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El secreto del hormigón romano

Área: Tecnología — martes, 17 de enero de 2023

El mortero romano se hacía con cal viva de tal modo que se formaban clastos de cal que daban propiedades de autorreparación a este hormigón.

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El panteón de Agripa en Roma es uno de los monumentos más notables de la humanidad. Su cúpula es un encofrado de hormigón romano que ha permanecido en pie durante casi 1900 años, pues se inauguró en el año 128. Sigue siendo la cúpula de hormigón no reforzado más grande del mundo.

No es el único ejemplo, incluso se conservan hormigón romano que ha estado sometido al efecto del agua marina durante un tiempo similar. Los antiguos romanos eran maestros de la ingeniería y construyeron un montón de estructuras, muchas de ellas construidas con hormigón, cuyos restos han sobrevivido durante dos milenios.

Que un hormigón sea estable durante todo ese tiempo no deja de ser sorprendente, pues el hormigón moderno hecho de cemento porland tiene una duración mucho menor. Cualquier hormigón es mucho más resistente a la compresión que a la tracción, por lo que los hormigones modernos suelen estar armados con una estructura de acero. La oxidación de esta estructura de acero acelera el degradado del hormigón moderno, pero no es su único problema. Incluso si este reforzamiento el hormigón moderno se va degradando con el tiempo y las grietas van creciendo en su seno. Al cabo de una décadas este deja de ser tan resistente y puede quebrarse, por lo que se puede producir el derrumbe de la construcción a partir de solo 50 años.

El hormigón romano era un mortero compuesto de cal, áridos y ceniza volcánica del área de Pozzuoli, en la Bahía de Nápoles. El principal componente, la cal, se obtiene del calentamiento de piedra caliza en un horno. Por otro lado, el hormigón moderno está compuesto por áridos y cemento porland que se obtiene a partir de una mezcla de piedra caliza, arcilla y otros ingredientes que se muelen y se queman alta temperatura.

Los investigadores han pasado décadas tratando de descubrir el secreto de este material de construcción antiguo ultraduradero, particularmente en estructuras que soportaron condiciones especialmente duras, como muelles, alcantarillas y diques o aquellas construidas en lugares sísmicamente activos.

En 2017 se descubrió que, al menos para las estructuras expuestas al océano, el agua de mar reaccionaba con los ingredientes del hormigón, creando minerales nuevos y más resistentes.

Ahora, un equipo de investigadores del MIT, la Universidad de Harvard y laboratorios en Italia y Suiza ha avanzado en este campo, descubriendo antiguas estrategias de fabricación del hormigón que incorporaron varias funcionalidades clave en el proceso de autorreparación. Los hallazgos se publican en la revista Science Advances , en un artículo de Admir Masic y Linda Seymour y otros autores.

Durante muchos años, los investigadores creyeron que la clave de la durabilidad del hormigón romano se basaba en la ceniza volcánica. Este tipo específico de ceniza incluso se envió por todo el vasto imperio romano para ser utilizado en la construcción y los arquitectos e historiadores de la época lo describieron como un ingrediente clave para el hormigón.

Bajo un examen más detallado, se puede observar que las muestras de hormigón romano contienen granos minerales blancos en la escala del milímetro. Se han reconocido durante mucho tiempo que este componente es ubicuo en los hormigones romanos. Estos trozos blancos, a menudo denominados «clastos de cal», se originan a partir de la cal y no se encuentran en las formulaciones modernas de hormigón.

El el pasado se achacó esto a que en su día se hacían mezcla descuidadas o que se utilizaban materias primas de mala calidad. Sin embargo, el nuevo estudio sugiere que estos diminutos clastos de cal son los que le dan al hormigón romano una capacidad de autorreparación que no se había sido reconocida previamente.

«Si los romanos pusieron tanto esfuerzo en hacer un material de construcción sobresaliente, siguiendo todas las recetas detalladas que habían sido optimizadas a lo largo de muchos siglos, ¿por qué pusieron tan poco esfuerzo en asegurar la producción de un producto final bien mezclado? Tenía que haber más de ésta historia», dice Masic.

Tras una mayor caracterización de estos clastos de cal, los investigadores obtuvieron nuevos conocimientos sobre la funcionalidad potencial de estos clastos de cal.

Históricamente, se suponía que cuando la cal se incorporaba al hormigón romano, primero se combinaba con agua para formar un material pastoso altamente reactivo, en un proceso conocido como apagado. Pero este proceso por sí solo no podía explicar la presencia de los clastos de cal. Masic se preguntó si era posible que los romanos hubieran usado cal directamente en su forma más reactiva, conocida como cal viva.

Al estudiar muestras de este hormigón antiguo, él y su equipo determinaron que las inclusiones blancas estaban hechas de varias formas de carbonato de calcio. Y el examen espectroscópico proporcionó pistas de que estos se habían formado a temperaturas extremas, como era de esperar de la reacción exotérmica producida por el uso de cal viva en lugar de, o además de, la cal apagada en la mezcla. La mezcla en caliente, concluyó el equipo, es en realidad la clave de la naturaleza duradera del mortero romano.

Según estos investigadores, los beneficios de la mezcla en caliente son dobles. Primero, cuando el hormigón en general se calienta a altas temperaturas, permite procesos químicos que no son posibles si solo se usa cal apagada, lo que produce compuestos asociados a altas temperaturas que de otro modo no se formarían. Segundo, este aumento de temperatura reduce significativamente el curado y el fraguado veces ya que todas las reacciones se aceleran, lo que permite una construcción mucho más rápida.

Durante el proceso de mezcla en caliente, los clastos de cal desarrollan una estructura de nanopartículas frágil, lo que crea una fuente de calcio fácilmente fracturable y reactiva que puede proporcionar la función de autorreparación. Tan pronto como comienzan a formarse pequeñas grietas dentro del hormigón, pueden encontrarse con clastos de cal. Luego, este material puede reaccionar con agua, creando una disolución saturada de calcio que puede recristalizarse como carbonato de calcio y rellenar rápidamente la grieta, o reaccionar con materiales puzolánicos para fortalecer aún más el material compuesto. Estas reacciones tienen lugar espontáneamente y, por lo tanto, reparan automáticamente las grietas antes de que estas se propaguen.

Para demostrar que este era de hecho el mecanismo responsable de la durabilidad del hormigón romano, el equipo produjo muestras de hormigón mezclado en caliente que incorporaban formulaciones antiguas y modernas, las rompieron deliberadamente y luego hicieron correr agua a través de las grietas. Efectivamente: en dos semanas, las grietas se habían curado por completo y el agua ya no podía fluir. Un trozo idéntico de hormigón hecho sin cal viva nunca se reparó y el agua siguió fluyendo a través de la muestra.

El hormigón moderno generalmente no repara grietas de más de 0,2 o 0,3 milímetros de ancho. Por el contrario, el hormigón de inspiración romana de este equipo reparó grietas de hasta 0,6 milímetros de ancho.

El trabajo podría ayudar a los ingenieros a mejorar el desempeño del hormigón moderno. Como resultado de estas pruebas exitosas, el equipo está ya trabajando en cómo comercializar este cemento modificado.

«Es emocionante pensar en cómo estas formulaciones de hormigón más duraderas podrían expandir no solo la vida útil de estos materiales, sino también cómo podrían mejorar la durabilidad de las formulaciones de hormigón impresas en 3D», dice Masic.

A través de la vida útil más extendida y el desarrollo de formas de hormigón más livianas, espera que estos esfuerzos puedan ayudar a reducir el impacto ambiental de la producción de cemento, que actualmente representa alrededor del 8 por ciento de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. Un hormigón más duradero significa que no hay que reemplazarlo tanto y no se producen nuevas emisiones. Junto con otras formulaciones nuevas, como el hormigón que puede absorber dióxido de carbono del aire, estas mejoras podrían ayudar a reducir el impacto climático global del hormigón.

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Fuentes y referencias:
Artículo original.
Foto: Stefan Bauer/Wikimedia.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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10 Comentarios

  1. Enepez:

    Una historia fascinante. Gracias por compartirla.

  2. tomás:

    Es curioso que, en el transcurrir del tiempo, con la perdida de la milenaria tecnología romana, la Europa heredera que precisó capacidades importantes para construir castillos, iglesias románicas y luego góticas, perdiese esa tan valiosísima información constructiva. Resulta asombroso que, conociendo la porosidad del cemento, se le arme con acero oxidable que, si está a la intemperie, no tarda más de diez años en comenzar a engrosar la capa externa de la armadura que, en su proceso va rompiendo vigas y columnas y, en unas decenas más de años, a precisar apaños para mantener en pie costosos edificios.
    A mí me parece un tremendo fallo de la profesión de arquitectura. Porque es algo sumamente básico y teniendo, como tenemos, muestras del hormigón romano, cuando aún no teníamos capacidades de análisis químicos, podría haber bastado realizar muchas pruebas -tantas como hubieran sido necesarias-, contando con las sospechas sobre los componentes de lava, cal, etc. ya conocidos y recordados para recuperar esa tecnología. Comprendo que el tiempo para verificar el acierto es de muchos años, pero también existía la necesidad de la solidez de las murallas defensivas y cosas así. Y es que, para mí, la mentalidad profesional es mucho más estética que técnica, lo cual suelo reprocharles a algunos amigos arquitectos. Y ya responderé a quien pueda reprocharme este comentario.

  3. tomás:

    A ver si, ciertamente, nuestros químicos consiguen un cemento inmejorable; y además para imprimir en 3D, en lo que creo que es un experto nuestro genial Eduardo (lo provoco intencionadamente y le mando un abrazo para aplacarlo si no le gusta la alusión).

  4. Eduardo:

    Amigo Tomás. No me metas en apuros, pues mi experiencia en impresión 3D es muy limitada, hago alguna pieza en plástico PLA, que es el más fácil de manejar.

  5. tomás:

    Tranqui, Edward, (me pongo moderno, como los jóvenes que se despiden diciendo «… love you», -nueva moda por estos lares-), que no te pido que hagas una catedral con cemento romano.
    Pues eso: … love you.

  6. tomás:

    ¡Qué curioso! El filtro tampoco permite la «yo» en inglés mayúscula y por eso he tenido que poner puntos suspensivos. Y tampoco la minúscula. ¡Que quisquilloso!

  7. tomás:

    Muchos compañeros habrán visto el panteón que ilustra el artículo e incluso, algunos, se habrán asombrado por el óculo que lo corona, dado que esa abertura no puede obtenerse en un arco, por ejemplo, ya que se precisa una dovela de cierre. En el caso del óculo la fuerza a anular -qué bueno lo de «anular»; quizá sería menos gracioso poner «a contrarrestar»- se obtiene al crear un equilibrio en horizontal que permite la necesaria estabilidad. El límite máximo del diámetro del óculo se obtiene cuando el peso del material supera la componente vertical hacia arriba de los esfuerzos mayormente horizontales. Espero haberme explicado, digo yo…

  8. tomás:

    Como ningún compañero arquitecto me contesta, no queda otra que ampliar las consideraciones: Por ejemplo: Los esfuerzos horizontales creados por la cúpula, obligan a fortalecer los muros circulares, lo cual se puede ver con gran claridad en las construcciones góticas por la necesidad de contrafuertes. En la del Panteón de Agripa, supongo que bastó con engrosar los muros lo suficiente; no sé si en toda su altura -supongo que sí- o con más grosor en la parte baja y disminuyendo en altura. Hay que tener en cuenta, naturalmente, la resistencia a la compresión y el límite de rotura de los materiales de las unidades empleadas, su coeficiente de rozamiento, que, dado que estaban unidas por ese maravilloso cemento romano, podemos considerar fortísimo, o sea, sin peligro de ser culpable de un derrumbe. También la rigidez; podemos considerar que no podríamos pensar en uno de los anillos hecho de goma. Bueno, son límites que suelo utilizar en mi pensamiento. Así que sigo esperando a algún compañero más puesto que yo que me conteste, o que amplíe mis consideraciones, pues seguro que me olvido de algo.

  9. tomás:

    Pues sí, me dejaba algo -y supongo que más, pero mi crítico no aparece-, por ejemplo, que también el espesor de la cúpula deberá disminuir para conseguir un óculo mayor ya que ello disminuye el esfuerzo vertical debido al peso.

  10. tomás:

    Burridico de que nadie me eche una mano o una bronca, me he ido a Wikipedia y, modestamente, he visto que tenía algo de razón: Por ejemplo, para minorar el peso de la cúpula, además de los huecos, diría que cuadrados, resulta que se usó piedra pómez -no sé en qué cantidad- y, además se rebajó desde 5,9 m de grueso (no creí que fuera tanto) del nacimiento sobre el muro, hasta sólo 1,5 m en la parte superior. No recordaba que el suelo es cóncavo para la evacuación de las aguas que entrasen por el óculo hacia un canal perimetral. Y es que como casi todo en mí, hace mucho tiempo. Investigando, algo vuelve a la memoria o se aprende -por olvidado- otra vez.
    Chao.

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