas voladoras y las moscas, mueren de agotamiento o son devorados.

A ella le preocupa que este efecto de la iluminación nocturna reduzca la polinización y otros servicios que son proporcionados por estas especies a los ecosistemas. En busca de posibles soluciones, su equipo instaló parcelas experimentales en el bosque iluminadas por luces de diferentes colores y descubrió que las luces ámbar atraían un 60% menos de insectos que la luz blanca.

Pero lo que es bueno para algunos insectos voladores puede ser malo para otros, como describió Avalon Owens (Universidad de Tufts) en enero en una reunión virtual de la Sociedad de Biología Integrativa y Comparativa. Owens evaluó cómo las luciérnagas y otros insectos voladores reaccionaron a la luz roja, azul y ámbar en Kellettville, Pensilvania, una zona rural con poca contaminación lumínica y en donde hay tantas luciérnagas Photinus carolinus que la ciudad alberga un festival anual de luciérnagas. Observando luciérnagas en la naturaleza, encontró que la luz roja es mejor y el ámbar es peor a la hora de interferir en el cortejo de estos insectos. En el laboratorio descubrió que en la luz ámbar las hembras dejan de emitir luz casi por completo, lo que deja a los machos sin forma de encontrarlas.

Egri y sus colaboradores también probaron el impacto del color. Colgaron balizas de diferentes tonos en un puente, luego fotografiaron y contaron las efímeras. Las luces azules, que eran incluso más brillantes que las amarillentas de la carretera, mantenían más insectos cerca del agua. Desde hace un tiempo, las balizas azules instaladas en el puente de Tahitótfalu en el norte de Hungría han brillado durante 3 horas después de la puesta del sol, mientras que las luces de la carretera están atenuadas. Esto parece funcionar y ninguna efímera salió del río, sostiene Egri.

En otros lugares, se están probando luces más tenues y rojas, incluso en un centro de visitantes en el Parque Nacional Grand Teton un nuevo sistema de luces rojizas tenues atrae a menos insectos y permite a los visitantes ver las estrellas. Pero Egri dice que su propio esfuerzo y el de los demás todavía es insuficiente. Deichmann está de acuerdo en que se necesitan medidas más ambiciosas. Por el bien de los insectos y los ecosistemas, «es absolutamente esencial garantizar que áreas importantes de nuestro planeta permanezcan oscuras para siempre», añade.

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Fuentes y referencias:
Artículo en Science.
Foto: Eduardo Blanco/Minden Pictures.

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4 Comentarios

  1. Miguel Ángel:

    Confirmado que la luz azul es menos atractiva, apostaría a que la luz roja también va a resultar menos atrayente que la blanca: los cultivadores que usan LED reportan que los blancos atraen a muchos más insectos que las lámparas de cultivo basadas en LEDs azules + rojos. Incluso aunque se añadan algunos LEDs amarillos, naranjas o ultravioletas (para compeltar el espectro), las lámparas de LED de colores atraen menos insectos que la luz blanca.

  2. Juan:

    Además, en la mayoría de las calles la mayor parte de la luz de las farolas no incide sobre la calle sino sobre la fachada de los edificios. En verano, la gente que vive en la primera y segunda planta a duras penas puede dormir con la luz tan molesta que proviene de las farolas.

  3. petrus:

    No olvidemos que los insectos son, con los roedores, ( dejemos al margen a efémeras, abejas, abejorros y polinizadores) , las principales plagas de las cosecha, así que tampoco conviene pasarse de protección con ellos, porque se defienden solos muy bien.
    Respecto a las luces, sobre todo a partir de abril ,podríamos iluminar los puentes con moderación o con luces mayormente rojas ( si les resultan invisibles), para proteger nuestros ríos, la fauna piscícola y su alimento. Al precio que está la energía, derrochamos millones en luz nocturna que solo sirve para iluminar fachadas y justificar facturas impagables.
    Y también suman las luces nocturnas en ambientes rurales, cada vez más contaminados lumínicamente, para deleite de jabalíes, zorros y algún que otro oso, y que son cementerios de mosquitos, polillas , hormigas aladas, y otros mil insectos sin nombre…No me extrañaría que hayan decidido extinguirse. Lo más llamativo y evidente para mí es que no veo saltamontes como los veía antes, ni entre la hierba ni fuera de ella. Pero , ojo al dato, pulgones y hormigas sí veo , a miles de millones, de día y de noche.¿ Serán ciegos?

  4. tomás:

    Sin embargo recuerdo que, en mi niñez veía muchos murciélagos alrededor de las farolas y más lejos, durante el día, muchas golondrinas, aviones y otros insectívoros, que ahora faltan. El último murciélago que vi, hará unos cincuenta y cinco años porque se estrelló y agarró al toldo de mi terraza. Lo cogí, se lo mostré a mis hijos que se asombraron mucho y luego lo solté. A su edad yo me había hartado de verlos. Entonces, no me parece que la predación sea la causa de la disminución de insectos. Lo achaco más bien a los venenos agrícolas contra sus larvas y, en todo caso, la contaminación de los ríos que ha de impedir la eclosión a adultos y quizá a larvas.
    (Se subraya en rojo «predación» y veo que no está en el diccionario de la RAE, pero es una palabra perfectamente lícita. Allá vayan las extrañas razones de nuestra academia)

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