NeoFronteras

Reconocimiento facial en las abejas

Área: Etología — lunes, 22 de febrero de 2010

Las abejas, con su diminuto cerebro, son capaces de reconocer imágenes arregladas a modo de rostros humanos.

abeja_sobre_flor

Cualquiera que haya trabajado en el reconocimiento de formas o caracteres sabe que es una tarea difícil, al igual que el reconocimiento de caras. Los programas informáticos que tratan de efectuar esas tareas son complejos y exigen un hardware potente. Por eso, cuando Adrian Dyer de Monash University entrenó a unas abejas para que asociaran caras humanas representadas en fotos con un premio azucarado hubo cierta sorpresa, sobre todo cuando estos insectos no necesitan reconocer caras humanas en su vida diaria.
Martin Giurfa, de la Universidad de Toulouse, se enteró de este resultado y se puso a pensar sobre el asunto. Obviamente las abejas no reconocían caras humanas como tales, lo más probable, era que las abejas simplemente habían sido entrenadas a reconocer algo que, al fin y al cabo, para ellas eran unas “flores” un poco más raras que las demás.
La cuestión más importante era saber qué estrategia usaban para discriminar caras. Giurfa se preguntó si las abejas aprendían a reconocer configuraciones de arreglos relativos de rasgos faciales. Así que este francés contactó con Dyer y sugirió que comprobarán de una manera sistemática qué rasgos aprendían las abejas a reconocer en las fotos de caras del experimento de Dyer. Los resultados obtenidos los han publicado recientemente (ver referencias).
Junto con Aurore Avargues-Weber, estos investigadores primero comprobaron si las abejas podían aprender a distinguir entre imágenes simplificadas de caras. Estas imágenes simplificadas consistían en dos puntos que simbolizaban los ojos, una línea vertical que simbolizaba la nariz y otra horizontal para la boca.
Se consiguió que las abejas distinguieran entre dos tipos de caras simbólicas. Las abejas retornaban a aquel tipo de cara que las recompensaba con el premio azucarado.
Así que las abejas distinguían patrones que estaban organizados a modo de caras humanas, pero ¿podrían aprender a categorizar caras?, ¿podrían ser entrenadas a distinguir entre patrones que simbolizan caras de otros que no lo hacen?, ¿podrían decidir si una imagen pertenece a una clase o la otra?
Para responder a estas preguntas Avargues-Weber entrenó a las abejas mostrándolas cinco pares de imágenes diferentes, en donde una imagen era siempre una cara y la otra un patrón de puntos y líneas. Recompensaba a las abejas cuando visitaban las caras y no cuando visitaban las otras imágenes.
Más tarde, una vez entrenadas, se les mostró un juego completamente nuevo de imágenes que no habían visto antes. Las abejas reconocieron y escogieron las fotos con las caras y no las demás. Por tanto, las abejas no aprendían a memorizar imágenes, sino que aprendían los arreglos relativos de los rasgos que aparecían en las fotos, y aprendían a reconocer aquellos que para nosotros simbolizan caras.
¿Cómo de robusto es este sistema de reconocimiento en las abejas?, ¿funcionarían igual con caras más complejas? Para responder a estas preguntas los investigadores embebieron las caras simbólicas en fotos con forma de rostros. Las abejas volvieron a reconocer las caras de puntos y rayas, pero cuando se movían lo suficiente las posiciones relativas de estos puntos y rayas (ojos, nariz y boca) las abejas ya no reconocían esas imágenes como caras y las trataban con un patrón desconocido.
Las abejas aprender a reconocer patrones (incluso aquellos que se asemejan a rostros humanos) porque esta capacidad es la misma estrategia que les sirve para sobrevivir en el mundo natural, en donde tienen que reconocer entre diferentes tipos de objetos, como las flores.
Aunque las abejas reconocen patrones que simbolizan rostros humanos, esto no significa que puedan reconocer rostros específicos de personas individuales, pero los investigadores no informan de experimentos realizados para demostrar este punto.
Lo verdaderamente sorprendente es que las abejas tienen esta capacidad de reconocimiento con un cerebro minúsculo, cuando nosotros tenemos una buena proporción del nuestro dedicado en exclusiva a este tipo de problemas, o usamos programas y ordenadores potentes para lo mismo sin conseguirlo de manera efectiva.
Girfa sostiene que si queremos desarrollar sistemas automáticos de reconocimiento facial podríamos aprender mucho de la abejas.

Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=3015

Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original en Journal of Experimental Biology
Foto cabecera: “The Bee in Tradescantia” por fesoj vía flickr.

Salvo que se exprese lo contrario esta obra está bajo una licencia Creative Commons.
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