La política modifica el cerebro
El análisis de la actividad cerebral mientras se juega un juego de apuestas permite predecir la tendencia política del individuo.
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Las neurociencias están avanzando mucho en los últimos años gracias a los aparatos de resonancia magnética nuclear funcional. Con ellos podemos ver qué partes del cerebro están más activas cuando realizamos ciertas tareas.
Incluso ya se tienen ciertas capacidades de lectura de pensamiento muy primitivas, lo que levanta ciertas inquietudes por lo que pueda pasar en el futuro. No solamente ciertos regímenes podrán usar este tipo de técnicas, sino que en los países “democráticos” siempre habrá una parte atemorizada de la población dispuesta a renunciar a parte de su libertad e intimidad a cambio de una supuesta seguridad. Se empieza por “terrorista” y luego se termina con cualquier sospechoso.
Este tipo de opciones están enmarcadas dentro de lo que son las distintas ramas del pensamiento político. Generalmente dividimos el espectro político en conservadores y progresistas. Pero, ¿tenemos cierta libertad real de tener cualquier pensamiento político o ya tenemos cierta predisposición? Y si tenemos esa libertad, ¿el seguir una determinad doctrina política nos condiciona el cerebro?
Un equipo de neurocientíficos ha mostrado recientemente que conservadores y progresistas usan diferentes partes del cerebro cuando toman decisiones arriesgadas. Además demuestran que esas regiones pueden ser usadas para predecir qué partido político prefiere una persona en concreto. El estudio sugiere que mientras que la influencia genética o de la educativa de los padres puede tener un papel significativo, el ser conservador o demócrata cambia las funciones cerebrales.
El equipo de Darren Schreiber de la Universidad de Exeter trabajó junto a colaboradores de la Universidad de California en San Diego para explorar las diferencias en el funcionamiento de los cerebros de ciudadanos de EEUU, tanto republicanos como demócratas.
En un experimento anterior se vigiló la actividad cerebral de los participantes mientras que éstos jugaban a un juego simple de apuestas. Luego estos investigadores tuvieron acceso a los registros públicos de los partidos políticos para saber su afiliación. Más tarde se usó un nuevo análisis sobre 82 de esos participantes teniendo en cuenta la nueva información.
Encontraron que tanto demócratas como republicanos no se diferenciaban por el riesgo que asumían en el juego, pero sí que mostraban diferencias en su actividad cerebral durante la toma de decisiones arriesgadas.
Los demócratas mostraban una significativa mayor actividad en la ínsula izquierda, una región asociada con las relaciones sociales y la autoconsciencia. Mientras que los republicanos mostraron una mayor actividad en la amígdala derecha, una región relacionada con el sistema de pelea o huída. Estos resultados sugieren que unos y otros hacen funcionar procesos cognitivos diferentes cuando piensan acerca del riesgo.
La actividad de estas regiones puede usarse para predecir la tendencia política de una persona con una precisión del 82,9%. Este resultado se puede comparar con el modelo tradicional usado en ciencias políticas, basado en la afiliación de los padres para predecir la de los hijos, que tiene una exactitud del 69,5%. Otro modelo basado en diferencias de la estructura cerebral distingue republicanos y demócratas con una exactitud del 71,6%.
Según Schreiber, aunque se ha demostrado que la genética contribuye a las diferencias ideológicas, la porción de variación en la afiliación política explicada por la amígdala y la ínsula es significativamente mayor, lo que sugiere que la afiliación a un partido crea un ambiente sesgado que puede alterar el cerebro por encima de los efectos de la herencia.
Estos resultados pueden allanar el camino hacia un nuevo tipo de investigación científica sobre el comportamiento de los votantes, lo que podría proporcionar una mejor comprensión de las diferencias en la manera de pensar de conservadores y progresistas. Según Schreiber “la habilidad de predecir con precisión la política de partido usando sólo la actividad cerebral mientras se apuesta sugiere que la investigación de las diferencias neuronales básicas entre votantes podría proporcionarnos perspectivas más poderosas que las herramientas tradicionales de las ciencias políticas”.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4037
Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original.
19 Comentarios
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lunes 18 febrero, 2013 @ 11:35 pm
Quien dice la actividad política, dice el rol social, dice el entorno íntimo, dice…
Más complicados de lo que nunca pensaron/pensamos… xD
martes 19 febrero, 2013 @ 7:28 am
Estoy con Dr Thriller: cualquier actividad, cualquier cambio de ambiente cultural y de cualquier clase ha de precisar, inevitablemente, una adaptación cerebral. Parece de cajón.
martes 19 febrero, 2013 @ 10:35 pm
Es cierto lo que comentan Dr.Thriller y tomás, nuestras vivencias en un primer momento sólo provocan cambios funcionales (por ejemplo: que se activen determinadas regiones cerebrales), pero si son vivencias muy significativas pueden acabar provocando cambios estructurales (es decir, que ciertas zonas no sólo aumenten su actividad sino también su tamaño y otras se atrofien).
Una persona puede haber sufrido un accidente grave o haber ido a la guerra y sufrir después el llamado «síndrome de estrés postraumático): la persona reverbera el acontencimiento estresante de modo involuntario de un modo intenso y vívido, como si estuviese volviendo a ocurrir, produciendo una gran ansiedad. Con el tiempo esta ansiedad puede cronificar provocando una hiperactividad de la amígdala y del cortisol en sangre y acompañarse de depresión con una atrofia de las regiones cerebrales relacionadas con las sensaciones placenteras como el cortex prefrontal izquierdo, el núcleo accumbens y otras regiones del sistema límbico.
Aquí en Neofornteras, pudimos ver un estudio que relacionaba cierto tipo de experiencias religiosas con la atrofia de algunas regiones cerebrales:
http://neofronteras.com/?p=3510
Los antidepresivos del grupo de los inhibidores de la recaptación de la serotonina no sólo provocan un aumento de los niveles de este neurotransmisor, sino que si se toman durante unos meses provocan un aumento de axones de neuronas en determinadas regiones cerebrales que estaban atrofiadas durante la fase depresiva. Lo mismo ocurre con otros psicotropos.
viernes 22 febrero, 2013 @ 1:07 am
En cuanto al estudio quisiera hacer una aventurada lectura del mismo. Lo de aventurada es porque no soy ningún especialista en el tema, así que no os lo tomeis muy en serio:
Los «conservadores» mostraron niveles de actividad significativamente mayores en la amígdala. La amígdala se activa en las reacciones lucha-huída, pero también en el enamoramiento, y si algo tienen en común un enamoramiento y una situación de lucha es que en ambas el cortex racional brilla por su ausencia. La activación de la amígdala cuando estamos enamorados justifica el escaso nivel de vigilancia hacia ciertos estímulos, lo que llaman «estar ciego de amor». Lo explican muy bien en este vídeo de un reportaje que han puesto en La 2 hace unos días (minuto 29:20):
http://www.teledocumentales.com/el-cerebro-automatico-el-poder/
(Te lo dedico, amigo tomás). Por cierto, que no creo que es erróneo lo que comentan en el vídeo sobre la serotonina (hormona del buen humor) durante el enamoramiento ya que no está elevada sino descendida (lo cual fué una gran sorpresa cuando se dscubrió)
Los liberales mostraron niveles superiores en el cortex insular que además de lo que dice en la noticia, está vinculado con sensaciones desagradables o asquerosas. Si se activa el cortex insular no hacemos algo o dejamos de hacer lo que estamos haciendo (lo mencionan en el vídeo que he puesto en el minuto 41:40)
viernes 22 febrero, 2013 @ 1:13 am
*»toméis», «huida», «córtex»
viernes 22 febrero, 2013 @ 11:01 am
Gracias, mi buen amigo Miguel Ángel:
El vídeo es extraordinario, además resulta como si fuese otro punto de vista de mi teoría sobre las decisiones y la voluntad: que no existen, vamos, que nos vienen dadas. Otra cosa es que estén motivadas por experiencias anteriores, etc., lo cual nunca he negado.
Por cierto, gran corregidor, te has dejado «descubrió», pero es que deber ir a la velocidad del sonido.
Abrazos
domingo 24 febrero, 2013 @ 4:38 pm
Intentar explicar comportamientos tan complejos como la ideología política reduciendo éstos a procesos neuronales me parece un reduccionismo excesivo. Creo que todos los que estamos aquí somos conscientes de que el cerebro no se identifica con la «mente». Bien es cierto que, por lo que leo, en esta página casi todo el mundo intenta buscar un explicación científica de todo. No quiero, por esto, sugerir que existe el «alma» o defender ninguna creencia no justificada, pero creo que una realidad como la que tenemos, es decir, emergente, no puede explicarse en términos de explicación de las partes (en este caso, la ínsula izquierda o la amígdala para demócratas y republicanos respectivamente).
También quería señalar que la tesis según la cual estos estudios podrían llevar a gran parte de la población a aceptar seguridad a cambio de perder libertad es un falacia; en concreto, una falacia de pendiente deslizante. La ciencia no es política.
Un saludo a todos.
lunes 25 febrero, 2013 @ 12:02 pm
Estimado «danielperes»:
Está bien. Si no queremos ser reduccionistas olvidemos las predicciones sobre el clima por ejemplo, que funcionan lo suficientemente bien a corto plazo, que han mejorado y siguen mejorando cada vez más. Y si se trata del proceso mental en el cerebro, es aún más complejo, pero antes se pensaba que -creo- el amor radicaba en el corazón, la ira en el hígado y cosas así. El reduccionismo es algo necesario, aunque no creo que suficiente para la investigación de la realidad. Lo que no es admisible es que una vez puesta la etiqueta de «emergente» quede algo explicado y sobre toda posterior investigación científica.
En efecto en esta página se trata de buscar una explicación científica a la realidad. ¿Existe otro camino? El reduccionismo no predica que un fenómeno sea suma de nada. A veces será suma, a veces producto, a veces potenciación o retroalimentación; todo eso es lo que hay que investigar. Por otra parte se trata de resultados estadísticos.
Respecto a tu interpretación del texto y las ilustraciones, parece tan peregrina como creer que los zurdos son de izquierdas y los diestros de derechas.
Pero bueno, quizá podamos estar de acuerdo en la relación ciencia-política.
Perdona mi tono áspero. No se debe a ti, sino al comentario del artículo anterior, el que se refiere a la contaminación del río Citarum.
Mil perdones y un saludo.
jueves 28 febrero, 2013 @ 5:04 pm
Estimado Tomás:
No he leído el artículo sobre el río Citarum, así que no he entendido lo último que has dicho. Sea como fuere, espero que no pienses que renuncio a los resultados de la investigación científica. Cuando dices «respecto a tu interpretación del texto y las ilustraciones, parece tan peregrina como creer que los zurdos son de izquierdas y los diestros de derechas», creo que en ningún lugar afirmo algo tal; es más, precisamente eso sería caer en un «reduccionismo», posición que yo impugno.
Tampoco considero que poner la etiqueta de «emergente» a algo implique que ese algo quede explicado. La «emergencia» aquí debe ser entendida como complejidad. En cuanto a lo que afirmas sobre que antes se creía que el amor residía en el corazón, el hígado y demás, es obvio que el avance de la ciencia ha roto con mitos anteriores, mas la ciencia no debe tornarse ella en mito; en este caso, el mito del reduccionismo. Es más, las teorías físicas o biológicas de Aristóteles están obsoletas; no obstante, en poética, ética o política no ocurre lo mismo. Si crees que sí, te invito a demostrármelo.
El problema de la razón científico-técnica, denunciada por la Escuela de Frankfurt, sigue presente, más si cabe, en nuestros días. La ciencia es imprescindible, pero la «naturalización de la conciencia» que denunciaba Husserl a principios del siglo XX puede ser peligrosa.
No te preocupes por el tono de tu comentario. Un saludo.
viernes 1 marzo, 2013 @ 8:38 am
Estimado «danielperes»:
Te explicarás la causa de mi disgusto si lees el artículo http://neofronteras.com/?p=4038, concretamente en el comentario 24, Juan Manuel hace un envío que te recomiendo. Pero es terrible. Quizá acabes tan deprimido como acabé yo y hayas de tomar un ansiolítico que también acabará en el río.
Tildas de mito al reduccionismo y, en mi opinión, junto con la integración, es imprescindible para explicarnos la realidad, en la que suelen converger ambas actitudes, o acciones si se trata de una investigación.
Esa «naturalización de la conciencia» que denuncias como peligrosa yo la entiendo como el único camino real, dado mi materialismo impenitente.
No comprendo qué me invitas a demostrarte. Si me lo indicas con claridad te complaceré con mucho gusto, si es que puedo, naturalmente.
Un cordial saludo.
viernes 1 marzo, 2013 @ 9:52 am
Hay una gran diferencia entre los términos «complejo» y «emergente». No tenemos una buena definición para el primero, pero sí para el segundo: se dice que una propiedad es emergente cuando no estando en las unidades que componen un conjunto surge de este último a través de la interacción entre esas unidades.
Hay propiedades emergentes que son sencillas y que se pueden analizar fácilmente. Otras no.
La mente es una propiedad emergente del cerebro, pero eso no significa que haya que renunciar al estudio del cerebro por los métodos habituales en los que hay cierta «sencillez metodológica» (llámese reduccionismo). Estos métodos nos han permitido hasta ahora estudiar la Naturaleza y desarrollar la tecnología que poseemos. No vamos a renunciar a ellos ahora. Pero si alguien tiene otros caminos que los use según el método científico, será bienvenido si obtiene resultados. De momento hay que aplicar lo que se sabe que funciona, porque quizás sea lo único que podemos hacer. Lo malo es que a veces un resultado se puede verse de varias maneras o un sistema puede ser explicado por varios modelos. La ciencia nunca proporciona «La Verdad Definitiva».
El problema es que el estudio del cerebro choca contra nuestras creencias y una manera de deslegitimar un resultado que no nos gusta es decir que es «reduccionista». A veces puede ser frustante para algunos que no se encuentre el alma o el libre albedrío en estos estudios.
Por otro lado, hay cierto pensamiento mágico en esta tendencia, que puede reconocerse fácilmente cuando aparecen palabras como «holístico», «sinergia», «emergencia», etc.
viernes 1 marzo, 2013 @ 11:46 am
Estimado Tomás:
ya le he echado un vistazo al artículo y el comentario que me decías, algunas cosas encajan ahora. Por otro lado, cuando hablo del mito del reduccionismo me refiero a la crítica de la razón científico-técnica que la filosofía hace de la ciencia, aunque es un tema excesivamente filosófico para los propósitos que aquí nos atañen. Lo mismo ocurre con la «naturalización de la conciencia»; no quiero aburrirte con la fenomenología de Husserl. Lo que sí te invitaba a demostrarme era la no-vigencia de los antiguos planteamientos sobre política, ética y demás, ramas del saber que no se dejan explicar en los mismos términos que las ciencias naturales (de ahí mi crítica al «reduccionismo»). De cualquier modo, creo que podríamos estar discutiendo años sobre esto.
Estimado Neo, en primer lugar, emergente y complejo se pueden entender análogamente desde la obra de Morin (para mí, el mejor teórico del «pensamiento complejo»). Para mis propósitos, decir que la mente es compleja o una propiedad (¿por qué propiedad y no otra cosa?)emergente del cerebro es una misma cosa. En segundo lugar, el reduccionismo no tiene porqué ser solamente metodológico, puede ser epistémico, semántico o, lo peor de todo, ontológico. A la hora de proceder según esa «sencillez metodológica» de la que hablas ya estamos partiendo de una toda serie de compromisos ontológicos; espero que nadie de los comentaristas habituales de esta página sea tan ingenuo como creer en la «ciencia pura», libre de presupuestos. En tercer lugar, yo tampoco quiero renunciar a la los resultados de esa ciencia que se hace, que nos ha permitido entender parte de la Naturaleza y desarrollar tecnologías, pero, de nuevo, la ciencia no nos da los fines, sólo los medios. La ciencia no es política, y ésta no puede ser explicada en los términos de aquella. Si, de nuevo, alguien tiene un método científico para decirme porqué la política de Aristóteles o Platón es falsa, adelante, que me lo demuestre.
No quiero deslegitimar el estudio del cerebro, porque creo que la ciencia es condición necesaria para el conocimiento, aunque nunca es condición suficiente. No sé si te interpreto bien, pero en tus últimos dos párrafos pareces atribuirme cierto pensamiento mítico o no-racional. Creo que hablar de complejidad, filosofía o ciencia no tiene nada que ver con el libre albedrío o el alma. Si piensas que mi postura es contraria a la ciencia y defensora de la religión o algo por el estilo estás equivocado.
Un saludo cordial a ambos.
sábado 2 marzo, 2013 @ 9:51 am
Estimado «danielperes»:
Te agradezco que me ahorres la fenomenología de Husserl únicamente porque cualquier discusión filosófica se convierte inevitablemente en interminable, con cada uno intentando afinar en la denominación de conceptos generalmente subjetivos en inacabable espiral, -para mi simpleza- inútil.
Te digo esto porque tu mismo pareces contrario al reduccionismo, pero el mismo Husserl lo utiliza, eso sí, sólo el trascendental. Para mí, por este camino no vamos a ninguna parte. Sólo he considerado provechoso la actitud de «epojé», pero claro, en el sencillo punto de vista de un profano.
Para mí, de lo que podemos llamar filosofía, sólo tiene sentido la filosofía científica, es decir aquella que se expresa en términos clarísimos, para que su terminología pueda ser entendida
por la mayor gente posible.
Como dices, sobre cualquier tema podemos pasarnos años discutiendo… En ciencia todo parece más claro, más sencillo, aunque a veces precisamente hay dificultades cuando interviene la filosofía pese a ser de la ciencia. Por ejemplo la solución «eter», no fue una comprobación científica, sino una forma filosófica -en el sentido de que no había razón palpable para admitirla-. Cuando se quiso utilizar con medidas, se evaporó (he de admitir lo muy apropiado de mis palabras, aunque sólo sea por modestia). Lo mismo sucedió con la paradoja EPR, acaba cuando se demuestra con hechos su falsedad; pero tal demostración resulta fecunda. También lo fue la frustración del éter.
Me invitas a demostrarte la no vigencia de los planteamientos sobre ética, política, etc., y afirmas que no se dejan explicar en los términos de la ciencia. Pero estás equivocado. No sólo eso tiene su explicación cada vez más apoyada en procesos mentales que no pueden ser otra cosa que fisiológicos sino que, quizá la más humana y menos científica de las emociones puede ser investigada «materialmente» por la ciencia. Te hablo del amor, por ejemplo, o del altruismo y, en general, de las emociones. Conocemos -relativamente, pues el conocimiento científico jamás acaba- en qué zonas del cerebro se asientan, como son llevadas por el potencial de acción, qué neurotransmisores actúan y hasta se puede predecir con anterioridad qué va a pasar. Si así no fuera ¿como me explicas que un ansiolítico pueda ser recetado y cause el efecto previsto por el psiquiatra la mayoría de las veces? En un futuro previsible podrá decirse en el noventa y muchos por ciento de las veces, cuando la medicación pueda ser personalizada previo conocimiento del paciente, de su biología personal.
Puedes argüir que la política es tan complicada que en ella caben todas las emociones y estoy de acuerdo. En ese caso a la emergencia de las emociones hay que añadirles la complejidad de la sociedad. También son muy complejos los caminos que recorren las opiniones de los conjuntos sociales. Y estoy de acuerdo en que las emociones no se pueden sumar. Pero ello no excluye que puedan ser estudiadas por la ciencia. Sin ir más lejos, su tratamiento estadístico y por tanto científico ya tiene larga historia. En este artículo se presentan hechos sencillos e indiscutibles por razón de que permiten una predicción significativamente acertada en mayor medida de lo aleatorio, gracias a los progresos de las neurociencias.
No discutamos si son galgos o podencos por la inutilidad en la forma de llegar a cualquier solución. Midamos, ensayemos, experimentemos y deduzcamos luego.
Un abrazo.
domingo 3 marzo, 2013 @ 11:44 am
Estimado Tomás:
Como es obvio, no puedo estar de acuerdo contigo en nada de lo que has dicho acerca de la filosofía. Ni en el supuesto «subjetivismo» de la filosofía, ni en Husserl, ni, desde luego, en lo que mencionas de la «filosofía científica» (las disciplinas no pueden renunciar a su lenguaje para expresar ciertas ideas). No pretendo discutir esto aquí, pues dije que no iba a hablar de filosofía.
Cuando dices que en ciencia todo parece más claro, creo que das por hecho un prejuicio o presupuesto: la existencia de una realidad objetiva física en sí misma (que tú identificas, creo, con una posición «materialista»). Del mismo modo, creo que partes de una concepción del conocimiento científico donde se da, de facto, un progreso. Esta idea de progreso, que proviene de la Ilustración, será muy criticada en el S. XX. Incluso autores nada contra-ilustrados como Kuhn defenderán hipótesis sobre el cambio teórico en base a criterios no-racionales (factores socio-culturales adoptados por una comunidad científica en un momento histórico determinado). Sería interesantes dedicar algún día un artículo sobre la dinámica de las teorías, pues aquí siempre se discute bajo el fondo de la estática; es lo que se conoce como diacronía y sincronía de las teorías científicas. Sea como fuere, no podemos adoptar un realismo tan ingenuo (más adelante diré porqué). Otro presupuesto interesante es la idea, que más o menos dejas entrever, de que existe un filtro, a saber, el método científico, que permite hacer más claros los problemas, y que aumenta nuestro conocimiento de forma segura. Este método, no sé si estarás de acuerdo, consiste fundamentalmente en la suma de hipótesis lógicamente consistentes y experiencia (datos empíricos); esta última sirve para corroborar las hipótesis, y cambiar, en caso de que sea refutada, los axiomas de la teoría (resumiendo mucho). Esta idea del método científico pertenece a la llamada Concepción Heredada, y recibió 5 críticas fundamentales (que no desarrollaré, pues mi comentario se alargaría demasiado): la carga teórica de la observación (experiencia), la infradeterminación de las teorías, el problema de la inducción de Hume, la no calibración de hipótesis auxiliares (tesis Duhem-Quine) y la ya mencionada dimensión histórico-social de la ciencia (Kuhn).
El caso del Éter te viene muy bien, no obstante, yo no quiero defender la física de Aristóteles (ni tampoco su política, aunque esta última me parezca más vigente). De todos modos, esa estrategia de postular alguna sustancia para que encajen todos los elementos de una teoría no me parece tan desfasado (muchas teorías científicas actuales tiran de ese recurso en ocasiones).
En cuanto a lo de que la política, ética o demás disciplinas se dejan, cada vez más, explicar a partir de procesos cerebrales, te diré que con ello incurres en la «falacia naturalista» de Hume. Del «es» nunca se deduce el «debe». Decir que los procesos cerebrales intervienen en las emociones creo que es una obviedad, pero de ahí no tenemos ningún razón para afirmar que un sistema ético o político sea más justo que otro. De nuevo, digo que la ciencia no es política. ¿Qué pasa si descubrimos que el altruísmo se relaciona directamente con un determinado módulo cerebral? ¿Acaso hay en ese «hecho» algún «valor» deducible? De nuevo, el problema de los fines y los medios en la crítica frankfurtiana de la razón científica. Y en relación a los que mencionas de los ansiolíticos, creo que entender la fisiología humana no implica, de nuevo, absolutamente nada (tampoco creo que el comportamiento humano se pueda predecir).
De cualquier modo, creo que no estamos ninguno de los dos en ceder, así que cuando tú quieras pasamos a debatir en otro artículo.
Un fuerte abrazo. PD: puedes llamarme Daniel en cualquier y eventual comentario
domingo 3 marzo, 2013 @ 11:49 am
*alguna razón
*lo que mencionas de los ansiolíticos
*en disposición de ceder
lunes 4 marzo, 2013 @ 2:09 pm
Estimado «dinielperes»:
Gracias por lo de llamarte Daniel, pero es que hay otros «Danieles» por ahí y prefiero no confundirte con uno de ellos. Algún otro no me extrañaría que fueses tú por que también le pega a la filosofía.
Pero ¿ves? ¡Menos mal que no quieres discutir aquí! Si llegas a desearlo podrías haber acabado con toda extensión posible. Así las cosas, puedo optar a rendirme sin más, pero dejando constancia de mis fundamentos que es lo que haré.
El subjetivismo es inevitable desde cualquier perspectiva, filosófica o científica. Pero la ciencia tiene innegable pretensión de objetividad, hasta el punto de reconocerlo tanto en la relatividad como en la MC donde la importancia del observador es determinante.
Ahora bien, yo creo que existe una realidad única pero a la que no sabemos si accedemos ni en qué medida. Un ejemplo sencillo es el de no poder conocer si nos estamos moviendo a velocidad rectilínea y uniforme o estamos quietos, pero ciertamente una cosa u otra ha de ser respecto a alguna referencia. Naturalmente la existencia de esa realidad única es indemostrable. Habría que enunciarla como un principio.
Respecto al método científico, me parece imprescindible y realmente creo que aumenta nuestro conocimiento, pero no de forma segura. Hay un salto en el vacío cuando de la inducción limitada a unos casos, por muchos que sean, se pasa a la deducción general para todos los casos. Por esa regla de tres el sol debería salir eternamente todos los días -tú sabrás comprender toda la tautología de esta frase- pero la ciencia nos dice que no es posible porque tiene una idea del futuro del Sol. Pero claro, lo dice la ciencia, no la filosofía.
En cuanto a los valores, he de admitir que la ciencia sólo podrá identificarlos y perseguirlos por el encéfalo hasta hallar su origen; también podrá modificarlos, incluso masivamente algún día, lo que no me gusta mucho. Pero resulta que la política ya hace eso con los críos inculcándoles lo que convenga a quien sustente el poder.
Eso de que el comportamiento humano no pueda predecirse, es algo totalmente equivocado. En varios artículos de nuestra web se da noticia, no de que pueda hacerse, sino de que ya se ha hecho. Si pinchas en área de Neurología podrás encontrar varios casos. Pero, sin afinar tanto, el psiquiatra, cuando receta un psicotrópico transformará el estado mental del paciente por medios químicos. Si trata una depre, en un alto tanto por ciento de los casos logrará un mejor humor. Seamos más radicales: seccionando el cuerpo calloso se trató la epilepsia con resultados positivos. O el conocido caso del accidente que transformó el carácter de Phineas Gage. Yo, personalmente, conozco el caso de una transformación del carácter, esta vez para bien, a partir de una caída desde un camión parado, de «punta cabeza» contra el suelo, acompañado de pérdida de memoria de una época, pero contrarrestado por una percepción más feliz de la vida. Estos casos podríamos calificarlos de acción mecánica sobre el cerebro cuyas consecuencias son un cambio de personalidad.
En fin, ya seguiremos otro día.
Con placer te devuelvo el fuerte abrazo.
lunes 4 marzo, 2013 @ 2:20 pm
He detectado un «por que» que debería ser «porque».
Mi tercer párrafo puede no entenderse: quiero decir que la ciencia trata de ser objetiva al reconocer su inevitable subjetivismo.
jueves 7 marzo, 2013 @ 9:50 am
Posiblemente soy un poco extremado al final de mi último comentario, con esos ejemplos sobre el el cuerpo calloso, etc. Siguiendo ese camino podríamos llegar a decir que un mortal cachiporrazo o la ejecución en la silla eléctrica también modifican el carácter… definitivamente.
He debido aburrir al buen «danielperes» y digo lo anterior para evitar que me lo reproche él con toda la razón.
lunes 11 marzo, 2013 @ 5:23 pm
Es un tema muy interesante el que habéis estado debatiendo. Diría que cada uno tenéis parte de razón en vuestros comentarios que me han hecho recordar la leyenda del elefante y los ciegos, de la cual tengo conocimiento por la versión del budismo http://es.wikipedia.org/wiki/Los_ciegos_y_el_elefante
No sería un buen planteamiento arrojar al cubo de la basura las investigaciones que se hacen sobre el cerebro alegando que tiene propiedades emergentes o que es demasiado complejo, pero tampoco es ninguna tontería lo que ha argumentado danielperes. Lo cierto es que no tenemos otra opción que hacer estudios de este tipo y vemos que el resultado arroja una precisión del 82.9%…es lo que hay.
Os mando un abrazo, satisfecho por vuestra bonita charla.