Sobre el canibalismo sexual en Mantis
Publican un trabajo sobre la posible selección directa de canibalismo sexual entre las mantis.
Todos ya conocemos la historia. La hembra de la Mantis religiosa a veces mata al macho durante la cópula, empezando por su cabeza y hasta que de él sólo quedan las alas. Varias hipótesis han tratado de explicar tan tremendo hecho.
A primera vista parece que es absurdo que se dé algo así bajo el darwinismo en una Naturaleza en la que lo importante es sobrevivir para poder reproducirse. El macho, si no es comido, puede intentar copular además con otra hembra posteriormente para así garantizar la transmisión de sus genes. De este modo, el caso del sexo y la muerte coincidentes no parece que se vea favorecido por la evolución.
Sin embargo, si se piensa un poco, quizás no sea tan disparatado. Si el macho tienes pocas posibilidades de aparearse de nuevo y su sacrificio favorece su propio éxito reproductor entonces este comportamiento puede ser favorecido por la selección natural.
Ya en 1982 R. E. Buskirk, R. E., C. Frohlich y K. G. Ross (“The natural selection of sexual cannibalism”, American Naturalist, 123, pp. 617-625) desarrollaron un modelo matemático que mostraba que el sacrificio voluntario de la vida para fecundar a la hembra supondría una ventaja darwiniana para el macho si sus expectativas de posteriores apareamientos son escasas y si su cuerpo supone un aporte sustancial de nutrientes que favorezca a la descendencia.
Hay pocos casos en la Naturaleza en los que se da este tipo canibalismo. Además de la Mantis tenemos el caso de la araña viuda negra y el del escorpión del desierto Paruroctonus mesaensis.
Para que el modelo de selección directa de canibalismo sexual funcionase, el macho tendría que buscar activamente su sacrificio. Pero el macho de la Mantis trata a toda costa de no ser devorado por la hembra y muchos de ellos incluso lo consiguen. En la Naturaleza, sólo en el 13% o 28% de los encuentros sexuales los machos son devorados por las hembras. No hay complicidad por parte del macho que favorezca su sacrificio. Además, los machos pueden llegar a aparearse con más de una hembra.
Para liar aún más la situación, la hembra de Mantis suele devorar la cabeza del macho primero y seguir copulando. Incluso el decapitado macho copula mejor sin cabeza que con ella. Los movimientos copulatorios están controlados por el último ganglio nervioso abdominal. Estos movimientos son suprimidos por centros inhibidores situados en el ganglio subesofágico, ya que en algún momento el macho tiene que decidir dejar de copular. Cuando el ganglio subesofágico es devorado por la hembra ya no hay nada que inhiba los movimientos copulatorios, que se prolongan durante casi todo el tiempo hasta que la hembra devora todo el cuerpo del macho.
Sin embargo, este apareamiento postmorten podría haber aparecido por cooptación y no por selección activa, pues la disposición de los nervios vendría de los antepasados y el canibalismo sexual aparecería después.
En el caso de la viuda negra, por otro lado, hay un rasgo que sí favorece la idea. El macho suele perder el palpo que usa para aperarse durante la primera cópula, así que no podrá aparearse más veces después de la primera, lo que favorece el modelo de selección directa de canibalismo sexual. Esto no les pasa a los machos de Mantis.
Para la Mantis todo podría ser el resultado de un subproducto evolutivo. La Mantis es un ser muy agresivo que ataca a todo insecto que se mueve a su alrededor. Esto supone una ventaja competitiva, pues le permite adquirir comida, lo que le da una ventaja adaptativa, pero quizás sea difícil desconectar este comportamiento durante la cópula y la hembra vea al macho como una presa más.
Faltan las pruebas de que el consumo del macho por parte de la hembra favorezca a la descendencia. O faltaban. Según un nuevo estudio de William Brown (State University of New York) y Katherine Barry (Macquarie University), este canibalismo podría haber evolucionado para procurar más posibilidades de supervivencia a la descendencia y no debido a la agresividad de la hembra. De este modo el macho ayudaría a perpetuar su progenie, incluso después de muerto, invirtiendo aún más recursos en ella.
Para demostrarlo criaron unos grillos que servirían de alimentos a las mantis macho del estudio. A los grillos que se les administró un isótopo radiactivo que permitía a los investigadores trazar el camino que seguirían los aminoácidos de sus cuerpos.
Entonces dispusieron a los machos de Mantis para que se apareasen con las hembras, pero rescataron a la mitad de ellos una vez realizada la cópula y antes de que la hembra correspondiente los devorase. Entonces, estos investigadores midieron la presencia de proteínas radiactivas en las hembras y en los huevos que ponían.
En las hembras que se comieron a los machos se produjo un aumento del número de huevos depositados. Además, la mayor proporción de los aminoácidos radiactivos no fueron absorbidos por los cuerpos de las hembras, sino que pasaron directamente a sus huevos y a las mini mantis que salieron de ellos. Además, los machos constituyen el 63% de dieta de las hembras durante la temporada de apareamiento en la Naturaleza.
Según Brown se puede considerar el acto de ser devorado por la hembra como un caso extremo de inversión parental masculina.
Copyleft: atribuir con enlace a http://neofronteras.com/?p=4976
Fuentes y referencias:
Artículo original
“La sonrisa del flamenco” de Stephen Jay Gould.
Foto: Wikipedia.
6 Comentarios
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domingo 3 julio, 2016 @ 5:26 am
Estos insectos son también únicos en otro aspecto: te siguen con la mirada gracias a su cuello articulado.
domingo 3 julio, 2016 @ 9:38 am
Cuando se dice «cooptación», ¿quiere decirse variación por azar que ha tenido éxito? Sería el caso de que la hembra viera -en los principios de la especie-, alguna vez, como presa a su pareja en contados casos y que ello tuviese la consecuencia de una prole femenina con una propensión mayor a ese comportamiento e incluso hacia unos machos más débiles y menores que ellas.
No resulta fácil meter esta forma de «amor» en la evolución darwiniana. Habrá que echar mano de «Por un mordisco de la flaca…»
lunes 4 julio, 2016 @ 3:59 am
Mi querido amigo Tomás:
No, no es fácil de explicar, pero creo que podemos partir de que este tipo de canibalismo es muy infrecuente entre los insectos, a ver si llegamos a alguna conclusión. Si fuese una estrategia significativamente más competitiva que la otra, sería la norma común.
Muchos abrazos.
lunes 4 julio, 2016 @ 8:51 am
Querido y admirado Miguel:
El que sea infrecuente no es excusa. Hay que encontrar una buena razón. ¿No sería posible que la primera remesa de espermatozoides fuese de mejor calidad que la siguiente? Si así fuera, el eliminar al macho sería una ventaja evolutiva. Pero es solo una especulación, aunque en el mundo de los mamíferos parece que la calidad se reduce con la edad. No sé; ya me dirás.
Un fuerte abrazo.
martes 5 julio, 2016 @ 8:47 am
Pues sería posible, aunque es posible que ya haya quedado más o menos descartada esa posibilidad según hayan hecho el experimento: dicen que lo que han hecho es rescatar a algunos machos tras la cópula, para evitar que las hembras los devorasen. Pero es posible que -en este experimento- tanto los machos rescatados como los devorados solo se hayan apareado en una ocasión.
Sin embargo, tu explicación todavía podría ser válida en la naturaleza, donde el macho que no es devorado tiene oportunidad de seguir apareándose y, si la calidad del esperma se reduce, las siguientes cópulas producirían menor descendencia.
Abrazos
miércoles 6 julio, 2016 @ 8:47 am
Yo pensaba más que en menor, aunque también pudiera ser, en hijos de peor calidad, con menos defensas por ejemplo. En los humanos parece que los padres mayores tienen hijos mentalmente o físicamente más débiles.
Ya nos irán diciendo si alguna relación puede haber. Un fuerte abrazo.