¿Ayudaron los insectos en la extinción de los dinosaurios?
La desaparición de los dinosaurios pudo deberse en parte a los pequeños insectos, que portadores de enfermedades diezmarían sus poblaciones y que además producirían cambios en el ecosistema al influir en el mundo vegetal.
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Hasta ahora teníamos una variopinta gama de teorías para explicar la desaparición de los dinosaurios, entre las favoritas están la actividad volcánica y el impacto de un meteorito. Según un nuevo libro la desaparición de los animales terrestres más grandes que ha existido pudo deberse a una fuerza menos dramática: los pequeños insectos.
Según los expertos que han escrito el libro una contribución importante a la extinción de estos animales pudo deberse a la proliferación de insectos, especialmente a aquellos portadores de enfermedades. La nueva teoría se basa en las pruebas recolectadas a través de los insectos conservados en ámbar de aquella época.
George Poinar, profesor en Oregon State University, sostiene que las teorías que tratan de explicar la desaparición de estos animales debido a fenómenos súbitos, como un impacto o impactos de meteoritos, tienen problemas con el hecho de que los dinosaurios declinaron durante un periodo de tiempo de cientos o miles de años, y este lapso de tiempo no es consistente con los efectos inducidos por el impacto de un meteorito. Pero la amenaza que supuso la emergencia de enfermedades propagadas por insectos y la proliferación de plantas con flores, que se dio por un periodo de tiempo más largo, sí es compatible con lo que sabemos sobre la extinción de los dinosaurios.
Este científico expone junto a Roberta Poinar esta teoría en el libro: “What Bugged the Dinosaurs? Insects, Disease and Death in the Cretaceous”, (Princeton University Press). En él los autores proponen que los insectos proporcionan una explicación mejor para el lento declive y eventual extinción de los dinosaurios que sucedió a lo largo de miles de años. Este periodo de tiempo es conocido como borde o límite K-T, está situado entre el Cretácico y Terciario y tuvo lugar hace 65 millones de años.
Hay pruebas de eventos catastróficos, como cráteres de impacto o afloramientos de lava, que se dieron en esa época. Una de la pruebas más convincentes es la presencia de iridio en el límite K-T, elemento muy escaso en la corteza terrestre. Sin embargo, estas pruebas no explican el declive gradual de las poblaciones de estos animales, por qué sobrevivieron miles de años después del límite K-T, y por qué otros animales no se extinguieron.
Por otro lado, los insectos proporcionan una mejor explicación y pudieron terminar finalmente el trabajo iniciado por meteoritos o volcanes. Los autores no sugieren que la propagación de enfermedades debida a las picaduras de insectos fuera la única causa de la extinción de los dinosaurios, otros eventos catastróficos pudieron haber jugado un papel en el asunto, pero sostienen que estos eventos por sí solos no explican el proceso que en realidad sucedió. Quizás el declive y extinción de los dinosaurios necesito incluso de millones de años y los insectos proporcionan una mejor explicación.
Poinar y sus esposa Roberta han empleado gran parte de sus carrera profesionales estudiando las plantas y animales conservados en ámbar para así recrear los ecosistemas que había en la Tierra hace millones de años. Además de este último libro también publicaron hace un tiempo «The Amber Forest: A Reconstruction of a Vanished World.»
El ámbar es una piedra semipreciosa que proviene de la savia o resina fosilizada de los árboles. A veces esta resina atrapaba a insectos y pequeños animales, conservándolos muy bien durante millones de años. La película «Parque Jurásico» se basa en la premisa de poder aislar ADN de dinosaurio dentro de insectos chupadores de sangre conservados en ámbar, pero casi todos los expertos del campo afirman que es prácticamente imposible recuperar ADN no degradado de esa época tan remota, incluso aunque los insectos hayan sido «embalsamados» en ámbar.
Al final de Cretácico estaban emergiendo las asociaciones entre insectos, microbios y enfermedades de trasmisión. Estos investigadores encontraron en el aparato digestivo de insectos chupadores de sangre de la época, y conservados en ámbar, el microorganismo causante de la leismaniasis, que es una enfermedad grave en la actualidad y que puede afectar ahora tanto a reptiles como a humanos. En otro insecto encontraron el parásito causante de la malaria, que en la actualidad afecta a gran variedad de animales incluyendo a los humanos.
En las heces fosilizadas de dinosaurios encontraron nematodos, trematodos y protozoos que causan disentería y otros problemas abdominales. Los estadios de infección de estas enfermedades intestinales provocadas por estos parásitos dependen de insectos visitadores de inmundicia.
Por tanto, el mundo del Cretácico tardío estaba cubierto de áreas tropicales de temperatura cálida en las que proliferaban insectos chupadores de sangre que transportaban multitud de enfermedades que deberían de causar reiteradas epidemias. Éstas podrían haber ayudado al declive de los dinosaurios. Entre los insectos y arácnidos culpables de atormentar a los dinosaurios estarían las garrapatas, ácaros, piojos y moscas voladoras chupadoras de sangre.
Pequeñas poblaciones aisladas de dinosaurios podrían haber sido barridas de la misma manera que fueron barridas las poblaciones de abejas cuando pájaros portadores de malaria fueron introducidos en Hawaii. En la actualidad los mamíferos, aves y reptiles han evolucionado para desarrollar resistencia a estas enfermedades, pero en el Cretácico estas enfermedades eran nuevas e invasivas, y los vertebrados tenían pocas o ninguna defensa contra ellas. Se tuvieron que dar grandes brotes de enfermedades entre los dinosaurios.
De manera similar los insectos podrían haber jugado un papel importante en el cambio de la vida vegetal sobre la Tierra, vegetales que eran la base de la cadena alimentaría de los dinosaurios. Según éstos declinaban la comida tradicional de los dinosaurios herbívoros, consistente en helechos, cicadáceas, gingkos y otras gimnospermas, fue desplazada por las plantas con flores que los insectos ayudaron a propagar gracias a su actividad polinizadora. Las nuevas plantas dominaron entonces el paisaje terrestre. Además, los insectos podrían haber propagado plagas entre las plantas (o ser plagas ellos mismos), destruyendo grandes extensiones de ellas o servirse de ellas como alimento, dejando menos recursos alimenticios a los dinosaurios.
La confluencia de todos estos factores habría debilitado la posición dominante de los dinosaurios, haber causado su declive y finalmente su extinción, quizás en una situación ya débil debido al impacto del meteorito o a la actividad volcánica.
Fuentes y referencias:
Nota de prensa de Oregon State University.
Viñeta sobre el límite K-T.
6 Comentarios
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miércoles 9 enero, 2008 @ 9:16 am
Me parece una idea peregrina ya que los dinosaurios parece que soportaron muy bien durante 300 millones de años (como mínimo) la presencia de las pulguitas.
Es más, los insectos de esa época se parecían más a aguilas imperiales que a libélulas actuales. Así que si durante esa bestialidad de años, los tiranosaurios rex soportaron los ataques de avispas de 300 gramos y mosquitos de 30 cm de envergadura… no veo por qué en un momento la cosa se puso tan fea que acabó con todos (y me refiero a todos) los dinosaurios de gran porte.
En fin, así pienso yo…
¡Saludos!
miércoles 9 enero, 2008 @ 2:23 pm
Emilio, los insectos gigantes pertenecen al periodo carbonífero (unos 350 millones de años) tal como se explica en un reciente artículo de neofronteras. Son, por tanto, muy anteriores al florecimiento de los grandes reptiles.
Realidad o ficción, parece sensato atribuir a enfermedades el declive final de los dinosuarios (grandes o pequeños) y otros grandes reptiles tanto voladores como acuáticos. Sería un factor más dentro de un ecosistema gravemente alterado por un impacto meteorítico del que casi nadie duda.
Lo que yo siempre me pregunto es la razón de la supervivencia de las aves, pero eso es otra historia (o, mejor dicho, prehistoria).
miércoles 9 enero, 2008 @ 3:32 pm
Efectivamente las libélulas y otros insectos gigantes se dieron en el Carbonífero, periodo geológico comprendido entre hace 360 y 300 millones de años. Los dinosaurios empezaron a aparecer en el Triásico, y entre medias está el Pérmico. Hay una gran distancia temporal entre insectos gigantes y dinosaurios gigantes.
Se cree que el gran tamaño de estos insectos se debió a la mayor cantidad relativa de oxígeno atmosférico de la época, que permitió proporcionar respiración traqueal a tamaños corporales más grandes. El gran tamaño de algunos dinosaurios se debió a otras causas.
Los autores de este libro enfatizan que los insectos propagadores de enfermedades surgieron precisamente cuando había dinosaurios y no antes.
Es de suponer que también habría que tener en cuenta que las especies para las cuales la evolución se da a más velocidad son aquellas que tiene una sucesión de generaciones más rápida, y esto se suele dar en animales pequeños.
viernes 11 enero, 2008 @ 6:43 am
Aunque no afecte a la validez del artículo, quiero señalar que garrapatas y ácaros no son insectos, sino arácnidos, y no se debe contribuir a aumentar esa confusión tan difundida. Aunque más opinable, tampoco me agrada que se llame piedra preciosa al ambar por su origen orgánico y no cristalino; preferiría «gema», reservando «piedra preciosa» para las formaciones cristalinas. Pero ya digo que es cuestión subjetiva.
En cuanto al artículo en sí, es interesante resaltar una causa que yo diría que no es nueva, pero a la que se le ha dado poca relevancia. En mi opinión debieron darse un conjunto de coincidencias y sinergias que se retroalimentaron con un efecto caótico y posiblemente nunca lleguemos a encontrar cual fue la más significativa.
viernes 11 enero, 2008 @ 11:43 am
Gracias por la puntualización. Obviamente no todos los artrópodos son insectos y los arácnidos no lo son. Se ha efectuado una pequeña corrección en el texto para evitar equívocos.
En cuanto al ámbar, en muchos textos de referencia es denominado piedra preciosa o semipreciosa, y gema se suele utilizar como sinónimo de piedra preciosa. Es de origen orgánico al ser resina fosilizada, pero como cualquier fósil de la época debe de estar mineralizado en alguna proporción, aunque no tenga estructura cristalina.
Tampoco una piedra preciosa tiene que tener necesariamente estructura cristalina, como el ópalo que es amorfo.
El coral y las perlas tienen origen orgánico pero tienen una composición mineral, y no se les denomina piedras preciosas aunque se monten en joyas.
De todos modos no se puede esperar mucho rigor científico en un mundo tan «volátil» como el de la joyería. ¿Qué pasaría si la gente supiera que no hay diferencias entre una piedra preciosa sintética y una natural? Como siempre dotamos de valor a cosas tan inasibles como el valor simbólico de algo, y este valor extra a veces se traduce en un mayor precio.
miércoles 23 enero, 2008 @ 3:18 pm
Si dividimos el inmenso cuerpo de un dinosaurio herbívoro y su diminuta cabeza. Necesitaba más de 24 horas ingiriendo yerba. La cadena se desmoronó. Es mi teoría.