NeoFronteras

El precio de las emociones

Área: Neurología — lunes, 8 de julio de 2013

Los sentimientos que tenemos hacia algo y el valor que le damos son calculados de manera similar en un área específica del cerebro.

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Imágenes de resonancia magnética nuclear del cerebro. El córtex prefrontal ventromedial está etiquetado con vmPFC. Se observa que se activa más cuando la persona experimenta más sentimientos positivos. Fuente: Amy Winecoff.

Los economistas clásicos asumen que todas nuestras decisiones económicas están basadas en racionalidad y que en virtud de eso nos guiamos. Si podemos ganar un euro o nada en igualdad de condiciones elegiremos ganar un euro.
Experimentos como el juego del ultimátum dicen otra cosa y muestras que muchas de nuestras decisiones económicas no son racionales, sino emocionales.
Un nuevo resultado que pasamos a relatar abunda en esta última visión de nosotros mismos. Según este estudio realizado en Duke University, el precio que da nuestro cerebro a las cosas es más bien emocional.
Puede que usted se encapriche de un nuevo modelo de automóvil, pero no pagará más por él si puede resistir los sentimientos que tenga hacia él. Pues los sentimientos que tenemos hacia algo y el valor que le damos son calculados de manera similar en un área específica del cerebro. En concreto en una pequeña región cerebral que está entre los ojos, en la parte frontal del cerebro, y que se denomina córtex prefrontal ventromedial (CPV).
Según Scott Huettel tanto los científicos que estudian las emociones como los neuroeconomistas han identificado esta región cerebral de manera independiente, pero ninguno de ellos se había dado cuenta de que los otros también la estaban estudiando. Ahora ambos son conscientes de que las emociones y los cálculos económicos están más íntimamente relacionados de lo que pensaban.
En estudios previos se había mostrado que la CPV de los participantes en experimentos calculaba el valor de una recompensa y cómo esto se disparaba con estímulos positivos que no eran una recompensa en sí mismos. Así por ejemplo, ese estímulo podía ser un recuerdo feliz o un rostro alegre que no aportaban valor monetario. En otros estudios se había mostrado que esta región cerebral daba valor a pequeñas cosas como a un refrigerio o un aperitivo.
Daba la impresión de que el CPV tenía en cuenta las emociones en el cálculo de si merece o no la pena dar dinero (duramente ganado) a cambio de algo.
La neurociencia parece estar de acuerdo con nuestra compresión intuitiva de esas situaciones en las que las emociones parecen estar en el mismo sistema de valores. Algo que los publicistas conocen muy bien cuando en un anuncio se centran en que un producto inspire emociones.
En los experimentos realizados en Duke University a unos sujetos voluntarios previamente entrenados se les solicitó modificar lo que sentían acerca de algo de manera positiva o negativa. Esto representaba un cambio en el significado del estímulo emocional, en lugar de tratar de eliminar completamente dicho estímulo o tratar de suprimir la reacción al mismo.
Durante el experimento se vigilaban la actividad cerebral con un sistema de resonancia magnética nuclear funcional y mientras se les enseñaban imágenes evocativas. Después de cada imagen se les pedía dejar que influyeran sus sentimientos o trataran de combatirlos. Luego se les solicitaba puntuar cómo de negativos o positivos se sentían.
En el caso de emociones positivas no reguladas, la actividad del CPV era lo que se correspondería, según los investigadores, con el cálculo de cuánto valor está poniendo la persona en algo. Sin embargo, cuando los sujetos reprimían sus sentimientos frente a un estímulo positivo, la actividad del CPV era mucho menor, como si las imágenes fueran menos valiosas para los sujetos.
Según los investigadores pensar acerca de las cosas cambia nuestro sistema de referencia. Esto es algo que se ha tenido en cuenta cuando se usan reclamos emocionales en la publicidad para añadir valor ciertos productos, pero hasta ahora no se sabía cómo funcionaba.
En estudios previos se habían centrado en la reevaluación de emociones negativas, pero esta vez se quiso investigar la reevaluación de respuestas tanto negativas como positivas. Hasta ahora la visión que se tenía estaba escorada hacia un lado.
No es el caso de que uno nunca tenga que reconsiderar una emoción positiva, pues, por ejemplo, cuando queremos comprar un coche nuevo una casa no es buena idea dejarse llevar por la emoción y tenemos que reprimir esos sentimientos positivos.

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Fuentes y referencias:
Nota de prensa.
Artículo original.

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10 Comentarios

  1. Dr. Thriller:

    Me gustaría saber cómo han conseguido resolver (en su sentido analítico, de separar, analizar) «cuando los sujetos reprimían sus sentimientos frente a un estímulo positivo».

    En general los occidentales tendemos a pensar en la razón como en un abstracto totalmente aislable de las emociones, y nos gusta sostener esto en la lógica formal (matemática), y hemos construido nuestra civilización en torno a esto, que para mí es una falacia (en su sentido más primario de fallo [fallacia], quiebra, bancarrota). Yo he pasado de pensar que están mezcladas a que directamente, para el cerebro, la «razón» o la «lógica» es una emoción más (en el sentido de tener el mismo peso como herramienta), y como tal la gestiona. De hecho, las emociones son muy útiles para razonar, porque entre otras cosas nos ayudan a detectar inmediatamente, 1º, tanto nuestros prejuicios (ideas preconcebidas) al respecto, que incluyen miedos y deseos, que a su vez incluyen nuestra localización sociotemporal al respecto, cuanto 2º, los caminos de menor resistencia a la hora de abordar el problema.

    O con otras palabras: no creo que exista la razón pura, sino como caso ideal que obviamente no tiene sentido en el mundo físico.

  2. petrus:

    Hay que reconocer que lo racional puro existe en grado mínimo en las naturaleza humana y sus manifestaciones. Tal vez ni siquiera en los cimientos de las matemáticas exista la pura razón , incluso en sus axiomas más simples.
    Cuando acepto el axioma, por ejemplo, de que dos cosas iguales a una tercera son iguales entre sí, lo acepto porque me parece evidente, y la evidencia es en el fondo una emoción asociada a la de seguridad. Y no hablemos de los postulados, que esos sí que son puro deseo insatisfecho… Pero, sabiendolo y aceptándolo, mientras funcionen aceptablemente, resultan sumamente útiles, tanto para calcular anualidades como para renegar por el aumento de precio del cordero. Dicho lo cual, confieso que uno de los asertos que considero más racional e indiscutiblemente lógico es el «pienso, luego existo» , sin olvidar el «carpe diem» romano, tan práctico como engañoso… Saludos.

  3. Dr. Thriller:

    Bueno, la cosa es que en el mundo real no existen «dos cosas iguales a una tercera», eso es una abstracción (que por cierto, la hace nuestra mente automáticamente), que no es real en absoluto. Es cierto que todos los electrones tienen las mismas propiedades, o todos los tigres comparten un diseño anatómico similar o unos comportamientos y pautas de conducta análogas, dentro de un margen, pero obviamente, no hay nada que sea igual a otra cosa (digamos que tenga una casi identidad, en el sentido matemático), ni siquiera la misma cosa en el transcurso del tiempo. Extrapolamos una continuidad y una analogía que son mucho más problemáticas de lo que parece. Por eso no creo que la razón sea «real», es una herramienta más de la mente, forma parte del juego de la consciencia y la existencia. Sí, claro, tiene unas leyes (como las tiene la biología que da sentido al ojo del búho o a las alas del águila, o a las que la mente de un topo usa para reconstruir un entorno a través del olfato, o sea, ubicación espacial de marcadores químicos que se propagan), pero ese matiz de absolutismo y preponderancia que le damos los humanos… yo no estaría tan seguro.

    Como decía Eco en esa novela plagada de anacronismos y citas falsas, que no narra para nada un crimen en una abadía bajomedieval, sino que es una alegoría y una parodia de la ciencia occidental (y la política asociada a la sociedad, y el control del conocimiento), su empirismo, y naturalmente, esa vía de la razón tan nuestra, «stat rosa pristina nomine, nomina nuda tenemus» (lit. «de la rosa prístina permanece el nombre, [sólo] conservamos nombres desnudos»).

  4. LLuís:

    Que «pensar sobre las cosas cambia nuestro sistema de referencia», parece algo obvio, o algo lógico; aunque hay que tener en cuenta los prejuicios que pueden hacer que el sistema de referencia permanezca estable o inmutable.
    Y con demasiada frencuencia, en el comportamiento humano predomina más lo emocional que lo racional.Y es que lo racional precisa, por lo general, un entrenamiento cultural, cosa que no sucede con lo emocional. Precisamente, uno de los inconvenientes, y no el menor, que se puede oponer a la teoría de juegos-dentro de la perspectiva económica, es el comportamiento no racional de los sujetos intervinientes en el mercado.

  5. tomás:

    Estoy muy de acuerdo con el pensamiento de Dr. Thriller. Diría que, ni siquiera en los proposiciones más abstractas y aparentemente ajenas a la emoción, ésta queda ausente porque, por encima de todo la parte más racional es realmente de hace cuatro días, mientras que todo el sistema límbico y el hormonal tiene muchos millones de años, lo que forzosamente ha de condicionar todo pensamiento. Como dice en su 3, ni siquiera la misma cosa permanece igual a sí misma, porque esa igualdad es sólo producto de nuestra mente.
    Me agradaría imaginar el origen emocional que ha de tener algún postulado como el 5º de Euclides. El plano donde se desarrolla, sería una idealización de la sabana, la recta hubo de imaginarla como una senda de la que no sería capaz de ver el final, y el punto, una piedra cualquiera. Quizá ese principio empezó a fraguarse en algún antecesor suyo y luego fue tomando forma en su niñez, sin que él pudiera notarlo, mientras jugaba en los campos de Egipto.
    También estoy de acuerdo con la obviedad que señala LLuís.
    Y sí, estimado «petrus», «pienso luego existo», pero también corro, como, hago o soy cualquier cosa luego existo. Claro luego he de pensarlo antes de expresarlo, pero ya existía mientras hacía o era.
    Un abrazo aprovechando que estamos de acuerdo.

  6. thetimethespaceandandtheman:

    «El corazón conoce razones que la razón desconoce.»

    Miguel Ángel de Quevedo (Aunque otros se la atribuyen a pascal, dejo la pelea para eruditos).

    J.

  7. Pocosé:

    «El corazón conoce razones que la razón desconoce.»
    Cierto.
    «Suele desdeñar el corazón las razones que la razón le brinda»
    Bastante mas cierto.

  8. tomás:

    Amigo Pocosé: Dices que «suele desdeñar el corazón la razones que la razón le brinda». Con ello, seguramente le otorgas una especie de personalidad, de voluntad, un tanto metafórica. Y en algún lugar leí que tiene algo así como una especie de minicerebro independiente, cosa que no me parece creíble. Pero no es lo mismo cuando tú dices algo al respecto. Aunque, como digo, seguramente te expresas en clave poética y metaforica.
    No podemos evitar sentir algo en el pecho cuando alguna emoción nos invade, pero no creo que eso sea significativo. Imagino que es el cerebro o las hormonas que nos hacen respirar de otra forma o modifican nuestro ritmo cardíaco y como son órganos tan grandes, nos da la impresión de que tienen vida propia. Pero también podemos imaginar que el estómago «piensa» cuando sentimos asco de algo.
    Es un decir. Un abrazo.

  9. tomás:

    Ahora recuerdo que Durán y Lleida aconsejaba, creo que en las últimas elecciones, votar con el corazón y con la cartera. Imagino que para él deben formar un sistema inseparable. ¿Por qué se olvidaría del cerebro?

  10. Pocosé:

    Pues si amigo Tomás, ambas expresiones son totalmente metafóricas.
    Si, también parece ser que tanto el corazón como las tripas poseen una cierta autonomia neurológica, pero muy lejos de poder albergar ni siquiera al mas simple de los sentimientos.
    Y si los políticos no suele apelar a la razón, es mas parecen estar interesados en que que se use lo menos posible. En el caso que mencionas la apelación es claramente a los metafóricos corazones senyeralizados, lo de lo cartera, presuntamente, podría tener menos de metafórico y más afloramiento inconsciente de su máxima prioridad intelectual: su cartera.
    Recibe un razonado abrazo desde mi metaforizo corazón.

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