Los humanos contribuyeron a la extinción de la megafauna australiana
Cáscaras de huevos de aves gigantes indican que fueron cocinadas por humanos al poco de llegar estos a Australia.
Hubo un tiempo en el que las aves gigantes dominaban algunas regiones de la Tierra, pero estas no tuvieron la mínima oportunidad de sobrevivir una vez que llegó el ser humano a sus territorios. Todas están ya extintas.
Un caso típico que todos conocemos es la caza hasta la extinción de los moas de Nueva Zelanda una vez llegaron a estas islas los polinesios, llegada que los expertos sitúan en torno al año 1300 de nuestra era. Aunque es posible que si los polinesios no hubiesen llegado a Nueva Zelanda los europeos hubieran hecho algo similar un poco más tarde.
Pero en Australia también hubo aves gigantes que desaparecieron hace 50.000 años, al poco de llegar el ser humano a la isla continente. Según un estudio de investigadores de University of Colorado, el ser humano jugó un papel central en la extinción de estas aves.
El ave Genyornis newtoni medía más de dos metros de altura y pesaba 250 kilos. Los huevos de estas aves tenían el tamaño de un melón pequeño y pesaban unos 1600 gramos. Obviamente esta ave no volaba, sino que se desplazaba de manera similar a las avestruces actuales. Estuvieron en Australia durante millones de años antes de que llegaran los primeros humanos.
Gifford Miller y sus colaboradores estudiaron los fragmentos de huevos de Genyornis y llegan a la conclusión de que los humanos robaban los huevos de estas aves para cocinarlos, lo que redujo el éxito reproductor de estos animales hasta que se extinguieron.
“Consideramos que esta es la primera prueba segura de que los humanos estuvieron depredando directamente la ahora extinta megafauna australiana”, dice Miller. “Hemos documentado las características de cascarones quemados de Genyornis en más de 200 localizaciones a lo largo del continente”, añade.
Los fragmentos de cascarones quemados exhiben distintos grados de ennegrecimiento lo que sugiere que fueron expuestos a una amplia gama de temperaturas. Las pruebas indican que se expusieron a las llamas (y por tanto al carboncillo del fuego) cuando fueron cocinados para comerlos y no que fueran víctimas de un incendio natural.
Además, estos investigadores analizaron cascarones no quemados de esta ave en más de 2000 localizaciones, principalmente en dunas de arena en donde estas aves anidaban.
Los distintos sistemas de datación usados indican que todos los restos de cascarón encontrados tienen una edad superior a los 45.000 años.
Así por ejemplo, la datación por luminiscencia es un método que permite determinar cuándo los granos de cuarzo incrustados en las cáscaras de huevo fueron por última vez expuestos a la luz. Este método permitió determinar que las cáscaras de huevo de Genyornis analizadas tenían una edad de entre 54.000 y 45.000 años. El método de radiocarbono indicó que las cáscaras quemadas no eran más recientes de 47.000 años.
Los aminoácidos se degradan de un modo predecible dentro de cáscara según pasa el tiempo. Si una parte es expuesta al fuego y otra no se da entonces un gradiente de descomposición desde una degradación total a una parcial, lo que posibilita localizar la fuente de calor y permite descartar un incendio natural como origen del fuego, pues estos producen una degradación homogénea. Esta y otras indicaciones permiten eliminar los incendios naturales como causa de la exposición térmica y apoyan la idea de que estas cáscaras corresponden a huevos que fueron cocinados por humanos.
También usaron cáscaras de huevos de emus (aves que todavía hay en la actualidad) del pasado, que exhiben los mismos patrones de haber sido cocinados.
Las primeras cáscaras quemadas de huevos de Genyornis son de hace 50.000 años, que sería justo cuando los primeros humanos empezaron a asentarse en Australia.
Antes de ese momento había una megafauna en el continente consistente en canguros de 1000 kilos, wombat de 2 toneladas, lagartos de más de 7 metros de largo, leones marsupiales de 300 kilos y tortugas del tamaño de un Volkswagen escarabajo. Más del 85 por ciento de los mamíferos, aves y reptiles de la época que pesaban más de 50 kilos se extinguieron al poco de aparecer los humanos en le continente.
La extinción de magafauna en Australia o en Norteamérica ha sido objeto de debate académico durante más de un siglo. Se ha culpado al cambio climático, a la depredación humana o a ambos.
En el caso de Australia, aunque hubo cierto cambio climático hace 60.000-40.000 años, no fue de la magnitud como el que se dio el del Pleistoceno, que, sin embargo, no produjo este tipo de extinción. Miller y otros investigadores sospechan que los primeros habitantes de Australia vinieron de las islas de Indonesia. Hay pruebas de que la población humana ya se había dispersado por Australia hace 47.000 años.
Sin embargo, es difícil encontrar pruebas de caza humana sobre la megafauna porque esto se dio hace mucho tiempo y los restos óseos son fácilmente destruidos por la química del suelo australiano.
En el caso de Norteamérica las pruebas de caza humana sobre la megafauna son más claras. Así por ejemplo, se han hallado puntas de lanza clavadas en huesos de mamut. Algo que además se dio en tiempo mucho más recientes.
Sólo ahora se empiezan a encontrar pruebas, como en este asunto de las cáscaras de huevos, de que los humanos contribuyeron a la extinción de los grandes animales cuando llegaron a Australia.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4866
Fuentes y referencias:
Artículo original.
Ilustración: Illustration by Peter Trusler, Monash University
4 Comentarios
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lunes 8 febrero, 2016 @ 12:43 am
Los huevos son un alimento de extraordinario valor y por tanto un manjar muy codiciado por los depredadores, se podría decir que son un alimento casi tan completo como la leche.
En el caso de la extinción de los moas de Nueva Zelanda que también se menciona, lo estuvimos discutiendo en una noticia anterior en la que hice una estimación aproximada de cuántos kilos de carne de moa se comía cada habitante y resultó una cifra demasiado elevada. Fue «Dr. Thriller» el que apuntó que la ingesta de huevos pudo ser la forma principal de depredación:
http://neofronteras/?p=4554
lunes 8 febrero, 2016 @ 12:45 am
¡Mira que soy burro con las direcciones!: http://neofronteras.com/?p=4554
lunes 8 febrero, 2016 @ 3:54 am
…Y otra metedura de zarpa: fue Pocosé y no «Dr. Thriller». Disculpas a ambos, queridos amigos.
lunes 8 febrero, 2016 @ 8:29 am
¡Pero hombre, Miguel Ángel!: Ni tu eres un burro ni los burros tienen zarpas, sino pezuñas; o cascos, más concretamente.
Me asombra tu sistema de archivo. Enseguida encuentras los antecedentes, o lo que te interesa. Yo no podría.
Me parece muy razonable la extinción por medio de los huevos en aves tan poco prolíficas. Lo que pasa es que, el que fuesen así, indica que tuvieron pocos predadores o muy ineficaces o que esas aves fuesen capaces de defender muy bien su prole frente a sus enemigos no humanos. También me asombra lo de «leones» de 300 kg, o quizá su nombre, porque al que se ha llamado tigre de Tasmania, más bien tiene pinta de lobo; es decir, que sus uñas no eran retráctiles y no creo que esos leones las tuviesen.
Ante mis dudas, me he ido a Wikipedia y resulta que, fue un animal original. Entre otras cosas curiosas, resulta que era prácticamente plantígrado, que en sus patas tenían cinco dedos -uno oponible-; en las traseras con cuatro uñas y con cinco en las delanteras, lo que parece le permitía subir a sus presas a los árboles, como los leopardos, seguramente para que lo cazado no le fuese robado por sus competidores. Pero no podría desarrollar una gran velocidad siendo plantígrado; quizá algo más que los osos.
Pues eso. Un abrazo.